24.
Estaban ubicados en hermosas hileras, con los pies separados, las manos detrás de la espalda, todos con el impecable uniforme verde, holgado y de amplios bolsillos. Había muy poca diferenciación de sexo, y sólo se podía suponer que los de estatura más baja eran mujeres. Las gorras cubrían sus cabellos, pero de todos modos los jardineros debían cortárselos bien cortos, fuera cual fuera su sexo, y tampoco debían tener vello facial.
Por qué debían hacerlo, no se sabía. La palabra "tradición" lo explicaba todo, como explicaba tantas otras cosas, algunas útiles, otras estúpidas.
Frente a ellos se encontraba Mandell Gruber, flanqueado a ambos lados por un delegado. Gruber temblaba y sus ojos bien abiertos estaban vidriosos.
Hari Seldon apretó los labios. Si Gruber lograba decir "Los Jardineros del Emperador los saludan", sería suficiente. El propio Seldon se haría cargo luego.
Sus ojos recorrieron el nuevo contingente y localizaron a Raych.
Su corazón pegó un ligero brinco. Allí estaba Raych, sin bigotes, en la fila delantera, más rígidamente parado que el resto, mirando hacia adelante. Sus ojos no se movieron para mirar a Seldon, ni evidenció ninguna señal de reconocimiento, siquiera sutil.
Bien, pensó Seldon. Se supone que no debe hacerlo. No está delatándose.
Gruber masculló una débil bienvenida y Seldon entró en acción.
Avanzó con paso despreocupado, colocándose inmediatamente delante de Gruber y dijo:
- Gracias, Primer Jardinero a cargo. Hombres y mujeres, Jardineros del Emperador, van ustedes a encarar una importante tarea. Serán responsables de la belleza y la salud del único terreno a cielo abierto de nuestro gran mundo Trantor, capital del Imperio Galáctico. Serán responsables de que, aunque no tengamos los paisajes interminables de los mundos abiertos, sin domo, tengamos una pequeña joya que opacará cualquier otra cosa del Imperio.
»Todos ustedes responderán a Mandell Gruber, quien en breve se convertirá en Primer Jardinero. l reportará a mí, cuando sea necesario, y yo reportaré al Emperador. Esto significa, como podrán ver, que ustedes estarán a sólo tres niveles de distancia de la Imperial presencia, y que siempre se encontrarán bajo su benigna vigilancia. Estoy seguro de que en este mismo momento se encuentra inspeccionándonos desde el Palacete, su hogar particular, que es el edificio que ven a la derecha, el que tiene la cúpula de ópalo, y se complace con lo que está viendo.
»Antes de que comiencen a trabajar, por supuesto, todos ustedes tomarán un curso de entrenamiento que los familiarizará con los parques y sus necesidades. Ustedes…
Para entonces, Seldon se había ido desplazando, casi subrepticiamente, hasta un punto directamente delante de Raych, que aún permanecía inmóvil, sin pestañear.
Seldon trató de no parecer anormalmente benigno, pero entonces frunció ligeramente el ceño. La persona que estaba detrás de Raych le parecía conocida. Podría haber pasado desapercibida si Seldon no hubiera estudiado su holograma. ¿No era Gleb Andorin de Wye? ¿El protector de Raych en Wye, en realidad? ¿Qué estaba haciendo aquí?
Andorin debió haber notado el repentino interés de Seldon, puesto que murmuró algo abriendo apenas los labios, y el brazo derecho de Raych, apareciendo desde atrás de su espalda, extrajo un explosor del ancho bolsillo de su jubón verde. Lo mismo hizo Andorin.
Seldon se sintió a punto de desmayarse. ¿Cómo era posible que hubieran ingresado explosores en los parques? Confundido, apenas oyó los gritos de "Traición" y el repentino ruido de las corridas y los alaridos.
Lo único que ocupaba la mente de Seldon era el explosor de Raych apuntando directamente hacia él, y Raych mirándolo sin dar señales de reconocerlo. Su mente se llenó de horror al advertir que su hijo iba a dispararle y que se encontraba a pocos segundos de la muerte.