Capítulo 13
―Todo es mi culpa, murió por mi culpa ―le dije a Giselle golpeando la pared―. Mira, estas son las pastillas que tomó. ¡Sabrá Dios de las substancias letales de las que se tratan!
―Dame eso, Alexander. Yo me haré cargo de desaparecerlas. No quiero que haya interrogaciones o más problemas por ello.
Le entregué la bolsita con las píldoras como me pidió.
―Mi indecisión y obscura franqueza por confesarle este estúpido juego que comenzamos desde que nos conocimos tú y yo la orilló a esto… Se fue sin siquiera entender lo que sucedía entre nosotros, ¡qué desgracia!
Giselle se encontraba cabizbaja con el rímel corrido del inconsolable llanto que con dificultad comenzaba a dominar.
―¿Trataste de explicárselo?
―Sí, esta misma tarde le pedí que habláramos. Pensaba explicarle todo a detalle, pero ella me lo impidió, porque no quería saber de problemas, sino que prefería pasar una noche inolvidable a mi lado. Añoraba que fuera como tantas otras que pasamos en lugares maravillosos que visitamos, en donde no nos preocupaba otra cosa más que el amarnos.
―Todo se salió de control escurriéndose de las manos. Ya me lo decía Jahra que estaba jugando con fuego.
―¡Por supuesto que se salió de control! ¿Qué pensabas? ¿Que éramos unos putos ratones para experimentar a tu antojo?
―Cálmate por favor, Alexander. El que me hables de ese modo después del modo en que nos entregamos me hiere profundamente.
―¿Y cómo deseas que te hable? ¿Con sensualidad? ¿Con esa coquetería estúpida en la que vives? Es hora de que afrontes responsablemente las consecuencias de tus actos.
―También ha sido una gran pérdida para mí, no eres el único que sufre. La conozco desde hace mucho más tiempo que tú, y se algunos pasajes obscuros por los que pasó, mucho antes de que llegaras a su vida.
―¡Bienvenida a la realidad! Te presento cómo es la vida cuando se abre las puertas a la intensidad del amor. Se sufre, se ama, se entrega uno con lealtad y dispuesto a correr el riesgo de poder enamorarse. No experimentando con los demás esperando que estén a la altura de un ego superficial y estúpido, ¡eso es manipulación!
―Puff… que duro lo que me dices… No tienes una idea como me duele escuchar que ventiles tu rabia conmigo, Alexander. Entiendo tu dolor, pero no deseo continuar discutiendo contigo en el estado en el que te encuentras. Acepto las navajas que encajas despiadadamente en mi corazón, ¿y sabes porque lo hago? Porque conozco la lealtad, y te tengo una lealtad infinita. Aunque no lo creas, también tengo sentimientos, vivo emociones intensas, y he pasado por desconsuelos que tu dolor no te permite ver. No soy un iceberg como me describes. Lo sabes muy bien, de lo contrario no seguirías teniendo interés en mí.
Me quedé pensativo, lleno de ira. Mi respiración era profunda y agitada. Tal vez injustamente canalizaba mi frustración hacia ella, pero es que me encontraba devastado al sentir el vacío que Luna había dejado. No podía imaginar el mañana sabiendo que jamás volvería a saber de su existencia.
Impaciente, caminé alrededor de la habitación. Mi mente masculina se esmeraba por encontrar una razón lógica, en una absurda lucha por buscar racionalidad donde no lo había.
Las náuseas me invadieron. Necesitaba salir, respirar aire fresco, sin embargo decidí dar un último vistazo esperanzado de encontrar alguna pista, una explicación del porqué había actuado de ese modo tan extremo.
Después de buscar por doquier, recordé que lo último que me había indicado que estaba viva fue cuando el volumen de la música había aumentado.
En la mueble donde se encontraba el sistema de sonido, encontré un sobre con mi nombre. Lo tomé y me senté totalmente abatido sobre el piso de madera. Al abrir el sobre, encontré la siguiente carta:
Ni siquiera te has atrevido a confesarlo y ya lo noto en tus ojos encantadores, amore: mi momento ha pasado…
Sabía que llegaría, pero tontamente pensé que la magia duraría más tiempo. Duele… me duele desmesuradamente el tener que afrontarlo sin ti.
Te pido perdón por no saber cómo seguir adelante, pero simplemente me acostumbré a tenerte y no encuentro el coraje para vivir sin tu hermosa presencia. Sé que no quise escucharte cuando tu más lo necesitabas pero tenía miedo de escuchar como el curso de la vida te arrastra fuera de mis brazos. Si sentí celos no es porque desconfiara de ti, sino porque tenía miedo de perderte en brazos ajenos, en besos desconocidos.
No eres culpable de nada, yo sola tomé esta cobarde decisión. No deseo volver a pasar por esto una vez más, sé lo que es y me mata en vida el pensar en ello, simplemente no tengo la fuerza para sobrellevarlo sin ti.
Sigue adelante con tus sueños, no te estanques por mi culpa, porque eso es lo que más te deseo, que encuentres la felicidad con una mujer que puede ofrecerte un futuro.
Siempre supe que eras un error, pero aun así valió la pena arrojarme a tus encantos. Jamás había sentido lo que significaba llorar de alegría y tú me regalaste esos momentos.
Si es que existe otra vida, ten por seguro que te amaré igual que lo hice en esta. Seré tu ángel guardián a donde quiera que vayas te protegeré y acariciaré el alma.
No recuerdo haber sido más feliz anteriormente, es sólo que conocí a la persona adecuada en el momento equivocado.
Te agradezco me hayas enseñado a descubrir los extraordinarios alcances de mi cuerpo. Aun te siento dentro de mí, y así es como me quiero ir de este mundo, sintiéndote para que me acompañes en el viaje que estoy por emprender.
Gracias por rescatar a este atormentado corazón que logró encontrar la felicidad de su existencia a tu lado.
Por favor asegúrate de que me entierren en mi hermosa tierra italiana que tanto amo.
Tuya hasta la muerte,
Luna.