CAPÍTULO V
A las 3 de la tarde de ese bendito viernes Carlos me llamó para ponerme al tanto del encuentro que tuvo con Marta, pero sin mayores detalles, solo me aclaró que teníamos una conversación muy importante en la noche, lo cual provocó que desde esa hora me carcomiera la angustia.
Sabía que era una mala noticia, quizás una amenaza de mayor peligro o cualquier cosa mala que se me atravesara en la mente. No aguanté y le dije a Nacho sobre el encuentro.
Necesitaba desahogarme o tratar de sacar conclusiones previas sobre lo que pasaba. También le mencioné que un par de semanas atrás había recibido una invitación por parte de Augusto para una fiesta, lo que cual era extremadamente extraño.
-Gio, rechaza todo tipo de contacto con Augusto. Lo he visto muy seguido en las fiestas y junto a Marta. Algo debe traerse entre manos-, me confesó Nacho.
-Marta y Augusto deben tener más que una amistad y no dudo de que se esté prestando para hacerme daño-, le comenté.
-Claro que sí, eso es lo que te digo. Además, se rumora que son pareja-, agregó.
-Y con todo y eso sigue molesta por haberme enamorado de Carlos-, dije.
-Lo suyo es envidia, tía. Nunca ha soportado que alguien consiga mejores resultados que ella. Se cree la mejor sólo por estar tan buena-, aseveró Nacho.
-Sí, eso lo sé de sobra. Pero me duele que sea conmigo-
-¿Cuántas veces tengo que repetirte que nunca te vio como amiga?-, refutó y me invitó a fumarnos un cigarrillo.
Me tranquilicé un rato luego de charlar y fumar con mi amigo hasta que recibí unos mensajes.
Augusto: ¡Hola, Georgina! Tiempo sin saber de ti. ¿Te gustaría acompañarme a tomar un café mañana por la tarde?
Yo: ¡Hola, Augusto! Gracias, pero no puedo. Pasaré el fin de semana estudiando.
Augusto: No me rechaces, tía. Tengo mucho por contarte.
Yo: Hazlo por aquí, no veo la necesidad de que sea en persona.
Augusto: Tú te lo pierdes. ¡Adiós!
Este tipo seguía con sus intrigas, pero no caería en su trampa. Además, necesitaba saber lo que Carlos me diría antes de pensar en tomar alguna acción al respecto, pero realmente me interesaba lo que Augusto podría decirme. Aunque me daba temor arriesgarme. No sabía de lo que era capaz. Ya había demostrado ser un patán.
Justo en ese momento llegó Carlos, cabizbajo y con un dolor en su rostro que casi se traducía en llanto.
-¡Carlos! ¿Qué tienes? Te ves muy mal-, le dije preocupada.
-Gio, es muy importante lo que tengo que decirte y espero entiendas-, mencionó.
-Estoy preparada para lo que sea. Ven, vamos a la terraza-, le mencioné al mismo tiempo que buscaba un vaso de agua.
-Gio, lo que siento por ti es real y muy fuerte. Siento que eres todo para mí, con quien quiero estar. Sé que te parecerá muy apresurado, pero te quiero-, me dijo.
-Yo también te quiero, Carlos-, respondí con un nudo en la garganta.
-No digas más, por favor y escúchame. Me duele no haber podido establecer una relación contigo como te mereces, pero mis errores me han llevado a lo que estamos sufriendo y te pido que me perdones-, seguía explicando.
-Carlos, por favor, dime lo que sucede. Siento que te estás despidiendo de mi-, respondí.
-Eso es lo que hago. Marta está embarazada-, mencionó y sentí que dejé de respirar por varios segundos.
-Tienes que hacerte cargo de ella y el bebé. No me opondré a nada-, le dije antes de romper en llanto.
-Sí, pero no creas que seremos pareja. No la quiero y tengo dudas sobre la paternidad, pero la asumiré-, aseveró.
No podía soportar la noticia que me dio. Lo dejé solo en la terraza y me encerré a llorar a mi habitación. No salí hasta en la noche que Nacho me tocó la puerta y dejé que entrara.
-Ya Carlos me contó. Esto es una mierda. Es injusto, Gio-, exclamó y me dio un abrazo.
-Me duele, porque lo quiero, pero no me opondré. Ese niño necesita su padre-, le expliqué.
-Sé que lo quieres en serio, por eso mi bronca. Pero ya verás que eso no será impedimento para que en algún momento estén juntos, créeme-, mencionó.
-No lo sé, Nachete. Ya hasta me decepciono de la idea. Lo mejor es que lo olvide y para eso me mudaré pronto-, le dije.
-Gio, cálmate. Quien se va es él. Ya lo tenía planificado antes. Compró un apartamento cerca de donde está montando su agencia y dudo que sea para emparejarse con Marta-, explicó.
-No me importa si se va con ella o no, sólo quiero olvidarme de todo esto-, exclamé y me tumbé a llorar.
Nacho me consoló toda la noche. Carlos no quiso quedarse a dormir, entendía la incomodidad y para él también era difícil. Se sentía culpable y hasta día lo vi, pues se mudó de inmediato.
Ahora sí tenía que enfocarme en mi vida de estudiante y próxima periodista. Tenía que buscar la manera de soportar lo que me venía encima. Soportar perder un amor que de a poco tuve. Un amor que se gestó tan rápido y así mismo acabó. Es que parecía que siempre estuvo destinado al fracaso.
Todas las noches las pasaba en vela pensando en lo que pudo ser, en mis errores, en los suyos, en los de los demás. En lo que pudo haber influido y en lo que no, pero todo se resumía a que tenía que hacerse cargo de su hijo.
La universidad era mi única distracción ahora. También el lugar al cual no quería ir. Allí veía a Marta, era víctima de sus burlas y malos comentarios. Sólo quería que llegara el último día de clases y desaparecer del universo, o quizás que fuese antes. La verdad, todo dejaba de tener importancia para mi.
Carlos desapareció, ya no recibía ni llamadas ni mensajes de su parte. Como si no quisiera saber nada de mi. Y es que aunque supiera que no podíamos tener nada, esperaba que al menos siguiera interesado.
Nacho me decía que estaba muy deprimido y quizás buscar algún tipo de contacto conmigo le afectaba. Lo entendía pero no era fácil despegarme de sus recuerdos. Vivía enterrada en la nostalgia, ya no podía vivir sin él.
Una noche estaba llorando en mi habitación y decidí llamarlo, necesitaba saber cómo estaba.
Carlos: ¿Hola?
Yo: ¡Sí! Soy Georgina, ¿cómo estás?
Carlos: Estoy bien Gio. ¿Tú cómo vas?
Yo: Te extraño.
Carlos: Yo también te extraño.
Yo: Quisiera verte.
Carlos: Yo muero por verte, Georgina, pero es complicado. Marta me persigue y no quisiera que arremetiera contra ti.
Yo: Lo entiendo, tienes razón. Mejor sigamos como estamos.
Carlos: ¿Pero seguro que estás bien?, ¿cómo vas con tus estudios?
Yo: No te puedo mentir, Carlos. No estoy muy bien, pero sigo con mi vida. En la universidad estoy bien. Sólo quería saber de ti. ¡Adiós!
Carlos: ¡Adiós! Y cuídate mucho, por favor. Te quiero.
Al escuchar su despedida volví a romper en llanto. Era tan duro lo que estábamos viviendo. Me llenaba de rabia e impotencia, pero no podía hacer más nada. Lo mejor era olvidarme de todo, cambiar de rutinas, de ambiente, de todo, pero lo veía lejos. Todas las noches me encerraba a llorar hasta quedarme dormida Nacho me ayudaba a no decaer, pero a veces era casi imposible.
A todas estas, Augusto seguía insistiendo en querer hablar conmigo. En una oportunidad desistió de vernos, pero entonces me reveló algunos detalles de la conversación que quería tener conmigo. Se trataba de Marta. Este tío me aseguraba que ellos siguieron viéndose luego de la pelea, incluso, salían juntos cuando ella andaba con Carlos, lo que confirmaba la teoría que todos decían.
Hasta me insinuó que intimaron y en un principio creyó que el hijo que esperaba podría ser suyo, pero no estaba seguro ni pensaba hacer nada al respecto, pues, no la veía más que como una amante. Afirmaciones que me llenaban de intriga, pero lo que más curioso me parecía era que precisamente me lo contara, siendo él su amigo y yo, prácticamente su enemiga.
En vista de que cada vez me decía más cosas, comencé a creerle y acepté una invitación, pero le pedí que fuera en mi casa. No quería exponerme a nada.
-¿A qué se debe todo esto, Augusto?-, le mencioné apenas nos sentamos en la terraza.
-A que sé que eres una buena chica y también sé que Marta miente-, aseguró.
-Sí, ella miente, pero tampoco estás seguro de que tú la hayas embarazado-, le refuté.
-Es correcto, pero la creo capaz de todo-, mencionó justo antes de botar el humo del cigarrillo.
-¿Es cierto que nunca me vio como una verdadera amiga?-, agregué.
-¡Ja, ja, ja! A veces eres tan ingenua, querida… ¡Pero claro que nunca te quiso como o como nada! ¿Tú crees que ella, tan narcisista, egoísta y mala te querría?-, preguntó.
-Sí llegué a creerlo-, refuté con sensatez.
-Pues, te equivocas. Y bastante claro que te lo ha dejado. Siempre tuvo en mente evitar que estuvieras con ese tío-, aseveró.
Respiré profundo, tomé un sorbo de café y le pregunté nuevamente que cuál era la finalidad de venir hasta mi casa a dejar en evidencia a Marta. Pues, no me convencía su justificación, tomando en cuenta las veces que insistió para vernos.
-Preciosa, ¿qué no te has dado cuenta que me gustas? Parece que eres poco observadora-, reveló con descaro.
-¡¿Cómo que te gusto?! ¡¿Estás loco, tío?!- exclamé con todo el asombro posible.
-Así como lo oyes, Georgina. Y si me lo permite, debo retirarme. Nos vemos luego, ¿vale?-
-Sí, es mejor que te retires. Debo estudiar. Luego hablamos-, le dije antes de conducirlo hasta la salida.
Ahora esto tornaba peor. El amigo o amante de Marta se me acaba de declarar y me daba herramientas para desenmascarar a mi ahora no mejor amiga. ¡Increíble!
No quise comentarle nada a Nacho porque lo más seguro era que me aconsejara no hacerle caso a Augusto y mucho menos permitirle la entrada a la casa, pero la verdad es que yo quería saber más detalles y sabía que podía sacarle jugo al asunto.
Apenas en un par de días, el portugués volvió a contactarme. Esta vez para pasar por mí al salir de la universidad para ir a comer a un buen restaurante. Me estaba cortejando… Y acepté, aun cuando estaba clara que representaba peligro.
Es que no me terminaba de convencer tanta camaradería y el supuesto amor, pero al menos era un tipo guapo. Alto, de cabello castaño claro, barba del mismo color, ojos azules y cuerpo atlético. Sin embargo, ni eso podía esconder su patanería. En fin, mi objetivo era llegar hasta la última verdad.
-Eres tan guapa e inteligente. Entiendo por qué Carlos te prefirió a ti y no a Marta-, mencionó, evitando que me adelantara con cualquier pregunta.
-No estoy para halagos, tío. Bien sabes qué es lo que realmente me interesa de este contacto- le advertí.
-Está bien, guapa. ¿Qué es lo que quieres saber?-, preguntó con molestia.
-Si el hijo de Marta es de Carlos o tuyo y qué piensa hacer próximamente-
-Pues, lo de la paternidad habría que esperar a que nazca la criatura. No creo que ahora me vaya a decir que es mío, pero lo que sí sé es que hará hasta lo imposible por casarse con Carlos… Y créeme que lo conseguirá-, exclamó.
-¿Cómo estás tan seguro?-, pregunté.
-Porque me lo dijo y ya sabes cómo es. ¿Todavía no te queda claro, tía?-
-¿Habrá alguna manera de evitarlo?-
-Puede ser, pero tienes que cumplir lo que te diga al pie de la letra, preciosa-
-Está bien-, le dije antes de que sonará su móvil.
Atendió la llamada y al poco tiempo pidió la cuenta. Se excusó con un asunto qué resolver del trabajo y por ello me llevaría a casa.
Ya me fastidiaban sus encuentros. Cada vez me dejaba con más intrigas, pero esta última era la mejor. Sí, quería evitar que Marta enredara aún más a Carlos para obligarlo a casarse.
Luego de un mes, Augusto me había demostrado que podría ser alguien más agradable, sin tantas mentiras de por medio. Más caballeroso y quizás, alguien en quien confiar. Pues, siempre estaba interesado en mí, en lo que me sucediera o necesitara.
Así, que bajé un poco la guardia con él, aunque me mantenía firme ante su cortejo. No quería nada con él. También llegó el punto en que fue inevitable confesarle a Nacho lo de este tío. No se opuso, pero tampoco le agradaba demasiado la idea, siempre pensó que era un traidor y se mantenía aliado con Marta… De quien ya casi no sabía nada.
Había dejado de asediarme y por esa parte ya estaba más tranquila. Sin embargo, la situación con Carlos todavía me agobiaba, ya que, mi amigo ya no sabía nada suyo. No tenía quien me informara, entonces decidí contactarlo. El móvil repicó en reiteras ocasiones, pero este no respondía.
Intenté un par de veces más sin obtener resultados. Luego esperé unas horas, pero nada, no contestaba y me preocupé. Pero por ese día dejé de insistir, igualmente podría estar ocupado y luego me devolvería la llamada. Esperé varios días, pero nunca lo hizo, así que le dejé un mensaje, el cual tampoco contestó.
-Nacho, ¿has sabido algo de Carlos últimamente?-, le pregunté a mi amigo en un momento que nos topamos en la cocina.
-No, Gio. No he sabido nada de él. No lo he contactado más. ¿Pasa algo?-, preguntó.
-Es que he tratado de contactarlo en esta semana, pero ni me devuelve las llamadas y mucho menos los mensajes, le expliqué.
-Ya te dije anteriormente que posiblemente quiere evitar el contacto para no hacer más difícil el desapego, además, para evitar problemas con la loca-, reiteró.
-Sí, tienes razón. Además, que la última vez que hablamos hizo hincapié en protegerme de Marta. Me quedaré tranquila-, le respondí.
Pero como Nacho es tan buen amigo, quedó con la duda y trató de contactarlo por su cuenta. Eso me lo confesó días después, pero con muy malas noticias. No sé ni cómo ni cuándo ni dónde, pero resulta que a Carlos le habían llegado fotografías mías con Augusto.
Cenando, conversando, incluso llegando a mi casa. De todas las salidas que habíamos tenido. Por supuesto que estaba pensando que ahora estaba de novia con ese tío. Ahora me quedaba más que claro cuáles eran sus intenciones de cortejarme, así que de inmediato le envié unos mensajes porque no quería ni escuchar su voz.
Yo: ¡Eres un desgraciado! Ya sé que te prestaste para las fotos. Ese era tu plan para ayudar a Marta, ¿no? Pues, lo lograste. Ya no quiero saber nada de ti. Déjame en paz.
Augusto: No sé de qué me hablas tía, pero ahora mismo iré a tu casa.
Yo: ¡Que no vengas, coño! No quiero saber nada de ti.
Parece que nada de lo que le dije le importó, pues el muy cretino se apareció en el piso y aunque no quise abrir la puerta insistió. Nacho no estaba y amenazó con armar un escándalo, pues, juraba que m e debía una explicación. Así que cedí.
-¡Pero qué testaruda!… Y guapa-, mencionó apenas al verme.
-No estoy para bromas, Augusto. Dime ¿por qué demonios hay fotos nuestras en manos de Carlos?-, pregunté.
-Te dije que Marta haría hasta lo imposible por casarse con él. Quizás es parte de su plan… O no sé-, aseguró.
-No me tomes el pelo. Dime la verdad. Tú eres parte del plan-, le grité.
-Pues, no. Eso sí te lo puedo asegurar. Hace semanas que Marta y yo ni hablamos. Justo después de que se enterara que estaba embarazada-, mencionó.
-No te creo nada. Es más, vete-, le dije mientras lo empujaba para que saliera.
-No me creas entonces, pero te digo la verdad. Ya lo sabrás y no es necesario que me empujes. Ya me voy-, fue lo último que dijo antes de irse.
Estaba demasiado molesta. Definitivamente no podía confiar en nadie, pero bueno, también lo busqué por creer que precisamente él podría ser alguien confiable. En realidad, la molestia era conmigo misma por idiota.
Al rato llegó Nacho y se dio cuenta de que estaba furiosa. Le expliqué que por lo de las fotos y porque había propiciado caer en la trampa. Pero una vez más me dijo que no le diera vueltas al asunto. Igualmente esa relación ya estaba muerta y debía aceptarlo. Entendí que tenía razón. Además, que quizás era mejor para terminar de olvidarme de Carlos, quien al parecer, ya estaba haciendo lo mismo.
Sin embargo, Nacho me dijo otras cosas más. Me contó que se había topado con Marta en la universidad y esta le dijo que estaba planeando mudarse con Carlos, pues, quería que su bebé creciera al lado de su padre. Fue una dura noticia que terminó de romperme el corazón. Definitivamente, debía olvidarme de lo que fue y nunca prosperó ni prosperaría aunque quisiéramos.