2 - Perfume de mujer

«Una mujer sin perfume no tiene futuro».

PAUL VALÉRY

MARÍA Sofía Olga Zenaida Godebska, Misia para la élite de la bohemia parisina, al igual que Chanel fue enviada a un internado católico cuando contaba 10 años. Desde pequeña sus dotes para tocar el piano cautivaron a compositores de la talla de Franz Liszt o Gabriel Fauré. Bajo la dura disciplina de las monjas Misia se convirtió en una consumada pianista: «El desamparo enseñó a Misia a ser independiente y la soledad le infundió valor»25.

Desdichada y oprimida por la vida en el internado, Misia huyó del Londres victoriano cuando tenía 18 años e inició una serie de relaciones con hombres mayores que ella. Finalmente se reunió con su familia en Bélgica, donde, apenas con 20 años, heredó de un tío rico una gran suma de dinero. Un año más tarde Misia se casó con Thadée Natanson que a la sazón tenía 25 años. La pareja se instaló en París, donde la belleza de Misia, combinada con una actitud casquivana, y «sobre todo iconoclasta», la llevó a navegar a toda vela en el estilo libre y fácil de la bohemia de finales de siglo. Durante los años siguientes Misia llevó una vida improvisada, hizo uso de un discurso aderezado de palabrotas26 y sedujo a alguno de los talentos más creativos de París. Marcel Proust la retrató como la princesa Yourbeletieff, y la encontraba tan fascinante y seductora como los propios ballets rusos. Misia y su marido Thadée pronto se unieron a un grupo de los que entonces se consideraban artistas no convencionales. Se convirtió en la modelo favorita de Vuillard, Bonnard, Toulouse-Lautrec y Renoir. Cada uno de estos artistas la retrató con su pincel en diversas ocasiones. En la actualidad los cuadros donde aparece Misia al piano, a la mesa o en el teatro cuelgan de algunos de los más importantes museos del mundo.

El rostro que fascinaría a pintores franceses de fama mundial: Misia Godebska, 1905. |4|

Atraída por las artes del espectáculo, Misia pronto entró en el mundo del teatro y la danza, y se convirtió en íntima amiga del empresario de los ballets rusos Sergei Diaghilev. Sus biógrafos la describen como «entronizada al lado de Diaghilev, la eminencia de los ballets rusos»27.

Conocer a Misia significaba ser admitido en el exclusivo círculo de Diaghilev y en el ámbito de la élite parisina de posguerra. Pero Misia no era la princesa que dibujó Proust. En sus tres matrimonios fue madame Thadée Natanson, madame Alfred Edwards —un rico hombre de negocios y famoso coprófilo, que obligó a Natanson a renunciar a Misia como pago de una deuda—, y finalmente esposa del pintor español José María Sert.

Chanel conoció a Misia cuando ambas fueron invitadas a una cena ofrecida por la célebre actriz de la Comédie-Française Cécile Sorel. Años más tarde Misia recordaría su primer encuentro y describiría aquel momento en unas memorias inéditas: «Me sentí atraída por una joven de pelo oscuro... no dijo ni una palabra [pero] irradiaba encanto, y la encontré irresistible... se llamaba Madeimoselle Chanel. Me pareció dotada de una enorme elegancia... cuando mostré admiración por su deslumbrante abrigo de pieles, me lo colocó sobre los hombros, y me dijo con una encantadora espontaneidad que se sentiría muy feliz regalándomelo... su gesto fue tan hermoso que la consideré totalmente encantadora y no podía pensar más que en ella.

»Cuando visité su boutique de la rue Cambon, dos señoras estaban hablando de ella y la llamaban “Coco”... aquel nombre me disgustó... se me cayó el alma a los pies... Tuve la impresión de que mi ídolo había sido roto en pedazos. ¿Por qué dar a alguien tan excepcional un hombre tan vulgar? [De repente] aquella mujer en la que había estado pensando desde que me la presentaron la noche anterior hizo su aparición... como por arte de magia las horas volaron... casi todo el tiempo hablé yo, porque ella no dijo casi nada. La idea de separarme de ella me parecía insoportable... por lo que Sert y yo nos quedamos a cenar con ella en su apartamento... y entre los innumerables biombos Coromandel conocimos a Boy Capel.

El compositor Igor Stravinsky y el bailarín Vaslav Nijinsky en París en 1911. |5|

»Sert estaba muy escandalizado por la increíble atracción que yo sentía por mi nueva amiga. Yo no tenía la costumbre de dejarme llevar de aquella forma... Más adelante [cuando murió Boy Capel] Coco sintió tanto su pérdida que cayó en un profundo estado depresivo; yo intenté desesperadamente buscar formas de distraerla... Sert y yo nos la llevamos a Venecia el verano siguiente...»28.

Algo hizo que congeniaran aquellas dos hermosas mujeres. Había tantas afinidades entre ellas que se diría que sus átomos se habían unido —«avoir des atomes crochus»— como dicen los franceses. De Misia, Chanel recordaría: «Fui siempre un misterio para Misia, y por ello siempre le interesé. Era un ser excepcional que sabía cómo agradar a las mujeres y a los artistas. Fue y es para París lo que la diosa Kali para el hinduismo: a un tiempo diosa de la creación y de la aniquilación»29.

Los biógrafos de Misia, Arthur Gold y Robert Fizdale, resumieron el valor que ella le otorgaba a Chanel durante los primeros años de su estrecha amistad: los diseños de Chanel impusieron una simplicidad muy cara, otorgó un aspecto humilde a las mujeres ricas y amasó mucho dinero en ese proceso. Su talento, su generosidad y su locura combinados con su ingenio letal, su sarcasmo y su destructividad enfermiza fascinaban y consternaban a la vez a todo el mundo.

A lo largo de los años la amistad entre Misia y Chanel sufrió altibajos aunque ambas siempre compartieron innumerables secretos, incluyendo la morfina que usaban para poder seguir adelante; no para vivir, sino sólo para no rendirse.

A medida que el viejo mundo de la aristocracia privilegiada llegaba a su fin Chanel se iba convirtiendo en el símbolo de la nueva era. A los 35 años Gabrielle empezó a idear a Coco: una mujer de la loca década de 1920. Lanzó su línea casual, una especie de look obrero de ropa femenina cara: trajes de punto para viajar, blusas entalladas, vestidos deportivos y zapatos de tacón bajo.

Las revistas del momento reproducían sus creaciones. Todo era de punto cuando América descubrió a Chanel. En 1918 podía permitirse pagar 300.000 francos30 de oro para adquirir una lujosa villa en Biarritz, el cuartel general de su empresa en el sur de Francia.

Ya en 1915 la revista Harper’s Bazaar declaraba: «La mujer que no tiene al menos un Chanel está totalmente pasada de moda... Esta temporada el nombre de Chanel está en boca de todos los compradores»31.

Si el nombre de Chanel estaba en boca de todos los editores de moda, el triunfo sobre los boches estaba en la mente de los aliados: ingleses, franceses, italianos y muchos otros. El presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson comenzó su segundo mandato en marzo de 1917 y persuadió al Congreso para que declarara la guerra a Alemania al mes siguiente. Los Teddies, como llamaban los franceses a los yanquis, dirigidos por el general John J. Black Jack Pershing, partieron hacia Francia al tiempo que los parisinos adinerados huían hacia Deauville y Biarritz, y sus mujeres acudían en tropel a las boutiques que Chanel tenía en esas poblaciones para probarse sus modelos.

Acontecimientos trascendentales conmocionaron Europa. En octubre de 1917 la Revolución rusa llevó a los bolcheviques comandados por Lenin y Trotski al poder; Turquía se rindió a los aliados; y en sus casas los alemanes se estaban muriendo de hambre. En 1918 los aliados, reforzados por las tropas americanas, detuvieron la ofensiva de primavera del Káiser en el frente occidental. El 11 de noviembre de 1918 los aliados firmaron un armisticio con el Imperio austro-húngaro y Alemania. Había finalizado la Primera Guerra Mundial.

Misia hacia 1910. |6|

A medida que las tropas alemanas desmovilizadas iniciaban su largo y arduo camino de regreso al hogar en París se descorchaban botellas de champán. Chanel lucía «grandes jerséis holgados, tan sencillos como los uniformes de las niñas de un internado, pero extraordinariamente chic»32. Tenía una limusina Rolls-Royce con chófer y sus clientas pagaban 7.000 francos por un vestido, el equivalente a unos 3.600 dólares actuales33.

Sin embargo, en Europa la inflación estaba empezando a amenazar a las instituciones financieras. En lenguaje sencillo, una barra de pan en Alemania, expresada en dólares estadounidenses, había doblado su valor en cinco años, desde 13 céntimos en 1914 hasta 26 en 191934. Más tarde se volvería a doblar el coste, e incluso a triplicar hasta llegar a niveles inconcebibles. La economía alemana estaba abocada a un tremendo crack.

Dos oficiales de caballería alemanes, a miles de kilómetros de París, estaban luchando para poder volver a casa. Los tenientes barón Hans Günther von Dincklage y Theodor Momm, compañeros de armas y amigos, al servicio del Regimiento de escoltas ulanos de Su Majestad de Hannover, estaban entre los millones de soldados alemanes y austriacos derrotados que intentaban iniciar una nueva vida después de cuatro años de contienda35. Ambos habían luchado36 en el frente oriental como oficiales de la caballería montada, y más tarde en el barro y la sangre de las trincheras como oficiales de infantería. Volvieron del este a una patria derrotada en una situación política caótica. La Revolución bolchevique en Rusia y el levantamiento de los marineros en Wilhelmshaven se había extendido por todo el país y había obligado al káiser Guillermo II a abdicar. El bloqueo británico de larga duración llevó al país a una hambruna generalizada.

El teniente Hans Günther von Dincklage (en el centro) con algunos compañeros oficiales en el frente ruso hacia 1917. |7|

En junio de 1919 una República alemana recién formada firmó el Tratado de Versalles, cuyos términos habían sido fijados por Gran Bretaña, Francia, Italia y Estados Unidos. Los alemanes llegarían a creer que las compensaciones fijadas por el tratado habían sido la causa de la devastadora penuria económica y financiera que vino después. Adolf Hitler rompería el pacto al subir al poder en una Alemania arrasada por la derrota; una nación que ansiaba la restauración de la grandeza del Imperio alemán: «Una población continuamente rota por contradicciones internas que hicieron a sus miembros inseguros, insatisfechos, frustrados y ansiosos de ser liberados de la tensión que suponía tomar decisiones de forma individual y correr riesgos»37.

La adinerada familia de Theodor Momm38 poseía una próspera empresa textil en Alemania y en Bélgica ya antes la guerra. De vuelta a la vida civil, a principios de 1919, Theodor tomó las riendas del negocio en Baviera. Durante los siguientes años tuvo éxito en sus negocios tanto en Alemania como en Holanda y en Italia. Cuando ya estaba próxima la subida al poder de Hitler39, Momm se unió al Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP), el partido nacionalsocialista obrero alemán —el partido nazi—, y se convirtió en uno de los miembros que apoyaban al grupo paramilitar de defensa Schuzstaffel (las SS) en 1938.

Dincklage, aristócrata y descendiente de dos generaciones de oficiales del ejército alemán, se alistó en el servicio militar de inteligencia40. Su abuelo, el teniente general Georg Karl, había luchado en la guerra franco-prusiana (1870-1871), cuando el ejército alemán derrotó a las fuerzas de Napoleón III y se anexionó los territorios de Alsacia y Lorena. El padre de Dincklage41, Hermann, ostentaba el rango de comandante de caballería, y tanto él como su hijo lucharon en contra de los aliados en la Primera Guerra Mundial; Spatz en el frente ruso con el regimiento de caballería de ulanos del rey. La madre de Dincklage42, Lorry Valeria Emily, había nacido en Inglaterra y era hermana de un oficial de alto rango de la marina alemana: el almirante William Kutter. Los Dincklage compartían con muchos alemanes, y por supuesto con los cuerpos del ejército alemán, el concepto de Völkisch43, una visión de la guerra, nacionalista y racista, dramáticamente intensificada por el trauma de la contienda de 1914-1918.

Tras la ejecución del zar Nicolás II y de su familia en la Rusia soviética, se fundó en Berlín el Partido alemán revolucionario comunista de los trabajadores. Dincklage junto a otros agentes se unió a los Freikorps, unidades de extrema derecha para luchar contra los comunistas. En 1919 miembros de este grupo asesinaron a la líder de los comunistas alemanes, Rosa Luxemburg. Más adelante Hermann Göring denominaría a estos grupos paramilitares «los primeros soldados del Tercer Reich». Años más tarde, cuando Heinrich Himmler se convirtió en el jefe de las SS hitlerianas, homenajeó a los Freikorps, aduciendo que sus oficiales estaban unidos espiritualmente a las SS44.

Según la contrainteligencia francesa45, poco después de 1919, Dincklage fue reclutado por la inteligencia militar alemana como el agente número F-8680, para servir a la república de Weimar. Este régimen parlamentario duraría hasta marzo de 1933, cuando el recién elegido gobierno nazi le puso fin.

Dincklage era el candidato perfecto para desarrollar una carrera en el servicio de inteligencia militar, así como para trabajar como agente clandestino. Hablaba inglés y francés con fluidez, tenía unos modales impecables al estilo de la vieja escuela, y usaba a los hombres y seducía a las mujeres sin piedad para convertirlos en informadores o agentes a su servicio. Rubio, con ojos azules, mediana estatura (1,76 metros), estilo elegante y cortés, Spatz Dincklage había cultivado la belleza y una cálida y extrovertida personalidad que atraía tanto a hombres como a mujeres. Pero Spatz no era en ningún caso, como lo han encasillado algunos biógrafos, un playboy ario46. Fue entrenado por sus superiores en Berlín para ser lo que todo espía tiene que ser: ingenioso, observador, frío, delicado, empático y capaz de integrarse en el entorno. Escondía sus intenciones, atrayendo a algunos objetivos útiles con el propósito de que traicionaran a sus países recabando información estratégica y táctica, así como de que se apropiaran de documentos útiles para la inteligencia naval y militar alemana.

A pesar de ser un espía Dincklage nunca estuvo realmente en peligro durante la Segunda Guerra Mundial en Francia, ni tampoco después, en Polonia o en Suiza. Operaba como diplomático alemán, por lo que gozaba de inmunidad. Lo peor que le podía haber pasado en tiempo de paz hubiera sido la expulsión. Pero ni los franceses ni los suizos vieron ningún beneficio en armar un escándalo con el espinoso régimen nazi por vetar a uno de sus diplomáticos.

Durante el invierno y la primavera de 1919-1920 el esplendor de Venecia ejercía un poderoso hechizo sobre Chanel. Con sus canales sinuosos y sus callejones que se abrían a las grandiosas y casi siempre soleadas piazze y campi Venecia era un lugar mágico en cualquier estación del año. Misia y José María Sert recordarían que Chanel rezó y lloró, destrozada por la pena y la humillación de saber que no era la única a quien Boy Capel amaba, como también debió de hacerlo la condesa italiana con la que Capel compartía su amor. Isabelle Fiemeyer47 describió cómo Chanel rezaba bajo la cúpula de la basílica del siglo XVII Santa Maria della Salute mientras miles de velas ardían y titilaban en la penumbra bajo los atentos ojos de los cinco santos de Tiziano.

A medida que el invierno daba paso a la primavera el espíritu de Chanel volvía a la calma. Bajo el embrujo del buen humor de Sert y el encanto de la ciudad Chanel fue dejando el estado melancólico y meditabundo que la embargaba.

Durante la turbulenta transición de la guerra a la paz el automóvil se convirtió en un juguete asequible para los ricos y en un peligro para los viandantes. Mientras le era concedido el premio Nobel de la Paz al presidente Woodrow Wilson, fue promulgada la prohibición1, hordas de americanos adinerados invadieron París, Benito Mussolini debutó en la política italiana y el comunismo y la Revolución soviética se extendieron por toda Europa para terror de las clases media y alta. Mientras, en un hospital militar de Pomerania un homúnculo con bigote de cepillo se estaba reponiendo de una ceguera producida por un ataque con gas tóxico en Ypres, en el frente occidental. Su nombre era Adolf Hitler.

París era el epicentro de la revolución cultural de la posguerra, un periodo que los franceses llamarían les années folles; F. Scott Fitzgerald, la era del jazz y Gertrude Stein y Ernest Hemingway, The Lost Generation (la generación perdida). El biógrafo de Chanel, Pierre Galante48, decía de ese momento: «Los años locos: cuando los artistas anhelaban la gloria, y el hombre de la calle buscaba el placer y la alegría de seguir con vida, después del terror de la guerra que tenía que acabar con todas las guerras».

Chanel en 1920, el año en que su hermana pequeña, Antoinette, murió a causa de la gripe española. |8|

Hacia 1920 París era la meca de todo aquel que escribía, pintaba, componía o esculpía. Artistas, músicos, compositores y escritores eran arrastrados hacia aquella ciudad entonces jubilosa. Anhelaban ser parte de una nueva era para beber y saborear una vida rebosante de alegría, diversiones e invenciones creativas. La sociedad parisina se reunía en la calle, en los ateliers de los pintores, y asistía a animadas veladas de viva conversación, música y pasión por el arte. La ciudad había «olvidado los años oscuros»49. Nativos y expatriados como Hemingway pedían novedades. En pintura, escultura, discurso filosófico y literatura había ansias de originalidad. Pintores como Picasso, Modigliani, Braque o Marie Laurencin eran las estrellas emergentes. Le Corbusier ofrecía algo completamente nuevo en arquitectura, Ravel y Stravinsky en música, Diaghilev y Nijinsky en danza, Gide, Cocteau y Mauriac en literatura. El jazz simbolizaba la alegría desenfadada de les années folles (los años locos), y con el nacimiento de la industria de masas llegaron los automóviles, las flappers2, la radio y los deportes populares. La utopía estaba en el aire. Los europeos ricos hicieron del progreso, del individualismo desenfrenado y de la extravagancia su credo. El dinero tintineaba en los bolsillos de los burgueses, pidiendo ser gastado. En los barrios de Montmartre y Montparnasse Hemingway cenaba y bebía con su colega el escritor expatriado Henry Miller, absorbiendo la atmósfera y reflejando las instantáneas del momento en su obra. El matrimonio Fitzgerald llegó a Francia en 1921, y en aquel momento no les atrajo en absoluto. Apenas aprendieron unas pocas palabras de francés, y Zelda y Scott volvieron a casa en octubre de 1921 para que el hijo que esperaban naciera en América. La pareja volvió a Francia en abril de 1924. Un año más tarde se publicó la obra de Fitzgerald, El Gran Gatsby, y el matrimonio se instaló en París, donde conocieron a Ernest Hemingway en mayo de 1925.

La década de 1920 trajo alegrías a unos y problemas a otros. Para Chanel empezó con una tragedia familiar. En una carta desde Canadá su hermana pequeña, Antoinette, volcaba la agria tristeza de su matrimonio fracasado con un atractivo oficial canadiense. Aquel hombre había llevado a Antoinette desde Francia hasta una vida desgraciada en el interior de Ontario. Adorada por Chanel, la encantadora y frágil Antoinette había ayudado a su hermana a poner en marcha sus boutiques. En aquel momento le pedía dinero para volver a París. A pesar de la evidente infelicidad de Antoinette Chanel insistió en que su hermana no rompiera su matrimonio.

Antoinette no siguió los consejos de Coco y se fugó con un joven y apuesto argentino que Chanel había conocido en París y había recomendado a la familia canadiense de Antoinette, que lo acogió en su casa. Antoinette acabó huyendo con él a Buenos Aires en 1920. Aquel mismo año la hermana de Coco murió en la capital argentina a consecuencia de la llamada gripe española, que había acabado con la vida de más de cincuenta millones de personas en todo el mundo.

En otoño de 1920, ya de vuelta con Misia de Venecia, Chanel pronto se convirtió en la locomotora de la moda de la era del jazz. Estaba decidida a revolucionar la ropa femenina y a transformar a las mujeres de objetos empolvados de glamour a flexibles siluetas que lucían su vestidito negro3 (little black dress, LBD, o petit robe noire, PRN). Conseguiría hacer una fortuna como símbolo de las ambiciones y de los deseos de emancipación de las mujeres: libres para ganarse la vida, para amar, para vivir como quisieran; no bajo el dominio de ningún hombre, «liberadas de prejuicios; sin desdeñar aventuras homosexuales»50. Los nuevos diseños de Chanel llevaron a las flappers a lucir sencillos vestidos de manga corta e incluso sin mangas, y con las medias por debajo de la rodilla. Las revistas francesas y americanas de moda como Madeimoselle, Femina y Minerva alababan sus diseños: «Chanel lanza un encantador traje deportivo de color verde oscuro... Lady Fellowes lucía en el Ritz un vestido Chanel de seda cruda... Chanel crea el vestido negro de tul... Una creación de Chanel para la noche: un vestido de satén blanco con una capa con bordados y pedrería»51. Aun así, los ataques de los críticos podían ser feroces: «Las mujeres ya ni siquiera existen... todo lo que queda son los muchachos creados por Chanel»52.

La revisa Harper’s Bazaar mostraba a una Chanel envuelta en perlas (un regalo del gran duque Dimitri Pavlovich), vestida con una túnica oscura y una falda plisada. En otra fotografía luce un pijama negro de seda y está mordiendo una perla de su collar; y en otra pasa las perlas por sus labios sensuales, rodeada de los objetos que amaba: un biombo Coromandel, cuero, sedas y satenes bajo la mirada de un león chino de bronce.

Siempre al acecho de conquistas masculinas, Chanel fijó su punto de mira en Igor Stravinsky, Pablo Picasso, el gran duque ruso Dimitri Pavlovich y el hombre que amaría y por el que se sentiría amada durante toda su vida, Pierre Reverdy. Es una pena que Chanel y Ernest Hemingway nunca llegaran a conocerse. Seguramente las uñas de Coco hubieran deshinchado el ego machista de papá Hemingway. A pesar de su independencia la dinamo creativa de Chanel requería ser admirada y amada. Necesitaba tener a un hombre a su lado; siempre buscando amor, aunque sin encontrar nunca satisfacción. En una de sus famosas máximas escribía: «No sentirse amado es sentirse rechazado, sin importar la edad que se tenga»53.

Misia Sert veía a su amiga como un enigma: «Para las mujeres ricas impuso una simplicidad cara... y ganó mucho dinero haciéndolo. El genio de Chanel, su generosidad, su apariencia de self-made woman, su sarcasmo devastador y su feroz capacidad de destrucción consternaban e intrigaban a todos»54.

Consternado o no, París celebraba su genio para crear alta costura femenina, vestuario de ballet y trajes de noche para bailes y reuniones, decorados y joyas. Siempre innovadora, Chanel creó un personaje femenino no visto hasta entonces en el escenario de la sociedad parisina.

Sergei Diaghilev con Igor Stravinsky (1882-1971) en Sevilla durante su colaboración con los ballets rusos hacia 1923. |9|

Dominaba el arte de escalar socialmente, y los parisinos estaban encantados con ello. «Una huérfana a la que se le ha negado un hogar, sin amor, sin padre ni madre... mi soledad me dio una compleja superioridad; la mezquindad de la vida me dio fuerza, orgullo; el impulso de ganar y la pasión por la grandeza... y cuando la vida me trajo la lujosa elegancia y la amistad de Stravinsky o de Picasso, nunca me sentí ni estúpida ni inferior. ¿Por qué? Porque sabía que era con esa gente con la que se triunfa»55. Así era la imagen que la self-made Coco tenía de sí misma y la leyenda que ella quería que el mundo creyera: la de una heroica Marianne4 que luchaba con audacia contra enormes dificultades para alcanzar la fama, la riqueza, el poder y la aceptación de la élite.

A principios de la década de 1920 Chanel ya no sólo era conocida por su oficio, sino que se había convertido en una célebre mecenas de las artes. Financió La consagración de la primavera, un ballet coreografiado y producido por Sergei Diaghilev, y acogió en su nueva casa —Bel Respiro, en el barrio parisino de Garches— a la familia de Igor Stravinsky, el compositor y pianista ruso. Cuando Chanel no estaba divirtiéndose con Misia en su nuevo apartamento, a un tiro de piedra de los Campos Elíseos, se entretenía flirteando con Stravinsky. El suntuoso apartamento del número 29 de la calle del Faubourg-Saint Honoré fue decorado por Chanel y Misia en tonos «beige, blanco y color chocolate»56. En la caida donde diseñaba que tenía jardines que daban a la avenida Gabriel Chanel creó un centro de vida cultural parisina, lejos ya de sus días de playgirl en los años de locura de Royallieu en casa de Étienne Balsan. La crème de la crème de París —artistas, aristócratas, personajes muy ricos y normalmente famosos del demimonde5— se reunía en sus comidas, cenas y veladas. El grupo de Chanel a veces iniciaba la noche bebiendo en Le Boeuf sur le Toit [El buey sobre el tejado], un local nocturno en la orilla derecha del Sena, sito en la rue Boissy-d’Anglas, a unos cientos de metros de la residencia de Chanel57. Desde el momento en que este local abrió en 1922 se convirtió en «el lugar», con el escenario más pequeño de París «pero con la mayor concentración de celebrities por metro cuadrado de la ciudad». El Boeuf llegó a ser la meca de la élite creativa parisina, «un lugar donde la gente mientras te daba un abrazo miraba por encima del hombro para ver quién más había por allí... y donde el ingenio era tan obligatorio como el champán: un cóctel y dos cocteau’s». Cuando avanzaba la noche, Chanel y su círculo solían ir a casa de Coco a cenar, o a veces a bailar a la del conde de Beaumont58. «Los affaires amorosos entre escritores y artistas (reales o ficticios) y millonarios empezaban y terminaban durante aquellas veladas. Bebían, bailaban y amaban»59. Y Chanel desarrolló sus amistades y sus affaires con los Sert, los Beaumont, Stravinsky, Picasso, Cocteau, Diaghilev y Pierre Reverdy, el poeta moderno del momento y sin recursos financieros, admirado por artistas y escritores como Jean Cocteau, Max Jacob, Juan Gris, Braque y Modigliani60. Los nuevos amigos de Chanel apreciaban «su talento, su ingenio y su inteligencia..., su acercamiento minimalista a la moda era muy parecido a sus ideas abstractas sobre arte».

Jean Cocteau con Lydia Sokolva, Anton Dolin, Leon Woizikowsdy y Bronislava Nijinska, Londres. |10|

Entre 1921 y 1926 Chanel comenzó una relación intermitente con Pierre Reverdy. Con el tiempo esta relación maduró y se convirtió en una profunda amistad que duraría más de cuarenta años. Ella, a menudo, fue inspiración para el poeta: «Tú no sabes, querida Chanel, cómo las sombras reflejan la luz; y de las sombras se nutre mi ternura por ti. Pierre»61.

Pero Reverdy, el esteta, el poeta de los poetas que fascinaba a Chanel con frases como «¿Qué sería de los sueños si la gente fuera feliz?»62, no podía soportar el día a día del mundo terrenal de Coco. El 30 de mayo de 1926, después de quemar una serie de manuscritos ante unos pocos amigos, se retiró a una pequeña casa junto a la abadía benedictina de Solesmes, donde vivió cerca de treinta años con su esposa Henriette.

Chanel lo amaba y era correspondida. La biógrafa Edmonde Charles-Roux creía que Reverdy, que se había convertido al catolicismo aquel año, se exilió buscando inspiración en Dios. Su separación de Chanel era inevitable.

A pesar de que al principio se sintió herida Chanel terminó aceptando el destino. Sin embargo, nunca perdió realmente a Reverdy. Éste visitaría París de vez en cuando, y de alguna forma estaba cerca.

A lo largo de sus muchos años de amistad Chanel dio fortaleza a Reverdy, confianza en su capacidad creadora y también le proporcionó ayuda material. Era generosa y discreta; de forma secreta compraba sus manuscritos63, financiaba sus publicaciones y subvencionaba su trabajo. A pesar de su propio éxito los peores miedos de Reverdy y su sombría visión de la vida tocaban la cuerda melancólica de Chanel: un recuerdo de su infancia. Porque Reverdy, hijo de un viticultor, era alguien de su especie. Incluso después de que hubiera adoptado un estilo de vida prácticamente monástico, su affaire nunca pareció terminar.

Cuando Reverdy no estaba disponible, el atractivo gran duque ruso Dimitri Pavlovich sí lo estaba. Había caído en desgracia en 1916 en la corte de su primo carnal Nicolás II, emperador de Rusia. A Nicolás no le gustó nada que un guardia de 21 años hubiera tenido un prolongado affaire homosexual con su atractivo travestido y bisexual primo, el príncipe Félix Yusupov. (El príncipe Félix eligió a Dimitri para que lo ayudara a llevar a cabo el asesinato de Grígori Rasputín, el monje ruso cuya influencia en la zarina era temida en los círculos de la corte y el parlamento rusos64). Dimitri fue desterrado al frente persa en los primeros días de la Primera Guerra Mundial; un golpe de suerte, como se vería más tarde, pues lo alejó de los estragos de la Revolución bolchevique de 1917 y, probablemente, le salvó la vida. A pesar de que Dimitri huyó a Francia sólo con unas pocas pertenencias pudo llevarse con él todas las joyas preciosas que poseía, incluyendo fabulosos collares de perlas. Algunos de ellos terminarían cubriendo el cuello de Chanel, y de esta forma nacería otra creación de moda: la bisutería.

El gran duque Dimitri, amante de Chanel, que la ayudó a lanzar su exitoso perfume Chanel nº 5 en 1910. |11|

Una vez en Francia, y como pretendiente al trono de Rusia, el alto, elegante y alcohólico Dimitri Pavlovich vivía afligido junto a otros exiliados rusos por la aniquilación de la familia Romanov. Sin embargo, Dimitri podía ser un amante alegre y divertido. Su buena apariencia, sus ojos verdes, las largas piernas de los Romanov y su encanto sedujeron a Chanel. Era justo lo que necesitaba en aquel momento, después de la intensidad de Reverdy y de la breve relación con Stravinsky.

A finales de 1920, cuando el gran duque entró en la vida íntima de Chanel, los bromistas parisinos llamaron a esta nueva aventura «el periodo eslavo de Chanel». En homenaje a su nuevo amante Coco creó una auténtica colección rusa. Contrató a la hermana de Dimitri, la gran duquesa María, y a sus amigos de la realeza rusa exiliada. Las antiguas damas de honor de la zarina realizaban bordados y labores con pedrería a un precio mucho más bajo que el de los artesanos franceses. Elaboraban sorprendentes combinaciones de bordados y pieles, como el abrigo blanco que lucía la propia Chanel labrado y ribeteado de piel de marta rusa, con el que apareció retratada en un número de la revista Vogue de 1920.

Para ampliar su colección eslava Chanel incluyó un elemento nunca antes visto en el continente: trajes inspirados en los de los campesinos rusos, complementados con collares de perlas, túnicas de cuello barco y manga tres cuartos, bordados orientales, sombreros de felpilla y sorprendentes vestidos en cascada de pedrería y azabache. Y para aquellos que querían algo más clásico creó una línea de atuendos modernos: lana tejida, vestidos de fina muselina francesa, de algodón o tul para el día, y de lamé o encaje de colores metálicos para la noche. Todo era imponente. Igual que su línea anterior de punto, el look ruso de Chanel fue un éxito total. Se vendió tan bien que pronto tuvo trabajando para ella a cincuenta costureras rusas, además de las diseñadoras y las técnicas que ya lo hacían, todas atareadas en un gran taller bajo la supervisión de su atenta y crítica mirada.

El gran duque dio a Chanel algo más raro y más precioso que unas pocas sartas de perlas. Del mismo modo que los jerséis ingleses de punto que llevaba Boy Capel le inspiraron para adaptarlos a la ropa femenina, Pavlovich no sólo le sirvió de inspiración para crear la colección ruso-eslava y los largos collares de perlas, sino también para introducirse en el negocio del perfume.

Durante la Primera Guerra Mundial las mujeres seguían utilizando para su higiene íntima personal el mismo jabón de lejía que usaban sus abuelas. Más adelante usaron extractos de esencias de distintas combinaciones de flores: violetas, rosas, flor de azahar, jazmín, o esencias de distintas procedencias animales. Para una noche de fiesta las mujeres más sofisticadas usaban polvos de talco y se rociaban el cuerpo con vapores florales. Los hombres usaban colonia Bay Rum o Roger & Gallet, en gran cantidad, para enmascarar posibles olores desagradables. Los rumores decían que Coco estaba a punto de lanzar una «misteriosa y maravillosa agua Chanel»65. El secreto, según las habladurías de París, ya era conocido por las mujeres de la familia Medici en la Florencia del siglo XV. En aquella época creían que el perfume protegía su piel, mientras que para los hombres servía para curar la irritación causada por la navaja de afeitar.

Frasco del perfume de la marca Chanel nº 5, ilustración del artista francés SEM (Georges Goursat) hacia 1921. En 1959 este envase pasó a formar parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York. |12|

En la época de Coco las francesas más jóvenes empezaban a llevar el vestidito negro de Chanel, jerséis y faldas cortas plisadas. ¿Por qué no añadir la adopción de una nueva fragancia a lo que ya estaba de moda? Cuando una mujer se ponía una gotita de perfume detrás de la oreja, en la muñeca o en el cuello, de lo que se trataba era de probar el dulce olor del éxito; como lo plasmaría el poeta Paul Valéry en una máxima: «Una mujer sin perfume no tiene futuro». Era cuestión de saber cómo vestirse y tener el encanto de mil dólares de una dama parisina.

Chanel empezó a concebir, con la ayuda de Dimitri y de un químico ruso amigo de éste, la elaboración de una esencia que llegaría a ser parte de la leyenda de los años de entreguerras: una fragancia emblemática de les garçonnes, aquellas nuevas mujeres emancipadas con aspecto de muchachos que lucían un aire unisex y bailaban el tango y el charlestón, que a veces fumaban opio y que adoptaban el arte nuevo de Cocteau y Picasso. Aquellas mujeres alardeaban de su corte de pelo de estilo masculino, de las chaquetas de hombre y de las corbatas, de los culottes y de los vestidos holgados que (escandalosamente), por si fuera poco, llegaban a la altura de la rodilla, no tenían mangas y estaban ribeteados con flecos estilo charlestón. Era evidente que un perfume adecuado casaría a la perfección con el maquillaje, los coches rápidos, el deporte, los viajes y, por supuesto, el charlestón.

En el momento en que Dimitri presentó a Chanel a su amigo el exiliado ruso Ernest Beaux, que había sido el perfumista oficial del zar, se inició un nuevo proyecto de moda. El moscovita Beaux había huido a San Petersburgo tras la Revolución bolchevique de 1917 para luchar contra los rojos. Se unió al ejército blanco ruso6 antibolchevique y terminó en el lejano norte, cerca del círculo polar ártico, donde el sol lucía hasta media noche y los lagos y los ríos desprendían un refrescante aroma. En Francia, donde rápidamente se convirtió en un reputado químico y especialista en crear perfumes exóticos, Beaux estaba en aquel momento experimentando con componentes sintéticos para realzar distintas mezclas naturales. En su laboratorio en el sur de Francia, en Grasse, ciudad conocida por ser el centro mundial del perfume, Ernest Beaux, bajo la supervisión de Chanel y su delicado sentido del olfato, hicieron funcionar su magia. Él insistía en que podía reproducir en sus alambiques la frescura de un día de sol en el Ártico.

Chanel pensaba que los perfumes que se usaban en aquel momento, extracto de violetas, rosas o flor de azahar, envasados en extravagantes frascos, eran triviales. Pidió a Beaux que el perfume lo tuviera todo, una esencia que pudiera evocar la feminidad de una mujer. El genio de Beaux tuvo que añadir algunos componentes químicos sintéticos para reforzar los ingredientes naturales y estabilizar el aroma, de tal forma que permaneciera sobre la piel, cosa que no ocurría con las fragancias naturales.

En 1921 Beaux presentó a Chanel una serie de fórmulas numeradas del 1 al 5 y del 20 al 24. Al principio ella eligió la nº 22 para fabricarla en serie y comercializarla. Pero fue la nº 5 la que más le gustaba, y por fin se decidió por esa fragancia, que quería introducir aquel año de 1921 en el mercado junto a su colección de moda: se trataba del que luego sería el mundialmente famoso Chanel nº 5.

Exceptuando un pequeño grupo de iniciados, la fórmula para producir el Chanel nº 5 permanece secreta. Se sabe que su fabricación es excepcionalmente complicada. El perfume estaba, y sigue estando, constituido por ochenta ingredientes distintos. El más importante es el jazmín, que tiene que ser de alta calidad y que sólo se encuentra en la ciudad de Grasse.

Chanel desechó la idea de un diseño barroco para el envase, que era lo que solían utilizar sus competidores; nada de figuras de cupidos ni de flores. Chanel prefería una botella minimalista con forma cúbica que reflejaba su moderno concepto de packaging.

Bautizó la fragancia como Chanel nº 5, su número de la suerte, y darle ese nombre en sí mismo supuso una revolución. Era serpentino, y evocaba las cinco cabezas de la divinidad del hinduismo, o las cinco visiones de Buda. (Chanel conmemoraba el número 5 una y otra vez. Sus colecciones eran presentadas cada año al público el día 5 de febrero, la de primavera-verano, y el 5 de agosto la de otoño-invierno, sin excepción).

Para promocionar su nuevo invento Chanel —como la astuta campesina que era— creía en el boca a boca. Por ello, para probar el perfume y hacer que todos lo conocieran invitó a sus amigos a cenar a un restaurante elegante cerca de Grasse, y fue rociando a los invitados furtivamente con el perfume cuando se acercaban a su mesa para saludarla; todo el mundo reaccionó con sorpresa y placer. Encantada con los resultados, Chanel volvió a París y discretamente inició su empresa. No hizo un anuncio público del lanzamiento de su producto en la prensa, sino que se perfumó ella misma y roció sus tiendas y sus probadores con la nueva fragancia, a la vez que obsequiaba con muestras a algunas de sus amigas de la alta sociedad. Su perfume pronto se convirtió en la comidilla de París.

Chanel dio instrucciones a Beaux para que se pusiera a fabricar la fragancia. «El éxito fue más allá de lo que podíamos haber imaginado», recordaba Misia Sert. «Era como un billete de lotería premiado»66. De esta forma el mejunje de Beaux, el perfume de mujer con un aroma dirigido a «la Mujer», fue envasado en una botella art decó con una etiqueta donde aparecía el número 5 y debajo la doble C, anagrama de Chanel7, y fue lanzado desde la boutique de la rue Cambon el 5 de mayo de 1921. La creación Chanel-Beaux estaba destinada a resistir las vicisitudes de la Gran Depresión y de la Segunda Guerra Mundial. Era una fragancia por la que madres y abuelas pagarían una pequeña fortuna, y que las mujeres jóvenes esperaban poder adquirir algún día.

Pierre Wertheimer, el más joven de los hermanos, en 1928. Los Wertheimer compraron la mayoría de las acciones de la empresa de perfumes Chanel en 1924. |13|

Durante los tres años siguientes y con la ayuda del gran duque Dimitri Chanel promocionó con éxito el nº 5 como perfume de lujo. Pronto se dio cuenta de que para poder explotar la creciente demanda de nº 5 su modesta compañía tendría que ampliar la producción.

Un domingo de principios de la primavera de 1923 Chanel se arregló para asistir al hipódromo de Longchamp. El lugar era y sigue siendo hoy en día un sitio elegante en el que reunirse, situado en el Bois de Boulogne donde el Sena se curva rodeando el extremo occidental de París. Es el lugar al que hay que ir los domingos para ver y ser visto por Le tout-Paris, para contemplar a los caballos galopando alrededor de la pista oval y para cenar bien después de haber apostado al caballo de algún gentleman.

Pero era Pierre Wertheimer y su dinero lo que llevó a Chanel a Longchamp aquella tarde. Théophile Bader, relacionado con el «mundo de las fruslerías», organizó el encuentro. Como príncipe del comercio minorista francés y uno de los propietarios del mayor emporio parisino, las Galerías Lafayette, Bader quiso asegurarse de que podría obtener un abastecimiento estable del perfume por parte del laboratorio de Beaux en cantidades suficientes para poder satisfacer a sus clientes. «Usted tiene un perfume que merece un mercado mucho mayor. Quiero que conozca a Pierre Wertheimer, que posee la empresa de perfumería Bourjois y que tiene una enorme fábrica en Francia y una importante red de distribución»67, aconsejó a Chanel. (No se sabe si Bader reveló a Chanel que los Wertheimer eran socios suyos).

El encuentro en Longchamp de Chanel con Pierre Wertheimer fue a todas luces breve y directo: «¿Quiere usted fabricar y distribuir perfumes para mí?».

«¿Por qué no?»68, respondió él. «Pero si quiere que el perfume lleve el nombre de Chanel tenemos que constituir una sociedad».

El poeta Pierre Reverdy en 1940, un hombre al que Chanel amó profundamente. Su amistad duró más de cincuenta años. |14|

Durante el tiempo necesario que transcurrió para realizar los trámites legales Chanel se dedicó a su nueva empresa francesa Les Parfums Chanel, S.A., a las gestiones de registro de la propiedad y a los derechos de fabricación de los perfumes Chanel, además de a la implementación de las fórmulas y los métodos para fabricar las fragancias creadas por Beaux. A su vez se convirtió en presidenta de la nueva entidad, y poseía una participación de doscientas acciones de pleno derecho —valoradas en 500 francos franceses cada una—. Su propiedad representaba el 10 por ciento del capital desembolsado. También tenía garantizado el 10 por ciento del capital de todas las compañías que fabricaran sus perfumes fuera de Francia. La mayoría del capital remanente, 70 por ciento de las acciones en circulación, eran propiedad del clan Wertheimer, que financiaría la producción y aseguraría la distribución mundial del perfume desde la sede central de la empresa en Nueva York. Los apoderados de Bader (Adolphe Dreyfus y Max Grumbach) recibieron el 20 por ciento de las acciones. Uno se pregunta si Chanel sabía que Bader en realidad estaba cobrando una cuota por ejercer de intermediario.

La despreocupación de Chanel en las negociaciones con Pierre Wertheimer —y el hecho de usar el mismo abogado que él para redactar los contratos— bordea la imprudencia comercial. Quizá lo que sucedió fue que después del affaire imposible con Pierre Reverdy y de haberse separado del gran duque Dimitri Coco estaba demasiado alterada emocionalmente como para poder prestar la atención necesaria que requería aquel asunto tan importante. Por otra parte, entre 1923 y 1937 Chanel era «Madeimoselle Ballet», atrapada en un torbellino de hiperactividad. Volcó su energía creativa en el diseño del vestuario para los ballets de Sergei Diaghilev —Le train bleu, Orfeo, Edipo rey— y trabajó como colaboradora en otras producciones teatrales, muchas de ellas coreografiadas por Diaghilev con Vaslav Nijinsky. Sus trajes para Le train bleu combinaban de forma ideal con las sutiles transgresiones sexuales de la danza, los personajes que jugaban con los estereotipos de género, la androginia y la homosexualidad. Esa vez fue a las bailarinas a las que se les otorgaron características masculinas. El ballet era una exploración de la perversidad propia de las vanguardias y Chanel debía de estar encantada de formar parte de aquella producción.

Hacia finales de la década de 1920 y gracias a las capacidades de producción, a los conocimientos de marketing y a la potencia de distribución de los Wertheimer Chanel nº 5 se convirtió en un éxito a nivel mundial, sobre todo en el otro lado del Atlántico. El perfume supuso el éxito más provechoso y duradero de la volcánica carrera de la diseñadora, que bombeaba un río de crecientes ganancias que proporcionaron grandes beneficios tanto a ella como a los Wertheimer. Sin embargo, hizo falta una depresión mundial y una Segunda Guerra Mundial para que Chanel se diera cuenta de la importancia económica de su nuevo perfume y de las complicaciones que conllevaría su acuerdo con los Wertheimer. Cuando firmó el primer contrato con sus socios, no podía ni siquiera vislumbrar que el Chanel nº 5 iba a convertirse en una fuente inagotable de riqueza.

Pero ¿quiénes eran aquellos Wertheimer?

La derrota francesa por las tropas alemanas en la guerra franco-prusiana de 1870-1871 dividió a la familia judeoalsaciana de los Wertheimer. Émile se quedó en Alsacia, en aquel momento parte del Segundo Reich alemán, mientras que Julien y Ernest Wertheimer optaron, como hizo el 15 por ciento de los alsacianos, por adoptar la nacionalidad francesa. Pero Ernest fue el hermano que tuvo el mejor «olfato». En 1898 fundó la E. Wertheimer & Cia. y junto con Julien adquirió la mayoría de acciones de A. Bourjois & Cia., fabricantes de los poudre de riz (polvos de arroz) Bourjois para mujeres, del jabón y de otros productos de belleza que se distribuían por todo el mundo. También adquirieron unas instalaciones fabriles en Pantin, cerca del matadero de la Vilette de París, conocida como «la ciudad de la sangre». Irónicamente, durante la ocupación nazi de París fue desde el patio de ferrocarriles de Pantin desde donde las policías alemana y francesa deportaron a miles de hombres, mujeres y niños a Alemania hacia una muerte segura.

Pronto los hermanos se asociaron con otros judíos franceses para invertir en las Galerías Lafayette, unos grandes almacenes que tendrían mucho éxito bajo la astuta dirección de Théophile Bader, primero con sede en el boulevard Haussmann y más tarde con sucursales en otros puntos de la geografía francesa. En las vitrinas de las galerías los productos Bourjois para mujeres y hombres encontraron una cálida acogida.

Chanel no era una astuta mujer de negocios. La mentalidad comercial, los contratos, el papeleo «la aburrían infinitamente». Durante toda su vida sentiría amor-odio, una relación turbulenta con el astuto hombre de negocios Pierre Wertheimer. Llegaría a creer que había sido explotada69, lamentando: «Se aprovechó de mí», y con un típico susurro de Chanel añadiría «Ese querido Pierre». En efecto, cuatro años después de haber firmado el acuerdo con la temperamental modista los Wertheimer contrataron a un abogado para tratar con ella mientras ellos guardaban las distancias.

A pesar de todo la pobre pupila de las hermanas de la Congregación del Sagrado Corazón encontró una mina de oro en los hermanos Wertheimer: Paul, de 41 años, y Pierre, de 36. Entre 1905 y 1920 hicieron cientos de transacciones de distribución de los productos Chanel en todo el mundo.

Aunque disfrutaba de su nueva fama y riqueza, Chanel tenía aún que ser aceptada por la clase alta francesa y consagrada por la realeza británica70. Todavía era una persona cuya promiscuidad sexual la dejaba fuera de la sociedad respetable, a pesar de que había «revolucionado la moda francesa» desde 1910. Sus conquistas amorosas no molestaban a Pierre Wertheimer. Sabía todo lo que decían las habladurías acerca de ella. En realidad Pierre estuvo enamorado de Gabrielle Chanel, todavía irresistible a sus 44 años y pareciendo siempre diez años más joven. Pese a sus futuras disputas, batallas legales y problemas Pierre seguiría enamorado de Chanel durante el resto de su vida, y al final de ella sería su salvador.

Para la temporada navideña de 1924-1925 Chanel montó en su automóvil con destino a Montecarlo junto con Sarah Gertrude Arkwright Bate. Sarah, a la que todo el mundo llamaba Vera, fue abandonada por su madre y se convirtió en la hija adoptiva de Margaret Cambridge, marquesa de Cambridge, hija del duque de Westminster, relacionada con el rey Eduardo VII y con sir Winston Churchill. Por tanto, Vera adquirió desde su infancia sólidos lazos de amistad con la familia real británica. Su porte, su piel luminosa, su elegante figura y las conexiones que tenía atrajeron a Chanel. Nadie era más apreciado en la alta sociedad londinense que ella. Como mujer joven que era, Vera tenía muchos pretendientes: montones de Archy, Harold, Winston y Duff pululaban alrededor de ella. Chanel contrató a esta encantadora treintañera de la realeza británica para llevar las relaciones públicas de la casa Chanel en Londres y en París.

La Costa Azul era un lugar lleno de vida para pasar la Navidad y la Nochevieja. Los europeos continentales se codeaban allí con la élite inglesa: los Churchill y los Grosvenor que durante el boom de 1920 gozaban de un inusitado lujo en los bares de Montecarlo, Deauville y Biarritz. Los Wertheimer, Pierre y Paul, preferían, sin embargo, los hipódromos de Tremblay, Ascot y Longchamp. Fue un año de bonanza para los hermanos: sus inversiones en Félix Amiot, liquidadas cuando el Gobierno francés nacionalizó la firma, proporcionaron a los Wertheimer unos beneficios inesperados de 14 millones de francos. De forma profética, Amiot, un futuro socio del negocio, protegería la fortuna de los Wertheimer en los malos tiempos que estaban por llegar.

Un año antes, en 1923, Adolf Hitler organizó el Putsch de Múnich8. Como fue un fracaso, Hitler fue arrestado, juzgado y acusado de alta traición y sentenciado a cinco años de prisión, pero obtuvo la libertad condicional a los nueve meses.

En la celda número 7 del fuerte de la prisión de Landsberg Hitler dictó su tratado, en el que combinaba elementos autobiográficos y políticos y hacía una exposición de su ideario nacionalsocialista. Mein Kampf (Mi lucha) cuenta «los cuatro años y medio [de lucha] [de Hitler] contra las mentiras, la estupidez y la cobardía». Publicado a principios de 1925, el primer volumen, una biblia para los miembros del NSDAP, estableció el credo nazi del nacionalismo, el antisemitismo y el anticomunismo. Aquel mismo año Hitler reorganizó el partido nazi; su brillante oratoria empezó a encender los ánimos de millones de alemanes y de austriacos, incluyendo a los veteranos descontentos de la Primera Guerra Mundial.

Unos meses después Joseph Goebbels fue designado dirigente del distrito de Berlín. Mientras Francia y Gran Bretaña celebraban jubilosas la Navidad de 1924, el caos y la hiperinflación devoraban el tejido social del Reich. Los disturbios barrieron el país mientras que los ahorros de la gente desaparecían. En 1919 un dólar valía 5,20 marcos alemanes de compra. En diciembre de 1924 el dólar alcanzó los 4,2 billones de marcos alemanes. Una barra de pan de 1924 valdría ahora la inaudita cantidad de 429.000 millones de marcos. Un kilo de mantequilla fresca costaría 6 billones de marcos. Las pensiones no servían para nada. La gente empezó a pedir que se le pagara el sueldo diariamente, porque lo veían devaluado de un día para otro. Muchos perdieron su hogar y la cultura alemana se hundió, lo que destruyó la clase media alemana.