CAPÍTULO VIII
De poco, nuestras vidas estaban saliendo de hoyo negro en el que se había convertido luego de las patrañas que Marta había creado por sus caprichos, celos o no sé qué demonios se le había metido en la cabeza. Lo cierto es que nos había hecho daño a todos. Incluso a ella misma.
Luego de que ambos la enfrentaran fue tras de mí para reclamarme, pero ya su estado no le permitía arriesgarse tanto. De hecho, en esa oportunidad que llegó a la puerta de mi hogar para insultarme comenzó a sentirse mal, así que antes de que empeorara la situación se marchó y desde entonces no supe de ella.
A pesar de que me preocupé por lo que había visto, no busqué la manera de saber si estaba bien o no, pero en esa semana tenía ensayos para mi acto de graduación que sería a final de mes y ya sólo quedaba un par de semanas.
Durante estos, varios compañeros rumoraban que ella había tenido una pérdida, así que no dudé en decirle a Nacho y mucho menos, de preguntarle a Carlos, con quien me había reencontrado para tratar de comenzar de nuevo nuestra relación.
Mientras tanto, luego de uno de dichos ensayos fui a pasear al parque con Carlos. Pasamos una linda tarde viendo las atracciones que había en el sitio, a las personas felices, a los niños jugando, y varias parejas acarameladas.
Me sentí otra vez llena, feliz y entusiasmada como aquella vez que fui sola. Sólo que esta vez estaba en compañía de mi verdadero amor. Ese que conocí a principio de semestre en la universidad, en una fiesta y en medio del caos, pero que sin dudas era el hombre que quería junto a mí.
Ahora éramos un par de tórtolos que gritaba a los cuatro vientos su amor, sin temor a que nada ni nadie los separara. Ese día terminé durmiendo en su casa luego de otra noche de pasión, de esas que sólo él sabía hacerme sentir. Éramos el uno para el otro, definitivamente.
-Sabes, me confirmaron que Marta efectivamente perdió al bebé. ¡Qué lástima!-, me dijo Carlos mientras estaba entre sus brazos.
-¡No me digas!, ¡Qué terrible! ¿Te dijeron cuándo?-, pregunté.
-Fue hace dos semanas atrás, pero no me dijeron en cuál situación-, agregó.
-¡Ay no puede ser, madre mía! Hace dos semanas fue hasta mi casa para reclamarme por haber dicho la verdad sobre la paternidad de su hijo y en medio de los gritos se sintió mal y se retiró-, le confesé.
-Bueno, era cuestión de tiempo. Desgraciadamente ella se cuidaba poco y mira todas las rabietas que cogía por los problemas que creaba. Lamentable-, me explicó.
Al rato hablé con Augusto por el móvil para extenderle mi lamento y me aseguró que a pesar de lo ocurrido ella estaba bien, pero todavía un poco confundida, mientras él estaba triste.
También me explicó que no habían podido resolver sus diferencias, pues, producto de la misma indecisión de ella, pero que por el contrario, estaba enfocado en un nuevo negocio y pronto quizás se iría a su país natal para cumplir con sus responsabilidades que ahora eran mayores.
Por otro lado, aproveché la oportunidad para invitarlo a mi graduación y con gusto aceptó. Por último, me felicitó por mi compromiso con Carlos, además, confesó que estaba contento porque finalmente había podido arreglar mi vida sentimental que estuvo tan compleja.
Se cumplió el tiempo y por fin desperté la mañana de un viernes para acudir a mi último día en la universidad, en el que me entregarían mi título como periodista.
Una meta que siempre tracé en mi vida y cumplí a cabalidad, entre fiestas y estragos. Después de todo, había aprendido a establecer prioridades en mi vida. Luego de esto, seguiría con una vida matrimonial que Carlos me había propuesto. Hasta el momento, era el día más feliz de mi vida.
Ya estaba todo listo para la ceremonia, los graduandos nos enfilábamos para ser llamados uno a uno a recibir los reconocimientos. Sin duda, hacía falta la presencia de Marta, quien ahora debía esperar recuperar el tiempo perdido. Sin embargo, en medio de mi pesar por ello, porque siempre la había considerado mi mejor amiga, nada invadía mi momento.
Cada vez estaba más cerca de escuchar mi nombre. A los lejos podía ver cómo mis padres, Nacho y Carlos se preparaban para hacerme porras. Habían llevado papelillos, pancartas y pitos.
¡Al fin llegó el momento! Era hora de que nos declararan como profesionales y celebrábamos. Volví a mirar hasta donde estaba mi familia para con una sonrisa expresarles mi emoción. Allí me di cuenta de que Augusto estaba entrando al salón justo a tiempo para también ser parte de mi graduación, pero lo peor estaba por suceder.
Llegó la hora de salir del recinto a continuar con nuestra celebración particular cuando de pronto, sin darme cuenta, Marta apareció entre la multitud. Me miró fijamente y sonrió. Por un momento pensé que vendría a felicitarme, así que le devolví la sonrisa, pero la verdad es que no tuve tiempo ni a reaccionar cuando de pronto sacó un arma de su bolsa.
Me apuntó y dijo: “Tú jamás serás más feliz que yo luego de haberme arrebatado todo lo que quería”, y sólo escuché una detonación y gritos. Increíblemente nada me había travesado el cuerpo. En medio de mi shock veía a la gente correr sobre alguien que se había atravesado para evitar que me hiriera. Otros más salieron tras de Marta quien de inmediato se dispuso abandonar el lugar para escapar.
Estaba tan confundida que no podía moverme hasta donde estaba la persona herida ni familia, pero alguien me tomó por el brazo para ayudarme a salir de allí también. Llegué hasta Carlos quien me abrazó fuertemente, mientras mi madre no podía creer lo que veía y lloraba desesperadamente.
También mi padre estaba junto a nosotros, pero Nacho se había movido. De inmediato grité su nombre y todos me dijeron que me calmara que él estaba bien, sólo que sí había una mala noticia: El herido era nada más y nada menos que augusto, quien se atravesó para evitar que Marta me disparara.
De inmediato corrí hasta él y pedía a gritos una ambulancia. Apenas llegué a donde estaba lo tomé por la cabeza y le pedí que resistiera, pero la bala fue directo a su corazón y se desangraba. Sólo alcanzó a decirme que el recado que le dejaba a Marta es que nunca había dejado de amarla. Luego, sus ojos se cerraron y su corazón dejó de latir. Caí desgarrada en llanto.
Después del sepelio decidí irme a un largo viaje con Carlos para olvidar tanta desgracia que había sucedido en tan poco tiempo.
En medio de este me enteré de que Marta se había entregado a las autoridades y estaba dispuesta a cumplir la condena, así que me encargué de hacerle llegar una carta donde le dejaba el último pedido de Augusto. También supe que con eso, ella cambió totalmente y estaba arrepentida de todo, pero sus días estaban destinados a vivirlos tras las rejas.
Por mi parte, seguí adelante con el ex de mi mejor amiga y emprendimos una nueva vida. Nos casamos y comenzamos a trabajar como socios en una agencia de publicidad. Luego de esto, más nada empañó nuestro destino y fuimos lo que siempre quisimos ser: los mejores compañeros y cómplices.