Capítulo 3
Me duché, perfumé y salí a mezclarme entre los huéspedes en un intento por perderme de la vista de Iris. Me paseé por el Club visitando brevemente los numerosos lounges, mientras me entretenía observando a los grupos de amigos, caballeros y damas solas, que esperaban encontrar a su príncipe azul ese día.
Al llegar al hall interior, vi a Iris buscándome, por lo que decidí visitar la terraza exterior. Un bar construido al estilo andaluz preparaba cocteles multicolores para las chicas que no cesaban de pedirlos. Me dirigí hacia el bar para pedir uno.
¿Ya viste a ese chico, Alisa? ―le dijo una chica llamada Tess a su amiga sentada a su lado. Ambas disfrutaban de un cóctel en la terraza con vista panorámica hacia el mar mediterráneo.
―¿A cuál te refieres?
―Al que acaba de pasar al otro lado de la piscina rumbo al bar.
―¡Por supuesto que lo vi! Hay mujeres tan bellas por todos lados, que no es difícil ignorar a un chico tan bien parecido.
―Lo veo un tanto perdido. ¿Crees que ande sólito? Me llama la atención el ángel que emana, junto con un aura atrayente de Latin Lover. Tiene una cara de bueno que me enternece, ¡se comporta como un mansito! Voy a ir por él antes de que una de las edecanes lo aborde.
Satisfecho de obtener mi cóctel, me dispuse a buscar un lugar para tomármelo. Había unas mesas altas en una zona ubicada frente a la piscina denominada infinity pool por su inmensa extensión, así que me acerqué a una que estaba libre, divirtiéndome viendo gente linda.
Al otro lado de la piscina, en un nicho ligeramente elevado, había un grupo consistente en tres hombres maduros probablemente en sus cincuentas. Los acompañaban cuatro chicas, dos en sus cuarentas y las otras más jóvenes, probablemente de veintisiete años. Estaban reunidos alrededor de una mesa baja, sentados cómodamente en acojinados sofás playeros fabricados en ratán.
Una de las jóvenes se puso de pie. A juzgar por su andar, podía jurar que era una modelo. Mi experiencia en detectarlas se había vuelto infalible. El cuerpo esbelto con curvas perfectas me lo confirmaban.
Cruzó por uno de los puentes que atravesaban la piscina, sin duda iba a tener la oportunidad de verla pasar cerca. Su apariencia era ideal para un club playero: llevaba su cabello castaño claro en apariencia mojada, peinado hacia atrás en acabado natural, sin restirarlo demasiado, sino de un modo sencillo. Su rostro tenía la forma perfecta según los cánones de belleza actuales, la tan buscada forma oval. Sus facciones se estrechaban gradualmente pasando por unos pómulos prominentes hacia una barbilla angosta también ovalada.
Al aproximarse, distinguí mucho mejor su perfilada nariz recta. Tenía además un rasgo que la hacía única: unos ojos fuera de serie en tonos grisáceos. Una rareza de la naturaleza causada por un rasgo genético determinando la cantidad y distribución de melanina en el iris.
La seductora chica no me pasó de largo, sino que se detuvo en la mesa en la que me encontraba recargado. Colocó su copa de champaña sobre la mesa, después recargó sus codos, apoyando su barbilla de duende sobre sus manos entrelazadas. Me regaló una mirada con sus ojos chispeantes, sin quitarme la mirada de encima. No decía palabra, lo cual me incomodó a los pocos segundos.
―¿Eres una modelo, cierto? ―le dije, rompiendo el silencio sepulcral, tratando de relajar el momento, aunque parecía no incomodarle. Reaccionó poniendo cara de extrañeza, sin decir nada―. Irradias un aura de glamour a tu paso, y lo haces con un estilo tan natural, que no te das cuenta lo que seres mortales sentimos a cada paso que das.
Alzó una de sus delineadas cejas, regalándome una sonrisa divertida. Sin embargo aún mantenía su voz en misterio.
―Tienes el cuerpo perfecto para lucir en el runway. Sin mencionar lo bien formados de tus senos moderados ―me atreví a decirle al ver sus deliciosas protuberancias femeninas, en una apacible caída resistiéndose a la gravedad.
―¿Moderados, dijiste? ―mi comentario desafió suficientemente su ego como para romper su silencio. Su voz estaba caracterizada por un dulce matiz ―. Cariño, observa bien las bubis que tienes enfrente, porque deberías rendirles culto. ¡Moderados los Alpes! Seguramente debe ser la primera vez que tienes tan cerca las medidas perfectas. Hay mujeres que matarían por tener estas tetas divinas.
―¡Uau! ¿En verdad tienes los tan añorados noventa centímetros?
―Mm-hmm ―asintió vanidosa―. Además admira la forma y firmeza ―los presionó con su dedo índice.
―Está bien, disculpa si herí tu ego.
―Te voy a dar una demostración. Mira lo poco que rebotan. No por nada me mato en el gimnasio haciendo pecho, querido. Estos son resultados efectivos, como puedes ver.
La chica dio unos saltitos demostrando orgullosa como apenas si se movían. Su reacción me hizo sonreír, tenía una actitud divertida.
―¿Y puedo tocar esas maravillas?
―Claro, adelante, acarícialas.
Acerqué mi mano ilusionado de tocar esos pezones esponjaditos centrados en un busto magnífico.
¡Zaaaap!
Me dio un manazo antes de tocarla.
―¡Si crees que te voy a dejar tocar este templo del amor sin ni siquiera saber tu nombre, estas muy equivocado! Apenas llevamos dos minutos conversando, ¿por quién me tomas? ―frunció el ceño, arrugando graciosamente la nariz.
―Qué divertida eres. Mi nombre es Alexander, ¿y el tuyo?
―Eres un sangrón, pero me agradas.
―¿No me vas a decir tu nombre?
―Me llamo Tess. Estoy con unos amigos, ¿te nos quieres unir? ¿O prefieres tener a las hermosas chicas escort como compañía? Aunque te advierto que conmigo no estarás más seguro.
―Me arriesgaré encantado. ―Nos dirigimos a uno de los denominados Super VIP Boot, el mejor nicho asignado a las personalidades visitando el lugar.
Hasta entonces, mi escueto conocimiento del estilo de vida de los multimillonarios pensaba que la categoría VIP era la cúspide, que en ella no se hacían distinciones, pero en este club sí que lo hacían. Existían además, el Súper VIP Deck, consistente en un nicho para un máximo de ocho personas con un nivel elevado sobre la piscina, el VIP Deck, y el VIP Pool para seis personas ubicados también a la orilla. A partir de esta categoría, ya no se asignaban lugares cerca del infinity pool.
El de los amigos de Tess, era la clase más elevada con cómoda terraza privada incluyendo sofás tipo lounge, además de dos cómodas tumbonas circulares de unos tres metros de diámetro donde se podía uno tender al sol o acostarse a charlar.
Me presentó con tres caballeros, todos con acento ruso. Se trataba de dos magnates rusos pertenecientes a la industria del Petróleo y a la construcción. El primero de nombre Oleg, el otro Nikolay. El tercero era un secretario público de alto rango político a cargo de la comunicación y energía del país.
Estaban rodeados de compañía femenina. Dos de ellas de esas que van por ahí portando sus cuarenta y tantos, lindas, viajadas, sensibles, radiantes de seguir atreviéndose a las sorpresas que les tiene preparado el destino. Ambas lucían seguras de sí mismas sus esplendorosos cuerpos.
¡Caray! ¿Quién pudiera pensar que la mujer a los cuarenta pudiera verse así de fabulosa? ―pensé mientras cuchicheaban viéndome. Ambas eran unas fantásticas rubias de aspecto refinado de nombre Alisa y Natalya. La primera llevaba unas gafas de sol con patillas adornadas con camelias en piel de cordero con el emblema de la marca Coco Chanel en metal; la segunda unos Louis Vuitton.
Dos hermosas jóvenes del staff bebían champaña con ellos.
―¡Privet! ―me saludó Oleg al acercarme―. Vamos, toma asiento, chico. Necesitamos respaldo varonil de buena clase como tú. Estoy seguro que las damas estarán encantadas de tu compañía.
―Gracias por la bienvenida.
―Sírvete lo que desees, hijo. En esta mesa, serás tratado como un rey. ―Al darnos la manos sentí la firmeza de su saludo.
Alisa me pellizco un glúteo al pasar frente a ella buscando un lugar para sentarme.
Su amiga Natalya me dio una nalgada. ―¡Uy pero que pompas tan paraditas tienes! Siéntate aquí conmigo, cariño.
Era claro que el grupo pertenecía a las familias de multimillonarios rusos. Conforme el champaña fluyó, la confianza incrementó haciendo sus manos más traviesas. Entre la conversación se aseguraban de rozar mi muslos, abdomen, pecho y lo que estuviera a la mano.
Repentinamente los murmullos en la terraza disminuyeron. Las miradas de las personas reunidas en la terraza, y alrededor de la piscina se voltearon hacia al mismo punto. El cielo se eclipsó, las olas del mar cesaron y la brisa se concentró en revolotear la melena dorada de la joven que estaba por poner el club a temblar: era la misteriosa chica que había visto en los saunas, debutando su aparición entre la gente bonita reunida en la terraza.
A su andar, el aire se solidificada, las quijadas se abrían y las mujeres no podían dar crédito que la feminidad, personalidad y belleza, pudieran fundirse de un modo tan exquisito. Todas se preguntaban cómo unos shorts blancos con delicados remaches en plata y coqueto cinturón en piel de pitón, podía ajustarse de ese modo a las cerradas curvas de sus muslos y trasero. Tenía unas piernas largas sostenidas por unas fantásticas sandalias de plataforma de Valentino.
Al momento de que las atónitas mujeres alzaban la mirada, las pobres descubrían su peor maldición: un abdomen plano, duro como piedra, mostrando su bella línea alba bajando desde el esternón, y continuando su recorrido hasta desaparecer en los seductores shorts a la cadera. Su busto vibraba juguetón a cada paso que daba. Lo mostraba con un atrevido escote, apenas cubriendo sus senos con un bolero en seda transparente con estampado animal haciendo juego con su cinturón, ambos de Hermes.
El pequeño broche situado al frente bajo su pecho, tenía la responsabilidad de sostener esos abultados senos cubiertos por el velo de transparencia. Las mangas eran largas ensanchándose a medida que se acercaban a las muñecas.
Las chicas que aún no habían saltado por el acantilado al darse cuenta que jamás lograrían tener ese cuerpo escultural a pesar de matarse en sus clases de zumba, seguir las dietas de las revistas, utilizar cremas milagrosas, y hacer abdominales hasta que ponérseles los ojos en blanco; recibieron la siguiente lección de sensualidad: el fenómeno del body chain. Finas cadenitas cayendo de sus clavículas, rodeando delicadamente senos y cadera. La misma fiebre trendy del sector joyero que había robado el protagonismo al lucir crop tops, escotes y bikinis.
Los bucles de su cabello caían formando espirales naturales en rubio caramelo siendo acariciadas por el aire y revoloteando con su andar.
Tess suspiró. ―Caray, ¿por qué no me hizo Dios rubia? ―Fue la típica reacción de mujer al ver algo hermoso, el desear estar así a pesar de ser atractiva en otro estilo. Aunque había que decir que hasta Beyoncé se hubiera sentido amedrentada con semejante rubia alrededor.
Al pasar junto a Iris, ambas chocaron sus palmas en un encuentro de belleza Brasileña y Serbia.
Finalmente mis sospechas se confirmaban. Se trataba ni más ni menos que de Jahra, la mejor amiga de Giselle. La supermodelo brasileña capaz de opacar al sol con su radiante sonrisa.
―Es Jahra... ―balbuceé sin darme cuenta.
―¿La conoces, Alexander? ―me preguntó Tess y los demás al escucharla.
―¡Por favor dile que se siente con nosotros! ―me suplicaron.
―Muero por poner mi mano sobre uno de esos muslos… ―dijo Tess mordiéndose las uñas ansiosa, mostrando cierta tendencia lésbica.
―Si no me equivoco, no tendré que pedírselo. Sospecho que sabe dónde estoy y que es la razón de estar aquí en Marbella ―me miraron incrédulos.
Jahra se detuvo en el bar, inclinándose para pedir un cóctel. Al hacerlo los músculos del lumbar se marcaron y su trasero se abultó.
―¡Jodeeeer! ¡Y mi exmujer que decía que chicas como ella sólo se existían en las revistas! ―dijo uno de los amigos Oleg que, al igual que muchos otros sacudían sus cabezas sin poder creer lo que veían.
No hay mujer en este planeta que pueda ignorar el alboroto que suscita al apoderarse de un lugar, como lo había hecho Jahra. Por lo que, sabiendo perfectamente que todos la miraban, sostuvo su cuerpo con los antebrazos sobre la barra, flexionando hacia atrás sus pies, haciendo que sus pantorrillas se marcaran para voltear hacia atrás con una sonrisa deslumbrante.
―¡Uy eso lo hizo a propósito, la maldita! ¿le vieron esa carita de ángel travieso que puso? ―les preguntó Tess.
―Desde que apareció, mis ojos no han podido moverse de su culo, ¡no le he visto ni la tetas! ―contestó honestamente el dos veces divorciado Sergei, el secretario de comunicación de Rusia.
Para su fortuna no tuvo que esperar mucho para ver de cerca a la modelo, ya que Jahra se dirigió directamente hacia nosotros.
Al llegar, todos en el grupo guardaron silencio sin poder articular palabra. Había demasiado deleite en la mirada como para poder decir algo. La verdad es que Jahra parecía una Diosa encarnada, adornada con esas cadenitas alrededor de su cuerpo aumentando la sensualidad de su escaso atuendo.
―Hola, Alexander. ¿Me reconoces? ―dijo dando un sorbito al cóctel. Recargó su peso sobre una pierna, haciendo más prominente la curvas de su cintura y cadera.
Su pregunta me pareció inocente e ingenua, casi rayando en ternura. ¿Podría suceder que alguien pudiera olvidar a una modelo con su encanto salvaje y la extravagancia de Jahra? Los amigos de Tess y ella, aún tenían la boca abierta.
―¿Cómo olvidar aquella noche que se salió de control en Paris, Jahra? ¿Recuerdas lo mucho que nos divertimos en el club nocturno Black Calvados?
―Cada instante, Alexander. Y también lo que sucedió después en el auto. Incluso recuerdo de lo que te perdiste...
Jahra se refería al modo que había salido corriendo cobardemente al no considerarme apto para satisfacer sexualmente a dos criaturas salvajes en celo como lo eran ella y Giselle.
―Ha pasado bastante tiempo desde entonces, he cambiado y creo que hoy por hoy no te decepcionaría.
Tess me dio un codazo en las costillas. ―Oh... lo siento. Damas y caballeros, les presento a mi amiga Jahra.
―Hola, encantada ―dijo―. ¿Les molesta si los acompaño?
―¡Ay pero que dices! Por favor toma asiento con nosotros ―se apresuraron a decir Oleg y Sergei poniéndose de pie, extendiéndole la mano para que se sentara a su lado.
―Gracias, que amables, pero prefería estar junto a Alexander.
Tess y Alisa se voltearon a ver encantadas, haciendo espacio para tener a Jahra a su lado.
Al poco tiempo llegó Iris con otras dos de sus amigas. Las que comenzaron a bromear con los caballeros provenientes de Rusia. Ella se sentó junto a Jahra. Ambas conversaban con naturalidad, como si se conocieran, lo que me extraño al pertenecer a mundos tan diferentes, por el momento decidí no darle importancia.
Así debe suceder con las guapas―pensé― Dios las hace y ellas se juntan.
La música aumento de volumen anunciando la puesta de sol. Las chicas del staff bailaban con quien se les pusiera enfrente, incitando a la sensualidad.
Llegaron a la mesa tres botellas de champaña heladas, cortesía de Oleg, el cual estaba encantado con las bellezas reunidas a su alrededor. Uno de sus amigos sacó un pequeño estuche, poniéndolo sobre sus muslos.
―Es hora de meterse unos dulcecitos, chicas. ―dijo abriéndola discretamente. Formó grupos de tres pastillas de diferentes colores y comenzó a pasarlas.
―¡Que comience el rock & roll! ―dijo Tess poniéndoselas en la boca, dando un trago a su champaña.
―¡Alexander, salud! ―Jahra hizo lo mismo sin titubear, estirando el cuello para que resbalaran fácilmente―. Es justo lo que necesito para un día como hoy ―añadió.
―Gracias, pero de momento prefiero seguir tomando champaña ―dije.
El cóctel de pastillas que se habían metido, no era precisamente para principiantes. Era una poderosa mezcla a base de éxtasis, cristal y speed, conocida como La Dosis del Amor. Unas feniletilaminas con efecto psicoestimulante y alucinógeno, también conocidas bajo el nombre de drogas sintéticas. Fármacos muy antiguos que quedaron en el olvido debido a sus peligrosos efectos secundarios sintetizados ahora por laboratorios clandestinos.
Se pusieron de pie elevando los brazos, moviendo sus caderas al ritmo de la música, sintiendo como el efecto de las substancias se iba apoderando de su metabolismo.
Terminamos las botellas y vacié de un solo trago mi copa. Todos bailábamos al borde de la piscina. Al frente, Jahra se balanceaba con su erotismo brasileño, al lado Iris y al otro Tess. Demasiada belleza para un hombre que deseaba portarse bien. El alcohol comenzaba a excitar los cuerpos, y las caricias iban en aumento.
El crepúsculo anunció un juego de luces láser junto con fuentes de agua que bailaban en explosiones de color, iluminando el gigantesco perímetro de la terraza, en un efecto abrazador que erizaba la piel. La piscina también se iluminó.
―Jahra, ¿nos tomamos una foto? Tú no me recuerdas, pero una vez participamos en el mismo desfile de modas, aunque yo no estoy tan lejos como tú has llegado profesionalmente ―le dijo Tess.
―¡Pero llegarás, cariño! Tomemos una selfie con todas y este galán en medio.
No fue una, sino varias fotos en las que salí retratado con tres bombones en topless.
Tess y Jahra saltaron a la piscina. Iris me dio un empujoncito haciéndome caer.
Me quité el agua de los ojos. A escasos metros emergió Jahra al estilo de la Laguna Azul haciendo su cabello mojado hacia atrás. El movimiento hizo que su pecho se irguiera. El bolero que llevaba se pegó por la humedad, asemejando una segunda piel con un dulce par de senos con pezones erectos que arrebataba miradas.
Se acercó, y en actitud descarada cruzó sus brazos alrededor de mi cuello, diciéndome en tono seductor:
―Hoy el destino te da la oportunidad de culminar algo que dejaste pendiente en el pasado, Alexander.
―¿Ah sí? ¿Y qué puede ser?
―El probar el cuerpo de una brasileña
―¿Por eso te metiste todas esas pastillas?
―Tú sabes que tenemos esa historia pendiente. Aun sin pastillas te hubiera comido deliciosamente. Es sólo que con ellas me vuelvo más salvaje y atrevida. No te asustes, no es la primera vez que lo hago; además están de moda en festivales de música, clubs y fiestas de todo tipo.
―Pues a las que yo he ido, no he visto que circulen de ese modo tan descarado.
―Eso es porque tienes cara de bueno y no te las ofrecen, pero las drogas siempre están a la mano para el que las quiera consumir, cariño. Además no las consumo seguido, pero hoy se me antojaron al igual que tú ―dijo buscando la humedad de mis labios.
En ese momento llegó Tess por mi espalda y, en un momento de osadía, me arrebató el beso posando sus labios en los de Jahra. Las que continuaron besándose sintiendo la profundidad de su boca, apretujando mi cuerpo entre sus cuerpos deseosos.
―Tu sensualidad extrema me tiene al límite de mi sexualidad… ―le dijo Tess separándose. Me hice a un lado, quitándome de en medio.
Jahra se mordió el labio inferior, y con sus ojos verdes encendidos, se acercó a ella. Al no detenerse, Tess tuvo que retroceder hasta que el borde de la piscina le impidió dar otro paso atrás. Jahra continuó avecinándola hasta que la otra sintió unos pezones erectos juntándose con los suyos en un choque de erotismo descomunal.
Ninguna de las dos podía dejar de verse, atraídas por el magnetismo de su mirada. La pupila grisácea de Tess reflejaba como espejo las vivas luces del rayo láser intermitente; los de Jahra la luz interior de la piscina.
―Tess, me encantaría probarte de muchos modos. Disfruto enormemente de compañía femenina y tu ejerces un magnetismo especial con tu rostro y personalidad atrevida.
―¡Entonces tómame! Vayamos a una de las suites privadas. Te dejaré hacerme lo que desees…
Sin demora, se inclinó posando su boca en uno de los senos de Tess. Abrió los labios probando la dulzura de la piel que se dejaba seducir. Tess reaccionó arqueando la cabeza hacia atrás disfrutando de como la lengua de Jahra jugueteaba con su pezón. Le hizo sentir sus dientes aumentando la intensidad del delicioso chupetón que le propinaba.
Tess volteó a verla excitada. La dimensión sensorial se había multiplicado por la hipersensibilidad al tacto causada por las pastillas. Era claro que se encontraba en un estado de desinhibición y euforia, acelerado por la simbiosis de la música, luces y drogas, en una sinergia altamente compatible.
―Eres una chica muy hermosa, Tess ―dijo Jahra― es difícil controlarse teniendo tanta sensualidad y belleza en nuestro mundo de modelos. Ese impulso incitante, es muy tentador.
―Con lo que me acabas de hacer sentir, me queda claro que debes de ser fenomenal en la cama ―dijo Tess, hipnotizada por los ojos verdes que la veían amorosamente.
―¿Hay acaso mujer que no lo sea? Somos seres que nos regocijamos con la sensualidad, y la oportunidad de tener un sexo maravilloso. Admito mi transformación en creatura salvaje en la intimidad de la cama, pero hay algo muy importante que no has notado.
―¿Y qué es?
―En la arena sexual, deben dominarme. Disfruto de pasar de fiera dominante a un estado sumiso, en caso de que lo consigan. Esa es mi receta para gozar de noches inolvidables batiéndome de un sinfín de maneras con mi compañero sexual, ya sea hombre o mujer.
―¡Pues yo te puedo llevar a nuevas sensaciones! ―dijo Tess muy animada y segura de sí misma.
―Querida, eres un encanto, pero me gustarías aun más si adoptaras un rol más desafiante. No lo tomes a mal, entiendo que ese sea tu estilo, es sólo que mi alma necesita que la desgarren de otro modo. Hoy es un día en el que no quisiera tener que llevar la iniciativa, deseo entablar una batalla erótica diferente.
―¿A qué te refieres? ―le preguntó Tess.
―Es la razón por la que acabo de terminar con mi relación sentimental. Los hombres alardean de ser muy machos, sin darse cuenta que eso es justo lo que les impide percibir la feminidad de seres tan delicados como nosotras. Mi novio nunca pudo encontrar la forma de guiarme por el magistral camino del erotismo y la satisfacción sexual psíquica y física. Siempre esperaba que yo tuviera la iniciativa en todo momento. Además de que estaba obsesionado con darme sexo oral durante catorce, de los quince minutos que duraba nuestro encuentro íntimo.
―¡Pues no lo culpo, Jahra! ―me entrometí en la conversación―. Después de ver como se te ven esos shorts blancos mojados, hasta a mí me gustaría meter la cabeza entre tus muslos…
Al terminar la frase, caí en cuenta de la locuacidad de mi comentario, dudando si lo había dicho o sólo pensado. De un modo u otro, ambas no se habían ni inmutado para voltearme a ver.
―Entonces, ¿te soy indiferente? ―le preguntó Tess, incrédula por las palabras de rechazo que escuchaba. Acarició los pechos de Jahra, diciendo―: Los hombres aprecian la inexperiencia, ¿y tú me repudias por ello?
―No lo tomes como un rechazo, corazón. La razón ya la sabes. Tal vez en otras circunstancias, pero no será esta noche.
Le peinó un mechón de cabello que caía sobre su rostro, deslizando su mano por detrás de la oreja. ―Dios... eres tan joven y atractiva, Tess...
―Tú no lo eres menos.
―¿Cuántos años tienes? ¿Veinte?
―¡Tengo veintidós!
―Te llevo cinco años… una diferencia abismal en el mundo vertiginoso de la moda, demandándonos madurar rápidamente como mujeres, exigiendo al mismo tiempo mantener la alegría de niñas.
―¿Ves a este chico que nos observa intrigado?
―¿Alexander?
―Así de sencillo y discreto como lo ves, se dice en el mundo del jet-set, que tiene el don de arrancarte la piel llevándote a alcanzar el estado Nirvana.
―¿Hablas en serio? Se ve tan inofensivo. Aunque admito que tiene un cuerpo divino, además de un no-se-qué, que-qué-se-yo, siendo el motivo por el cual me acerqué a conversar con él.
―Tengo la impresión de que no eres la primera en sentir esa atracción―agregó Jahra―. Una amiga me dijo que otra le confesó el haberse dejado seducir por Alexander. El resultado fue una experiencia celestial comparada con alcanzar a tocar los anillos de Saturno debido a la intensidad del viaje por los orgasmos que le produjo la habilidad para conducirla por el mundo de erótica.
―Lo que me intriga es que ni siquiera habla o se pone a alardear de ello, tampoco es engreído. Tal vez aún no se da cuenta del poder que tiene y la energía que es capaz de despertar en el sexo femenino. A mí me gusta particularmente la manera en la que te ve cuando conversas con él, esa particular profundidad en su mirada.
―Te digo que domina el extraordinario arte de tocar y estimular la libido femenina de formas delicadas pero tan efectivas que acabas tirándote al vacío de lo ardiente que te pone. Hay otras mujeres que pueden confirmarlo. ¡Pensar que yo lo tuve junto a mí antes de convertirse en leyenda!
El volumen de la música aumento. La canción de Old 45’s de Chromeo prendió el ambiente. Me puse a bailar ahí paradito dentro de la piscina. Mi estado de fiesta aumentaba peligrosamente. La embriagante atmósfera del Spa, convertido en Club nocturno me tentaba a arrojarme a la perdición y probar de todo.
Tess se dio la vuelta. Jahra se deleitó viéndole la espalda marcada y pequeña tanga adornándole el trasero. Ambas se me acercaron en actitud coqueta, bailando divertidamente.
―Es bueno ver que las pastillas te provocaron un efecto boost de estimulación para la fiesta, en lugar de efectos depresivos e inhibitorios ―me dijo Tess.
―Yo no le hago a eso, muñeca. Prefiero divertirme sin narcóticos.
―Oh, no, sí que los traes dentro, lo veo en tu mirada. ¡Nos vamos a divertir tanto esta noche llena de excesos! No debería de andar diciéndote esto, pero por si no te diste cuenta, Jahra las puso en tu bebida… ―La evidenció al sentirse rechazada por ella.
―¡Qué dices! Ahora entiendo mi estado de desinhibición, sin mencionar cómo me tintinean las pelotas como cascabeles y el pito me palpita más aceleradamente que el corazón.
―¿Qué pasa, Alexander? ¿Por qué me echas esa mirada de ogrito? ―Llegó Jahra preguntando con inocencia descarada.
―Ahora si te pasaste de la raya, Jahra.
―¿Y ahora que hice?
―Tess me acaba de decir que a mis espaldas pusiste pastillas en mi bebida. Y ahora ando todo drogado, ¡no mames!
Furiosa de saberse descubierta, Jahra buscó el contacto con los ojos grises de Tess, la cual le hizo una carita de zorra diciéndole:
―Tja… amiga… también a las de veintiuno se nos sale lo cabronas, y nos revelamos cuando no nos cumplen nuestros caprichos…
―¡No te portes como un niño, Alexander! Estoy segura que vas a disfrutar el estado de comunión máxima de la droga y este ambiente fiestero ―dijo levantando los brazos―. Además el efecto sólo dura de cinco a seis horas.
―¿Por qué lo hiciste? De no tenerte tanto cariño, ya me hubiera largado de aquí.
―¿De verdad que nunca le habías metido pastillas a ese lindo cuerpo?
―No, y no me da vergüenza admitirlo.
―¡Uy querido, pero si es el día a día en este negocio! ¿Cómo carajos crees que aguantamos tan dura rutina de trabajo? Tanto mejor que estoy contigo en tu primera vez ―dijo sonriendo, guiñándome un ojo.
―¿Y ahora qué hago?
―Tenemos que ver si durante la primera hora, no te da el temido “golpe de calor”. De superarla nos podemos relajar y ponernos festejar con euforia toda la noche.
―¿Qué es eso de golpe del calor?
―Detalles, Alexander. Nada de qué preocuparse. Es sólo una pequeña complicación que suele darse al combinar speed, éxtasis y alcohol, que puede reaccionar en una hipertermia.
―Hiper… ¿qué?
―La hipertermia, consiste en el aumento de la temperatura corporal por encima de los 39 grados Celsius.
Comencé a ver negro ―¿Y qué síntomas puedo tener además de eso?
―Pues una sudoración progresiva asociada a calambres, alteración de tu estado mental, y una que otra cosita.
―¡Dime qué más! ―le dije histérico al ver que estaba tan bien informada con los efectos secundarios.
―¡Ok, ok, cálmate, no hagas una escena! Si comienzas a tener incontinencia urinaria, es decir, que te empieces a mear sin poder controlarlo, mejor que me avises porque puedes estar cerca de un paro cardiorrespiratorio o de una crisis epiléptica.
―¿Y sabiendo toda esta mierda, te atreves a consumir estas drogas?
―La cocaína también tiene sus riesgos, pero es más adictiva, mejor que empieces con esto, además no nos costó ni un centavo, Alexander.
―¡No me jodas! Mejor cambiemos de tema, porque ahora me estoy cagando de miedo que me den ganas de orinar, Jahra.
―Vas a estar bien. ¡Divirtámonos como en los viejos tiempos!
Ya no discutí. El poder inhibitorio de la droga se apoderaba de mí, así que nos pusimos a bailar ahí dentro de la piscina. El físico extraordinario sumado a una personalidad cautivadora y fresca, la llevaba a ser frecuentemente abordada.
En otras ocasiones la había visto socializar más con las personas que se le acercaban, pero esta vez hacía obvio que estaba acompañada, despidiéndolos rápidamente con algún comentario fino, decorado por una de sus sonrisas.
Si en mis cinco sentidos me atraía, ahora estaba a punto de quebrar mi voluntad y olvidarme de mis buenas intenciones de un principio. Era difícil resistirse al potente detonante de las substancias de las drogas.
Llevado por el instinto carnal, la tomé de la mano, dirigiéndome hacia una de las cascadas iluminadas. La caída de agua formaba un telón natural de cinco metros de ancho, reflejando las luces intermitentes que cambiaban de colores al ritmo de la música. Al traspasarla, el interior formaba una caverna con invitante ambiente tropical y una privacidad que incitaba a la intimidad. Dos peldaños nos permitían estar ligeramente sobre el nivel del agua de la piscina.
Jahra acarició mi pecho, bajando su mano por mi abdomen. Puso sus manos en mi cintura, viéndome provocadoramente.
Acaricié su pecho sintiendo la tela mojada del bolero transparente que aún llevaba. Sus pezones erectos aumentaban la sensualidad de su apariencia. Deseosa por exhibirse, posó sus manos sobre el broche bajo su busto para desnudarse.
―Espera, Jahra. Déjame hacerlo a mí. Permite que mis manos sean las que te desvisten.
Al abrirle el broche del bolero, sus senos se expandieron exhibiendo su firme redondez.
Excitada, se aproximó, hasta que sus pezones hicieron contacto con mi piel. Los mantuvo rozándome suavemente, alzando ligeramente su cabeza para seguir hechizándome con la mirada.
De las rocas sobre nosotros escurrían escuetos hilos de agua. Una gota recorrió su nariz de duendecilla, bajando como un tobogán. Al llegar a la punta hizo una pausa antes de caer al vacío. Al desprenderse de la punta de su nariz, la gota pasó a través del espacio que formaban sus senos tocándome. Cuando se estrelló en el agua, era como si pudiera escuchar el impacto ensordecedor antes de perder su existencia desvaneciéndose en el agua de la piscina.
Otras gotas caían sobre su cuerpo trigueño deleitándose en su recorrido con las cerradas curvas de la modelo brasileña. Dos de ellas perdieron velocidad en el camino, al encontrarse con unos firmes senos cuesta arriba. Con trabajos alcanzaron llegar a sus pezones antes de estamparse con mi pecho.
―Jahra, no puedo negarme mucho más a los continuos embates de tu cuerpo, estoy a punto de perder el control, y es algo que preferiría no hacer, ¿podrías ayudarme a lograrlo?
―No, lo siento, esta vez seré egoísta. La última vez por ser comprensiva, te escapaste de mis brazos. Tal vez no lo notes, pero la masculinidad y confianza que ahora emanas es estremecedora. Estas hecho un bombón y hoy voy a ser finalmente tuya. Tengo unos deseos ardientes de que me hagas todas esas cosas maravillosas que les has hecho a las demás chicas.
―¿Y cómo sabes lo que he hecho?
―Giselle me lo ha contado todo, y desde entonces ha volado mi imaginación por sentir lo que eres capaz de hacer. Ella sabía perfectamente que no podría rechazar una oferta como esta. Estoy loca por sentirte dentro de mí.
―Y yo me muero por descubrir lo que tienes que ofrecerme.
No pude soportar más el sentir sus senos tocándome. La tomé por la cintura, rozando ahora nuestras pelvis. Al sentir mi abultado miembro, posó sus manos sobre mi pecho, lanzando la mirada más seductora que jamás hubiera visto. Y así, infligiendo ese místico poder femenino como si fuera Afrodita mostrándose desnuda ante mí, acercamos nuestros labios besándonos...
Su piel ardía, buscando el camino de liberar la energía que contenía su cuerpo.
Jahra deslizó sus palmas hasta llegar a mi espalda baja, en donde no se detuvo, sino que deslizó mis shorts hacia abajo, sintiendo mis glúteos. Nuestras pelvis se friccionaban buscando más intensidad. La sostuve por debajo de su trasero, sintiendo el nacimiento de sus curvas.
Sobre nuestros rostros caía agua tratando de enfriar la pasión que se desataba. La tomé por la nuca entrelazando mis dedos en sus bucles, provocando unos besos más profundos, que la encendían a cada segundo que transcurría.
Los ajustados shorts blancos con botoncito en color plata y un cierre en el mismo tono, no podían disimular la coqueta línea de su entrepierna empapada, denotando una línea limpia completamente rasurada.
Al sentir mi mano acariciándola ahí abajo, Jahra comenzó a mover su pelvis con rapidez. Le desabroché el short, y bajé el cierre de apenas tres centímetros de largo, introduciendo mi mano, sintiendo como esos húmedos labios vaginales deseaban ser penetrados.
―Déjame probarte, Alexander… ―dijo metiendo su mano en mi short, sintiendo la erección de mi pene.
Jahra comenzaba a acuclillarse impaciente de sentirme dentro de su boca.
―¡Primero me vas a enseñar esa deliciosa entrepierna rasurada! ―La detuve, saqué su mano con la que friccionaba mi miembro, sosteniéndola por detrás de su espalda, mientras le besaba el cuello.
Le bajé el short hasta los muslos. Tuve que hincarme para deslizarlos, al no ceder fácilmente por estar afianzados a las curvas de su trasero. Frente a mis ojos, fue apareciendo una tersa vagina sin un solo vello.
Con el dedo índice y medio, separé sus labios íntimos, viendo como aparecía su delicioso clítoris. Jahra sintió como se abría su vagina, sintiendo el aire del exterior. Excitada, inclinó la cabeza hacia atrás, su cabello largo alcanzaba el filo de sus shorts.
Besé sus clavículas, deslizándome hasta el hombro, mordiéndolo suavemente. Cuando introduje mi dedo en su humedecida vagina, la estrujé con fuerza, mordisqueándola con mayor intensidad.
―¡Argh, eres un brusco! Me encanta como descubres lo que deseo.
Jahra se montaba en mi mano deseando que mi dedo alcanzara mayor profundidad.
―¡Métemela, métemela ya, por favor! ―dijo jadeante, bajándose los shorts más allá de los muslos.
Me senté en una saliente, recargando mi espalda en la pared formada por la cueva. Me bajé el short, afianzando mi pene con erección imponentemente estable.
Al ver lo que le ofrecía, Jahra se apresuró a sacar una de sus piernas de los shorts y, como fiera salvaje, se sostuvo de dos nichos formados por las rocas sobre nosotros. Abrió su compás apoyando sus pies en la saliente donde me encontraba, ubicando su entrada frente a la cabeza de mi pene, sentándose en él de un solo golpe.
―Aaah… si… ¡más! puff… me llenas cada espacio… ―Se balanceaba enérgicamente. Los músculos de sus brazos y torso se tensaron, haciéndola verse incansable. Sus senos se agitaban con su movimiento.
―Eres hermosa, Jahra...
¡Zaaas!
Me abofeteó impetuosamente.
―No te hagas el lindo, ni juegues al romántico, haz de mi lo que te plazca. Esta noche deseo que te comportes como un cerdo.
¡Slaaap!
―¡Toma esto zorra!
¡Slaaap!
Le di dos nalgadas sacándole esa dosis extra de excitación.
Jahra puso los ojos en blanco al sentir el impacto de mi palma en su trasero y reaccionó aumentando el ritmo de penetración, completamente estimulada por el dolor momentáneo que la invadía.
Me jacté de haberla controlado con esas palmadas, hasta que:
¡Zaaas!
Me dio otra tremenda bofetada que me volteó el rostro. Se sostenía a una sola mano, en actitud indomable. Al volver a colgarse con ambas manos, jalé de sus pezones.
Su vagina abierta mostraba su rosado clítoris, el que se me antojaba cada vez más. Comencé a acariciárselo.
―Te la voy a sacar para probar ese delicioso clítoris, después me la vas a chupar toda.
¡Zaaas!
La muy cabrona volvió a golpearme. Su jueguito comenzaba a llenarme las pelotas de rabia.
―¡No te salgas! ¡Me encanta el modo en que me raspas! ¡Métemela, métemela más fuerte!
A pesar de lo exigente de la posición, no daba muestras de cansancio físico, todo lo contrario, su deseo ardiente de entablar sexo rudo aumentaba.
―¡Yeow! Sí que delicia… ―dijo sintiendo mis uñas en su espalda.
¡Zaaas!
Con su cuarta bofetada, me sacó al indio que llevo dentro.
Me incorporé, cargándola. Se asía a mi cuerpo con sus piernas, apretujándome como una víbora constrictora con tal de no desconectar nuestros cuerpos. Me besó desenfrenadamente cada centímetro de piel que tenía a su alcance. Mordía mis lóbulos de las orejas, lamía mi cuello. Todo sin dejar de mecerse sintiendo la penetración. Entre forcejeos, la tendí sobre otro nicho más amplio.
Coloqué sus piernas sobre mis hombros, ella extendió los brazos hacia atrás, sintiendo el placer de como asaltaba su cuerpo impetuosamente.
―¡Todo este placer me hace sentir viva! ¡Siiii! Estás llegando demasiado adentro… argh… la tienes enormeeee…
No me atreví a abofetearla como ella lo había hecho, pero debía proporcionarle la rudeza que esperaba dentro de mis límites permitidos. No quedaba duda que deseaba ser dominada en esta faena sexual, y era algo que aún no conseguía.
Separó sus piernas lo más que pudo deslizando sus caderas hacia abajo. Deseaba que la penetrara lo más perpendicular posible para alcanzar rincones aún desconocidos. Con ello, su trasero quedó expuesto para darle nalgadas a placer. El dolor abrazador de las palmadas la llevaba a un nivel altísimo de deleite sexual.
―Uiishhh, ya me tienes… estoy sintiendo el camino al éxtasis… ¡creo además que encontraste mi punto G! Me voy a desmoronar muy pronto… no sabes cómo me excita que me domines con esa agresividad… ¡Toma esto, Alexander!―Intentó darme de nuevo una cachetada, pero esta vez reaccioné a tiempo.
―Umpf… ¡¿qué haces?! No puedo respirar… me asfixias… ¡coff, coff!
En un intento por saciar su rebelde instinto salvaje, posé mi mano sobre su cuello reduciendo el abastecimiento de oxígeno al cerebro. En contraste con lo bizarro que pudiera parecer, este sencillo movimiento suscita el preámbulo de la posibilidad de un éxtasis gigantesco. En realidad no la estrangulaba, sino que alternaba la presión de mi mano, liberando su garganta nuevamente.
―¡Eres un cabrón, Alexander!
¡Zaaas!
Logró abofetearme apenas sintió que relajaba mi mano sobre su cuello.
Apliqué presión nuevamente. Sosteniéndome en ella, penetrándola una y otra vez.
―¡Argh! ―Al volver a liberarla gritó―: ¡Me voy a venir!
Al volverle a presionar la garganta, posó ambas manos sobre la mía y sacudió sus caderas en un ritmo de samba impresionante, que terminó en esa explosión de placer que permite a la mujer profundizar en su sexualidad infinita.
¡Puta madre, van a pensar que estoy destripando un buey! ―pensé, agradeciendo el ruidoso ambiente de club nocturno.
Sus ojos verdes brillaron intensamente durante ese momento mágico que se prolongó acompañado de estrepitosos gemidos llenos de dicha.
Finalmente fue recobrando el aliento después de semejante batalla campal. Su respiración se normalizó y su trance carnal, cesó. Parecía que había muerto, y vuelto a nacer.
―Piuff… eso sí que fue intenso… creo que hasta se me bajó la borrachera que traía.
―¿Intenso? ¡Eres una pinche loca!
―¿Sabes algo, guapo? Tu sencillez y ternura hace que seas el hombre con el que toda mujer sueña.
―Eh… Jahra, ¿si te diste cuenta que casi te asfixio, ¿cuál puta ternura?
―Para mí fue un momento lleno de dicha corporal y delicadeza
―Me golpeaste numerosas veces, te nalgueé violentamente como niña mal portada, nos arañamos como tigres ¿De qué delicadeza estás hablando?
―Uts… ¿una delicia, cierto? Aunque lo que más tengo presente es la transformación de mi alma de mujer en la creatura salvaje y primitiva que llevo dentro. Tus apretujones y caricias estremecieron mi psique femenino conectándonos emocionalmente con mis deseos. ¡Uau, que forma de guiarme al estado nirvana!
Me dejó sin palabras. En ese momento me declaré ignorante sobre el amplio proceso de la mente femenina al entregarse fervientemente a la pasión que la seduce.
―Por lo que veo, los rumores son ciertos ―dijo.
―¿Cuáles rumores?
―Sobre tu sensibilidad de percibir los deseos del cómo desea ser saciada una mujer. ¿Acaso crees que siempre golpeo a mi amante de ese modo?
―Espero que no, porque un dia de estos te van a hacer lamentarlo.
Me guiñó un ojo, dando brinquitos para acomodar nuevamente su trasero en forma de manzana dentro de los shorts.
―Siempre había fantaseado con un sexo agresivo, brusco, dominante, pero había mantenido ese fogoso deseo frustrado, al no sentir la adrenalina, ni la intensidad necesaria para que floreciera. Hoy sin embargo, después de sentir como llenabas cada milímetro de mí, y de cómo tus manos me tocaban, me di cuenta que la fantasía se haría realidad. En el momento que pusiste tu mano sobre mi garganta, fue demasiado para esta mente loca. En ese momento se desencadenó un torrente de estrógenos inimaginable. ¿Estás bien, Alexander? Tienes la mirada perdida.
―Me estoy mareando…
―Ven, salgamos de la piscina y sentémonos un rato.
Atravesamos la caída de agua. Me pareció ver a Iris alejándose rápidamente. La fiesta estaba en todo su esplendor. Las edecanes hacían el negocio de sus vidas, al complacer los más atrevidos caprichos de los clientes visitando el prestigioso spa.
Regresamos a los sofás, recostándonos. Yo pedí un agua de coco, con la esperanza de neutralizar la droga. Iris y Tess se nos unieron.