Nuestro propio sol privado

The sun, whose rays are allablaze with ever-living glory, Does not deny his majesty-he scorns to tell a history! He don’t exclaim, «I blush for shame, so kindly be indulgent». Butfierce and bold, in fiery gold, He glories all effulgent!

(El Sol, cuyos rayos resplandecen con gloria eterna, / No rechaza su majestuosidad, ¡no se digna a contar una historia! / No exclama: «Me ruborizo de vergüenza, así que sed indulgentes». / Pero feroz y temerario, de oro ardiente, / ¡Se enorgullece de su resplandor!).

Cuando El Mikado se representó por primera vez en 1885, la mayoría de la gente, incluido el poeta lírico W. S. Gilbert, aceptaba la teoría heliocéntrica del Sistema Solar. Aunque habían pasado 342 años desde que el libro de Copérnico había sido prohibido por la Iglesia católica, sólo hacía cincuenta desde que la prohibición había sido levantada.

Claro que, en el año 280 a. C. el filósofo griego Aristarco había afirmado no sólo que el Sol era mayor que la Tierra, sino que todos los planetas giraban a su alrededor. (No podía probarlo y no se le creyó).

En El Mikado, Yum-Yum creía que la gloria del Sol era eterna, pero ahora sabemos que nuestro Sol tiene 4700 millones de años y que está en mitad del camino de su existencia. No obstante, otros 4700 millones de años nos dan el tiempo suficiente para estudiar el Sol y decidir qué hacer cuando se dilate hasta formar una gigante roja y se trague la Tierra. Puesto que no podemos esperar a que el Sol gigante rojo colapse una enana blanca, lo más sensato sería emigrar en colonias espaciales cerradas y propulsadas a las que previamente hubiéramos aprendido a adaptarnos.

Aunque el «majestuoso» Sol no es más que una estrella «enana amarilla de secuencia principal» en un brazo en espiral galáctico, es la estrella de la Tierra, cuya radiación no afecta a ningún otro planeta vivo.

A 150 millones de kilómetros de nosotros, nuestro Sol produce la luz y el calor necesarios para que haya vida en la Tierra. Las plantas usan la energía solar mediante la fotosíntesis. Los animales la utilizan al comer plantas u otros animales.

La peligrosa práctica de quemar combustibles fósiles podría reemplazarse por el uso de la energía solar. Las nuevas tecnologías han perfeccionado la célula fotovoltaica, que se inventó en 1876 para convertir la luz solar en electricidad. Las células y los paneles solares actualmente son más eficaces y se perfeccionan mediante el uso de películas delgadas o paneles de silicona de varios tipos. Yo mismo utilizo una calculadora de bolsillo que funciona con luz, así que nunca tengo que cambiarle las pilas.

El Sol es realmente «feroz y temerario». En su interior, el hidrógeno se convierte en helio por fusión nuclear alcanzando una temperatura que puede llegar a los 15 millones de grados centígrados en el núcleo.

La superficie visible del Sol, dorada y en ebullición, llamada «fotosfera», está cubierta por la cromosfera, una capa delgada de la que procede la mayoría de la radiación ultravioleta. Se desconoce por qué la cromosfera es mucho más caliente que la superficie interior.

A continuación aparece la corona, misteriosamente bella, todavía más caliente y visible para nosotros sólo durante los eclipses solares.

La «atmósfera» del Sol se extiende hasta los extremos más remotos del Sistema Solar y está siendo estudiada muy a fondo, pero hasta hace poco el «cuerpo» del Sol no ha empezado a revelar alguno de sus secretos.

El doctor David H. Hathaway, del Observatorio Solar Nacional, descubrió recientemente que los gases del «cuerpo» solar experimentan una dirección de flujo definida. Transcurren por la capa exterior del Sol desde el ecuador hacia los polos, y otra vez en sentido contrario por entre una capa más profunda, de donde vuelven a emerger para unirse al flujo de superficie. Hathaway piensa que el flujo transporta campos magnéticos que originan las manchas y llamaradas solares.

Las llamaradas surgen de la corona solar, y se observan en todas las fotos de los eclipses. Una sonda japonesa lanzada en agosto de 1991 confirmó la relación causal entre las manchas y llamaradas solares y el aumento de la producción de rayos X solares. La sonda demostró que las llamaradas duran más de lo que los científicos pensaban, probablemente debido a un proceso autónomo con un patrón de flujo en los campos magnéticos que se extiende radialmente. Una llamarada puede hacer que una protuberancia cercana libere su energía de manera que grupos de llamaradas se expandan violentamente. Según los observatorios en órbita, un aumento de rayos gamma va asociado a una llamarada, cuyo campo magnético estimula a las partículas nucleares.

Charles Lindsey y colaboradores astrónomos especializados en el Sol, lo estudiaron durante el eclipse total de 1991. Utilizando el telescopio James Clerk Maxwell de «longitud de onda submilimétrica» del Mauna Kea, en Hawai, pudieron medir la altura y temperatura de la cromosfera con más exactitud. Descubrieron que en la superficie solar había «chimeneas de gas retenidas por magnetismo» que se calentaban, pero no tanto como se pensaba. Midieron, además, las vibraciones de la superficie. Descubrieron «sombras» en el Sol, bandas de movimiento ondulatorio que parecen conectar áreas con actividad magnética, como las manchas solares, y que parecen estar emergiendo de las profundidades.

Serían necesarios otros descubrimientos sobre las manchas solares y sus ciclos (de once años). Cuando las manchas solares son más activas, el incremento de radiación resultante puede causar estragos en los aparatos electrónicos de la Tierra (y de los que permanecen en órbita). El peligro que acecha al hombre justifica el incremento de la investigación sobre el Sol y toda su gloria.

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