Capítulo Tres
-¿Qué es lo que estoy haciendo aquí? ¿Acaso me he vuelto completamente loca? -se preguntó Carla en voz alta.
Se encontraba en un camino polvoriento que serpenteaba y subía hacia el Rocking M. A su alrededor todo estaba deshabitado, y se extendían los campos de Four Corners. No era la ausencia de gente lo que hacía que se preguntara acerca de su salud mental, sino la presencia en particular de una persona... Luke MacKenzie, el dueño de la mayor parte de la tierra que le rodeaba.
Carla no dejaba de escuchar el consejo de su hermano: «Anímate, Carla, puedes hacer cualquier cosa durante un verano. Además, ya has oído a Luke. Él no será más duro contigo de lo que pueda serlo con cualquier otra persona que lo ayude en el rancho.
-Gracias, hermano mayor -murmuró Carla, al recordar la despedida de Cash esa mañana.
No estaba enfadada con Cash porque le resultara divertida la situación en la que ella se encontraba, puesto que él sólo había hecho lo que siempre hacían los hermanos mayores, tratar a sus hermanas menores con una mezcla de malicia, indulgencia y amor. No era culpa de Cash que Carla estuviera dirigiéndose en ese momento hacia su lugar de trabajo de ese verano, con el hombre que había sido dueño de sus sueños durante siete años, desde que tuviera catorce. Cash no tenía la culpa, ya que él no le había avisado que Luke formaría parte de la celebración de su cumpleaños. Cuando Carla entró y lo vio, estuvo a punto de dejar caer la pizza que llevaba. Luke siempre le había causado ese efecto. Cuando él se encontraba cerca, la compostura normal de Carla se evaporaba. Ella se había puesto en evidencia buscándolo, durante sus años de adolescencia, aunque no durante todos, pues a los dieciocho el mismo Luke le había administrado la cura.
Después de eso, Carla había dejado de buscar excusas para ir al Rocking M y ver al hombre que amaba. Sin embargo, no lo habría hecho antes de decirle a Luke que lo amaba y rogarle que la mirara como a una mujer, y no como a una niña.
El recuerdo de aquella noche desastrosa todavía la hacía ruborizarse y palidecer, con una combinación volátil de sentimientos que no sentía ningún deseo de describir. Pero el sentimiento al cual no le resultaba difícil ponerle nombre era el de la humillación. No obstante, esa noche había aprendido algo... que la gente no se moría de vergüenza, sino que sólo deseaba morir.
Carla había huido de la escena de su «Waterloo» personal, había llorado y puesto toda la distancia posible entre ella y aquel hombre. Desde entonces, Carla había intentado, sin éxito, olvidarse de Luke MacKenzie. Cada vez que salía a alguna cita, sólo lograba echar más de menos a Luke, por lo tanto, no tenía muchas. Cuanto más intentaba que los otros hombres le resultaran atractivos, más echaba de menos a Luke.
Carla se dijo con firmeza:
-Ningún hombre puede ser tan especial. Mi memoria no es de confianza. Si ahora estuviera cerca de Luke como mujer, no me resultaría tan atractivo. La familiaridad alimenta el desdén, por eso permití que todo esto sucediera. Quería sentir suficiente familiaridad para también sentir desdén.
Eso, o la locura, era la única explicación para lo sucedido la noche de su veintiún cumpleaños.
Carla murmuró para sí:
-Mira el lado bueno. Un verano en el Rocking M me evita unas vacaciones trabajando para el departamento de arqueología. Si tengo que revisar una referencia más, cometeré una imprudencia. Aunque debería acostumbrarme a todo eso, pues de eso se trata ser una arqueóloga.
A Carla le fascinaban las culturas y las gentes que ya no existían, pero no estaba segura de que lo que deseaba realmente fuera una carrera de arqueología. Ya lo averiguaría al hacer su tesis en el otoño, pero antes, tendría que enfrentarse al verano... y a Luke.
Su mente todavía estaba llena de preguntas al entrar en el patio del rancho Rocking M. Bajó del coche y estiró los brazos. Se encontraba a tres horas y media de las brillantes luces de Cortez, eso contando con buen tiempo.
El aislamiento no le preocupaba. Cuando cumplió diecisiete años, las únicas discusiones que su hermano y ella tenían se debían a su tendencia a salir de acampada con una cantimplora, una brújula y una mochila. Solía dejar atrás una nota y una flecha formada con piedrecillas, para indicar la dirección de su viaje de exploración. El hecho de que Cash hiciera precisamente lo mismo, no ayudaba a que su ira hacia Carla disminuyera. Cuando ella fue a buscar compasión en Luke, él le dijo con calma que no quería que anduviera sola por el rancho, incluyendo el pastizal que se encontraba cerca de la casa, al otro lado del camino. Cuando ella intentó pedirle que fuera razonable, Luke respondía que, mientras estuviera en el Rocking M, obedecería sus órdenes.
Carla no discutió, y la siguiente ocasión fue a West Fork en busca de alimentos, empezó a buscar empleo. Esa misma tarde encontró trabajo como cocinera y ama de llaves del OK Corral, un pequeño motel y cafetería de West Fork, que incluía habitación y comida. Volvió al Rocking M, dejó las compras y empezó a hacer la maleta. Cuando estuvo lista fue en busca de Ten, el caporal de Luke, quien se enteró de sus propósitos, descubrió a dónde iba a trabajar y fue a decírselo a Luke. Luke no la dejó usar ninguno de los vehículos del rancho, y la encerró en el rancho hasta que Cash volvió de una de sus exploraciones. Al recordar el alboroto que siguió, Carla dejó de sonreír.
-¡Qué cara tan larga! -la voz de Luke la hizo dar un salto, pues creía que estaba sola. Él se encontraba sentado en las sombras del pórtico de la casa y la observaba. Se puso de pie y caminó hacia ella.
Notó que nada en él había cambiado. Era fuerte y tenía una musculatura que siempre la había fascinado, por lo que neutralizaba a cualquier otro hombre que ella hubiera conocido. Siempre que algún amigo intentaba pasar de la amistad a algo más serio, Carla simplemente se retiraba.
Vio que Luke se acercaba y rezó para que su plan tuviera éxito, para que, coincidiendo con él, pudiera olvidarse de aquel hombre, ya no la quería. ¿Y si eso no funcionaba? ¿Si el hecho de estar cerca de él sólo aumentaba su ansiedad? ¿Y si resultaba ser un error tan grande como aquel empleo en West Fork?
Luke continuó observándola y le preguntó:
-¿Ya te sientes desgraciada por tener que estar aquí unos cuantos meses?
-No. Pensaba en aquel verano, cuando conseguí empleo en el OK Corral.
-Te escapaste impunemente-indicó Luke-. Si hubieras sido mi hermana, te habría encerrado en el granero por una cosa como esa.
-Cash es más brillante para esas cosas.
-O más tonto -señaló Luke.
-Tal vez decidió que era preferible que aprendiera las habilidades que él me enseñó, a que me marchara.
-Ese no es un buen motel -aseguró Luke.
-¿Qué?
-El OK Corral es el motel más escandaloso de este lado de Cortez.
-¿Escandaloso? -preguntó Carla. De pronto comprendió ¿Quieres decir...?
-Sí, eso quiero decir.
-¡Oh, cielos! -exclamó ella y comprendió lo ingenua que había sido, y por qué Luke la había mantenido prisionera en el rancho hasta el regreso de Cash.
Luke estudió a Carla y sintió al mismo tiempo dolor y placer. Recordó los años en que Cash y él habían compartido la radiante frescura de Carla. Ella iluminaba todo lo que tocaba, y él no había querido, al igual que Cash, que ella saliera a un mundo que podía llegar a ser muy brutal para una joven. Carla se había quedado con ellos, y fue Luke quién le había enseñado lo brutal que podía ser el mundo. Ese pensamiento hizo que la expresión de Luke se endureciera, ya que recordó aquel bello rostro asustado y cubierto de lágrimas, así como los sollozos que emitió al huir de noche, tres años atrás... y todo por culpa suya.
-Eres tan inocente -manifestó Luke-. Por eso Cash quería construir una cerca a tu alrededor, para mantener alejados a los lobos. Carla se echó a reír, pero su risa se apagó cuando lo miró y comprendió que estaba pensando en la noche en que ella le declaró su amor. Sintió cómo palidecía y se sonrojaba por la vergüenza. Odiaba ruborizarse, pero sabía que no podía hacer nada para ocultarlo, por lo tanto, lo ignoró, al igual que había intentado ignorar el comentario de Luke acerca de su inocencia. Si quería sobrevivir ese verano, tendría que dejar atrás el pasado. Ya era una mujer, y no la joven tonta e ingenua que había soñado ser amada por un hombre que le llevaba años de experiencia.
-Por fortuna, la inocencia tiene cura -indicó Carla-. El tiempo hace milagros. ¿Dónde quieres que ponga mis cosas?
-«Rayo de sol», aquella noche que viniste y...
-Mi nombre es Carla -le interrumpió y se volvió hacia su camioneta-. ¿Quieres que me establezca en la casa vieja?
-No, te quedarás en la casa grande -dijo Luke.
-Pero...
-No hay peros. No voy a tener a alguien tan inocente como tú suelta por ahí por las noches. Cuando Cash esté aquí, puedes quedarte con él en la vieja casa, mientras tanto, te quedarás en la casa grande, conmigo. Resulta difícil conseguir hombres para que trabajen en un lugar tan apartado como el Rocking M. No me gustaría tener que llevar a alguno de mis ayudantes al hospital, porque bebió de más, vio una luz en la casa vieja, y pensó en probar su suerte.
-Ninguno de tus hombres...
-¿No has aprendido nada en tres años? -la interrumpió Luke-. Los hombres beben para olvidar, y una de las primeras cosas que olvidan es mantener sus manos lejos de una joven inocente como tú. -No soy una ¡no...
-Deja esa maleta -le ordenó Luke.
-¿Qué? -preguntó Carla y se detuvo. Iba a sacar la maleta de la camioneta.
-No voy a pasar el verano discutiendo con una ayudante contratada. Si no puedes aceptar una simple orden, puedes subir a esa camioneta de juguete y salir del Rocking M.
Carla lo miró con incredulidad. Sintió ira y dolor a la vez.
-¿Me tratarías de esta manera si Cash estuviera aquí?
-Si Cash estuviera aquí, no tendría que preocuparme por protegerte de tus propias tonterías. Él se encargaría de eso.
-Tengo veintiún años, soy mayor de edad -manifestó Carla.
-Colegiala, cuando se trata de hombres y de un rancho tan apartado como éste parece que ni siquiera hayas salido del jardín de infancia. Escoge... la casa grande, o el camino hacia el pueblo.
Carla se volvió hacia la camioneta con la esperanza de que Luke no notara el temblor de sus manos al pensar que vivirían en la misma casa, que lo vería a todas horas, le prepararía la comida, le haría la cama, lavaría su ropa, lo cuidaría. Haría todas esas intimidades mientras sus ojos la observaban, sin tener ningún lugar para esconderse. Se dijo que a eso había ido al rancho, a familiarizarse y a alimentar su desdén.
Con toda la frialdad de que fue capaz, Carla se volvió hacia Luke. Él murmuró algo entre dientes al advertir la palidez de su rostro, y luego dijo de pronto:
-No te preocupes, no voy a saltar sobre ti. No te habría tocado hace tres años, si no hubiera estado bebido y te hubieras ofrecido a mí. Mírate, palideces y tiemblas cada vez que se menciona el tema. Parece como si te hubiera violado.
-No -musitó ella con voz ronca-. No.
-No voy a apartarme y esconderme cada vez que esté cerca de ti. ¡No sucedió nada aquella noche!
Carla levantó la cabeza al oír que su declaración de amor era catalogada como «nada».
-¿Quieres una cocinera y ama de llaves durante el verano?
-Sí, pero... -empezó a decir él.
-Entonces, lo sucedido en el verano que me gradué en la escuela de enseñanza media, no volverá a ser tema de conversación. Fue la experiencia más humillante de mi vida. El pensar en eso... me pone enferma -dejó de hablar y sacudió la cabeza-. A no ser que quieras que me vaya del rancho, además de repasarme aquella noche por la cara.
-Es demasiado tarde para poner trabas a la apuesta -dijo él con voz fría-. Te he contratado para este verano. Si no te gusta lo que digo, sube a la camioneta y márchate. Sabías cómo era yo cuando aceptaste la apuesta, por lo tanto, no pongas excusas. Después de tres semanas de estar aquí, te morirás por volver a ver las luces brillantes de la ciudad, como las otras mujeres que han venido aquí.
-West Fork no tiene luces brillantes que valga la pena ver -comentó Carla.
-Deberías haberte quedado un poco más de tiempo en el OK Corral -indicó Luke con ironía. Carla odiaba que le recordaran tantas veces que había sido una tonta.
-¿Nunca se te ocurrió que pudieron ser los hombres de los MacKenzie, y no la soledad del Rocking M, lo que hizo que sus mujeres regresaran a la ciudad? -preguntó ella con voz dulce.
-No lo creas. Ninguno de los hombres de los MacKenzie recibió alguna queja en la cama. Lo que no les gustaba a las mujeres era estar solas durante el día.
Carla apretó los dientes, pues el imaginar a Luke en la cama la dejaba sin aliento. En parte, se debía al temor a lo desconocido... pero lo que en especial la dejaba sin aliento era la curiosidad por lo que sería sentirse la amante de Luke, sentir su cuerpo grande moverse junto al suyo, escuchar su respiración acelerada ante sus caricias, y saborear sus besos.
Luke preguntó:
-¿Por cuál te decides... por la casa grande, o por el camino?
-La casa -nada más pronunciar esas palabras, se preguntó si la historia se repetiría, y si estaría cometiendo un gran error. De inmediato, Luke empezó a descargar la camioneta.
-Has traído suficientes cosas para todo el verano -indicó él sorprendido.
-La apuesta fue por todo el verano ¿no es así? -preguntó Carla. Él la miró de reojo.
-Te dije que podrías irte cuando quisieras, y cuando doy mi palabra, la cumplo.
-Y yo te dije que no me iría, mientras me trataras como a cualquier otra persona que te ayuda. Mi palabra significa para mí tanto como la tuya para ti.
Luke la miró a los ojos durante largo rato, antes de asentir.
-De acuerdo, colegiala, te enseñaré tu habitación.