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Pese a todo lo dicho hasta ahora, el jazz es cualquier cosa menos una forma hermética. Lo que lo convierte en una disciplina artística vital es su sorprendente capacidad para absorber la historia de la que forma parte. Si no sobreviviera ninguna otra prueba, un ordenador del futuro probablemente podría reconstruir toda la historia de la América negra a partir del catálogo del jazz. Ni siquiera estoy pensando en obras explícitas como Black, Brown and Beige de Ellington, concebidas como un paralelo tonal de la historia de los afroamericanos; «Attica Blues» o «Malcolm, Malcolm, Semper Malcolm» de Archie Shepp; «Prayer for Passive Resistance» de Mingus; o Freedom Now Suite de Max Roach. Pienso en algo más general, en la línea de lo que sugiere Adorno al observar que «no es porque sí que el nuevo tono sentimental del violín se cuente entre las grandes innovaciones de la era de Descartes».16 A partir de Adorno, Fredric Jameson comenta que «a lo largo de su prolongado ascendiente, efectivamente, el violín mantiene esta estrecha identificación con el nacimiento de la subjetividad individual».17 Adorno se refería al período a partir del siglo XVII, pero sus palabras sirven también para la identificación de la trompeta con la emergencia de la conciencia de la América negra en el siglo xx, desde Louis Armstrong hasta Miles Davis. De la década de 1940 en adelante dicha identificación ha sido retada y complementada por el saxofón. Según Ornette Coleman, «lo mejor que han dicho los negros sobre su alma lo han dicho en un saxo tenor».18

Aunque aquí Coleman está distinguiendo principalmente entre saxofón alto y saxofón tenor, su afirmación también es válida para una distinción más amplia entre el tenor y otros medios de expresión: literatura, pintura. Es importante, puesto que de la mano de la capacidad del jazz para absorber la historia que le rodea va también su capacidad para elevar a la categoría de genios a quienes de otro modo carecerían de un medio para expresarse. El jazz, como observa Eric Hobsbawm, «ha sabido nutrirse de una reserva de artistas potenciales mayor que la de ningún otro arte de nuestro siglo».19 Ellington era un pintor de talento, pero muchos de los otros grandes del jazz basaban su obra precisamente en las cualidades e idiosincrasias que les habrían impedido progresar en otras artes. Todos los rasgos que convirtieron la música de Mingus en algo impredecible y salvaje hicieron su autobiografía, Menos que un perro, descuidada, tonta. Mingus no tenía nada de oficinista, y todos los escritores necesitan un poco de la mezquindad del oficinista, de la diligencia del corrector. «Louis Armstrong sin su trompeta es un hombre bastante limitado —apunta Hobsbawm—. Con ella habla con la precisión y la compasión del ángel de la guarda».20 ¿En qué otra disciplina artística podría haber alcanzado un hombre como Art Pepper tanta belleza?

La mención de Pepper viene al caso porque nos recuerda que el jazz, aunque lo sea mayoritariamente, no es un medio de expresión exclusivo de la experiencia negra (tal y como indica el título de Ellington Black, Brown and Beige, la historia de la América negra está indisolublemente ligada a la de la América blanca; el movimiento Nacionalista Negro fue la prueba en negativo). El director de orquesta blanca Stan Kenton amplió todavía más el alcance del debate al escuchar en el jazz el potencial para expresar el alma atormentada de la época: «Creo que tal vez hoy la raza humana esté pasando por cosas que nunca había experimentado, tipos de frustración nerviosa y desarrollo emocional truncado que la música tradicional es absolutamente incapaz no solo de satisfacer, sino de expresar. Por eso creo que el jazz es la nueva música, que apareció justo a tiempo».21

Y si las palabras de Kenton pueden parecemos interesadas —un anuncio tácito de su música— podemos recurrir en su defecto a una figura de considerable autoridad sin ningún interés material en la música. En 1964 el doctor Martin Luther King Jr. pronunció el discurso inaugural del Festival de Jazz de Berlín, recordando con su presencia el paralelismo entre la lucha de los negros en favor de los derechos civiles y la lucha de los músicos de jazz para que su arte se reconociera como tal. En su discurso King destacó el papel desempeñado por la música al articular los sufrimientos, las esperanzas y las alegrías de la experiencia negra mucho antes de que escritores y poetas se ocuparan de ello. El jazz no solo era una pieza clave de la vivencia de los negros, continuó, sino que «la lucha particular del negro en América guarda gran afinidad con la lucha universal del hombre moderno».

Se trata de una conexión vital; y una vez establecida, el jazz deviene un medio representativo no solo de un pueblo, sino implícitamente, de un siglo, un medio que expresa no solo la situación del norteamericano negro, sino de la historia.

Pero hermoso - Un libro de jazz
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