8.

Estaban frente a frente en el despacho ministerial privado de Seldon, su "lugar para pensar", como él lo llamaba. Allí había pasado incontables horas tratando de reflexionar sobre cómo superar y dejar atrás las complejidades del gobierno trantoriano e imperial.

Dijo: -¿Has leído mucho acerca de los desperfectos que hemos tenido recientemente en los servicios planetarios, Raych?

- Sí -dijo Raych-, pero ya sabes, papá, que tenemos un planeta viejo. Lo que debemos hacer es sacar a todos de aquí, excavar toda la superficie, reemplazar todo, agregar las más modernas computadoras, y luego traer a la gente de vuelta, o al menos a la mitad de la gente. Trantor estaría mucho mejor con sólo veinte mil millones de personas.

- ¿Cuáles veinte mil millones? -preguntó Seldon, sonriendo.

- Ojalá lo supiera -dijo Raych sombríamente-. El problema es que no podemos rehacer el planeta, así que no nos queda más que seguir emparchándolo.

- Eso temo, Raych, pero hay algo peculiar en todo esto. Ahora quiero que me evalúes. Tengo algunas ideas sobre el tema.

Sacó del bolsillo una pequeña esfera.

- ¿Qué es eso? -preguntó Raych.

- Es un mapa de Trantor, cuidadosamente programado. Raych, hazme el favor de despejar esta mesa.

Seldon colocó la esfera más o menos en el centro de la mesa y puso la mano en una botonera que estaba en un brazo de su sillón. Usó el pulgar para cerrar un contacto y se apagaron las luces de la habitación, al tiempo que la mesa se iluminaba suavemente con una suave luz color marfil que parecía tener un centímetro de profundidad. La esfera se había achatado y expandido hacia los bordes de la mesa.

Poco a poco, la luz se oscureció en ciertos puntos, dibujando un patrón. Después de unos treinta segundos, Raych dijo, sorprendido:

- Es un mapa de Trantor.

- Por supuesto. Te lo dije. Pero no puedes comprar algo así en el mercado del sector. Este es uno de esos aparatos con que juegan las fuerzas armadas. Podría presentar a Trantor como esfera, pero la proyección plana muestra con más claridad lo que yo quiero mostrarte.

- ¿Y qué es lo que quieres mostrarme, papá?

- Bueno, en los últimos dos años ha habido desperfectos. Como tú dices, este es un planeta viejo y los desperfectos son previsibles, pero están apareciendo con más frecuencia, y todos parecerían deberse, casi uniformemente, a errores humanos.

- ¿No es eso razonable?

- Sí, desde luego. Dentro de ciertos límites. Lo cual se confirma hasta cuando se producen terremotos.

- ¿Terremotos? ¿En Trantor?

- Admito que Trantor es un planeta no muy sísmico, por suerte, porque resultaría bastante poco práctico encerrar a un mundo bajo un domo cuando ese mundo va a sacudirse como loco y a hacer añicos alguna sección del domo varias veces por año. Tu madre dice que una de las razones por las que Trantor, y no algún otro mundo, se convirtió en la capital imperial es que se encuentra geológicamente moribundo… ésa es su descortés expresión. Aun así, aunque esté moribundo, no está muerto. Ocasionalmente hay terremotos menores, tres de ellos en los últimos dos años.

- No me había dado cuenta, papá.

- Casi nadie lo ha hecho. El domo no es un objeto único. Tiene cientos de secciones, cada una de las cuales pueden levantarse y colocarse entreabiertas para aliviar tensiones y compresiones en caso de terremoto. Ya que los terremotos, cuando ocurren, duran sólo de diez segundos a un minuto, la apertura es breve. Llega y se va tan pronto que los trantorianos bajo el domo ni siquiera lo notan. Están más pendientes del ligero temblor o del tintinear de la vajilla que de la apertura y cierre del domo que tienen sobre sus cabezas o de la intrusión del clima exterior, sea cual sea.

- Qué bueno, ¿verdad?

- Creo que sí. Está computarizado, por supuesto. La aproximación de un terremoto dispara los controles que abren y cierran esa sección del domo, de modo que se abra justo antes de que la vibración se torne lo bastante fuerte como para causar daños.

- Sigue siendo bueno.

- Pero en ocasión de los tres terremotos menores ocurridos en los últimos dos años, los controles del domo fallaron las tres veces. El domo no se abrió y en las tres oportunidades fue necesario efectuar reparaciones. Tomó tiempo y dinero, y durante un período considerable los controles climáticos funcionaron a un nivel menor que el óptimo. Ahora, Raych, ¿cuáles son las probabilidades de que el equipo falle en los tres casos?

- ¿No muy altas?

- Para nada. Menos de una en cien. Se podría suponer que alguien toqueteó los controles con anticipación al terremoto. Ahora bien: una vez por siglo tenemos pérdida de magma, que es mucho más difícil de controlar, y no me gustaría tener que pensar en los resultados de algo así en caso de que resultara inadvertido hasta que fuera demasiado tarde. Por suerte no ha sucedido, y no es probable que suceda, pero considéralo… Aquí en este mapa encontrarás la localización de los desperfectos que nos han invadido durante los últimos dos años y que parecen atribuibles a fallas humanas, aunque no hemos podido determinar ni una sola vez a quién atribuírselos.

- Porque todo el mundo se protege las espaldas.

- Temo que tienes razón. Eso es característico de cualquier burocracia, y la de Trantor es la más extensa de la historia. ¿Pero qué piensas de la localización?

El mapa se había iluminado con brillantes marcas rojas que parecían pequeñas pústulas cubriendo la superficie de Trantor.

- Bueno -dijo Raych con cautela-. Parecen estar distribuidas uniformemente.

- Exacto, y eso es muy interesante. Se podría esperar que las secciones más viejas de Trantor, las secciones que fueron cubiertas con el domo hace más tiempo, tuvieran la infraestructura más arruinada y fueran más proclives a los acontecimientos en que se necesitan decisiones humanas rápidas, preparando el terreno para las posibles fallas humanas… Superpondré las secciones antiguas de Trantor coloreadas en azul, y verás que los desperfectos no parecen ser más frecuentes en el azul que en el blanco.

- ¿Y?

- Y que yo creo que esto significa, Raych, que los desperfectos no tienen un origen natural, sino que están siendo causados deliberadamente, y distribuidos de esta manera, para afectar a la mayor cantidad posible de gente, creando la mayor insatisfacción posible.

- No parece probable.

- ¿No? Entonces veamos cómo se distribuyen los desperfectos en el tiempo, en vez de en el espacio.

Desaparecieron las zonas azules y los puntos rojos y, por un momento, el mapa de Trantor quedó en blanco. Luego comenzaron a aparecer y desaparecer marcas, una a la vez, aquí y allá.

- Fíjate -dijo Seldon-en que tampoco aparecen condensados en el tiempo. Aparece uno, luego otro, luego otro, y así sucesivamente, casi al ritmo constante de un metrónomo.

- ¿Crees que eso también es intencional?

- Debe serlo. Quienquiera que esté provocándolo, desea ocasionar cuanta disrupción sea posible con el menor esfuerzo posible, por lo que es inútil hacerlo de a dos a la vez, ya que uno anularía parcialmente al otro en los noticieros y en la conciencia pública. Cada incidente debe ser advertido con completa irritación.

El mapa se apagó, se encendieron las luces. Seldon volvió a colocar la esfera, ya encogida a su tamaño original, en su bolsillo.

Raych dijo: -¿Quién podría estar haciéndolo?

Seldon dijo, pensativo: -Hace unos días recibí el informe de un asesinato en el sector Wye.

- No es extraño -dijo Raych-. Aunque Wye no es uno de tus sectores realmente marginales, allí debe haber muchos asesinatos por día.

- Cientos -dijo Seldon, meneando la cabeza-. Hemos tenido días malos en que el número de muertes violentas en la totalidad de Trantor se acerca al millón diario. Generalmente no hay muchas posibilidades de encontrar a todos los delincuentes, a todos los asesinos. La muerte se registra en los libros como estadísticas anónimas.

»Esta, sin embargo, fue extraña. El hombre había sido apuñalado, pero sin pericia. Aún estaba vivo cuando lo encontraron, apenas vivo. Tuvo tiempo de exhalar una palabra antes de morir, y esa palabra fue "Jefe".

»Eso provocó cierta curiosidad y más tarde lo identificaron. Trabajaba en Anemoria y no sabemos qué estaba haciendo en Wye. Pero después un dedicado oficial logró descubrir que era un antiguo joranumita. Se llamaba Kaspal Kaspalov, y es bien sabido que fue uno de los íntimos de Laskin Joranum. Y ahora ha muerto, apuñalado.

Raych frunció el ceño.

- ¿Sospechas una conspiración joranumita? Ya no hay más joranumitas.

- No hace mucho tu madre me preguntó si yo creía que todavía existían joranumitas en actividad, y le contesté que cualquier creencia extravagante siempre retenía cierta dirigencia, a veces durante siglos. Usualmente no son muy importantes, sino más bien grupúsculos que sencillamente no cuentan. Sin embargo… ¿qué pasaría si los joranumitas hubieran mantenido una organización, si hubieran conservado cierta fuerza, si fueran capaces de matar a alguien a quien consideraran un traidor y si estuvieran produciendo esos desperfectos como paso preliminar a tomar el poder?

- Son demasiados "si", papá.

- Lo sé. Y puedo estar totalmente equivocado. El asesinato ocurrió en Wye y da la casualidad de que no ha habido desperfectos de infraestructura en Wye.

- ¿Qué se demuestra con eso?

- Tal vez que el epicentro de la conspiración está en Wye y que los conspiradores no quieren vivir incómodos como el resto de Trantor. También podría significar que no son los joranumitas, sino la antigua casa gobernante de Wye, que aún sueña con el Imperio.

- Oh, vamos, papá. Haces un gran escándalo por poca cosa.

- Lo sé. Ahora supon que es una conspiración joranumita. Joranum tenía, como mano derecha, a Gambol Deen Namarti. No hay registros de su muerte, ni de que haya abandonado Trantor, ni de su vida en los últimos nueve años. No es para sorprenderse demasiado. Después de todo, es fácil perderse entre cuarenta mil millones de personas. Hubo una época en que traté de hacer exactamente eso. Desde luego, podría estar muerto. Sería la explicación más fácil. Pero puede no estarlo.

- ¿Qué hacemos?

Seldon suspiró. -Lo lógico sería recurrir a la policía, al aparato de seguridad, pero no puedo. No tengo la presencia de Demerzel. l podía arrear a la gente; yo no. l tenía una personalidad enérgica; yo soy sólo un… matemático. No debería estar en el puesto de Primer Ministro, no me va. Y no lo estaría si el Emperador no tuviera esa fijación con la Psicohistoria que va mucho más allá de lo que la Psicohistoria merece.

- Pareciera que te estás autocastigando, ¿verdad, papá?

- Supongo, pero me imagino yendo a las fuerzas de seguridad, por ejemplo, con lo que acabo de mostrarte en el mapa -señaló la mesa, ahora vacía-y explicándoles que estamos en grave peligro de conspiración de consecuencias y naturaleza desconocidas. Ellos me escuchan solemnemente y, cuando me voy, se ríen de mí, bromean sobre "el matemático" y no hacen nada.

- ¿Entonces qué hacemos? -dijo Raych, volviendo al tema.

- Qué harás, Raych. Necesito más evidencia y quiero que la encuentres. Enviaría a tu madre, pero ella no se apartará de mi lado bajo ninguna circunstancia. Yo no puedo dejar el Palacio en este momento. Es en ti en quien más confío, después de Dors y de mí mismo. En realidad, más que en Dors y en mí mismo. Todavía eres joven, eres fuerte, eres mejor torcedor heliconiano de lo que yo fui alguna vez, y eres inteligente.

- Vaya, papá. ¡Ojalá lo pusieras por escrito!

- Ahora escucha: no quiero que arriesgues tu vida. No quiero heroísmos ni estupideces. No podría mirar a tu madre a la cara si algo te ocurriera. Sólo averigua lo que puedas. Tal vez descubras que Namarti está vivo y operando… o muerto. Tal vez descubras que los joranumitas son un grupo en actividad… o moribundo. Tal vez descubras que la familia gobernante de Wye está activa… o no. Cualquiera de las posibilidades será interesante, pero no vital. Lo que sí quiero que averigües es si los desperfectos en la infraestructura son obra de la mano del hombre, como yo pienso, y, mucho más importante, si son causados deliberadamente, qué otra cosa planean hacer los conspiradores. Me parece que deben tener planes para un copamiento de mayor envergadura y, si es así, debo saber cuál será.

Raych dijo, con cautela:

- ¿Tienes algún plan para que comience a investigar?

- Si, por cierto, Raych. Quiero que vayas a Wye, al lugar donde asesinaron a Kaspalov. Si puedes, averigua si era joranumita activo, y luego fíjate si puedes ingresar a una célula joranumita.

- Tal vez sea posible. Puedo simular perfectamente ser joranumita. Era sólo un niño cuando Jo-Jo estaba en la palestra, pero quedé muy impresionado con sus ideas. En cierto modo, hasta sería sincero.

- Bueno, sí, pero hay un inconveniente importante. Podrían reconocerte. Después de todo, eres el hijo del Primer Ministro. Has aparecido en holovisión alguna que otra vez, has sido una atracción para los programas de noticias, te han hecho entrevistas acerca de tu opinión sobre la igualdad de sectores.

- Claro, pero…

- Sin peros, Raych. Te pondrás zapatos elevados para agregarte tres centímetros, y haremos que alguien te enseñe a alterar la forma de tus cejas, a que tu rostro parezca más regordete y a cambiar el timbre de la voz.

Raych se encogió de hombros.

- Demasiadas molestias para nada.

- Y además -dijo Seldon, con un evidente temblor en la voz - te afeitarás el bigote.

Raych abrió los ojos y por un momento permaneció sentado, silenciosamente apabullado. Por fin dijo, con un susurro ronco:

- ¿Afeitarme el bigote?

- Por completo. Sin él nadie te reconocerá.

- Pero no puedo. Sería como cortarme los… como castrarme.

Seldon meneó la cabeza.

- Es sólo una curiosidad cultural. Yugo es tan dahlita como tú y no usa bigote.

- Yugo es un chiflado. Dudo que esté vivo, a no ser por sus matemáticas.

- Es un gran matemático, y la ausencia de bigote no altera ese hecho. Además, no es una castración. Tu bigote volverá a crecer en dos semanas.

- ¡Dos semanas! Demorará dos años en volver a estar tan… tan…

Levantó la mano, como para cubrirlo y protegerlo.

Seldon dijo, inexorable:

- Raych, tienes que hacerlo. Es un sacrificio que debes hacer. Si actúas como espía mío con bigote podrías… resultar herido. No puedo arriesgarme.

- Preferiría morir -dijo Raych violentamente.

- No seas melodramático -dijo Seldon con severidad-. No preferirías morir, esto es algo que debes hacer. Sin embargo -y aquí dudó-, no le digas nada a tu madre. Yo me encargaré.

Raych contempló a su padre con frustración y luego dijo, con voz baja y desesperada:

- Está bien, papá.

Seldon dijo: -Conseguiré a alguien que supervise tu disfraz y luego partirás a Wye por aire. Arriba el ánimo, Raych, que no es el fin del mundo.

Raych sonrió sin convicción y Seldon lo observó al marcharse, con una expresión profundamente atormentada. Un bigote podía volver a crecer, pero un hijo no. Seldon era perfectamente consciente de que estaba enviando a Raych a una situación de peligro.