CAPÍTULO VII
Ya faltaba poco para el gran día de mi graduación. Había terminado algunas materias y sólo me concentraba en la tesis final, así que tenía un poco más de tiempo libre. Por lo que acepté irme de viaje con Augusto a Madeira, Portugal, durante una semana. Quería que conociera a su familia y amigos, además, los encantos de la ciudad.
Lo primero que hicimos fue disfrutar del mar y clima de Funchal. Un poco de sol me venía excelente. Amaba broncear mi piel de canela y fue uno de los momentos en los que estuvimos más cerca. Le pedí que me aplicara un poco de bronceador y aunque no pretendía que lo hiciera, aprovechó de pasarse un poco con las manos.
Augusto masajeaba mi culo como una masa y ni decir de acariciar mis senos, que brotaban apretados por el sujetador negro que llevaba puesto, pero después de todo tampoco era tan incómodo. Aunque le diera señales equivocadas, pues, jamás tuve la intención de llegar a follar con él. No me provocaba nada aunque estuviera deseosa de tener sexo.
A medida de que lo dejaba disfrutar de mi cuerpo, notaba cómo se excitaba aunque tratara de disimular. La situación me causaba gracia, hasta que él mismo decidió parar.
-Así está bien, guapa. No creas que es tan fácil-, refutó.
-¡Ja, ja, ja! Está bien, tampoco quiero estar tan embadurnada de bronceador-, le dije.
-Qué divina estás, Gio-, no aguantó en admirarme.
-Lo tomaré como un cumplido, pero ya es hora de que vayas por unas bebidas-, le comenté para cortar la situación que ya se tornaba un poco fuera de control.
En cuanto quedé sola por unos minutos me puse a pensar que quizás era un poco injusta con Augusto. A pesar de que todo comenzó por patrañas de Marta, él estaba demostrando ser sincero, pero ese no era impedimento.
El impedimento es que yo no lograba olvidarme de Carlos y sentía que me aprovechaba de este tío con todo y que mi única intención era tratar de distraerme, así que se me ocurrió arriesgarme un poco más y tratar de ponerle más interés al asunto.
Luego de que llegara con las bebidas nos refrescamos y al rato nos fuimos al lujoso hotel para comer, el cual pertenecía a su familia. Ellos eran dueños de una cadena de hoteles en todo Portugal, por lo que pudimos disfrutar de todas las comodidades.
En la noche asistimos a una fiesta en el mismo hotel y la pasamos de lujo. Augusto realmente era un tipo genial, sólo que le afectaba la bebida. Eso me lo confesó mientras conversábamos en el lugar y allí entendí por qué se comportó tan mal la vez que lo conocí con Marta, pero también me comentó que estaba dejando de tomar, pues, quería evitar esos malos episodios.
Pasada la medianoche llegó la hora de irnos. Estábamos cansados, ya que, estuvimos todo el día fuera. Justo cuando esperábamos el ascensor para subir a la suite, me tomó por el hombro y mirándome a los ojos confesó que moría por besarme, pero que no sería capaz de hacer nada si yo no se lo permitía, así que quise romper el hielo y fui yo quien le estampó un beso.
Muy tímido. Y para él fue como la gloria. Por mi parte, supo a nada y me sentí mal. No se lo dije, pero lo sintió, porque pese a su emoción, no insistió para que fuéramos a más. De hecho, tranquilamente cada quien durmió en habitaciones separadas.
Al otro día durante el desayuno me tocó enfrentarlo.
-Georgina, ¿de verdad no te produzco ni el más mínimo sentimiento?-, preguntó preciso, pero serenamente.
-Augusto, no es fácil lo que te diré. Pero entiende que todavía no supero a Carlos, así que me es difícil sentirme atraída por alguien más. Sin embargo, es cuestión de tiempo. Ahora que te conozco mejor me pareces un buen tipo, con quien sí me gustaría tener algo-, respondí con toda sinceridad.
-Te entiendo. Sólo que no puedo sacarme de la mente esta sensación de sentirme como un amigo más por el que no sientes nada-, agregó.
-No, yo te estimo. Sé que no lo demuestro demasiado, pero es así. Perdóname por hacerte sentir mal-, le dije con pesar.
-Tranquila, no tienes por qué pedirme perdón. Es más, olvida lo que te dije, mejor disfrutemos el momento-, cerró la conversación.
Aunque tratara de aminorar su molestia, estaba consciente de que seguiría sintiéndose así y con toda la razón del mundo. Estaba dispuesta a intentarlo, pero todavía se me hacía difícil.
Todo marchaba de maravilla en el viaje hasta que llegó una mala noticia. Uno de los socios de Augusto en Madrid había tenido un accidente y su familia no estaba en la ciudad, así que el más allegado era él y nos tuvimos que regresar de inmediato.
Apenas en un par de horas tuvimos que acomodar el equipaje y marcharnos. Por suerte, el viaje no fue largo y ya en la noche estaba instalada nuevamente en mi casa.
Nacho se sorprendió al verme y le comenté la razón. Al rato llamé a Augusto para saber cómo estaba su amigo y me dijo que había sido un fuerte accidente de coche, pero estaba fuera de peligro. Le pregunté si necesitaba ayuda o algo, pero me lo negó y por el contrario, me dijo que descansara y si quería lo acompañara al otro día.
Mi amigo – como siempre – muy atento en todo, notó tanta camaradería con Augusto y me preguntó que si ya lo había sacado de la friendzone. Eso me sacó unas carcajadas y le respondí que no, pero para él no era cierto o que al menos, estaba a punto de hacerlo.
-Te conozco como a la palma de mi mano, tía. No es normal que estés tan sonriente o al pendiente de alguien. Dime que ya follaron-, aseguró.
-Pero por supuesto que no. Ya te dije que sigue en la friendzone, pero eso no es impedimento para preocuparme por él, ¡Caramba!-, respondí.
-Sé clara conmigo que yo no te juzgaré. A ti te gusta Augusto. Si no, ¿para qué aceptaste irte de viaje sola con él?-, volvió a preguntar.
-Que no es por eso, tío. Solo necesitaba vacaciones y ya. No pensaba follar con él-, refuté.
-Está bien, te creeré esa parte. Pero de que te está gustando, te está gustando-, asestó.
No hice más caso y fui a por un vaso de agua. Eso que me decía me dejaba un poco pensativa. ¿Será que sí me estaba gustando? Aunque mi consciente me lo negaba, en el fondo quería que fuera cierto.
Pasaron unas semanas y ya había aceptado comenzar a salir con Augusto, con miras de entablar una relación. Realmente pasaba buenos momentos con él. Me sentía bien. Sin embargo, no me interesaba demasiado en la parte sexual y se lo dejaba en claro, pero él lo aceptaba así.
Poco a poco fuimos compenetrándonos más, con paciencia y esmero. Un día conversando en su apartamento me preguntó si seguía hablando con Carlos o enamorada y la verdad, pensé un rato antes de responderle. No estaba tan segura como antes de lo que sentía y me parecía bien.
Dudar del amor que una vez le tuve Carlos me hizo pensar que quizás ya lo estaba olvidando, y así mismo se lo expliqué. Por su parte, su confesión fue bastante profunda y sorprendente, debo admitir. Augusto me estaba asegurando que estuvo muy enamorado de Marta.
De hecho, estaba dispuesto a todo con ella si no hubiese surgido lo de Carlos. Es que ella lo complicó todo. Entonces le mencioné de forma jovial, que seguramente por eso había ido tras de mí, pero reiteró como ya lo había dicho, que todo fue una casualidad en medio de las jugarretas de Marta.
Luego de la comida con Augusto me llevó a casa. Él iría a visitar a su amigo, que todavía estaba en recuperación, y yo había quedado con Nacho para preparar una rica cena mexicana, así que estaría muy ocupada. Pero al llegar me encontré en la cocina a alguien a quien no esperaba: Carlos estaba de visita.
Quedé estupefacta al verlo. Él también. Pero mientras yo me sentía incómoda, su mirada de alegría lo delataba, aunque tratara de disimular. No cruzamos más palabras que un ‘hola’ de cortesía.
Es que no había mucho por decirnos, creía. Nacho trató de mediar la situación, que se tornaba un poco incómoda, y lo invitó a la terraza a fumar un par de cigarrillos, mientras yo me metí a mi habitación a calmarme un poco, esperando a que se fuera… Aunque nunca pasó.
Carlos llegó no sólo para ver a Nacho, sino para desahogarse. Le estaba yendo terrible en su convivencia con Marta. Finalmente se le salió de la cabeza la estúpida idea de casarse por obligación, lo cual desataba la locura de la madre de su hijo. Todo esto lo pude escuchar mientras husmeaba hasta que llegó la hora de cocinar y evidentemente tendríamos invitado especial.
De a poco fuimos rompiendo la incomodidad, pero tampoco con demasiada confianza hasta que recibí una llamada de Augusto.
-¡Hola, amor! Sí, ya estoy preparando la comida-, respondí.
-Me parece genial. Te llamaba para avisarte que mañana debo salir nuevamente a Madeira para resolver unos asuntos con un nuevo socio, así que pasaré en la mañana por ti para despedirme, ¿vale?-, me dijo.
-Claro que sí, no hay problemas. Te espero a las 9. ¡Cuídate!-, me despedí.
La reacción de Carlos fue inexplicable. Su cara se puso de mil colores y Nacho trataba de distraerle. Era evidente que no lo podía creer, pero tampoco se atrevió a preguntar nada. La verdad, yo sonreía por dentro. Me gustaba saber que había celos porque aún le interesaba.
Comimos y salimos nuevamente a la terraza a conversar los tres, algo que sucedía desde hacía un par de meses. Al principio pensé que sería incómodo, pero Nacho ayudó a que fuera llevadera la situación… Hasta que se fue y nos dejó solos.
Estaba muy nerviosa, pero no quería huir. Quería seguir ahí a ver qué pasaba. Algo por dentro me cambió, estaba contenta, entusiasmada y poco a poco los nervios desapareciendo.
-A pesar de todo me da gusto verte de nuevo, Carlos-, le dije con una sonrisa en mi rostro.
-A mi mucho más, Gio. Créeme-, respondió con los ojos brillando y una sonrisa de vuelta.
-Todo este tiempo ha sido duro, pero hemos podido sobrellevarlo, ¿no?-, pregunté.
- Ame días, Gio. Para mí ha sido jodidamente difícil. Lidiar con una persona a la que no quieres y no hace lo posible por llevar la fiesta en paz, sino lo contrario.
>>A veces pienso que Marta sólo me ve como un capricho y se aprovecha de su estado para hacerme la vida imposible. Dudo que me quiera como dice. Eso es complicado, porque yo sólo quiero cumplir con mi responsabilidad, pero me es un infierno-, me contó.
-Siempre te dije que debía cumplir con ello. Ese niño necesita a su padre, pero no imaginé que sería tan difícil, la verdad-, le aseguré.
-No era tan difícil imaginarlo, Gio. Tú sabes que Marta es una loca-, comentó entre carcajadas.
-¿Y te causa gracia, tío?-, pregunté.
-A veces sí… Bueno, mi vida. Se ha convertido en un chiste y quisiera cambiar las cosas. Esto no es justo-, aseveró.
-No, no lo es-, le asunté.
Carlos estaba sentimental y por la conversación aprovechó para acariciarme la mejilla y volver a sonreírme. Con eso, algo se encendía en mí. Una llama que me condujo a besarlo. Nos dimos unos besos tiernos, sabor a melancolía. Fuimos perdiendo el control y de la ternura pasamos a la pasión desenfrenada.
Él me agarraba como para no soltarme nunca y yo lo acariciaba como para quedarme por siempre con su piel, sus carnes, su todo. Al oído me susurró que quería hacerme el amor y no me resistí, pues, yo también quería. Lo llevé hasta mi habitación y nos entregamos el uno al otro.
Beso tras besos nos desnudamos, él recorrió mi espalda con su lengua hasta llegar a mi nuca. Al oído me susurraba cuánto me extrañaba y cuánto deseaba tenerme entre sus brazos para sentir el calor de mi piel. Yo, excitada, le respondía estremeciéndome con la piel erizada, la cual podía sentir mientras sus manos pasaban por mis nalgas y luego hasta mi sexo para masturbarme.
Le pedí que me tomara del cabello y repitiera mi nombre, lo cual hizo mientras metía mucho más sus dedos en mí para hacerme gemir con desespero y la respiración cortante. Cuando ya estaba con las revoluciones en un máximo nivel me fui hasta su miembro. Necesitaba tenerlo entre mis manos y por supuesto, darle caricias con mis labios.
Para Carlos era como hacerlo tocar las nubes. Jadeaba y se aferraba a mis hombros. Le fascinaba cómo lo satisfacía, pero ahora él quería estar dentro de mí, así que me acostó entre las sábanas para entrar y ahí. En un mismo ritmo nos entregábamos. Sus ojos estaban fijos en los míos y viceversa.
Sudábamos y apenas teníamos aliento, hasta que ese contacto visual fue tan profundo que estallamos de amor al mismo tiempo. Fue un momento tan mágico que no podíamos creerlo que estuviéramos juntos después de tantas intrigas y problemas.
El momento se prestó para que Carlos pasara la noche conmigo y amanecimos entre las sábanas, pero una llamada nos despertó al amanecer. Había olvidado por completo que Augusto pasaría por mí. Me asusté al contestar y Carlos lo notó, por lo que de inmediato se levantó para alistarse y marcharse a pesar de que le pedí que esperara a que yo me fuera para evitar algún altercado, pero no fue suficiente, se marchó.
Era algo que no podía evitar, ya todo había cambiado en nuestras vidas. Tenía que aprender a vivir con ello, pues ya las cartas estaban echadas. Por mi parte, aunque me encantó estar de nuevo con él, quería seguir mi rumbo con Augusto. Sabía que esa noche de pasión había sido un impulso.
Desde ese día volví a perder contacto con Carlos y aunque había vuelto a pensar en él, no me afectaba en mi nueva relación. Lo evitaba a toda costa, pero causas externas de pronto comenzaron a invadirla y no podía ser de una peor manera que nuevamente por la neurosis de Marta.
Carlos, en una de sus peleas, le confesó que ahora Augusto y yo éramos pareja. Cosa que volvió más loca a esta tía quien comenzó a molestar. Estaba furiosa por lo que se había enterado y es que salieron más verdades a la luz.
Augusto tuvo que aceptar que entre Marta y él hubo una fuerte conexión desde siempre. Su relación tuvo altibajos pero hubo amor y pues, él al igual que yo pensábamos que lo de ella con Carlos no era más que un capricho y celos de mí. Entonces entendí que quizás seguía enamorada de mi novio y por ello su reacción, pero entonces, hasta cuándo esta mujer me hacía la vida imposible.
Parecía que nada le bastaba, sólo que esta vez no permitiría que me arruinara nada. De igual manera, Augusto me pidió tranquilidad pues, él era tan manipulable como Carlos. Le tomé la palabra, pero algo me decía que no debía bajar la guardia, sabía que Marta era capaz hasta de lo peor.
Un día en que estaba de lo más relajada en casa me llamó al móvil.
-Pero qué putita eres, tía. ¿No te cansas de ir detrás de lo que yo dejo?-
-Marta, por favor. Ya deja de molestar.
-No te dejaré en paz hasta que me digas por qué estás con Augusto. ¿Es por venganza, verdad?-
-No tengo por qué darte explicaciones. Cortaré.
-¡Espera! Está bien. Tú ganas. Pero tienes que saber que en realidad el hijo que espero es suyo y no de Carlos-, reveló dejándome anonadada.
-Marta, esto no es para juegos. Mejor quédate tranquila-, respondí.
-Es en serio lo que te digo, tía. ¿Podríamos vernos para explicarte mejor?-, preguntó.
-No sé a dónde quieres llegar ahora pero no, no es lo mejor.
-Por favor, por favor. Esta vez voy en son de paz. Créeme-, insistió y pues, accedí.
Habíamos quedado en vernos por la tarde en mi casa. Nacho que estuvo al pendiente de la llamada me dijo que se quedaría conmigo por si acaso Marta se atrevía a agredirme o algo parecido. También le pareció una locura lo que estaba asegurando, pero era necesario escucharla para saber qué tan cierto era y pues, llegó el gran momento.
A pesar de todo, Marta llegó muy tranquila. Sentó conmigo en la sala de recibo y me dijo que sería breve, pero que lo que me había dicho sobre la paternidad de su hijo era cierta. Augusto no lo sabía, pero era el padre biológico.
Sin embargo, al principio creyó que sí era de Carlos y por ello se lo adjudicó, pero no pensaba decirle la verdad hasta que se casarán. Le dije que no podía hacer eso, pues, ambos merecían saber la verdad. Por esto sí se alteró y entonces le pedí que bajara la guardia o se marchara. Hizo lo primero.
-Yo trataré de resolver esto a mi manera. Te lo confesé porque no quiero que estés con Augusto tampoco-, mencionó como toda una caprichosa.
-Marta, pero ¿tú que te crees, tía?, ¿Qué puedes manejar la vida de los demás a tu preferencia? No me permites ser feliz al lado de quien yo quiera, sólo porque estuvieron contigo. Y sí, lo mejor es que nunca me enredara con ellos, pero las cosas has resultado diferente-, le dije.
-Es que… Es que yo sigo enamorada de Augusto, ¿lo puedes entender?-, aseveró.
-¿Y por qué demonios te entrometiste entre Carlos y yo si podías muy bien seguir con Augusto?-, le pregunté ya con mucha molestia encima.
-¡Porque sí! Porque no estaba segura de lo que sentía por ambos, pero ahora sí. Sólo que ahora tú estás con Augusto. ¡Déjalo!- refutó.
-Ni creas que lo haré. Nos la llevamos de maravilla. No puedo dejar todo lo que he construido por tus malas decisiones y errores, Marta. ¡Por favor!-, dije.
-Una vez te lo dije y ahora te lo repito. Atente a las consecuencias-, sentenció antes de marcharse.
Antes de abrirle la puerta, Nacho le dijo que era una loca y le aseguró no permitiríamos que se saliera con la suya nuevamente. Y pues, no, yo no estaba dispuesta a permitírselo, pero sí quería que la verdad saliera a flote, sólo que debía crear una buena estrategia o arriesgarme a lo que resultara.
Nacho me aconsejó que lo hiciera sin miedos, pues, tanto Carlos como Augusto no permitirían que ella me atacara, pero que lo hiciera lo más pronto, así que de inmediato llamé a Augusto para que saliéramos a cenar y hablar. Como le dije que era seriamente salió a buscarme al instante. Mi preocupación era notoria y esto lo impacientó.
-Amor, ¿qué tan urgente es esto? Me asusta-, comentó.
-Es de suma importancia para ti y nuestro futuro-, le dije.
-¿Estás segura que quieres hacerlo mientras cenamos?-, preguntó.
-No aguanto más, Augusto. Marta se enteró de lo nuestro y hoy fue a verme en casa para asegurarme de que el hijo que espera es tuyo-, le confesé con temor.
-¡No puede ser!, ¡no puede ser!... Y es que lo sabía, yo estaba seguro de que era así-, respondió desesperado.
-¿Qué piensas hacer ahora?-, no pude evitar en cuestionarlo.
-No lo sé, Georgina. Esto me complica todo. Es mejor que lleguemos a un sitio ahora mismo antes de que me dé algo aquí-, comentó y aceleró la marcha hasta un restaurante cercano.
Al sentarnos, de inmediato seguimos con el tema.
-Lo que no entiendo es por qué reaccionó así si ella se supone que estaba haciendo todo lo posible por casarse con Carlos. Era su obsesión-, me dijo.
-Es que está enamorada de ti-, le confesé.
-Pero eso no puede ser. Lo nuestro terminó precisamente porque no me amaba y ella quería estar con él, no conmigo a pesar de que yo sí la amaba por sobre todos los problemas que teníamos-, agregó Augusto.
-¿Y todavía sigues sintiendo lo mismo por ella?-, pregunté preocupada.
-No lo sé. No sé qué pensar ahora mismo. No te puedo negar que sigue siendo especial a pesar de todo, pero también es mi hijo el que está esperando y lo quiero-, aseveró.
-Te entiendo, pero entonces debes tomar una decisión porque esto, aunque no queramos, complica nuestra relación. Además, Marta volvió a amenazarme si no te dejaba. Ya sabes cómo es-, confesé.
-Gio, la verdad es que te quiero. Pero creo que lo mejor es darnos un tiempo. Tengo que resolver esto tan complicado-, me reveló.
-Está bien, no pasa nada, pero ahora quiero estar mi casa-, le pedí.
Fue un golpe duro, sin dudas, pero al mismo tiempo me sentí aliviada. Aunque quería seguir con él, mi corazón seguía con el nombre Carlos estampado y todavía debía decirle a él toda la verdad. Así que apenas llegando lo llamé para decírselo, pidiéndole toda la precaución posible para evitar que todo se complicara.
-Marta pagará por todo este daño que ha hecho, ¿sabes?-, me aseguró Carlos.
-Lo sé, pero tratemos de primero aclarar todo-, le expliqué.
-Ahora mismo quiero que se largue de mi casa, pero debo esperar a que… Espera, luego te llamo-, dijo y cortó la llamada.
¡Madre mía! Algo estaba pasando en su casa. Me llené de angustia y le avisé a Nacho. Lo más probable era que Marta había hecho algo o seguramente Augusto habría ido a buscarla. Así que me senté a esperar alguna respuesta de alguien.
Luego de tres horas Carlos devolvió la llamada para decirme que efectivamente Augusto había a su apartamento para enfrentar a Marta. Esta no tuvo más que asumir toda la verdad y las culpas.
Quedó de malas con ambos y sólo tenía como salida devolverse su casa, pues, Augusto le aseguró que se haría cargo del bebé, más no de ella, mientras Carlos quedó libre. Parecía que todo al fin se arreglaba en nuestras vidas.
También recibí mensajes por parte de Augusto.
Augusto: Fui a hablar con Marta y no le quedó más que revelar la verdad. Ahora ya no vivirá más con Carlos. Creo que es la oportunidad para que arregles tus problemas con él.
Yo: ¡¿Pero qué dices?! ¿Estás seguro de lo que me estás pidiendo? ¿Y cómo quedarás tú?
Augusto: Claro que estoy seguro, Georgina. Sé que hiciste tu mejor esfuerzo, pero siempre supe que en el fondo seguías enamorada de Carlos, así como yo de Marta. Lo mejor es que cada uno vaya por su lado con lo que le corresponda.
Yo: Tienes razón. Es hora de finalmente coger nuestros verdaderos rumbos. Gracias por el tiempo que me dedicaste. Gracias por todo. Te quiero.
Augusto: Yo también te quiero, Gio. Suerte.