Introducción
A pesar de su edad ella brilla; es el único volcán en la Auvernia que no se ha extinguido... la más brillante, la más impetuosa, la mujer más brillantemente insufrible que jamás ha existido1.
Gabrielle Chanel acababa de ser depositada en su sepulcro en Lausana, Suiza, cuando la ciudad de París anunció que la primera dama de Francia, la esposa del presidente Georges Pompidou, cliente y admiradora de la diseñadora, iba a inaugurar en octubre de 1972 una exposición oficial en París para celebrar la vida y la obra de Chanel. Pocos días antes de esa fecha Hebe Dorsey, el legendario editor de moda del International Herald Tribune, informó de que el «homenaje a Chanel» probablemente sería cancelado o, al menos, pospuesto2. Dorsey revelaba que Pierre Galante, editor de Paris Match, pronto sacaría a la luz unos documentos escandalosos procedentes de los archivos de la contrainteligencia francesa. Dorsey alegaba que Chanel había tenido un affaire durante la ocupación alemana de París con el barón Hans Günther von Dincklage: «Un peligroso agente del servicio de información alemán, posiblemente un agente de la Gestapo»3.
Chanel, el epítome del buen gusto francés, ¿en la cama con un espía nazi o, aún peor, involucrada con un agente de la odiada Gestapo? Para los franceses, en especial para los judíos franceses, para los veteranos de la Resistencia y para los supervivientes de los campos de concentración nazis, los colaboradores de los alemanes eran seres despreciables. Se da por hecho que en París, la ciudad de la moda, durante la ocupación nazi habían corrido rumores de que Chanel convivía con un amante alemán llamado Spatz —que en alemán significa «gorrión»— en el exclusivo hotel Ritz, donde peces gordos del partido nazi, como Hermann Göring y Joseph Goebbels eran cuidados con esmero por el servicio suizo del hotel. Pero ¿la Gestapo? ¿No había Chanel vestido a madame Pompidou? ¿No había sido invitada de honor en el palacio del Elíseo? ¿Cómo era posible que un icono de la sociedad francesa se hubiera acostado con un «espía alemán»? Era muy difícil de creer. A pesar de que miles de hombres y mujeres franceses colaboracionistas —que habían sido amantes o habían ayudado a algún alemán— habían escapado al castigo, en 1972 ser un collabo todavía apestaba a traición. La relación de Coco y Spatz duraría más de diez años, lo que nos lleva a preguntarnos si a Chanel «le importaba la ideología, o por el contrario sólo quería ser amada y le tenía sin cuidado la política»4.
El calendario previsto para la conmemoración nacional de la vida y la obra de Chanel no podía haber sido peor. Por si fuera poco, el editor norteamericano, Alfred A. Knopf, acababa de publicar el libro del historiador estadounidense Robert O. Paxton, Vichy France: Old Guard and New Order, 1940-1944. Este trabajo sobre el régimen de Vichy bajo el mando del mariscal Philippe Pétain dejó a muchos estudiosos franceses disgustados y eclipsados en su propio terreno académico. Basándose en material proveniente de los archivos alemanes —ya que el gobierno francés había prohibido el acceso a los de Vichy—, el libro de Paxton5 aportaba pruebas de que la colaboración de Pétain en Vichy, respaldado por un grupo de nazis convencidos, fue más voluntaria que obligada.
La única opción posible que tenían la maquinaria política de Pompidou —con unas elecciones a veinticuatro meses vista— y el comité encargado de organizar el homenaje a Chanel para hacer frente a unas acusaciones que afirmaban que ésta había estado relacionada con la Gestapo era posponer la celebración. En la biografía que estaba a punto de publicar Pierre Galante en París y en Nueva York también había sólidas evidencias condenatorias sobre el colaboracionismo de la diseñadora. Antiguo miembro de la Resistencia, y marido de la actriz inglesa Olivia de Havilland, Galante afirmaba que su información estaba basada en fuentes fidedignas de la contrainteligencia francesa.
Le Tout-Paris hablaba acerca del libro antes de que éste fuera publicado. Edmonde Charles-Roux, premio Goncourt, estaba indignada por las revelaciones de Galante. Afirmó que sus declaraciones eran absurdas: «[Dincklage] no pertenecía a la Gestapo»6. Spatz y Chanel, afirmaba, simplemente disfrutaron de una relación amorosa. (Madame Charles-Roux estaba también escribiendo una biografía de Chanel, y presumiblemente no tuvo acceso a las fuentes de Galante).
Marcel Haedrich, uno de los primeros biógrafos de Chanel, afirmaba que Spatz era simplemente un bon vivant que «amaba la comida7, el vino, los puros y el buen vestir... gracias a Chanel tuvo una vida fácil... la esperaba en su salón... besaría la mano de Chanel y susurraría: “¿Cómo estás esta mañana?”», y dado que entre ellos hablaban inglés Coco diría: «Él no es alemán, su madre era inglesa»8.
Cuando el periódico neoyorquino de la industria del vestir Women’s Wear Daily en septiembre de 1972 preguntó a Charles-Roux: «¿Era realmente Chanel, la más grande modista de París, una agente de la Gestapo?», ésta respondió: «[Dincklage] no pertenecía a la Gestapo. Era un agregado a una comisión aquí [en París] y recababa información. Tenía un trabajo sucio. Pero tenemos que tener en cuenta que estábamos en guerra, y él tenía la desgracia de ser alemán». Años más tarde Charles-Roux se dio cuenta de que había sido engañada, manipulada por Chanel y por su abogado René de Chambrun9.
La liberación de París en agosto de 1944 comenzó con una sangrienta lucha en la calle; soldados alemanes enfrentados a grupos de desharrapados y heterogéneos luchadores callejeros, miembros de las llamadas Forces Françaises de l’Intérieur del general De Gaulle (las FFI), que Chanel apodaba «les Fifis». A ellos se unirían los comunistas, y el FTP, grupo formado por francotiradores y partisanos, así como policías de paisano. Para enfrentarse a las fuerzas alemanas algunos resistentes sólo disponían de armamento ligero; otros tenían armas que databan de la Primera Guerra Mundial, o viejos revólveres y rifles; unos pocos disponían de cócteles molotov y algunas armas que habían pertenecido a los boches10 muertos. Los luchadores callejeros solían ser jóvenes estudiantes, que calzaban sandalias y llevaban las camisas arremangadas sobre los esqueléticos brazos. Su único uniforme eran los brazaletes de las FFI, la FTP y la policía.
La última semana de agosto el ejército de la Francia Libre equipado por Estados Unidos, y bajo la dirección del general Leclerc, nombre de guerra de Philippe de Hauteclocque, apaciguó la insurgencia parisina, y las guarniciones alemanas acabaron por rendirse. Después de cuatro años de una ocupación casi siempre brutal París fue liberado; lejos quedaban las amenazas de arresto, las torturas y las deportaciones a campos de concentración. Las campanas de las iglesias doblaban, las sirenas sonaban y la gente bailaba por las calles. Excepto algunas provincias, como Alsacia y Lorena, Francia ya estaba bajo el control de las fuerzas de la Francia libre del general Charles de Gaulle.
Una sed de venganza inundaba la nación durante los últimos días de agosto. Cuatro años de vergüenza, miedo reprimido, odio y frustración estallaron. Ciudadanos vengativos deambulaban por las calles de pueblos y ciudades. Los culpables, y muchos inocentes, fueron castigados en un ajuste privado de cuentas. Algunos colaboradores fueron molidos a golpes; otros, asesinados. «Las colaboradoras horizontales, mujeres y muchachas que se sabía habían sido amantes de los alemanes, fueron arrastradas por las calles. A algunas se les grabó la esvástica en la piel; a otras se les rapó la cabeza. Los collabos civiles, incluso algunos médicos que habían atendido a los boches, fueron ejecutados de inmediato. Los más afortunados fueron hechos prisioneros para ser juzgados por traición. Finalmente los soldados del general De Gaulle y sus magistrados provisionales pusieron fin a estas luchas intestinas.
El monstruo sagrado de la moda del siglo XX, Chanel, estaba entre los marcados para la venganza. Los franceses llamaban a este proceso épuration, una purga, una limpieza de las heridas de Francia después de tantas muertes y sufrimientos bajo el yugo nazi.
Unos días después de que los últimos soldados alemanes abandonaran París Chanel se apresuró a regalar frascos de Chanel nº 5 a los soldados americanos de infantería, los GI (General Infantry). Entonces los Fifis la arrestaron. Unos jóvenes violentos la llevaron al cuartel general de las FFI para ser interrogada.
Chanel fue liberada al cabo de pocas horas11 gracias a la intervención de Winston Churchill a través de la gestión de Duff Cooper, el embajador británico en el gobierno provisional francés de De Gaulle. Unos días más tarde Coco huyó a Lausana, Suiza, donde más adelante se reuniría con Dincklage, todavía un hombre de muy buen ver a sus 48 años. Chanel tenía entonces 61.
El gobierno de De Gaulle enseguida dio órdenes a los magistrados del Ministerio de Justicia para que establecieran unos tribunales especiales con el fin de juzgar a los sospechosos de colaboración con el régimen nazi, un crimen contemplado por el código francés. Entre los primeros que fueron juzgados se encontraba el jefe de Vichy Philippe Pétain y su primer ministro Pierre Laval. Ambos fueron hallados culpables de traición y sentenciados a muerte. De Gaulle absolvió a Pétain dada su avanzada edad, pero Laval fue fusilado.
Durante el proceso de limpieza de la posguerra los tribunales civiles y militares franceses juzgaron o estudiaron 160.287 casos en total. Mientras que 7.037 personas fueron condenadas a muerte, sólo unas 1.500 fueron ejecutadas. El resto de sentencias de muerte fueron conmutadas por penas de prisión12.
Fue necesario que pasaran dos años tras la liberación para que la Corte de Justicia francesa promulgara una orden judicial «urgente» que obligaba a Chanel a presentarse ante las autoridades francesas. El 16 de abril de 1946 el juez Roger Serre ordenó a la policía y a las patrullas fronterizas francesas que llevaran a Coco a París para ser interrogada. Un mes más tarde ordenó una investigación completa de sus actividades en tiempo de guerra. No fueron las relaciones con Dincklage lo que atrajo la atención de Serre, sino más bien que había descubierto que Chanel había cooperado con la inteligencia militar alemana y había colaborado con un traidor a Francia, el barón Louis de Vaufreland. La policía francesa había identificado al barón como un ladrón y un agente alemán en tiempo de guerra13, que había sido nombrado V-Mann en los documentos de la Abwehr, lo que significaba en la jerga de la Gestapo y en la de las otras agencias de inteligencia alemanas que era un agente de confianza.
Serre, de 48 años y con más de veinte de experiencia como magistrado14, mandó a prisión a Vaufreland durante varios meses. Serre también supo por miembros de la inteligencia que Vaufreland y Chanel habían colaborado con los militares alemanes. Poco a poco Serre, un investigador minucioso15, descubrió detalles sobre la forma en que se reclutó a Chanel para la Abwehr, su colaboración con Vaufreland, y que ambos habían viajado a Madrid en 1941 para realizar una misión para la Abwehr.
Durante su interrogatorio y su testimonio Chanel afirmaría que las historias de Vaufreland eran «fantasías». Pero la policía francesa y los documentos del tribunal16 decían otra cosa: mientras los miembros de la Resistencia francesa mataban a alemanes en el verano de 1941, Chanel era reclutada como agente de la Abwehr. Cincuenta páginas detallan minuciosamente que Chanel y el agente de confianza de la Abwehr F-7117, barón Louis de Vaufreland Piscatory, fueron reclutados y puestos en contacto por el agente alemán teniente Hermann Niebuhr, alias Doctor Henri Neubauer, para viajar juntos en el verano de 1941 en una misión de espionaje para la inteligencia militar alemana. El trabajo de Vaufreland consistía en identificar a los hombres y a las mujeres que podían ser reclutados, o coaccionados, para espiar para la Alemania nazi. Chanel sabía gracias a sus relaciones con el duque de Westminster, Hugh Grosvenor, que sir Samuel Hoare, el embajador británico en Madrid, desde allí podía cubrir a Vaufreland.
Es dudoso que el juez Serre supiera el alcance y la profundidad de la colaboración de Chanel con los nazis. También es poco probable que viera el informe secreto de la inteligencia británica que documentaba lo que el conde Joseph von Ledebur-Wicheln, agente de la Abwehr y desertor, había contado a los agentes del MI6 en 1944. En el archivo de Ledebur se explica cómo Chanel y el barón Von Dincklage viajaron a la bombardeada Berlín en 1943 para ofrecer los servicios de Chanel como agente al Reichsführer de las SS, Heinrich Himmler. Ledebur también reveló que Chanel, después de visitar Berlín, asumió una segunda misión en Madrid para el general Walter Schellenberg, jefe del servicio de inteligencia de las SS de Himmler. Serre nunca llegó a saber que Dincklage había sido un oficial de la inteligencia militar alemana ya desde después de la Primera Guerra Mundial17: el agente de la Abwehr F-8680.
Tampoco es probable que el juez Serre descubriera el alcance de la colaboración de Chanel con los nazis en el París ocupado, o que ésta fuera una agente a sueldo de Walter Schellenberg. Tampoco supo que Dincklage trabajó para la Abwehr y para la Gestapo en Francia y para la Abwehr en Suiza, así como en París durante la ocupación18.