La primavera del año 1144 se presenta hermosa, y fray Cadfael siente en sus venas un conocido hormigueo: la vieja añoranza de una vida más activa. ¿Será casualidad o milagro que en esos momentos aparezca por la abadía de San Pedro y San Pablo su antiguo discípulo y amigo fray Marcos? Porque éste está encargado de una misión diplomática en un obispado galés, y necesita alguien que hable el idioma del país.

Alguien que lo hable también como fray Cadfael. Así pues, ambos monjes viajarán a Gales: en la corte de Owain Gwynedd se verán envueltos en las consecuencias de la traición del hermano de éste, el atolondrado Cadwaladr quien, desposeído de sus tierras por su comportamiento, no duda en aliarse con los daneses para invadir del reino de Owain…

En el torbellino de los acontecimientos —entre los que no falta el asesinato y el amor— fray Cadfael encuentra de nuevo la posibilidad de poner de manifiesto su habilidad y su inteligente tolerancia para reconciliar enemigos y aportar felicidad a la vida de otros.