CAPÍTULO II

Después de esa agradable reunión no volví a ser la misma. Ahora vivía pensando en Carlos e imaginando una vida de casados con niños, mascota y un hermoso jardín donde todos éramos felices. Así lo pasaba en el salón de clases, soñando despierta. Ignorando los cuentos de Marta, los ligues del momento, las tareas por hacer y todo lo que me interrumpieran pensar en mi amor.

Mi distracción no era normal. Incluso, había olvidado por completo que debía buscar un apartamento cuanto antes, pues el casero de donde actualmente vivía me había advertido que los dueños se mudarían, y por lo tanto, tendría un mes para desalojar el piso.

Marta no era una opción para vivir, pues no había espacio en su apartamento y en ningún otro lado conseguí un espacio para vivir, entonces Nacho fue la última y mejor opción. Él vivía solo con Carlos y había una habitación de sobra, así que no molestaría y por lo menos, tendría más de cerca al dueño de mis pensamientos. Pero no caía en cuenta de que podría ser también un sufrimiento.

Sin embargo, llamé a Nacho para quedar con él salir de clases y pedirle alojo mientras conseguía otro piso para mí.

-Sabes que siempre te ayudaré, Gio. Y ahora más que te necesito cerca-, aseveró.

-¿Y eso, Nachete?, ¿Cómo que me necesitas cerca?-, pregunté angustiada.

-Gio, rompí con mi novia. Me dejó por otro sin darme mayores explicaciones. No sé qué hacer, tía.

-Ay, Nachete. No digas eso, claro que sabes lo que debes hacer. Olvídate de ella, no te merece-, le mencioné justo antes de que este rompiera a llorar.

-No será lo mismo. Ella era mi todo. Mi compañera, mi consejera, quien me mantenía al margen. Ahora ya no tengo razones para ser mejor-, mencionaba Nacho inconsolable.

-¡Vamos, Nachete! Claro que tienes razones para continuar con tu vida. Vámonos a la casa. No te puedes poner mal aquí en el campus-, le dije y me lo llevé por un brazo hasta el coche.

A partir de ese momento me mudé a su piso. Debía ayudarlo. Nacho era un gran chico, pero con una dependencia emocional enorme, por lo que esa ruptura le hizo mucho daño. Estaba propenso a volver a caer en el alcohol y las drogas como ya lo había estado anteriormente y más de lo que podía mientras estaba de fiesta en fiesta.

Cuidar de Nacho ahora era una de mis principales tareas, además de las de la uni, donde no llevaba muy buenas calificaciones. Entre la mudanza y adaptarme en mi nuevo hogar no tenía demasiado tiempo para estudiar. Además, vivir con el tío que me quitaba la respiración y que estaba saliendo con mi mejor amiga me causaba un estrés enorme. Terribles momentos se me venían encima.

Un fin de semana quería despejar un poco la mente y me fui a una fiesta en un local que acababan de abrir cerca de donde vivía, pero obviamente asistí sola. De todas formas allá me conseguiría personas conocidas, como por ejemplo a Marta y a Carlos.

Esa fue la noche cuando confirmé que salían juntos. Mientras disfrutaba de la música y el buen ambiente los vi a lo lejos sentados en una mesa hablando y mostrándose afecto ante todos.

Lo que vi me dolió. Me dolió como la peor traición aunque no lo fuera. Pero lo sentí así porque Marta, mi mejor amiga y que me contaba todo fue incapaz de mencionar que tenían algo, pero también pensé que era probable que ella sospechara de lo que yo sentía por su ahora pretendiente o víctima.

Como no quise continuar con la molestia me marché a casa y vaya sorpresa me esperaba.

Al entrar noté que todo estaba oscuro. Pensé que Nacho estaba tratando de dormir, pero luego me di cuenta de que no. De la cocina se escuchaban unos ligeros ruidos como si movieran los utensilios. Caminé poco a poco hasta el lugar, pero antes le di un vistazo al cuarto y mi amigo no estaba.

Me angustié y traté de llegar más rápido, pero mientras más me acerca se intensificaban los sonidos. Ya no sólo eran los utensilios, sino que también se escuchaban como gemidos, así que fui más rápida. Entré sin encender las luces, pero con el reflejo de las luces sobre las ventanas vi dos siluetas. Era Nacho con su exnovia. Los pillé follando.

No quise interrumpir, aunque me provocaba armar un escándalo. Nacho no podía aceptar a esa mujercita traicionera, pero en cambio, no hice más, que contemplarlos unos segundos y escuchar como la lujuria los consumía… Y me prendía.

Los movimientos de cadera que veía a media luz y los sonidos que hacían me excitaban y con un par de copas en la cabeza las ganas de tener sexo me invadían, pero estaba sola. Más que nunca.

Así que llena de deseo me fui hasta mi habitación y me tocaba los senos. Sentía mis pezones duros y la humedad de mi vagina. Imaginando que Carlos me acariciaba y se metía dentro de mi, me daba placer. De verdad creía que lo veía y estaba allí conmigo. Me metí los dedos unas tres veces y me vine enseguida. Con ello me descargué un poco, pero con insatisfacción.

También pensaba que Nacho era un idiota al caer nuevamente en los brazos de su ex y pensaba aclarárselo una vez sacara a esa tía de la casa, pero caí rendida hasta el otro día y ni cuenta me di cuando el show terminó.

Mucho menos cuando Carlos llegó. Para mi suerte, al despertar me percaté de que había dormido solo. Sí, me paré en la puerta de su cuarto a contemplarle el sueño.

Se veía tan lindo durmiendo que me provocaba suspiros como de primer amor de colegiala. En ese momento se me acercó Nacho y me colocó la mano en el hombro.

-Te trae de cabeza, tía-, me dijo al oído.

-De cabeza te voy a lanzar por la ventana. No creas que no sé qué pasó anoche-, le respondí furiosa.

-Gio, no es lo que crees. Sólo vino a que nos diéramos un último polvo. Ya no más-, aseguró afligido.

-Nachete, no te engañes-, fue lo último que le mencioné antes de marcharme a la cocina.

Nacho se fue tras de mi y sirvió dos vasos de agua. Tomó un sorbo, me miró y rompió a llorar. Sabía que estaba más mal que antes, así que me levanté de la silla y lo abracé cuando de pronto Carlos entró. Sólo traía un short y su pecho desnudo me dejó sin aliento mientras se acercaba para también brindarle apoyo a nuestro amigo.

Sinceramente nos volvimos muy unidos y siempre estábamos el uno para el otro cuando más nos necesitábamos. Así fue como fui estrechando mi relación –de amigos- con Carlos. Lo que al principio sentía como una fantasía, poco a poco se convirtió en real.

Un momento crucial para definitivamente aceptar lo que sentía fue en una noche que estábamos en casa. Los tres veíamos una película en la habitación de Nacho. Tumbados en su cama. Yo en el medio y cada chico por un lado.

Era un filme de esos románticos que te hacen suspirar y tener al lado a alguien que te mire como si fueras el más bonito ser que existe en el universo, como nada fuera más importante que tú. De pronto, por mi costado derecho sentía que me rozaban la mano. Carlos se movía mucho y me ponía nerviosa.

También me movía con la intención de chocarle y así fue como sin esperarlo nos tomamos de la mano. Sentía cómo un calor invadía mi cara y cuello, indicios de que me sonrojaba. Me emocionaba y de tomarnos de la mano pasamos a unos tímidos besos al final de la peli, cuando aprovechamos unos segundos de soledad luego de que Nacho se levantara para ir al baño.

No mediamos palabras y nos fuimos a dormir en nuestras respectivas habitaciones, pero yo no pegué un ojo toda la noche. Sonreía de solo recordar sus labios, suaves, calientes.

Quería que se repitiera la ocasión y se prolongara, pero también tenía esas dudas de por qué se había atrevido a hacerlo. Yo era la mejor amiga de Marta, con quien él llevaba varias semanas saliendo y pensé que para evitar problemas debíamos hablarlo. Pero igualmente disfrutaba entre los recuerdos.

Desde que Marta y Carlos comenzaron a salir, ella se alejó un poco de mi. Su tiempo era todo para él. Solo nos veíamos en clase o en alguna fiesta, pero no me contaba nada acerca de la relación, así que no podía saber si todavía seguían juntos o no. La intriga era enorme, deseaba que ya no siguieran saliendo, pero también me preocupaba lo que ella pudiera sentir. Sabía que estaba tan loca por él como yo.

Nacho también era mi confidente, como en su momento lo fue Marta, por lo que luego le pregunté sobre lo que sabía de esa relación. Sin embargo, no me ayudó demasiado a despejar las dudas, lo último que supo es que Carlos no había estado hablando más con ella por teléfono como lo hacía en las noches.

Justamente a la siguiente noche nos topamos solos en la cocina. Yo iba por un vaso de agua mientras él ya se estaba tomando el suyo y me miraba distinto. Con deseo. Como casi siempre, llevaba un pantalón deportivo, ligero y ninguna camisa.

No podía negar que el chico, entre sus ojos de fuego y sus bíceps de acero, era muy apetecible, y para acabar yo llevaba bastantes meses sin sexo. Demasiados. Así que no estaba segura en poder resistirme si volvíamos a besarnos y nos pasábamos de caricias.

Sin poder evitarlo le pasé por un lado y me cogió por el brazo. Volteé y quedamos frente a frente. Me tomó por la cintura y me presionó contra su torso desnudo. Con mi cuerpo podía sentir su erección. Nos miramos mutuamente a los ojos y nos entregamos a lo que sentíamos.

Comenzamos a besarnos apasionadamente. Sus manos de mi cintura pasaron a mis nalgas y entonces yo lleve las mías hasta detrás de su cabeza para abrazarlo. Entre besos y caricias pasamos de la cocina a su habitación y perdimos el control.

Se metió por debajo de mi blusa para concentrarse en mis pechos. Lamía mis pezones provocando humedad desbordante en mi sexo. Fue bajando por mi torso y me tumbó en la cama. Se fue encima de mi vientre y con la lengua me recorrió hasta llegar al monte de venus.

Me bajó las bragas e introdujo su lengua dentro de mi varias veces mientras yo lo tomaba por el cabello para soportar el placer que sentía. Me estremecía y a él le encantaba mirarme cómo me aferraba y jadeaba.

Luego fue mi turno. Sentada al borde la cama y él de pie, saqué su miembro del bóxer. Con mis manos lo acariciaba para hacerlo crecer a su máximo esplendor. Él sonreía y mordía su labio inferior. Le gustaba lo que hacía, entonces fue momento de lamérselo desde el tronco hasta la punta, para luego meterlo todo en mi boca. Entraba y salía, entraba y salía y la calentura aumentaba.

Carlos fruncía el ceño, cerraba los ojos y llevaba su cabeza hacia atrás, hasta que no aguantó un segundo más quitarse el pantalón y tumbarme nuevamente en la cama. Sacó un preservativo de la mesa de noche para luego penetrarme a su ritmo salvaje. Todo se movía y vibraba. Se metió dentro de mi con toda su pasión. Me hacía gemir como loca mientras nos tomábamos de las manos.

Qué delicia. Nos besábamos, también seguía lamiéndome los senos y yo casi a punto de venirme, pero luego me pidió que me metiera en su erección y no dudé en hacerlo. Sostuve mis manos en su pecho y con un movimiento suave fui entrando en él. Ambos jadeamos cuando finalmente su pene estaba completo dentro de mi, así que fue el momento para subir y bajar.

Primero con lentitud, después el ritmo aumentaba, así como nuestras pulsaciones. El sudor nos invadía, nuestras miradas chocaban y precisamente en ese momento llegamos los dos al clímax. Sentí el calor de su semen a través del preservativo y nuestros gemidos indicaban que alcanzamos la gloria juntos.

Esa noche fue mágica. Finalmente salieron de mí muchos sentimientos reprimidos. Buenos y malos, pero al despertar me tocó enfrentar una realidad.

-Gio, es momento de hablar-, mencionó mirándome a los ojos.

-Sí, lo sé. No entiendo lo que pasa, pero tenemos que aclarar la situación porque lo que hicimos no estuvo bien-, respondí.

-Si es por Marta no te preocupes. Ya no salimos-, dijo.

-Esa era mi mayor preocupación, la verdad. Pero me quito un peso de encima sabiéndolo. Sin embargo, creo que tampoco justifica lo que acabamos de hacer-, respondí.

-No lo veo como una irresponsabilidad, Gio. No le hicimos daño a nadie. Relájate-, me dijo.

-No puedo relajarme ante una situación en la que no sé a dónde va a parar y las consecuencias que pueda traer. Marta es mi mejor amiga-, le recalqué.

-Marta no es tu amiga, créeme. Para ella sólo eres un banco del que se beneficia cuando necesita algo, pero más nada. Y no te lo digo porque hayamos quedado mal-, refutó.

-Ahora estoy más confundida. ¿Por qué te acostaste conmigo, Carlos?-, pregunté furiosa.

-Porque me gustas, me dejé llevar por el momento y me lo permitiste. Pero si te vas a arrepentir o a sentirte mal por ello, olvídalo y no pasa más-, respondió tajante.

Claro que quería que siguiese pasando, pero no quería tener problemas con Marta, no quería defraudarla. Aunque lo que me acaba de decir este tío aumentó la ansiedad que sentía por la situación.

Me intrigaba el hecho de que supuestamente mi mejor amiga era una falsa, pero nada impidió que perdiera la cabeza por Carlos. Entre errores y preservativos continuamos teniendo intimidad y ya no sabía qué hacer.

Al cabo de unos días Marta apareció. La vi justo después de una clase. Tenía días sin asistir a la universidad. Se le veía bastante desorientada, cabizbaja y triste.

-Amiga, no puedo con esto. Hace un mes rompí con Carlos y pensé que no me afectaría en nada, pero no puedo, no puedo-, me dijo Marta apenas verme y romper a llorar.

-Martita, tranquilízate, vamos a la cafetería. Estás muy mal-, le sugerí y aceptó.

-Gio, fue mi culpa por no tomarlo en serio, pero te juro que lo puedo remediar. Terminé dándome cuenta de que sí lo quiero-, decía entre lágrimas.

-Marta, habla con él. Y ahora debo dejarte porque tengo que hacer unas compras. Si puedes, llámame en la noche, ¿vale?-, le dije y me fui corriendo del lugar.

No podía seguir escuchando sus lamentos. Me destrozaban el alma. Mi mejor amiga sufriendo por su ex, con el que me acostaba casi todas las noches y el cual amaba, aunque supiera que no me convenía. Tranquilidad no tenía y sí mucho por resolver.

Al llegar a casa estaba Nacho solo con música a todo volumen. Ya sus días amargos comenzaban a quedar atrás, así que estaba disponible para ahora pedirle sus consejos ante lo que me tenía la vida podrida. Le confesé que Carlos y yo nos habíamos convertido en amantes y Marta estaba sufriendo por la ruptura, ahora no sabía qué hacer.

En un principio quedó impactado, pero luego me dio a entender lo mismo que Carlos la primera vez que lo hicimos. Mencionó que Marta se lo había buscado y aunque fuéramos amigas, yo debía aprovechar mi momento de ser feliz sin importar que Carlos primero estuviera con ella.

-¿Pero por qué dices eso, Nacho?-, pregunté angustiada.

-Gio, siempre le gustaste a Carlos. Era cuestión de tiempo. Hazle caso. Te lo dije en un principio, pero no lo tomaste en cuenta-, respondió.

-¿Y qué hago con Marta? Si le digo se morirá-, agregué.

-Esa tía no se va a morir. Ya la conoces, en unos días se le pasará, pero si es probable que te mande al demonio-, aseveró.

-Carlos mencionó que Marta sólo me utilizaba, ¿qué sabes de eso?-, pregunté.

-Es cierto, pero debes hablar bien con él. Para que te aclare eso y lo de ustedes. Es lo que te aconsejo, pero más que eso. Quédate tranquila-, reiteró.

Por supuesto que tenía que hablar de nuevo con Carlos, pero también debía lidiar con Marta, lo que siempre quise evitar.

Salí al balcón un rato para fumar un cigarrillo, necesitaba relajarme y aclarar mis ideas. Desde allí vi cuando en la entrada del edificio estaba Marta. Venía hasta el piso. Supuse que a buscar a Carlos, quien aún no llegaba de su trabajo, así que de una me fui a la sala y le dije a Nacho… Lo que nos esperaba.

Pero él fue más rápido y llamó a Carlos para avisarle. En ese instante sonó el timbre y abrí. Mi amiga venía hecha un demonio y pensé que porque se había enterado de todo.

-¡¿Dónde está Carlos, díganme?!-, gritó.

-Cálmate, Marta-, refutó Nacho tratando de tranquilizarla.

-Necesito hablar con él ya mismo, que salga. Sal Carlos. Por favor-, volvió a gritar y rompió a llorar.

-Aquí no está y por favor deja el escándalo que nos meterás en problemas con los vecinos-, volvió a refutar Nacho.

Cuando de pronto entró Carlos al apartamento, quise morir. Incluso, más que Marta por su despecho. Me sentí en medio de una escena de telenovela a punto de descubrirse todas las verdades de la historia. Nacho enseguida me miró y con un gesto me invitó a que los dejáramos solos.

Carlos y Marta comenzaron a discutir en la sala. Ella reclamaba que no atendiera llamadas ni mensajes y él le pedía que se marchara porque no pretendía darle explicaciones, pues, ya no eran nada y le había aclarado todo justo al romper, pero insistía en que le diera una oportunidad para remediar lo hecho y este respondía que no, así que continuó el show de Marta.

Llantos, neurosis y gritos se escucharon. Nacho y yo husmeábamos desde la puerta de la cocina, hasta que escuchamos cuando de boca de Carlos salieron estas palabras: Ya estoy con alguien más y necesito que me dejes de molestar. Entiéndelo.