Lo que nos descubren los dientes

La parte más dura del organismo de un vertebrado son los dientes, y es lo más natural ya que ejercen una tarea difícil. Esto supone que cuando se fosilizan formas antiguas de vida, la única parte que sobrevivirá con toda seguridad a todas las vicisitudes de los cambios geológicos son el cráneo y los dientes, y a veces sólo éstos. Por tanto, es importante obtener de ellos la mayor información posible. Los dientes son característicos de los vertebrados y surgieron, según creo, con los tiburones. Se encuentran en la mayoría de los vertebrados terrestres, pero no en todos. Las aves, por ejemplo, no tienen dientes, pero disponían de ellos al principio. El Archeopteryx, ave extinguida prematuramente, tenía dientes semejantes a los del lagarto, pero desaparecieron con los cambios evolutivos. Ahora las aves tienen pico, que resulta mucho más eficaz para su dieta. La temperatura de las aves es más alta que la del hombre, y para mantenerla, deben estar comiendo constantemente. El pico les permite aprovechar con mayor eficacia alimentos tales como semillas e insectos pequeños. Tortugas y galápagos también carecen de dientes, aunque tienen picos córneos que no llegan a ser tan eficaces como los de las aves. Sin embargo, las tortugas son animales que viven mucho y muy lentamente y no requieren de tanta eficacia por lo que a la alimentación se refiere.

Los primeros mamíferos mostraban dientes muy semejantes, no más diferentes que una serie de cuchillas. Los dientes también se desarrollaron con el cambio evolutivo y se diferenciaron en su tamaño y función. El hombre dispone de incisivos, que son dientes cortantes, y molares que muelen. Muchos animales disponen de colmillos que desgarran y rasgan el alimento.

Los dientes también se desarrollan de modos extraños.

Los elefantes y las morsas tienen colmillos y el narval tiene un único colmillo largo y en forma de espiral. Las serpientes venenosas poseen colmillos que inyectan el veneno y sus mordeduras resultan mortales casi con seguridad. Pero en conjunto, los dientes humanos pueden ser los más útiles de todos.

Sería muy útil a los paleontólogos extraer información de los dientes, algo que parece no muy probable, pero los científicos se afanan en la actualidad por conseguirlo.

Gregory M. Erickson, del Museo de las Rocosas, en Bozeman (Montana), contó las diminutas líneas de crecimiento de los dientes de los dinosaurios. Comparó sus resultados con investigaciones similares en dientes de caimanes, los parientes vivos más próximos a los dinosaurios. Sostenía que cada una de las líneas de crecimiento representaba un día en la vida de las grandes criaturas extinguidas. Desde luego, esto proporcionó información sobre el tiempo que necesitaba un diente de dinosaurio para desarrollarse y, más en general, del tiempo que vivía.

No es una tarea fácil. El primer problema es conseguir los dientes de caimán. No se mata a los caimanes por sus dientes, sería desmedido. En vez de eso, se extraen los dientes de caimanes que ya han sido muertos para aprovechar su piel. (También estoy profundamente en contra de esto). Después los dientes se tiñen convenientemente y se estudian los resultados con un microscopio de barrido.

La información obtenida de esta manera puede revelarnos cuánto durarán los dientes antes de caerse y ser reemplazados por otros nuevos. Los dinosaurios herbívoros, que tenían que rasgar hierbas duras, estaban provistos de dientes que se mantenían sólo durante dos o tres meses. La dentadura de los dinosaurios carnívoros, que, en general, comían alimentos más blandos, se prolongaba hasta tres años. Compárese esto con los dientes humanos, que pueden permanecer en la boca y funcionar durante décadas. Por supuesto, los seres humanos no pueden reemplazar sus dientes tal como lo hacen los reptiles.

En cualquier caso, estos datos que proporcionan los dientes permiten distinguir a los dinosaurios viejos de los jóvenes y, por tanto, nos puede dar una idea sobre datos como la tasa de natalidad. También ayudan a calcular el número de depredadores frente al de presas.

Todo lo anterior no es interesante en cuanto a la información que ofrece un diente viejo y petrificado que puede tener fácilmente cien millones de años.

Suzanne G. Strait, de la Universidad Duke en Durham (Carolina del Norte), ha abordado los dientes desde un ángulo diferente. Ha trabajado sobre todo con dientes de pequeños mamíferos, tales como murciélagos y primates. Estudió los rasguños en el esmalte de los dientes y trabajando con animales vivos mostró que una dieta de objetos duros -como escarabajos y huesos- provocaba muescas diferentes que las producidas por una dieta de objetos blandos.

La información así obtenida se aplicó al estudio de dientes fosilizados de animales pequeños, lo que permitió saber que un grupo de primates primitivos se alimentaba principalmente de insectos duros. Este tipo de conocimientos resulta muy útil a la hora de investigar la evolución de la especie humana.

Los anteriores son ejemplos de los diferentes métodos que es posible desarrollar para conseguir una información de otro modo imposible, de fuentes que en principio parecen no ofrecer ningún dato.

Fronteras II
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