Capítulo Quince
Todavía semanas después, el recuerdo de aquella mañana en September Canyon hacía que Carla contuviera la respiración. Luke le había dado mucho y no había querido nada para él, ni le había permitido darle nada a cambio.
Cuando Carla se calmó lo suficiente para poder respirar con tranquilidad, Luke se puso de pie y comenzó a pasear bajo la lluvia. La dejó sola, con el eco de la súplica que había murmurado. «No vuelvas a hacerme esto» «rayo de sol». «Por favor no...»
Después, Luke hizo todo lo posible por asegurarse de que ninguno de los dos se sintiera tentado a revivir el apasionado mundo de sus sueños. Trabajaba durante todo el día en el rancho, se levantaba antes del amanecer, y rara vez regresaba a la casa antes de las diez. A la hora de las comidas, hablaba con Carla cuando la cortesía o la necesidad se lo pedían; aparte de eso, no le decía nada.
Al principio, Carla pensó que ese distanciamiento deliberado de Luke desaparecería, que él le hablaría, la tocaría, permitiría que ella lo tocara no sólo de una manera física. Sin embargo, las horas se convirtieron en días, y los días en semanas. Luke no sólo no cedió, sino que cada vez evitaba con más decisión cualquier oportunidad de estar a solas con ella. Día tras día la evitaba, hasta que el período de estancia de Carla en el Rocking M terminó.
Era el último día que Carla pasaría en el rancho. Al día siguiente se iría del Rocking M, tendría que darle la espalda a toda una vida de sueños, y al hombre que amaba.
Carla se preguntó:
-¿Por qué Luke no me habla? ¿No sabe que lo amo? ¿Acaso no sabe que yo no soy como su madre o sus tías? ¿Por qué no nos da una oportunidad? Esta noche tengo que hablar con él. De alguna manera, tengo que hacer que comprenda. No puedo irme mañana con todas estas barreras entre nosotros, como si September Canyon sólo hubiera sido un sueño, y ahora estuviera despierta, sufriendo...
En la cocina, el sonido de algo que hervía al fuego sacó a Carla de sus pensamientos. Apagó el fuego y empezó a limpiar el horno. Cuando terminó, oyó que la puerta trasera se cerraba con fuerza, y en seguida, el ruido de unas botas rompieron el silencio.
Carla se dio la vuelta esperanzada, y no pudo ocultar su desilusión al ver que no era Luke quien llegó, sino Ten. Sonrió y disimuló su tristeza, como lo hacía siempre que alguien estaba cerca. Sin embargo, ese día tardó demasiado en ocultar sus sentimientos.
Carla saludó:
-Hola. Esta noche no hay nada pesado que levantar.
-Entonces, sólo te robaré una taza de café -respondió Ten y la observó con intensidad.
-¿Sucede algo? -preguntó Carla.
-Iba a hacerte la misma pregunta.
-Todo está bien. La cena estará a tiempo, y será suficiente para alimentar a un ejército -informó ella.
-No es a eso a lo que me refería -indicó Ten. Maldijo entre dientes-. Pareces triste.
-Siempre me siento triste cuando voy a irme del Rocking M -manifestó Carla-. ¿No lo recuerdas? Solía armar un verdadero alboroto cuanto tenía que volver a Boulder.
-En aquel entonces, volvías a la escuela -indicó Ten-. ¿A dónde vuelves ahora?
-En realidad voy a ayudar a Cash con su tesis doctoral. Él es muy bueno con las cartas y con la minería, pero lo de escribir a máquina no lo soporta -explicó Carla.
Ten iba a decir algo, pero se lo pensó mejor y se encogió de hombros. En seguida añadió:
-Seguro que vamos a echarte de menos.
-Gracias -respondió Carla. Sintió las lágrimas calientes en los ojos. Siguiendo un impulso abrazó a Ten-. Yo también te echaré de menos.
Ten abrazó a Carla. La levantó del suelo con un abrazo de oso. En ese momento, se oyó un portazo.
-Bájala -el tono de la voz de Luke hizo que Carla se tensara.
Los brazos de Ten también se tensaron, manteniéndola cautiva. Despacio, la colocó en el suelo, la soltó y se volvió para mirar a Luke.
-¿Sucede algo, jefe?
Carla sabía que Ten sólo usaba la palabra «jefe», cuando pensaba que Luke estaba fuera de control.
-La cena está lista -informó de inmediato Carla a Luke-. Serviré un plato de más. No te esperaba.
-Me lo imaginé de inmediato -respondió Luke con suavidad fingida-, cuando entré y te sorprendí practicando tus técnicas recién descubiertas con mi capataz. Permíteme que te dé un consejo, colegiala. Al igual que a mí, a Ten no le gusta ser golpeado y pisoteado.
Las palabras irónicas de Luke tomaron por sorpresa a Carla, pues desde que volvieron de September Canyon, había sido muy amable, aunque distante. Ni con palabras o miradas había hecho alusión a lo que sucediera entre ellos.
-Habla por ti, jefe -manifestó Ten, con una voz tan fría como la de Luke-. Si Carla está de humor para pisotearme, me tiraré al suelo, si ella lo desea.
-Esa no era mi intención al abrazarte -indicó Carla. Con el rostro pálido los observó.
-Lo sé, cariño -respondió Ten, sin apartar la mirada de Luke-. Es el jefe el que no comprende bien, cuando se trata de algo referente a ti.
-No te engañes, capataz -dijo Luke-. Ella puede parecer tan inocente como...
-Si dices algo más -le interrumpió Ten con voz cortante-, lo lamentarás.
-¡Oh! ¿Tú vas a hacer que lo lamente? -preguntó Luke.
-No tendré que hacerlo. Tú mismo te miras en el espejo y se te revolverá el estómago respondió Ten. Sus palabras fueron más efectivas que un golpe. Luke cerró los ojos y contó hasta tres. Al abrirlos de nuevo, su mirada era opaca. Ten murmuró algo entre dientes, y antes de que alguno de ellos pudiera decir algo más, oyeron que los trabajadores del rancho empezaban a reunirse en el patio-. Búscate a otra persona para que te dé los golpes que te mereces, Luke. Te aprecio demasiado para disfrutar pegándote -se volvió hacia Carla-. Ve a lavarte la cara, cariño, o tendrás que responder a muchas preguntas acerca de esas lágrimas.
Carla huyó sin decir palabra. Cuando regresó, la cena estaba en la mesa y Luke no estaba a la vista. Ten la miró y sonrió para animarla. Luego se dirigió a todos en general:
-Os dije que ella se estaba arreglando para impresionarnos. Buen trabajo, cariño. Tienes buena apariencia para comer -Ten se puso de pie y apartó una silla para que ella se sentara.
-Gracias -dijo Carla. Lo miró a los ojos y añadió-: Eres un buen hombre, Ten. No sé por qué todavía ninguna mujer te ha atrapado.
-Una lo hizo -murmuró Ten y volvió a sentarse, junto a ella-. Fue una lección para los dos.
-Hey, capataz -Cosy señaló con el pulgar el lugar de Luke-. El jefe ha vuelto temprano hoy. ¿Voy a buscarlo al establo, para que venga a cenar?
-Eso depende de si te sientes con suerte -respondió Ten.
-¿Quieres decir que está en el taller? -preguntó Cosy dudando.
-Sí.
-¿Convierte los pedazos grandes de madera en virutas?
-Sí -respondió Ten.
-¿La puerta está cerrada con llave? -quiso saber Cosy.
-Sí.
-¿Vas a quedarte con todas esas patatas, o vas a compartirlas con los hombres que hacen el verdadero trabajo? -preguntó Cosy. Ten sonrió y le pasó la fuente de patatas.
-¿De qué habláis vosotros dos? -preguntó Carla. Ten dudó y encogió los hombros.
-Cuando las cosas se ponen demasiado difíciles para Luke, se encierra en el taller que está en el establo. ¿Has observado la cama, el tocador y la mesa que están en tu habitación?
-Nunca he visto unos muebles tan hermosos.
-Luke los hizo, hace tres años. Trabajó durante todo el verano, por las noches. Durante el día trabajaba mucho en el rancho. Después de una semana, su apariencia era terrible, y decidí hacerlo entrar en razón -Ten sacudió la cabeza-. Ese es un error que no volveré a cometer. Prefiero acorralar a un puma con un látigo, antes que hablar con Luke cuando está encerrado en su taller.
Carla perdió el apetito por completo al asimilar las palabras de Ten. Tres años antes, ella se había ofrecido a Luke, con resultados infelices para ambos. Él le había dicho: «Me arrepentí de lo de aquella noche, como no he lamentado ninguna otra cosa en mi vida». Por lo tanto, él se había encerrado en su taller y controlado sus emociones para crear unos extraordinarios muebles, con el fin de colocarlos en un dormitorio que nadie usaba. Tres semanas antes, Carla había vuelto a ofrecerse a Luke... y cuando todo terminó, él murmuró-: «Por favor, no vuelvas a hacerme esto».
En ese momento, Luke se había encerrado una vez más. No saldría al menos mientras Carla todavía estuviera en el Rocking M. Estaba segura de eso, también estaba segura de que no podía permitir que eso sucediera. Amaba demasiado a Luke para irse y fingir que nada había sucedido.
Ten le dijo en voz muy baja, para que nadie más lo oyera:
-No lo hagas, cariño. No seas tú quien vaya a darle a Luke la discusión que está buscando. Ambos os arrepentiréis.
Carla lo miró sorprendida por su habilidad para leerle el pensamiento.
-Pero le quiero... -murmuró Carla.
-Eso te hace más vulnerable.
-Luke llegó hoy temprano -comentó Carla-. Tal vez deseaba hablar conmigo. Quizá él... -no pudo expresar con palabras su esperanza. Pensó que era posible que él quisiera pedirle que se quedara.
Durante el resto de la comida, Carla fingió comer, sin embargo, sólo removió la comida en el plato. Parecía atenta, pero sus pensamientos giraban y giraban mientras intentaba encontrar la manera de conseguir que Luke hablara con ella.
Más tarde, cuando la mesa quedó limpia, al igual que la cocina, y Luke todavía no había vuelto a la casa, Carla subió a su habitación y empezó a hacer las maletas.
Con la esperanza de conseguir que saliera del establo, Carla sacó su equipaje. Lo cargó en la camioneta, haciendo mucho ruido. Como el cielo amenazaba con lluvia, lo metió todo en el asiento del pasajero de la pequeña cabina.
Nadie salió del establo mientras Carla colocaba y volvía a colocar las cajas en el pequeño espacio. Los hombres que asomaron la cabeza por la puerta de la barraca y se ofrecieron a ayudarla, fueron rechazados con cortesía.
Carla hizo muchos viajes innecesarios, para tardar el mayor tiempo posible. Sin embargo, llegó el momento en que no tuvo más excusas para permanecer en el patio y dirigir miradas esperanzadas hacia el establo.
Subió para lavarse el cabello y tomar una ducha. Tenía la esperanza de que si Luke veía que no estaba en la planta baja, se atrevería quizá a entrar en la casa. Pero nada más salir del baño, Carla comprendió que Luke no había regresado, pues no se oían ruidos en la cocina. Carla murmuró para sí:
-Luke, no nos separemos de esta manera, sin una palabra... sólo silencio. Háblame, dame una oportunidad.
Escuchó el sonido de un trueno como respuesta a su plegaria. Se acercó al tocador y abrió la cajita que Luke había hecho para ella. Sacó el pedazo de cerámica. Lo sintió frío, duro y liso, como si el tiempo se hubiera condensado en su palma. Durante largos minutos se quedó inmóvil y sostuvo el fragmento como si fuera un talismán contra sus profundos temores. Al fin, volvió a colocarlo en la caja, y guardó ésta en su maletín, que era el único equipaje que permanecía a su lado.
Las sábanas estaban tan frías como el fragmento de cerámica Anasazi. Carla permaneció acostada, en espera de oír los pasos de Luke al subir las escaleras.
La tempestad llegó primero, fue un tumulto repentino. Carla escuchó todas las voces de la tormenta, el ruido del viento, la respuesta del trueno, la fuerte lluvia. Oyó que Luke subía las escaleras, y pasaba junto a su puerta sin detenerse. El sonido de la ducha se mezcló con el de la lluvia que caía. La ducha y la lluvia se detuvieron sin previo aviso. En los silencios que se abrían entre cada trueno, Carla pudo escuchar cómo Luke caminaba una y otra vez del dormitorio al baño.
Permaneció acostada, escuchando. Tenía los puños cerrados a los lados y toda su mente suplicaba: «Ven a mí, Luke. Una vez, sólo una vez ¿no puedes venir a mí?
Escuchó sus pasos en el pasillo. Creyó oír, o tal vez se lo imaginó, a Luke deteniéndose por un momento al otro lado de la puerta. El ruido en las escaleras le indicó que él se dirigía a la cocina, se alejaba de ella. Carla esperó y esperó, pero los pasos no volvieron. Sintió ira de pronto; con un movimiento rápido apartó las sábanas y temblando se puso de pie, llena de determinación.
Carla murmuró para sí:
-Lo obligaré a escucharme.
Descalza, bajó las escaleras. Llevaba sólo la camisa negra que Luke le había dejado a Cash, y que ella no le había devuelto. La única luz de la casa salía de la cocina, pero era suficiente para iluminar las escaleras.
Luke no se encontraba en la cocina, tal como ella esperaba, sino en el comedor. Su silla estaba apartada de la mesa, y tenía los codos apoyados sobre las rodillas. Una taza de café se enfriaba en la mesa, a su lado. Estaba descalzo, llevaba sólo unos pantalones. Su deseo hacía que le resultara imposible conciliar el sueño.
Sus miradas se encontraron. Para Carla fue como si hubiera sufrido una descarga eléctrica. Los ojos de Luke tenían el brillo salvaje de un puma acorralado.
-Vuelve a la cama, colegiala. Vuelve ahora mismo -ordenó Luke.
-Tenemos que hablar.
-¿Por qué? ¿Estás embarazada? -preguntó Luke. Había dado voz al pensamiento que le obsesionaba, su hijo, creciendo en el vientre de Caria. La triste historia del Rocking M repitiéndose de nuevo, después de que él había jurado que no tendría descendencia.
Sin embargo, deseaba ese niño con todo el anhelo de su alma, que era tan profundo como la necesidad que sentía Carla. Se encontraba atrapado entra lo que deseaba y lo que sabía no debería tener, y ese dilema lo volvía loco. No soportaba más... en especial, cuando Carla estaba de pie frente a él, con la mirada brillante y el cuerpo apasionado.
-No es eso -dijo Carla con impaciencia, decidida a no distraerse del tema principal. Le parecía que Luke había decidido no enfrentarse a lo que existía entre ellos-. Es tu negativa a...
Luke sintió ira porque ella daba poca importancia al hecho de que pudiera estar embarazada, algo que a él le obsesionaba. Decidió atacarla con palabras, de la misma manera que años atrás, la había hecho huir del Rocking M y de él. Sin embargo, ella había vuelto, por lo que esa vez tendría que ser especialmente destructivo.
-¿Por qué estás aquí entonces? -preguntó Luke con voz fría-. ¿Quieres más sexo? Olvídalo. Tuve suerte al no dejarte embarazada en el September Canyon. No soy tan tonto como para caer dos veces en la misma trampa. El sexo no lo vale.
Carla ya no era una niña para huir ante la ira de un hombre. Se mantuvo firme, a pesar del dolor que le causaron las palabras de Luke.
-Eso no fue sexo -le aseguró Caria-. Fue amor.
-Fue sexo -repitió Luke-. Eso es todo lo que los hombres y las mujeres sienten. Es simple deseo, colegiala.
-Algunos hombres... algunas mujeres -aceptó Carla. Avanzó despacio hacia él, los dedos le temblaron un poco al desabrocharse el primer botón de la camisa negra, después el segundo, el tercero... Todo su cuerpo temblaba con una urgencia que era la otra cara del deseo. Tenía que hacerlo comprender, tenía que lograrlo-, pero no todos son así. Yo te amo, Luke.
-¿Me amas? Entonces, abróchate la camisa y déjame en paz -pidió Luke.
-No estarías en paz, estarías desconsolado, me deseas, no puedes negarlo, Luke. La evidencia está delante de ti, para que los dos la veamos -manifestó Carla. Luke pronunció una maldición. Carla sonrió con tristeza-. Esa es la idea general, pero en nuestro caso, se llama hacer el amor.
-Yo no te amo-mintió Luke. Carla no se detuvo, sino que reunió todo su valor y continuó acercándose a su puma acorralado.
-No te creo-cuando los dedos de Carla terminaron con el último botón, la camisa se abrió y reveló las curvas femeninas. Luke contuvo la respiración, intentó apartar la mirada, pero no pudo. Carla era su propio sueño que caminaba hacia él, lo llamaba. Su voz era parte de él y de su alma.
-No me hagas esto, nena -pidió Luke.
-Eres un hombre grande y fuerte -indicó Carla, arrodillándose entre las piernas de Luke-. Si no me amas, pruébalo... detenme. Luke no esperaba ese desafío por parte de Carla, ni que le bajara la cremallera de los pantalones. Le cogió las muñecas y le subió las manos, para alejarlas de su cuerpo hambriento.
Fue un error, pues aunque los dedos de Carla se hundieron en los tensos músculos de su pecho, su cabello le acarició con intimidad. Antes de que Luke pudiera recuperarse de la fuerte impresión, sintió la caricia suave de su lengua.
De no haber estado sentado, el salvaje torrente de su respuesta lo hubiera obligado a arrodillarse. Emitió un gemido al tiempo que todos los músculos de su cuerpo se tensaban con la violencia de su pasión. Apretó las muñecas de Carla con fuerza, pero ninguno de los dos lo notó. Sólo sabían que el mundo estaba en llamas, y que ellos se encontraban en el centro del fuego.
Entre cada caricia de su lengua y manos, Carla murmuró el amor que sentía por él, y en algún momento, entre la negativa inicial y la aceptación final, las manos de Luke soltaron sus muñecas y enterró los dedos en su cabello. La acarició, la abrazó, hasta que gimió y no pudo soportarlo más. Levantó a Carla y le dio lo que ella pedía, al poseerla con pasión.
Carla besó a Luke en los párpados y dijo:
-Piensa en esto cuando me vaya. Piensa en esto y acuérdate de cómo te amé. Entonces, ve a buscarme, Luke, te estaré esperando... y amando...