4.

- Y eso dije -dijo Hari Seldon-. Eso marcará el comienzo de la Caída del Imperio Galáctico. Y así será, Dors.

Dors escuchaba con los labios apretados. Aceptaba el primer ministerio de Seldon como aceptaba todo: con calma. Su única misión era protegerlo, a él y a su Psicohistoria, pero esa tarea, lo sabía bien, se hacía más difícil debido a su cargo. La mejor seguridad era la que pasaba inadvertida y mientras el sol del puesto gubernamental brillara sobre Seldon ninguna barrera física de la existencia le resultaría satisfactoria o suficiente.

El lujo en el que vivían ahora, la cuidadosa protección contra el espionaje y contra las interferencias físicas, las ventajas de poder hacer uso de fondos ilimitados para sus propias investigaciones históricas, no la satisfacían. Habría cambiado todo eso gustosamente por sus viejas habitaciones en la Universidad de Streeling. O mejor, por un departamento sin nombre en un sector sin nombre donde nadie los conociera.

- Todo eso está muy bien, querido Hari -dijo ella-, pero no es bastante.

- ¿Qué no es bastante?

- La información que estás dándome. Dices que podríamos perder la Periferia. ¿Cómo? ¿Por qué?

Seldon sonrió levemente.

- ¡Qué hermoso sería saberlo, Dors! Pero la Psicohistoria todavía no llegó a la etapa en que podríamos enterarnos.

- ¿En tu opinión, entonces, algunos lejanos gobernadores locales ambicionan declararse independientes?

- se es un factor, por cierto. Ha sucedido en la historia pasada, como ya sabes mejor que yo, pero nunca por mucho tiempo. Quizás esta vez sea permanente.

- ¿Porque el Imperio está debilitado?

- Sí, porque el comercio circula menos libremente de lo que circuló una vez, porque las comunicaciones están más tensas de lo que estuvieron una vez, porque los gobernadores de la Periferia están, de hecho, más cerca de la independencia de lo que jamás han estado. Si uno de ellos surge con sus ambiciones particulares…

- ¿Puedes decir cuál de ellos lo haría?

- Ni remotamente. Lo único que podemos sonsacarle a la Psicohistoria en este momento es el conocimiento definitivo de que si surge un gobernador con habilidades y ambiciones fuera de lo común, encontrará que las condiciones son más favorables para sus propósitos que en el pasado. Podría ser otra cosa, también: algún desastre natural o una repentina guerra civil entre dos distantes coaliciones mundiales. Por ahora no se puede predecir con precisión nada de eso, pero sí podemos afirmar que cualquier cosa por el estilo tendrá consecuencias más graves de lo que las hubiera tenido hace un siglo.

- Pero si no sabes con un poco más de exactitud qué sucederá en la Periferia, ¿cómo puedes encaminar las acciones para asegurarte de que la Periferia se separe, y no Trantor?

- Vigilando a ambos muy de cerca y tratando de estabilizar a Trantor, y no tratando de estabilizar la Periferia. No podemos pretender que la Psicohistoria ordene los acontecimientos automáticamente sin conocer demasiado cómo funciona, por lo tanto tenemos que hacer uso constante de los controles manuales, por así decirlo. En el futuro, la técnica estará refinada y decrecerá la necesidad del control manual.

- Pero eso -dijo Dors-será en el futuro. ¿Cierto?

- Cierto. E incluso es sólo una esperanza.

- ¿Y exactamente qué clase de inestabilidades amenazan Trantor si conservamos la Periferia?

- Las mismas posibilidades: factores económicos y sociales, desastres naturales, rivalidades ambiciosas entre altos funcionarios. Y algo más. He descrito el Imperio a Yugo como recalentado… y Trantor es la porción más recalentada de todas. Parece estar quebrándose. La infraestructura, la red de suministro de agua, los sistemas de calefacción, la eliminación de residuos, las cañerías de combustible, todo, parece estar teniendo problemas anormales, y eso es algo que últimamente ha estado llamándome la atención cada vez más.

- ¿Y qué hay de la muerte del Emperador?

Seldon abrió los brazos.

- Eso no se puede evitar, pero Cleon goza de buena salud. Tiene mi misma edad, que ojalá fuera menor pero no es demasiado mayor. Sus dos hijos son totalmente inadecuados para la sucesión, pero habrá bastantes pretendientes. Los suficientes para causar problemas y hacer que su muerte sea penosa pero no una completa catástrofe… en sentido histórico.

- Entonces digamos su asesinato, mejor.

Seldon levantó la vista, nervioso. -No digas eso. Aunque estemos escudados, no uses esa palabra.

- Hari, no seas tonto. Es una eventualidad que debemos considerar. Hubo una época en que los joranumitas pudieron haber tomado el poder y, si lo hubiesen hecho, el Emperador, de una forma u otra…

- Probablemente no. Hubiese sido más útil como figurón. Y en todo caso, olvídalo. Joranum murió el año pasado en Nishaya… un personaje bastante patético.

- Tenía seguidores.

- Por supuesto. Todo el mundo tiene seguidores. ¿Alguna vez te topaste con el Partido Globalista de mi mundo natal, Helicon, durante tus estudios de historia antigua del Imperio y del Reino de Trantor?

- No. No quiero herirte, Hari, pero no recuerdo haberme topado con ninguna porción de la historia en que Helicon jugara parte.

- No me hieres, Dors. Feliz del mundo que no tiene historia, digo siempre. Como sea, hace alrededor de dos mil cuatrocientos años surgió en Helicon un grupo de gente que estaba bastante convencida de que Helicon era el único mundo habitado del universo. Helicon era el universo, y más allá de él sólo había una esfera sólida de cielo salpicada de diminutas estrellas.

- ¿Cómo podían creer eso? -dijo Dors-. Pertenecían al Imperio, presumo.

- Sí, pero los globalistas insistían en que todas las evidencias que probaban la existencia del Imperio eran o bien ilusiones o bien un engaño intencional, que los emisarios y funcionarios imperiales eran heliconianos representando, por alguna razón, ese papel. Eran absolutamente inmunes al razonamiento.

- ¿Y qué sucedió?

- Supongo que siempre es agradable pensar que tu mundo en particular es el mundo. En su cenit, los globalistas pudieron haber convencido a un diez por ciento de la población, pero fueron una minoría vehemente que ahogó a la indiferente mayoría y amenazó con tomar el control.

- Pero no lo hicieron, ¿verdad?

- No. Lo que pasó fue que el globalismo causó una disminución en el comercio imperial y que la economía heliconiana se volvió inactiva. Cuando la creencia comenzó a afectar el bolsillo de la población, perdió popularidad rápidamente. Su surgimiento y ocaso sorprendieron a muchos en aquel entonces, pero la Psicohistoria, estoy seguro, habría demostrado que eran inevitables y habría hecho innecesario dedicarles reflexión alguna.

- Ya veo. Pero, Hari… ¿cuál es el objeto de esta historia? Presumo que hay alguna relación con lo que estábamos discutiendo.

- La relación es que tales movimientos nunca mueren por completo, sin importar cuán ridículos puedan parecer sus dogmas a la gente sensata. Ahora mismo, en Helicon, ahora mismo, aún existen globalistas. No muchos, pero de vez en cuando setenta u ochenta de ellos se reúnen en lo que ellos llaman un Congreso Global y se regodean hablando del globalismo… Bueno, han pasado sólo diez años desde que el movimiento joranumita dejara de parecer una terrible amenaza para este mundo, y no sería sorprendente que todavía quedaran resabios de él. Puede que todavía haya algunos resabios dentro de mil años.

- ¿No es posible que un resabio resulte peligroso?

- Lo dudo. Lo que lo hacía peligroso era el carisma de JoJo, y él está muerto. Ni siquiera tuvo una muerte heroica o notable: sólo se marchitó y murió en el exilio… un hombre quebrado.

Dors se puso de pie y atravesó la habitación rápidamente, con los brazos balanceándose a los costados y los puños cerrados. Volvió y se detuvo ante Seldon, que permanecía sentado.

- Hari -dijo-, déjame decir lo que pienso. Si la Psicohistoria señala la posibilidad de graves perturbaciones en Trantor, y si todavía quedan joranumitas, éstos pueden estar aún con la mira puesta en la muerte del Emperador.

Seldon rió nerviosamente. -Te asustas de las sombras, Dors. Tranquilízate.

Pero descubrió que no podía descartar tan fácilmente lo que ella había dicho.