XI. PAISAJE MARINO CON FIGURAS

A las «Descontentas» regresé unos meses después, en compañía de Curro.

Nos encontramos por casualidad, un sábado desapacible, en la calle Gesu, Giuseppe y Maria, en el vernissage de los Sudarios, delante de la misma sábana embadurnada: yo ocupada en descifrar su título en el folleto en colores; él con la nariz arrugada, gruñendo sottovoce:

—¡Aquí hace falta una lavandería!

Inmediatamente apareció Amos, irreconocible, él que parecía tan indiferente a la gloria, y atosigándonos con gestos de servil felicidad, nos secuestró hasta un bufet de pastas saladas y cinzanos. Allí abrazos y besos de Dafne y discusión de si era más válido el lino Menstruación de Adele o el madapolán Extremaunción, con certificado anexo de auténticos sudores mortales ... Cuando después llegó Cipriana, todavía enlutada pero del brazo de su antiguo gorila, y vimos a Su Deidad Matilde Garro caminar majestuosamente entre dos alas de loca devota, y aparecer detrás de ella a Lietta, seguida por Nisticò, ya con la conspicua barriguita debajo de las mallas color salmón ... , cuando volvimos a oír la voz de Ghigo, invisible en el centro de un ruidoso grupo, proferir un despropósito ... , bueno, no nos pareció conveniente adentrarnos en el reencuentro de viejos compañeros de curso y, los dos bajo el único paraguas, escapamos.

A los pies del ascensor, al despedirse como si nada, sin una explicación por el prolongado silencio, Curro me invita a pasar el domingo juntos y yo le digo que sí, proponiéndole como meta la playa de nuestro único encuentro. No sólo para ir a recoger algún objeto olvidado en el frenesí de la partida, sino porque creo que yo desmejoraría en un marco diferente: hasta tal punto cualquier gesto o palabra se alimenta en mí de una sufrida y melancólica vanidad.

Hechos nuevos, en el ínterin, habían ocurrido muchos. Había sabido por los periódicos que Curro estaba casado, con hijos. No es que me importara ... , pero lloré toda la noche. Como decía mi madre, tengo una cara hecha aposta para llorar. Con ello cerré mentalmente el caso, que, por otra parte, al no escribirme ni telefonearme, él

demostraba haber querido cerrar sin certificación de buen servicio antes todavía que yo.

—Aquí hace falta una lavandería!