Apéndice

con fantasía de variantes donde el autor, al despedirse, rescata de la papelera los pocos restos de un capítulo suprimido y los propone al lector como ejercicio mental y juego epistemológico, con anexa licencia de entrada en las barreras entre ciencia, superstición y absurdo ...Bajo la bandera de la In-conclusión, musa superviviente de la Ficción.

Dejándose adelantar por un Tipo blanco:

—Sin embargo —bromeó Curro, pero a mí me entró la sospecha de que no bromeaba —, la había copiado yo mismo a la perfección: caligrafía, estilo, giros mentales ...Un Medardo de dieciocho quilates. Apuesto que te la habrías creído a la entrada de la ciudad, parados delante de un semáforo:

—Ese libro tuyo —se lamentó Curro-o. Por lo menos podías haber cambiado mi nombre. Menos mal que mi mujer sólo lee Novella Duemila ...

En la puerta de casa, con un pie entre las hojas para impedir que cerrara: —y si aquel guardaespaldas —supuso Curro— se hubiera quedado en las Villas, aquella noche. ¿Y si fuera él el incendiario, el ladrón con peluca? ¿O el asesino, incluso?

Subiendo las escaleras:

—La otra Agatha —insinuó Curro— se las ingenió con mayor brío. ¿Te acuerdas del Asesinato de Rogelio Ackroyd, donde el culpable es el narrador?

Desnudándose:

—Pensándolo bien —observó Curro— con ese libro tuyo que se vende tanto, quien más ha ganado has sido tú.

Vistiéndose:

—¿Qué? —me preguntó Curró—. ¿Ha ido mejor esta vez?

—Cómo no —mentí calurosamente.

Ya había salido, me llamó por el portero automático:

—Me olvidaba, ha aparecido otra carta más. Estaba en la caja fuerte. Dice el notario que ...No entendí el resto, pasaba un autobús.