3.

Aun así, Hari Seldon no pudo reprimir el estallido de satisfacción que sintió al entrar en el laboratorio.

¡Cómo habían cambiado las cosas!

Todo había comenzado hacía dieciocho años, con los garabatos en su computadora heliconiana de segunda. Fue entonces cuando tuvo el primer borroso atisbo de lo que iba a convertirse en las matemáticas paracaóticas.

Después vinieron los años en la Universidad de Streeling, cuando él y Yugo Amaryl, trabajando juntos, intentaron renormalizar las ecuaciones, librarse de las infinitudes inconvenientes, y hacer un rodeo para esquivar el peor de los efectos caóticos. Progresaron muy poco, por cierto.

Pero ahora, después de diez años como Primer Ministro, tenía todo un piso de computadoras último modelo y todo un grupo de gente trabajando en una gran variedad de problemas.

Como era de esperar, nadie del personal, a excepción de Yugo y de el mismo Seldon, por supuesto, conocía realmente mucho más que el problema inmediato con que estaban trabajando. Cada cual trabajaba solamente con una pequeña hondonada o con un promontorio de la gigantesca cordillera de la Psicohistoria que sólo Seldon y Amaryl veían como cordillera… e incluso ellos la veían con poca claridad, con los picos ocultos por las nubes, las laderas escondidas en la bruma.

Dors Venabili tenía razón, desde luego. Tendría que comenzar a iniciar a su gente en el misterio completo. La técnica estaba yéndose mucho más allá de lo que podían manejar dos hombres solos. Y Seldon estaba envejeciendo. Aunque pudiera esperar vivir algunas décadas más, los años de sus aciertos más fructíferos ya habían pasado.

Amaryl cumpliría treinta y nueve en un mes, y aunque eso era ser joven todavía, quizás no era ser demasiado joven para un matemático, y había estado trabajando en el problema casi tanto tiempo como el propio Seldon. Su capacidad para el pensamiento nuevo y tangencial podría estar mermando también.

Amaryl lo había visto entrar y ahora se aproximaba. Seldon lo miró con cariño. Amaryl era tan dahlita como el hijo adoptivo de Seldon, Raych, y sin embargo Amaryl no parecía dahlita en absoluto. Carecía de bigote, carecía de acento, carecía, según parecía, de cualquier tipo de conciencia dahlita. Incluso había sido impermeable a la atracción de Jo-Jo Joranum, que había agradado tanto al pueblo de Dahl.

Era como si Amaryl no reconociera patriotismos sectoriales, patriotismos planetarios, ni siquiera el patriotismo imperial. Pertenecía, completa y enteramente, a la Psicohistoria.

Seldon sintió un escozor de ineptitud. El mismo permanecía consciente de sus primeras tres décadas en Helicon, y no había forma de que pudiera dejar de considerarse heliconiano. Se preguntó si esa conciencia no lo traicionaría, haciéndolo desviar su idea de la Psicohistoria. Idealmente, para utilizar la Psicohistoria como correspondía, uno debía estar por encima de sectores y mundos y tratar solamente con la humanidad como ente abstracto y sin rostro, y esto era lo que hacía Amaryl.

Y Seldon no, admitió, suspirando silenciosamente.

Amaryl dijo: -Estamos progresando, Hari, supongo.

- ¿Supones, Yugo? ¿Tan sólo supones?

- No quiero saltar al espacio exterior sin traje. -Lo dijo con bastante seriedad (Seldon sabía que no tenía mucho sentido del humor), y luego se trasladaron a su oficina privada. Era pequeña, pero también con un buen escudo.

Amaryl se sentó y cruzó las piernas. Dijo: -Tu último esquema para esquivar el caos puede estar resultando en parte… a expensas de la precisión, desde luego.

- Desde luego. Lo que ganamos tomando la vía directa lo perdemos al dar un rodeo. Así funciona el universo. Lo único que debemos hacer es engañarlo de algún modo.

- Lo hemos engañado un poco. Es como mirar a través de un cristal empañado.

- Pero es mejor que los años que pasamos tratando de ver a través del plomo.

Amaryl masculló algo para sus adentros y luego dijo: -Podemos vislumbrar centelleos de luz y oscuridad.

- ¡Explícate!

- No puedo, pero tengo el Radiante Primordial, con el que he estado trabajando como un… un…

- Un lamec. Es un animal, una bestia de carga, que tenemos en Helicon. No existe en Trantor.

- Si el lamec trabaja mucho, entonces así es como yo he trabajado en el Radiante Primordial.

Amaryl presionó la cerradura de seguridad de su escritorio y un cajón se destrabó y deslizó hacia afuera sin hacer ruido.

Tomó un cilindro oscuro y opaco que Seldon escudriñó con interés. El propio Seldon había descifrado el circuito del Radiante Primordial, pero Amaryl lo había armado: era hábil con las manos.

La habitación se oscureció y las ecuaciones y relaciones refulgieron en el aire. Bajo ellas se extendían los números, flotando justo por encima de la superficie del escritorio, como suspendidos por invisibles titiriteros.

Seldon dijo: -Maravilloso. Algún día, si vivimos lo suficiente, haremos que el Radiante Primordial produzca un río de simbolismo matemático que abarcará la historia pasada y futura. En él encontraremos corrientes y oleajes, y descubriremos formas de alterarlos a fin de que obedezcan a otras corrientes y oleajes de nuestra preferencia.

- Sí -dijo Amaryl secamente-, si logramos seguir viviendo con el conocimiento de que las acciones que llevemos a cabo, que para nosotros serán para bien, puedan resultar para mal.

- Créeme, Yugo, nunca me voy a dormir por las noches sin que ese pensamiento en particular me atormente. Sin embargo, aún no hemos llegado a ese punto. No tenemos más que esto, que, como tú dices, no es más que ver luces y sombras borrosas a través de un cristal empañado.

- Es cierto.

- ¿Y qué piensas que ves, Yugo? -Seldon observaba atentamente a Amaryl, algo ceñudo. Estaba engordando, poniéndose un poco rechoncho. Pasaba demasiado tiempo inclinado sobre las computadoras (y ahora sobre el Radiante Primordial) y no tenía suficiente actividad física. Y, aunque Seldon sabía que veía mujeres de vez en cuando, nunca se había casado. ¡Error! Hasta un adicto al trabajo se ve forzado a tomarse un tiempo libre para satisfacer a su pareja, para ocuparse de las necesidades de los hijos.

Seldon pensó en su propia figura, aún esbelta, y en la manera en que Dors se esforzaba por mantenerlo así.

Amaryl dijo: -¿Qué veo? El Imperio está en problemas.

- El Imperio siempre está en problemas.

- Sí, pero esto es más específico. Hay una posibilidad de que tengamos problemas en el centro.

- ¿En Trantor?

- Eso presumo. O en la Periferia. Habrá una mala situación aquí, tal vez una guerra civil, o bien las provincias exteriores comenzarán a separarse.

- De seguro no necesitamos la Psicohistoria para señalar esas posibilidades.

- Lo interesante es que parece haber una exclusividad mutua. Una o la otra. La probabilidad de que ambas cosas sucedan juntas es muy reducida. ¡Aquí! ¡Mira! Son tus propias matemáticas. ¡Observa!

Se quedaron inclinados sobre la imagen del Radiante Primordial por largo tiempo.

Finalmente, Seldon dijo: -No logro ver por qué las dos posibilidades se excluyen mutuamente.

- Tampoco yo, Hari, ¿pero cuál sería el valor de la Psicohistoria si nos mostrara sólo lo que podríamos ver de cualquier modo? Nos está mostrando algo que nosotros no veríamos. Lo que no nos muestra es, primero, cuál es la mejor alternativa, y segundo, qué hay que hacer para que ocurra la mejor y para disminuir la posibilidad de que suceda la peor.

Seldon arrugó los labios y luego dijo lentamente: -Yo puedo decirte cuál alternativa es preferible. Perder la Periferia y conservar Trantor.

- ¿De veras?

- Sin dudas. Debemos mantener estable a Trantor, aunque sea por el hecho de que aquí es donde estamos nosotros.

- Tu comodidad personal no es un punto decisivo, por cierto.

- No, pero la Psicohistoria sí. ¿De qué serviría dejar intacta la Periferia si las condiciones de Trantor nos forzaran a interrumpir nuestro trabajo con la Psicohistoria? No digo que vayan a matarnos, pero puede que nos veamos impedidos de trabajar. Nuestro destino dependerá del desarrollo de la Psicohistoria. Y en cuanto al Imperio, si la Periferia inicia una secesión dará comienzo una desintegración que puede tardar mucho en llegar al núcleo.

- Aunque tengas razón, Hari, ¿qué hacemos para mantener la estabilidad en Trantor?

- Por empezar, tenemos que pensarlo.

Un silencio se instaló entre ellos, y luego Seldon dijo:

- Pensarlo no me hace feliz. ¿Y si el Imperio todo está en la senda equivocada, si lo ha estado durante toda su historia? Pienso en eso cada vez que hablo con Gruber.

- ¿Quién es Gruber?

- Mandell Gruber. Un jardinero.

- Ah. El que vino corriendo con el rastrillo para rescatarte del intento de asesinato.

- Sí. Siempre me he sentido agradecido por eso. Lo único que tenía para defenderse contra unos conspiradores que posiblemente llevaban explosores era ese rastrillo. Eso es lealtad. Como te decía, hablar con él es como un soplo de aire fresco. No puedo pasarme la vida hablando con oficiales de la corte y con psicohistoriadores.

- Gracias.

- ¡Vamos! Sabes lo que quiero decir. A Gruber le gustan los espacios abiertos. Quiere viento, lluvia, frío penetrante y todo lo que conlleva el clima en estado salvaje. A veces hasta yo mismo los echo de menos.

- Yo no. Me resultaría indiferente no volver a salir jamás.

- Tú te criaste bajo el domo… pero supon que el Imperio consistiera de simples mundos no industrializados, que vivieran de la ganadería y la agricultura, con baja población y espacios vacíos. ¿No estaríamos todos mucho mejor?

- Suena espantoso.

- Me hice tiempo para verificarlo lo mejor que pude. Me parece que es un caso de equilibrio inestable. Un mundo de baja población del tipo que te describo, o bien se vuelve moribundo y empobrecido, cayendo a un nivel de incultura casi animal, o bien se industrializa. Está en el filo de una navaja y cae hacia alguno de los dos lados, y los hechos demuestran que casi todos los mundos de la galaxia cayeron del lado de la industrialización.

- Porque es mejor.

- Tal vez. Pero eso no puede continuar para siempre. Ahora estamos viendo los resultados de esa elección. El Imperio no puede seguir existiendo mucho más porque se ha… se ha recalentado. No se me ocurre otra expresión. No sabemos qué vendrá después. Si, por medio de la Psicohistoria, podemos evitar la caída, o, más probablemente, podemos forzar la recuperación después de la caída ¿será simplemente para asegurar otro período de recalentamiento? ¿Es ése el único futuro que tiene la humanidad, el de empujar la roca, como Sísifo, hasta la cima de la colina, para terminar viendo cómo vuelve a caer?

- ¿Quién es Sísifo?

- Un personaje de un mito primitivo. Amaryl, tienes que leer más.

Amaryl se encogió de hombros. -¿Para aprender sobre Sísifo? No es importante. Quizás la Psicohistoria nos muestre el camino para llegar a una sociedad enteramente nueva, completamente diferente de cualquier cosa que hemos visto, estable y deseable.

- Eso espero -suspiró Seldon-. Eso espero, pero todavía no hay señales de que suceda. En cuanto al futuro cercano, tendremos que esforzarnos para dejar que la Periferia se separe. Eso marcará el comienzo de la Caída del Imperio Galáctico.