VI
No se habla en el dictamen del Consejo de la Marina de la parte relativa a los gastos que ha ocasionado el submarino, por lo cual yo podría abstenerme de tratar aquí de este asunto; pero hay muchas razones que me inducen a ocuparme de él. Por un lado los grandísimos deseos forzosamente contenidos antes, de tratar públicamente una cuestión de la cual se había hecho frecuentemente arma para molestarme mientras hacía las pruebas, por las personas que vienen combatiendo mis trabajos desde antes que estuviera el barco hecho, y que hicieron decir en algunos periódicos que en la construcción del submarino se habían gastado sumas fabulosas; por otro lado, la circunstancia de que la cuestión de los gastos ha sido también uno de los pretextos de que se ha valido el Consejo de la Marina para desechar mis planes; y por último la importante circunstancia de sacar al país de un error que maliciosamente quisieron inculcar en él mientras se ventilaba esta cuestión en el Consejo de la Marina, haciendo estampar en La Correspondencia de España notas que tenían todo el aspecto de oficiosas, y que todo el mundo puede figurarse de dónde salían; en las que se afirmaba terminantemente que el nuevo submarino costaría dos millones de pesetas; afirmación que, naturalmente, me encargue de desmentir también en la prensa, afirmando como puedo afirmar, que su coste total, haciéndolo tan perfecto como yo lo había imaginado, no excedería de la mitad de dicha suma, y no hay para qué demostrar la falta de veracidad de aquella afirmación, pues mal podían saber lo que iba a costar el nuevo submarino los que afirmaban eso, sin tener no ya presupuesto ni planos, pero ni siquiera la menor idea del proyecto. Cito esta circunstancia para que se vea una vez más que no se ha desperdiciado ni el menor detalle para utilizarlo en daño mío y de mi invento.
El presupuesto detallado que yo había presentado para construir el barco, solamente el barco, fíjese bien el público, cuyo presupuesto fue aprobado por Real decreto de Abril de 1887, importaba una suma poco menor de trescientas mil pesetas, cuya cantidad se presupuestó para construir el barco propiamente dicho, esto es, hasta dejarlo en disposición de hacer sus pruebas.
Pues bien, no habiendo yo tenido intervención en el modo de llevarse las cuentas, pues harto hacia con estar sirviendo simultáneamente dos destinos que apenas me dejaban libre el tiempo necesario para el preciso descanso, pero teniendo conciencia de que era materialmente imposible que se hubiese gastado en el barco tanto como se hacía decir a los periódicos por notas que facilitaba el Ministerio de Marina, solicité del actual ministro un estado de dichas cuentas para examinarlas, y dicho señor me facilitó un estado tan compendiado como el de las cuentas del Gran Capitán, en el que naturalmente no se puede examinar nada, pero que a pesar de su concisión muestra las irregularidades siguientes:
Empecemos por el título de esta cuenta, que dice así: «Estado demostrativo del importe de los materiales y jornales invertidos en la construcción y completa habilitación del torpedero submarino Peral, con expresión de lo gastado en cada trimestre por los mencionados conceptos, desde el segundo de 1886-87, en que dieron principio los trabajos, hasta el día de la fecha, ambos inclusive, etc.»; y en efecto, empieza la cuenta por el segundo trimestre de 1886-87, y acaba con el segundo de 1889-90; pero el público ha de observar que el decreto de construcción del barco es, como acabo de decir, de Abril de 1887; de modo que, aun sin contar con que la construcción del barco no empezó sino unos seis meses después, figuran en esa cuenta partidas de gastos en la construcción y habilitación del submarino Peral de tres trimestres cuando menos en que todavía, no sólo no se había invertido ni una sola peseta en el submarino, pero ni siquiera se habían aprobado aún sus planos.
Observará el público también que las pruebas del submarino ya construido, habilitado y listo para salir, como en efecto salió a probar por los Caños de la Carraca, empezaron el 6 de Marzo de 1889, o sea en el tercer trimestre de 1888-89, y las cuentas de construcción del submarino siguen hasta el segundo trimestre (inclusive) de 1889-90; de modo que figuran en esa cuenta otros tres trimestres de gustos de construcción del submarino cuando este ya estaba haciendo todas las pruebas que se ejecutaron en el año de 1889.
Importa el total de la cuenta de gastos en construir y habilitar el submarino según el Estado, 931.154 pesetas, o sea tres veces lo presupuestado, que como se ha dicho, eran 300.000 pesetas; y no es extraño que aparezca esto así, dado el modo de contar que han usado conmigo los que presentan estas cuentas. Voy a hacer aún más aclaraciones para tratar de buscar de dónde proviene esta diferencia tan desproporcionada; pero paro proceder con método, conviene ver antes con documento comprobatorio, cuánto es lo que real y efectivamente ha costado el submarino.
Habiéndome enterado en Mayo de 1889 que se había mandado formar la cuenta de lo que había costado el barco, procure averiguar lo gastado, pidiendo una copia de las cuentas, y habiéndoseme contestado que no podían dármela, rogué que al menos me diesen un extracto de ella, y así lo hizo el Comisario de obras del arsenal en la siguiente carta, cuyo original obra en mi poder:
«Carraca, 6 de Junio do 1889.
»Sr. D. Isaac Peral:
»Muy estimado amigo: Según los datos facilitados por las agrupaciones y secciones del Almacén general a la Contaduría de obras, los jornales y materiales invertidos en el submarino basta 31 de Mayo último, ascienden a lo siguiente, por los conceptos que se expresan:
»Como usted puede ver por lo que anteriormente le demuestro, lo que hace ascender la obra a más de 90.000 duros, son las 129.468 pesetas que importa el 40 por 100, a mi pobre criterio algo exagerado; pero desglosando la susodicha partida, queda reducido el importe total de la obra a 327.404,07 pesetas, o sean poco más de 65.000 duros; que unidos a unos 3.000 escasos, que se han satisfecho por derechos de aduana de todo lo que ha venido del extranjero, alcanzan los obras a 68.000 próximamente.
»Creo dejar satisfecha su apreciable carta de esta fecha; y si es algo más puede servirle, mande cuanto guste a su afectísimo amigo y S. S. Q. B. S. M., Salvador Bruzón»[4].
Quedamos, pues, en que, según se desprende de esta carta, cuyos datos son copiados de los documentos oficiales, el total de lo gastado en el submarino hasta cuatro meses después de haber empezado las pruebas, son 340.000 pesetas, pues según dice muy bien la carta que antecede, el 40 por 100 que se cargó a la cuenta sobre lo realmente gastado y que se quiso hacer figurar como gastos de barco, no sólo es exagerado, como en la carta se expresa, sino que en este buque no debe figurar de ningún modo esa partida, pues el tanto por ciento que se carga al coste de los buques que se construyen en los arsenales del Estado, es en concepto de deterioro de herramientas y demás gastos generales de arsenal; pero como en este barco todos los materiales, exceptuado el casco, que importa una parte muy pequeña del presupuesto, han venido ya fabricados sin que se haya hecho en el arsenal más que montarlos, resulta que ese tanto por ciento está incluido por el fabricante en el coste de los materiales que ha vendido; y no habiendo sido el Estado el fabricante, es evidentemente una irregularidad cargar esa partida, porque resultaría cargada dos veces, una por el fabricante y otra por el Estado que no fabricó. En el estado que me facilitó el ministro importa dicha partida la friolera de 166.143,46 pesetas, y aunque en este estado sólo figura como 4 por 100 en vez de 40 que habían cargado antes, por lo dicho anteriormente queda probado que el cargo es vicioso y está demás esa partida tan importante.
Ahora bien; si el presupuesto del barco eran 300.000 pesetas y lo gastado 340.000, ¿es lógico hacerme cargo de ninguna clase por esta pequeña diferencia? De ningún modo, si se tiene en cuenta que no hay ningún barco que se construya en los arsenales sin recurrir a los presupuestos adicionales que la Ordenanza autoriza, y que a veces importan tanto como el primer presupuesto; y mucho menos en este caso, en que con dichas 340.000 pesetas se ha hecho, no sólo el barco, sino la estación eléctrica, que aun existe en el arsenal en inmejorable estado (cuando yo la entregué), y que comprende: una casa de madera y zinc para las máquinas de vapor, tres maquinas de vapor con sus calderas respectivas de 75 caballos cada una, tres dinamos de 32.500 watts. cada una, mesas de distribución, aparatos de medida, cables eléctricos, teléfonos, tuberías de cobre para aire, etc., etc., cuyos materiales sólo, sin contar los gastos de instalación, importan unas 125.000 pesetas, y esta estación estaba ya instalada en Marzo del 89, tal como hoy está; de donde resulta que hablando en conciencia y con entera sinceridad, el barco costó bastante menos de lo que se había presupuestado, pues no es lógico achacar al barco lo que costó la estación eléctrica, que lo mismo sirve para un barco, que para muchos, así como no se carga a la construcción de los barcos de vapor lo que cuestan los depósitos de carbón; pero como va viendo el público, en todos los detalles, para este desdichado submarino todo se ha de extremar y violentar en su daño.
No faltara quien trate de justificar la enorme diferencia de gastos que antes he señalado, diciendo que durante el año de experiencias se hicieron gastos importantes; pero aparte de que no es concebible que en las experiencias sólo se haya gastado dos veces lo que costó el barco y la estación, yo agregaré que me parece injusto hacer figurar como coste del barco los gastos que se han invertido en las experiencias que se mandó hacer, en cuyos gastos están incluidas las reparaciones que hubo que ejecutar, los gastos de entradas y salidas de dique, el carbón consumido en las máquinas de la estación y en una palabra, todos los gastos que hace cualquier barco que se emplea en servicios del Estado, en ejercicios, etc., fácilmente comprenderá el más profano, que si se fuese a acumular a cada barco, como gastos de construcción todo lo que gastan en hacer aquello, para que se le destina, el coste de cada barco al cabo de algunos años de servicio no se pagaría ni con todo el presupuesto de marina de un año, del mismo modo que el que compra un coche no dice que el valor del coche es el que realmente le costó más lo que se comen los caballos en un año, composturas, etc., etc.; y para citar un caso enteramente análogo, ¿no se hacen todos los años experiencias con nuestros torpederos flotantes?
Y ¿No es absurdo admitir como gastos de su construcción lo que se invierte en esas experiencias y las reparaciones consiguientes?
Conste, pues, que si las experiencias han costado alguna cantidad que deba figurar en el presupuesto de Marina como gastos del submarino, esto nada tiene que ver con lo que el submarino ha costado, y que a reserva de hacer en su día, cuando pueda exigirlo yo u otra persona, una revisión concienzuda y detallada de las cuentas que ha presentado el ministro de Marina, revisión que ha de dar mucha luz a la cuestión de por qué son improductivos los gastos en Marina, es para mí inexplicable que estas cuentas sean tan alzadas, a pesar de los tres trimestres de gastos que figuran antes del decreto de construcción y en otros tres trimestres después de empezadas las pruebas.