Primera batalla
Al verse surcando el Mar de la Imaginación junto a Gina, Akira se sintió el niño más afortunado del mundo.
¿Qué otra cosa podía desear?
¡Lo tengo todo!, se dijo.
-¡Akira y Gina se han enamorado! –exclamó Ozú.
Natsuko denegó con la cabeza, preguntándose cómo podía ser tan zoquete aquel erizo.
-¡Pues claro, bobo, salta a la vista!
Ozú se enojó. ¡Natsuko lo trataba como a un soberano idiota!
-¡Déjame en paz, gata presumida!
-Me asombra el amor –intervino Maandag para evitar que siguiesen discutiendo.
La gata y el erizo miraron divertidos a la nube y se les pasó el enfado.
¡Los habitantes de Leeg tenían la capacidad de contagiarte cualquier estado de ánimo!
-El amor es lo más bonito que existe –dijo Natsuko.
¡Ella se había enamorado muchas veces y sabía de lo que hablaba!
-En nuestra isla somos incapaces de sentirlo.
Esa afirmación provocó que Natsuko tuviese un acceso de tos.
-¡Ay, Maandag, qué gracioso eres!
-¿No sentís envidia? ¿O rabia? –preguntó Ozú.
-Nada de eso. El vacío sólo contempla, aunque puede dar cabida a cualquier emoción, si adopta la forma adecuada, excepto al amor…
Oyeron gruñidos.
-Me temo que la guerra ha empezado –dijo Aldo frotándose con preocupación sus largas barbas blancas-. ¡Nos ataca un comando de videojuegos!
Habían aparecido los videojuegos con su aspecto de culebra-látigo, propagándose a una velocidad de vértigo, en línea recta, para formar cuadrados y luego cubos que lo envolvían todo.
Sin tiempo para reaccionar, Akira se vio atrapado, incapaz de moverse. ¡Fue todo tan rápido! ¿Qué les había sucedido a los demás?
¡Los videojuegos eran implacables en el Mar de la Imaginación!
¡Pobre Kaito! Si conociese la verdadera naturaleza de los videojuegos…
Se apoderó de él una emoción desconocida.
Miedo.
Sintiendo que se ahogaba, recordó a los caracoles gigantes de la Plaza de San Marcos. ¡No podían ir a Vladivostok! Estaban apresados en ese cubo sólido como un muro de acero.
También el cocodrilo de padre. Y el dromedario de madre. Y el tiranosaurio y el dragón mensajero. Y la Pizza Fantástica. Y el helado de Beso. ¡Venezia entera!
Vio al vendedor de seguros bajo y gordito. Y a la vendedora de cosméticos feúcha y amargada. Detrás de ellos, Gina, encadenada, llevaba grilletes en los pies. Era su prisionera. ¡La venderían a un circo ambulante para hacer un número de transformismo reduciéndola tanto que ni siquiera se vería al microscopio!
-¡Akira, despierta!
Era la voz de Gina…
Akira abrió los ojos. Las culebras-látigo habían desaparecido. ¡Estaba libre!
-¿Qué ha pasado?
-Maandag ha destruido los videojuegos del comando que nos atacó.
-¡Ha sido una pesadilla! –dijo Natsuko, llorando.
-¡En mi vida me había sentido tan mal! –exclamó Ozú.
Akira se golpeó el pecho, animoso.
-¡Ganaremos esta guerra! ¡Debemos hacerlo por Kaito! –exclamó, poniéndose en pie.