Me gustaría comenzar con ideas muy simples, que, como generalmente ocurre, son difíciles de comprender por lo simples. Me gustaría comenzar con el problema del control. Hay dos clases de control. Uno es el control que viene desde afuera. Yo soy controlado por otros, por órdenes, por el ambiente, etc., y el otro es el control interno o propio de cada organismo, de mi propia naturaleza.

¿Qué es un organismo? Llamamos organismo a cualquier cosa viviente que tiene órganos y una organización y que además tiene mecanismos de autoregulación dentro de sí misma. Un organismo no es independiente de su ambiente. Todo organismo requiere de un ambiente para intercambiar sustancias esenciales. Necesitamos del ambiente físico para intercambiar aire, alimentos, etc. Necesitamos del ambiente social para intercambiar amistad, amor, rabia. Pero dentro del organismo hay un sistema increíblemente sutil. Cada una de las células que somos tiene mensajes propios que envía al organismo total, y el organismo total se preocupa de las necesidades de las células y de cualquier cosa que debe ser hecha para las diferentes partes del organismo.

Ahora bien, debemos considerar en primer término que el organismo funciona como un todo. No es que tengamos un hígado y un corazón. Somos un corazón y un cerebro, etc., y aun esto es erróneo. No somos una suma de partes, sino una coordinación -una coordinación muy sutil de todos estos pedacitos diferentes que constituyen un organismo.

Los filósofos antiguos siempre pensaron que el mundo era la suma de partículas. Ustedes saben que esto no es cierto. Comenzamos siendo una sola célula. Esta célula se diferencia en varias células y en órganos que tienen funciones específicas y diferentes y, por supuesto, las necesidades específicas de cada uno.

Así llegamos a la definición de salud. Salud es un equilibrio, la coordinación de lo que somos. Noten que hago hincapié en la palabra somos, porque desde el momento en que decimos que tenemos un organismo o que tenemos un cuerpo, introducimos una escisión, una división: es como si hubiera un yo en posesión del cuerpo y del organismo. Somos un cuerpo, somos alguien. "Yo soy alguien", "Yo soy nadie". La cuestión está más bien en ser que en tener. Por esto llamamos a nuestro enfoque el enfoque existencial. Existimos como un organismo, como una almeja, como un animal, etc., y nos relacionamos con el mundo externo tal como cualquier organismo de la naturaleza. Fue Kurt Goldstein quien primero introdujo el concepto del organismo como un todo, rompiendo con la tradición médica de que tenemos un hígado, que tenemos esto y aquello y que todos estos órganos pueden ser estudiados por separado. Se aproxima bastante a la realidad, pero la realidad es más bien lo que se llama el aspecto ecológico. No se puede separar un organismo del ambiente. Una planta fuera de su ambiente no puede sobrevivir, como tampoco un ser humano fuera de su ambiente, si se le priva de oxígeno y alimentos, etc. Tenemos que considerar siempre al segmento del mundo en que vivimos como parte nuestra. A donde vayamos llevamos una especie de mundo con nosotros.

Ahora bien, si esto es así, comenzamos lentamente a comprender que las personas y los organismos pueden comunicarse entre sí, y hablamos de Mitwelt: el mundo en común que tenemos con la otra persona. Ustedes hablan cierto lenguaje, tienen ciertas actitudes, cierta conducta, y estos mundos en cierta manera se superponen. Y en esta área en que se superponen se hace posible la comunicación. Ustedes se han fijado que cuando dos personas recién se conocen y comienzan el juego del encuentro, una dice: "¿Cómo está usted?", "¡Qué bonito está el día!", y la otra contesta alguna otra cosa. Así comienza la búsqueda del interés común o del mundo en común donde tienen intereses posibles, comunicación y acercamiento, donde súbitamente del tú y del yo pasan al nosotros. Así llegamos a un fenómeno nuevo, el nosotros es diferente del tú y del yo. El nosotros no existe, consiste en el yo y el tú, un límite siempre cambiante en que dos personas se encuentran. Y cuando nos encontramos ahí, entonces yo cambio y tú cambias, mediante el proceso del encuentro entre ambos, excepto -y tenemos mucho que hablar de esto- si las dos personas tienen carácter. Al tener carácter, tenemos un sistema rígido. La conducta se petrifica y perdemos nuestra habilidad para enfrentarnos libremente con el mundo, con todos nuestros recursos; nos hacemos predecibles. Estamos predeterminados únicamente a afrontar los acontecimientos de un solo modo, a saber, del modo como lo predice y lo programa el carácter. Parece paradójico afirmar que la persona más rica, más productiva, es una persona que no tiene carácter. En nuestra sociedad exigimos a la persona el tener un carácter y especialmente un buen carácter, porque así es predecible y podremos ganársela.

Ahora hablemos un poco más acerca de la relación del organismo con su ambiente; aquí introducimos la noción de los límites del ego. Un límite define a una cosa. Ahora bien, una cosa tiene sus límites, se define por sus límites en relación al ambiente. En sí misma una cosa ocupa cierta cantidad de espacio. Tal vez no mucho. Tal vez quisiera ocupar más espacio, tal vez menos espacio -tal vez no está satisfecha con su tamaño. Nuevamente introducimos otro concepto, el deseo de cambiar, basado en el fenómeno de la insatisfacción. Cada vez que usted se quiera cambiar a sí mismo, o cambiar el ambiente, al fondo de todo está la insatisfacción.

El límite entre organismo y ambiente se vivencia en nosotros más o menos en términos de lo que está adentro de nuestro pellejo y de lo que está afuera, pero esto es muy impreciso. Por ejemplo, en el momento en que respiramos, ¿el aire que penetra en los pulmones es parte del mundo exterior o es parte de nosotros? Si comemos algo, lo ingerimos, pero podemos vomitarlo, ¿así es que dónde comienza uno y dónde termina lo que pertenece al ambiente? El límite del ego no es algo fijo. Si se hace fijo y rígido, se convierte en un carácter, en una armadura como la de una tortuga. La tortuga tiene límites precisos y nítidos. Nuestra piel es algo menos fija, respira, toca, etc. El fenómeno del límite del ego es algo muy peculiar. Llamamos límite del ego al lugar en que se diferencian "lo propio" y el "sí mismo" (se Jj de "lo otro" (otherness), y en Terapia Gestáltica escribimos propio con "p" minúscula. Conozco muchos sicólogos que escriben propio con "P" mayúscula como si se tratara de una joya de extraordinario valor. Se lanzan tras el descubrimiento de lo propio (selJ) como quien cava en busca de un tesoro. "Sí mismo" no significa nada aparte de ser algo definido por lo otro. "Lo hago yo mismo" significa que soy yo, este organismo, quien lo hace, y no otro.

Ahora bien, los dos fenómenos del límite del ego son la identificación y la alienación. Yo me identifico con mi movimiento: digo que yo muevo mi brazo. Cuando lo veo a usted sentado ahí en cierta postura, no digo "Yo estoy sentado ahí", sino: "Usted está sentado ahí". Hago una distinción entre la experiencia aquí y la experiencia allá, y esta experiencia de identificación tiene varios aspectos. El yo parece ser más precioso que lo otro.

Suele ocurrir que nos identificamos tan intensamente con nuestra profesión que al fracasar en ella sentimos que también se nos ha ido la existencia y lo único que queda es el suicidio. Ustedes recordarán cuántas personas se suicidaron en 1929 porque estaban identificadas con su dinero y sintieron que no valía la pena vivir la vida en cuanto lo perdieron.

Fácilmente nos identificamos con nuestras familias. Si insultan a alguien de nuestra familia, entonces sentimos que nos han insultado a nosotros. Uno se identifica con sus amigos. Los miembros del regimiento 146 de Infantería se sienten mejores que los del 147, y los del 147 se sienten mejores que los del 146. Así, dentro de los límites del ego, hay generalmente cohesión, amor, cooperación; fuera de las fronteras del ego hay sospecha, extrañamiento y falta de familiaridad.

Este límite puede ser movible como hoy en día ocurre en las batallas, donde la frontera se extiende tanto como el alcance de la fuerza aérea. Hasta aquí llega la seguridad, la entereza. Pero también está lo desconocido, el enemigo que está al otro lado del límite. Y cada vez que hay un problema en la frontera, hay un conflicto. Si por el contrario, todo nos parece igual e indistinto, es que no estamos conscientes de la existencia de los límites. Si le damos demasiada importancia a la desigualdad y la disimilitud, nos encontramos con el problema de la hostilidad, del rechazo, del repudio. "Recinto privado", "Quédate fuera de mi territorio", "Aléjate de mi casa, de mi familia, de mi vida", "Aléjate de mis pensamientos". Ya ven ustedes la polaridad de la atracción y el repudio, del apetito y el disgusto. Siempre se está produciendo una polaridad. En el interior del límite hay una sensación de familiaridad, de verdad; fuera del límite hay extrañeza y mal. Adentro todo es bueno, afuera todo es malo. El Dios propio es el Dios de verdad. El otro Dios es el extraño. Mis ideas políticas son sagradas, son mías; la otra convicción política es mala. Si un estado está en guerra, sus propios soldados son unos ángeles y los del enemigo son unos demonios. Nuestros soldados se preocupan de las familias pobres; los otros violan a las mujeres. Así, toda la idea del bien y del mal, de lo verdadero y lo falso, es siempre cuestión de límites, de saber en qué lado estoy.

Quiero darles un par de minutos para digerir, hacer comentarios y ver cuánto hemos andado. Tienen que darme a conocer sus mundos interiores y tienen que salir de sus mundos privados al ambiente que incluye esta plataforma.

Pregunta: Cuando dos personas se enamoran, ¿es que sus propios límites se expanden para incluir al tú en mi propio territorio?

Fritz: Sí, el límite del ego se convierte en un límite de nosotros: yo y tú somos algo separado frente a todo el resto del mundo, y en un éxtasis de amor, el mundo desaparece.

P: Si dos personas están enamoradas, ¿aceptan, o se aceptarían completamente la una a la otra, de modo que las fronteras de sus egos se expandieran para incluir también a otras personas, o incluirían únicamente a la persona con quien tuvieran contacto?

F: Bueno, esta es una pregunta muy interesante y de importancia. La incomprensión de esto lleva a muchas tragedias y catástrofes. Generalmente no amamos a una persona. Esto es muy raro. Amamos cierta característica de esa persona que es idéntica a nuestro comportamiento, o que aporta un complemento, habitualmente alguna cosa que representa un suplemento para nosotros. Pensamos que estamos enamorados de la persona total, cuando de hecho nos disgustan otros aspectos de la persona. Cuando esta persona se comporta de un modo que nos crea disgusto, no decimos: "Esto de ti no me gusta, a pesar de que la otra parte es adorable". Decimos más bien: "Tú no me gustas, vete de mi vida".

P: Pero, Fritz, ¿acaso esto no se aplica también al individuo? ¿Acaso nos incluimos enteros en nuestro territorio personal? ¿No hay cosas en nosotros mismos que nos negamos a incluir dentro de nuestras propias fronteras del ego?

F: Bueno, vamos a hablar de esto cuando lleguemos a la grieta interior, la fragmentación de la personalidad. Desde que se dice: "Yo acepto algo dentro de mí", usted se divide en un yo (1) y un mí mismo (myselJ). En este momento estoy hablando del encuentro total de un organismo, y no estoy hablando de patología. En efecto, deben haber muy pocas personas enteras entre nosotros.

P: ¿Y qué pasa en la situación inversa de odio y cólera intensa? ¿Es que esto tiende a retroceder el territorio del ego de tal suerte que el odio de una persona por otra pueda absorber su vida entera?

F: No. El odio es función de echar a alguien a patadas de nuestro territorio con algún fin. El término que usamos en siquiatría existencial es alienación, desposesión. Alienamos a una persona si la existencia de ésta es un peligro para nosotros. Queremos aniquilar a esta persona. Pero es definitivamente una exclusión de nuestros límites, de nosotros mismos.

P: Bueno, eso lo entiendo. Lo que estoy tratando de entender es lo que ese tipo de situación intensa, de compromiso intenso, hace en tér minos de territorio del ego. ¿Tiende a empequeñecerlo o tiende a hacerlo más rígido?

F: Sí, decididamente, lo hace más rígido. Dejemos esta pregunta para cuando hablemos de las proyecciones. Este es un caso especial en patología, el hecho de que en última instancia únicamente nos amamos a nosotros mismos, como también nos odiamos a nosotros mismos. El que encontremos esta cosa amada u odiada dentro o fuera de nosotros mismos tiene que ver con quiebres en nuestros límites.

P: Fritz, usted mencionó la polaridad de la atracción y del disgusto; sin embargo, es posible sentir ambas cosas hacia la misma persona, lo que, a mí entender, crea un conflicto.

F: Estoy hablando exactamente de esto. Uno no es atraído hacia una persona, tampoco a uno le disgusta una persona. Si miramos más de cerca, veremos que nos atrae cierto comportamiento o cierta parte de la persona, y si por casualidad encuentran en la misma persona tanto lo amado como lo odiado -nos referimos a ello como a una cosa-, entonces la cosa se pone difícil. Es mucho más fácil que le caiga mal una persona y le guste otra. En un momento encontramos que se odia a esta persona y en otro momento amamos a la misma persona, pero si el amor y el odio vienen juntos, entonces uno se confunde. Esto tiene mucho que ver con la ley básica que dice: la gestalt está de tal modo formada que únicamente una figura, un solo objeto, puede aparecer en primer plano a la vez. Podemos pensar solamente en una sola cosa a la vez y cuando dos figuras opuestas o diferentes se superponen, nos confundimos, nos partimos y fragmentamos, nos hacemos pedazos.

Ya puedo ver hacia dónde va esta pregunta. Ya están llegando al punto donde comienzan a entender lo que ocurre en patología. Si algunos pensamientos, sentimientos, nos son inaceptables, entonces queremos deshacernos de ellos. "¿Querer matarte yo a ti?". Nos deshacemos del pensamiento asesino y decimos: "Ese no soy yo, eso es una compulsión", o quitamos sencillamente la idea de matar o la reprimimos y nos enceguecemos. Hay muchas maneras de mantenerse intacto, pero siempre al precio de deshacernos de muchísimas partes valiosas de nosotros mismos. El hecho de que vivamos únicamente con un porcentaje tan bajo de nuestras potencialidades se debe a que no estamos dispuestos a aceptarnos a nosotros mismos, a ti, a aquel organismo que somos por nacimiento, constitución, etc. No nos permitimos -o no se nos permite ser enteramente nosotros. Así resulta que el límite del ego se compri me más y más. Nuestra habilidad para afrontar el mundo disminuye más y más, se hace más rígida, más de acuerdo a como lo prescribe nuestro carácter, nuestra forma de actuar preconcebida.

P: ¿Hay fluctuaciones en la frontera del ego que pudieran ser determinadas por ritmos cíclicos? Tal como una flor que se abre y cierra -abre- cierra.

F: Sí, muchas.

P: La palabra "apretado" (uptight) ¿significa encoger?

F: No. Esto significa compresión.

P: En una experiencia con drogas que es lo opuesto, en que los límites del ego...

F: Donde no pierde los límites del ego.

P: ... en términos de tu teoría, ¿esto sería una explosión?

F: Expansión, no explosión. Una explosión es bastante diferente. El límite del ego es un fenómeno completamente natural. Ahora les daré algunos ejemplos de fronteras del ego, algo que nos concierne bastante a todos. Este límite, este límite de identificación-alienación, al que prefiero llamar fronteras del ego, concierne a todas las situaciones de la vida. Ahora, supongamos que ustedes están a favor de que los negros también son seres humanos como nosotros. Entonces nos identificamos con ellos. ¿Dónde queda la frontera? La frontera desaparece entre usted y el negro, aparecerá entre usted y el que no es parte del movimiento de liberación de los negros; ellos son los carajos, los tipos malos.

Nos fabricamos una nueva frontera, y creo que no hay posibilidad que alguna vez vivamos sin fronteras. Siempre se dirá: "Yo estoy en el lado bueno de la frontera, tú estás al lado malo", o nosotros lo estamos, en el caso que tuviéramos aptitudes para un rebaño. Ustedes notarán que cualquier sociedad o comunidad forma rápidamente sus propias divisiones: los Meyer son mejores siempre que los Miller, y los Miller son mejores que los Meyer. Y mientras más cercanas las defensas de las fronteras, más altas son las probabilidades de guerra y hostilidad. Encontramos que siempre las guerras comienzan en las fronteras. Los hindúes y los chinos tienen más probabilidades de tener guerra entre sí que los finlandeses y los hindúes. Porque normalmente no hay un límite entre éstos, a menos que se fabrique uno ideológico. O somos todos comunistas y estamos en la verdad, o somos todos capitalistas y somos nosotros los que estamos en la verdad. Ustedes son los malos y no nosotros. Rara vez miramos el común denominador, lo que tenemos en común. Más bien miramos hacia aquello en que somos diferentes, de modo que podamos odiarnos y matarnos los unos a los otros.

P: ¿Cree que es posible que uno se pudiera integrar en tal grado que la personase hiciera totalmente objetivay no se comprometiera con nada?

F: Yo personalmente creo que la objetividad no existe. La objetividad de la ciencia es únicamente una cuestión de acuerdo mutuo. Cierto número de personas observa un fenómeno y habla de un criterio objetivo. Sin embargo, fue del lado científico de donde vino la primera prueba de la subjetividad. Ésta provino de Einstein. Einstein se dio cuenta de la imposibilidad de que todos los fenómenos del universo fuesen objetivos, porque la observación y su velocidad dentro del sistema nervioso tienen que ser incluidas en el cálculo del fenómeno externo. Vistas en perspectiva, las cosas parecen ser más objetivas, más balanceadas. Pero, aun en ese caso, es uno como sujeto quien ve la cosa. En realidad no tenemos mucha idea de cómo se ve el universo. Tenemos únicamente algunos órganos sensoriales, ojos, oídos, tacto y las elongaciones de estos órganos: telescopios y computadoras. Pero, ¿sabemos algo de otros organismos, qué sentidos tienen ellos, qué clase de mundo tienen? Nosotros damos por sentada la elegancia de los seres humanos, que nuestro mundo -tal como lo vemos nosotros- es el único verdadero.

P: Fritz, quisiera volver de nuevo a las fronteras del ego, porque cuando uno se está vivenciando a sí mismo, cuando está experimentando un estado expandido de conciencia, entonces la sensación de separación parece desintegrarse o deshacerse. Y en este punto parecería que uno está completamente absorbido por el proceso en transcurso. En este punto parece como que no hay límites del ego, excepto un reflejo del proceso de lo que está ocurriendo. No entiendo eso en relación con tu concepto de límites del ego.

F: Sí, este es más o menos el próximo tema que quería abordar. Hay una especie de integración y sé que esto no está bien formulado -entre lo subjetivo y lo objetivo. Esta es la idea de "el darse cuenta" (awareness)5. El darse cuenta es siempre una experiencia subjetiva.

Es imposible que yo esté dándome cuenta de lo que usted se está dando cuenta. La idea Zen de un "darse cuenta" absoluto, en mi opinión, no tiene sentido. El darse cuenta absoluto no puede existir porque, al menos como yo lo entiendo, el "awareness" siempre tiene un contenido. Uno está siempre dándose cuenta de algo. Si digo que estoy "dándome cuenta" de nada, se verá que si uno lo examina en más detalle, tiene un carácter muy positivo como adormecimiento, frialdad o una brecha; incluso cuando se habla de una experiencia sicodélica, hay un "darse cuenta" de algo.

Demos un paso más y miremos la relación del mundo con lo propio. ¿Qué nos hace interesarnos en el mundo? ¿Cómo no puedo vivir y funcionar tal como un organismo autístico, completamente autocontenido? Ahora bien, un objeto como un cenicero no es un tipo de organismo que se relaciona. Necesita de muy poco para existir. Primero, temperatura. Si colocamos el cenicero a 4.000 grados centígrados, tenemos un ambiente en que no va a poder retener su identidad. También requiere de cierta fuerza de gravedad. Si le aplicamos 40.000 libras de presión, se hará pedazos. Pero podemos, con fines prácticos, decir que esta cosa es contenida en sí misma, que no necesita de intercambio con el ambiente. Existe para ser usada por nosotros como recipiente de cigarrillos, para ser limpiada, vendida.

Un organismo vivo es un organismo que consiste de miles y miles de procesos que requieren de intercambio con otros medios fuera del límite del organismo. Aquí en el cenicero también hay procesos. Los hay de naturaleza electrónica, atómicos, pero para los fines de nosotros aquí, éstos son invisibles, no son importantes para su existencia. Pero para un organismo vivo, el territorio del ego debe ser negociado porque afuera hay algo que se necesita.

Hay alimentos allá afuera: yo quiero esta comida, quiero hacerla mía, igual a mí. Me tiene que gustar esta comida. Si no me gusta, si es desigual a mí, no la pruebo, la dejo fuera de la frontera. Algo tiene que ocurrir para atravesar esta frontera, y esto es lo que llamamos contacto. Tocamos, nos contactamos, extendemos nuestra frontera hasta la cosa en cuestión. Si somos rígidos y no nos podemos mover, entonces se mantiene ahí. Cuando vivimos, gastamos energías, necesitamos energías para mantener esta máquina. Este proceso de intercambio se llama metabolismo. Tanto el metabolismo del intercambio de nuestro organismo con el ambiente como el metabolismo dentro de nuestro organismo, transcurren continuamente de día y de noche.

Ahora bien, ¿cuáles son las leyes del metabolismo? Son leyes muy estrictas. Imaginémonos que paseamos por el desierto y hace mucho calor. Pierdo, digamos, medio litro de líquido. ¿Cómo me doy cuenta de esto? En primer lugar, por la "sed", que es el "autodarse cuenta" del fenómeno. Segundo, súbitamente, en este mundo general indiferenciado, algo emerge como una gestalt, como una figura contra un fondo, un pozo de agua o una bomba de agua, cualquier cosa con más de medio litro de agua. El medio litro de déficit en nuestro organismo más el medio litro del mundo pueden equilibrarse. Desde el momento en que el medio litro entra al sistema, logramos un balance más/menos agua, que resulta en un equilibrio. Descansamos cuando la situación se concluye, la gestalt se cierra. Lo que nos urgía a movernos a hacer algo, el caminar tantos kilómetros para llegar al lugar, ha cumplido su cometido.

Esta situación ahora está cerrada y la próxima situación inconclusa puede tomar su lugar, lo que significa que nuestra vida es básicamente nada más que una serie de situaciones inconclusas, gestalts incompletas. No hemos terminado una situación cuando surge otra.

Varias veces he sido llamado el fundador de la Terapia Gestáltica. Estas son pamplinas. Si se me llama el descubridor o el redescubridor de la Terapia Gestáltica, bien. La Gestalt es tan antigua y vieja como el mundo mismo. El mundo, y en especial cada organismo, se mantiene a sí mismo y la única ley constante es la formación de las gestalts-enteras, totalidades. Una gestalt es una función orgánica. Una gestalt es una unidad experiencia) última. Tan pronto como se rompe una gestalt, ésta ya no existe más. Tomemos un ejemplo de la química. Sabemos que el agua tiene cierta composición. Es H20. De modo que si alteramos la gestalt del agua, ésta ya no existe como tal. La disociamos en dos H y un O, es hidrógeno y oxígeno, y si tenemos sed podemos respirar tanto cuanto queramos de hidrógeno y de oxígeno, pero no se nos pasará la sed. La gestalt es el fenómeno vivenciado. Si lo analizamos y lo dividimos más, se convierte en otra cosa. Lo podrán llamar una unidad, como ser volt en electricidad o erg en mecánica, etc.

La Terapia Gestáltica es hoy día -creo- una de las tres terapias existenciales: la Logoterapia de Frankl, la Terapia del Daseins de Binswanger y la Terapia Gestáltica. Lo importante es que la Terapia Gestáltica es la primera filosofía existencial que se sostiene por sus propios pies. Yo distingo tres tipos de filosofía. Una de ellas es el "sobre-ismo" (aboutism), en que se habla y se habla "sobre" y "acerca de" las cosas sin jamás llegar a entenderlas o sentirlas de verdad. La experiencia científica en que se da vueltas y vueltas al asunto sin llegar jamás a la médula. La segunda filosofía yo la llamo el "debe-ismo" (shouldism). Moralismo. "Debieras ser así o asá", "Debieras tratar de cambiar", "No debiste hacer esto". Cien mil órdenes, mas ninguna consideración sobre el aguante que esta persona efectivamente tiene para acatar tantísimas órdenes. Y más aún, la mayoría de la gente cree que este "tú debes hacer esto, tú debes cambiar, tú debes etc.", es una fórmula mágica que va a dar algún resultado.

La tercera filosofía yo la llamo "existencialismo". El existencialismo quiere desprenderse de los conceptos y trabajar con los principios del "darse cuenta", en la fenomenología. El defecto de las filosofías existenciales actuales es que necesitan apoyo de otras fuentes. Los existencialistas dicen de sí que no son conceptuales, pero si miramos a su gente veremos que todos toman prestados conceptos de otras fuentes. Buber del judaísmo, Tillich del protestantismo, Sartre del socialismo, Heidegger del lenguaje, Binswanger del sicoanálisis. La Terapia Gestáltica es una filosofía que intenta estar en armonía, en línea, con todo lo demás, con la medicina, con la ciencia, con el universo, con lo que es. La Terapia Gestáltica tiene su apoyo en su propia formación, porque la formación Gestáltica -la aparición de las necesidades- es un fenómeno biológico primario.

Estamos dejando a un lado la teoría de los instintos y considerando al organismo simplemente como un sistema en equilibrio y que debe funcionar adecuadamente. En la práctica tenemos dentro de nosotros mismos cientos de situaciones inconclusas. ¿Cómo es que no estamos completamente confusos y deseosos por salir disparados en todas direcciones? Y esta es otra ley que he descubierto. Desde el punto de vista de la supervivencia, la situación más urgente es la que se convierte en el controlador, el director, en la que toma las cosas a su cargo. La situación más urgente surge, y en el caso de una emergencia, uno se da cuenta que ésta tiene preeminencia sobre cualquier otra actividad. Si súbitamente estallara un incendio aquí, el fuego sería más importante que nuestras conversaciones. Si uno corre y corre arrancando del fuego, de pronto uno se sentiría sin aliento. Uno se detiene y respira porque ésta es ahora la cosa más importante.

Así llegamos a lo que considero el fenómeno más importante e interesante de toda la patología: la autoregulación versus la regulación externa. La anarquía, generalmente temida por los controladores, no es una anarquía carente de significado. Por el contrario. Significa que el organismo es dejado solo para cuidarse a sí mismo sin interferencias externas. Y creo que entender esto es una gran cosa: el "darse cuenta" per se por y de sí mismo- puede ser curativo. Porque con un awareness pleno uno se da cuenta de esta autoregulación organísmica, uno puede permitir que el organismo se haga cargo sin interferir, sin interrumpir; podemos fiarnos de la sabiduría del organismo. En contraste con todo esto, está la patología de la automanipulación, control del ambiente y todo lo demás, que interfiere con este sutil autocontrol organísmico.

El manejo que hacemos de nosotros mismos, por lo general, es dignificado con la palabra "conciencia". En la antigüedad se pensaba que la conciencia era un don de Dios. Incluso Immanuel Kant pensaba que la conciencia equivalía a la estrella eterna, como uno de los dos absolutos. Luego vino Freud y mostró que la conciencia no es más que una fantasía, una introyección, la continuación de lo que él creyó eran los padres. Yo creo que es una proyección hacia los padres. Pero esto no importa. Algunos creen que más bien es una introyección, una institución llamada el superego, quien quiere tomar el control. Si esto fuera así, ¿cómo es que este programa no funciona? ¿Cómo es que cuando nos proponemos ser buenos o hacer esto o aquello, no nos resulta? El refrán que dice "el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones" se verifica una y otra vez. Cualquier intención dirigida hacia un cambio va a conseguir lo opuesto. Ustedes conocen todo esto. Los buenos propósitos de Año Nuevo, la desesperación de tratar de ser diferentes, los intentos de controlarnos. Todo esto queda en nada, o en casos extremos, la persona aparentemente tiene éxito hasta el punto en que viene la crisis nerviosa. El último escape.

Si estamos dispuestos a quedarnos en el centro de nuestro mundo y no situar el centro en nuestra computadora o en alguna otra parte, sino que realmente donde está el centro, entonces somos ambidextros, vemos los dos polos en cada acontecimiento. Sabemos que la luz no puede existir sin la oscuridad. Si hay similitud, uno ya no puede darse cuenta. Si siempre hay luz, uno ya no vivencia la luz. Tiene que estar presente el ritmo de luz y oscuridad. Derecha no existe sin izquierda. Si pierdo mi brazo derecho, mi centro se desplaza hacia la izquierda. Si es que hay un superego, también debe haber un infraego. Nuevamente Freud dejó el asunto a medias. Él vio al "perro de arriba"6, al superego, pero dejó afuera al "perro de abajo", que es tan real como el "perro de arriba". Y si avanzamos un paso más y examinamos a los dos payasos, como yo los llamo, representando el juego de la autotortura en el escenario de nuestra fantasía, entonces encontramos dos personajes así:

El perro de arriba generalmente es lleno de virtudes, ejemplar y au toritario; siempre tiene la razón. A veces tiene la razón, pero siempre es impecable. El perro de arriba es un matón y funciona con "Tú debieras" y "Tú no debieras". El perro de arriba maneja con exigencias y amenazas de catástrofes tales como "Si no accedes, entonces no serás querido no te irás al cielo, te morirás", y cosas por el estilo.

El perro de abajo maneja siendo defensivo, apologético, adulador, haciéndose el bebé llorón, etc. El perro de abajo no tiene fuerza. El perro de abajo trabaja así: "Mañana"', "Haré todo lo posible", "Mira, lo he intentado miles de veces, pero no es culpa mía si no me resulta", "Lo siento, pero no puedo evitar que se me olvide el día de tu cumpleaños", "Tengo tan buenas intenciones". El perro de abajo es hábil y astuto y por lo general saca la mejor parte del perro de arriba porque no es tan primitivo como éste. De modo que el perro de arriba y el perro de abajo luchan por el control. Como todo padre e hijo luchan entre sí para conseguir el control. La persona se fragmenta en controlador y controlado. Este conflicto interior, la lucha entre el perro de arriba y el perro de abajo, nunca es completo, no se resuelve en definitiva porque ambos luchan por sus vidas.

Esta es la base del famoso juego de la autotortura. Generalmente damos por sentado que el perro de arriba tiene razón, y en muchos casos el perro de arriba hace exigencias de un perfeccionismo imposible de cumplir. Si tienen la maldición del perfeccionismo, entonces están embromados. Este ideal es una regla de medida que siempre les dará la oportunidad de intimidarse, de disminuirse uno mismo y de disminuir a los demás, dado que este ideal es una imposibilidad, uno nunca puede llegar a vivirlo. El perfeccionista no está enamorado de su mujer. Está enamorado de un ideal y le exige a su mujer que llene sus expectativas en el lecho de Procusto, y la culpa será de ella si no llega a calzar bien. Él jamás va a revelar en qué consiste exactamente este ideal.

De vez en cuando dará algunas indicaciones, pero lo esencial del ideal es que es absolutamente imposible de alcanzar y da una buena oportunidad para controlar y dar azotes. Hace unos días conversaba con una amiga y le dije: "Por favor, métete esto en el mate: las equivocaciones no son pecados", y no sintió ni la mitad del alivio que yo esperaba. Entonces me di cuenta que si bien ya no es pecado equivocarse, ¿cómo entonces puede ella castigar a otros que cometen faltas? De modo que siempre funcio na en ambos sentidos; si uno lleva consigo este ideal perfeccionista, se tiene una herramienta maravillosa para jugar al adorado juego del neurótico, el juego de la autotortura. No hay fin a la autotortura, los autoreproches, los autocastigos. Se esconden bajo la máscara del "automejoramiento" que nunca resulta.

Si la persona se empeña por llenar las expectativas perfeccionistas del perro de arriba, el resultado es una "crisis nerviosa" o una fuga a la sicosis. Ésta es una de las herramientas del perro de abajo. Una vez que reconocemos la estructura de nuestra conducta, que en el caso del automejoramiento es la división entre el perro de arriba y el perro de abajo, y llegamos a comprender que mediante el escuchar podemos lograr una reconciliación de estos dos payasos belicosos, entonces nos damos cuenta y comprendemos que deliberadamente no podemos producir cambios en nosotros mismos o en otros. Este es un punto decisivo: muchas personas dedican la vida a actualizar un concepto de lo que ellas deben ser, en vez de actualizarse ellas mismas como son. Esta diferencia entre autoactualizarse y actualizar la autoimagen es muy importante. La mayoría de las personas vive únicamente para su imagen. Donde algunas tienen lo propio, la mayoría tiene un vacío, porque están ocupadas proyectándose como si en realidad fueran esto o aquello. Nuevamente la maldición del ideal. La maldición de que uno debe ser lo que no es.

Todo control, incluso el control externo interiorizado -"Tú debes"-, interfiere con el funcionamiento sano del organismo. Hay solamente una cosa que debe ser la que controla: la situación. Si entendemos la situación en que nos encontramos y dejamos que sea ella la que controle nuestros actos, entonces sí que hemos aprendido a encarar la vida. Ustedes saben esto por algunas situaciones como es el conducir un automóvil. No se conduce de acuerdo a un programa "quiero conducir a 100 km/h". Se conduce de acuerdo a la situación. Se conduce diferente de noche, en tráfico o cuando se está cansado. Escuchamos a la situación. Mientras menor sea la confianza que tenemos en nosotros mismos, menor es el contacto con nosotros y el mundo, mayor nuestro deseo de controlar.

P: Me he estado preguntando acerca del test de ondas cerebrales de Joe Kamiya y el asunto del autocontrol. Se coloca en un estado calmado cuando siente irritación. ¿Esto sería evitación?

F: ¿Evitación de qué?

P: La causa de la irritación que está dejando a un lado, colocándose en un estado de ánimo calmado. Supongo que depende de la causa de la irritación que se alivia.

F: Bueno, en parte no te entiendo la pregunta, en parte tú no sabes si tu relato es correcto y yo no sé lo suficiente por lo poco que he entendido. Parecería como que las ondas alfa son idénticas con la autoregulación organísmica, el organismo se hace cargo y actúa espontáneamente en vez de actuar sobre el control. Creo que él describe que mientras trata de controlar algo, las ondas alfas no están presentes. Pero no me gusta hablar de esto, porque no tengo experiencia aún con ese aparato. Espero llegar a verlo. Creo que al fin aparece un embeleco que parece ser muy interesante y posiblemente productivo.

P: Ahora puedo ver cómo al menos algunas funciones orgánicas como ésta del agua y la necesidad de recuperar su pérdida -este proceso de dejar al organismo funcionar- van a operar. Pero ¿y qué pasa cuando llegamos al nivel de las relaciones? ¿Qué ocurre entonces? Entonces parecería como necesaria una discriminación entre lo que es parte del primer plano y lo que no lo es.

F: ¿Puedes darnos un ejemplo?

P: Digamos que estoy en una situación en que hay cuatro o cinco emergencias simultáneas en las cuales yo debiera estar tomando parte y haciendo algo. Entonces viene lo que yo llamo discriminación. Una u otra es más importante que las demás. Y no me es fácil visualizar cómo un organismo toma una decisión de este tipo o cómo decide que necesita agua.

F: Ya. El organismo no toma decisiones. Las decisiones son instituciones creadas por los hombres. El organismo siempre trabaja sobre la base de preferencias.

P: Creí entenderte que era un sentir la necesidad.

F: Lo primario es la necesidad. Sin necesidades, no harías nada. Si no necesitaras oxígeno, no respirarías.

P: Bueno, quise decir que la necesidad más apremiante es la que debemos entender.

F: Claro, la necesidad más apremiante. Y si hablas de cinco emergencias, yo diría que ninguna es una verdadera emergencia, puesto que si así lo fuera, emergería y no habría lugar a decisiones o a computación. Esta emergencia se haría cargo de la situación. Nuestra relación con esta emergencia, con el mundo, es igual que en la pintura. Tenemos una figura blanca. Enseguida hacen algunas manchas en la tela y súbitamente surge el momento de recentrar. Súbitamente la tela nos hace exigencias y uno se convierte en el sirviente. Es como si uno dijera: "¿Qué es lo que esta cosa quiere?", "¿Dónde quiere un poco de rojo?", "¿Dónde quiere un poco de equilibrio?". Excepto que uno no hace preguntas, solamente responde.

Ahora me gustaría hablar acerca de la diferenciación entre ganancia final (endgain) y medios mediante los cuales. La ganancia final siempre está determinada por la necesidad. La elección libre está en los medios mediante los cuales. Digamos que tengo que enviar un mensaje a Nueva York. Esto es lo fijo, la ganancia final. El medio mediante el cual envío el mensaje es de importancia secundaria -si lo mando por cable, por boca, por carta o por telepatía si creen en ella. A pesar de la tesis de McLuhan: "El medio es el mensaje", yo sostengo que el fin u objetivo es la cosa primordial. Por ejemplo en el sexo, la ganancia final es el orgasmo. Los medios mediante los cuales se consigue esto pueden ser muy diversos. Reconociendo esto, el siquiatra suizo Medard Boss ha curado a homosexuales. Logrando que el paciente acepte plenamente su homosexualidad como uno de los medios para conseguir su satisfacción orgánica, su ganancia final, en este caso el orgasmo, tuvo la posibilidad de cambiar los medios mediante los cuales. Todas las perversiones son variaciones de los medios mediante los cuales, y lo mismo puede aplicarse a cualquiera de las necesidades básicas. Si quieren comer, la ganancia final es conseguir suficientes calorías para incorporar al organismo. En este caso, los medios pueden diferir desde los muy primitivos, como comer maní, hasta la experiencia discriminatoria del gourmet. Mientras mejor sea nuestra comprensión de esto, mejor resulta nuestra selección de los medios, y llegamos hasta seleccionar todas nuestras necesidades sociales que son medios para los fines organísmicos.

En terapia, este tipo de autoregulación es muy importante, porque lo emergente, lo inconcluso, saldrá a la superficie. No tenemos que cavar, está todo ahí, y se puede mirar de la siguiente manera: desde adentro, alguna figura emerge, surge, viene a la superficie, luego sale al mundo externo, alcanza lo que queremos, vuelve, asimila y recibe. Algo nuevo surge y de nuevo el mismo proceso se repite. Las cosas más curiosas pueden ocurrir. Digamos, por ejemplo, que de repente ven a una mujer lamiendo calcio de la pared, langüeteando el yeso. Es una locura. Entonces resulta que está embarazada y que necesita calcio para los huesos de su bebé, pero no lo sabe. O duerme tranquilamente a través de los Beatles y al menor ruido de un niño, súbitamente se despierta. Ella está alerta para esto. Se podrá retraer de los ruidos más fuertes porque no es motivación gestáltica. Pero el llanto está ahí, así es que el llanto emerge y se convierte en la atracción. Esto es nuevamente la sabiduría del organismo. El organismo lo sabe todo. Nosotros sabemos muy poco.

P: Usted acaba de decir que el organismo sabe todo y nosotros muy poco. ¿Cómo es posible juntar a ambos? Me imagino que no hay dos de ellos.

F: A menudo están partidos, divididos. Pueden estar juntos. Si tuvieras a ambos juntos, serías por lo menos un genio, ya que entonces tal vez tendrías la perspectiva, la sensibilidad y la habilidad como para juntar ambas cosas.

P: ¿Entonces usted colocaría experiencias tales como las llamadas "instintivas" o "intuitivas" entre las experiencias integradas?

F: Sí, la intuición es la inteligencia del organismo. Inteligencia es el todo; el intelecto es la prostituta de la inteligencia -la computadora, el juego de emboque; si esto es así, entonces aquello es asá, todo el razonar por el cual mucha gente reemplaza el ver y oír lo que está ocurriendo. Porque si se está ocupado con la computadora, todas las energías se van en el pensar y ya no se ve más ni se oye más.

P: Esta es una pregunta un tanto contradictoria porque le estoy pidiendo que use palabras. ¿Podría explicar la diferencia entre las palabras y las experiencias? (Fritz baja de la tarima, coloca sus manos sobre los hombros de la mujer que le hizo la pregunta, y le planta un beso. Risas) ¡Muy bien! ¡Eso es suficiente!

F: Yo experimento una palmadita de despedida de ti. (Fritz se palmotea suavemente el hombro devolviéndose a la tarima).

P: Usted habla del autocontrol versus control externo. No estoy seguro de haber entendido. Siento a veces que el control externo es una fantasía, que en realidad lo hace uno mismo.

F: Sí, es cierto, es lo que yo llamo automanejo o autotortura. Ahora bien, esta autorregulación orgánica u organísmica de que hablo, no es cuestión de fantasía, a no ser que el objeto en cuestión no esté ahí. Entonces tenemos una fantasía que, por así decirlo, lo guía a uno hasta que el objeto verdadero aparece y entonces la fantasía del objeto y la realidad se funden y ya no se necesita más de la fantasía. Aún no estoy hablando acerca de la vida de fantasía como tal, como el trabajo de ensayo, etc. Esta es una historia diferente. Estoy hablando de la capacidad del organismo de cuidarse a sí mismo sin intervención externa, sin la mamita que nos diga: "Esto es bueno para tu salud", "Yo sé lo que te conviene", y todo eso.

P: Tú hablaste de control. Si lo que dijiste es así, que el organismo puede cuidarse a sí mismo una vez que la integración está completa y que la autorregulación se hace extensiva a todo el organismo, entonces el control deja de ser un factor externo o interno, es algo que es, y está en operación.

F: Eso es cierto y entonces la esencia del control es que uno comienza a controlar los medios mediante los cuales se obtiene la satisfacción. El procedimiento usual es que no se obtiene satisfacción, únicamente agotamiento.

P: Puedo darme cuenta que lo que dices es cierto: que si continúo computando, voy a detener el ver y el oír. Sin embargo, siempre me vuelve el problema de cómo lograrlo cuando tenga muchas y muchas cosas que hacer durante el día.

F: Un momento. Hay que distinguir, ¿tienes que lograr esas cosas como parte de tus necesidades organísmicas o como parte del rol social que desempeñas?

P: Como parte del rol social.

F: Eso es cuento aparte. Estoy hablando del organismo per se. No estoy hablando de nosotros como seres sociales. No hablo de la seudoexistencia, hablo de la existencia básica natural, el fundamento de nuestro ser. Tú te refieres a la actuación o dramatización que puede ser un medio mediante el cual satisfaces tus necesidades básicas -te dan alimento, etc.-

P: Y sin embargo, sé que hay algo enfermo en esto -al comienzo de cada día, computar, pensar, planear, hacer itinerarios de modo que a tal hora haré esto o aquello. Y hago esto todo el día. Y sé que me corta el oír y ver y sin embargo sigo. Si me quedo con el oír y ver, entonces las otras cosas no se hacen y me confundo completamente.

F: Eso es cierto; ésta es la experiencia que resulta del choque de nuestra existencia social con nuestra existencia biológica: confusión.

P: Bueno, pero entonces me estás dejando con la confusión.

F: Sí, de esto es lo que estoy hablando: el "darse cuenta «per se»". Si nos damos cuenta cada vez que estamos entrando en un estado de confusión, ésta es la terapia. Y nuevamente la naturaleza se hace cargo. Si entendemos esto y nos quedamos con la confusión, la confusión se desenredará por sí sola. Si tratamos de desenredarla, computen para ver cómo se hace. Si me piden a mí una receta de cómo hacerlo, solamente conseguirán agregar más confusión a sus propias producciones.