Capítulo Dieciséis
-¿Cuándo vas a terminar con esta tontería y a llamarlo? -preguntó Cash desde el pasillo del apartamento de Carla. Su tono indicaba que estaba preocupado y exasperado.
Carla desvió la mirada del enigmático pedazo de cerámica que tenía en la palma de la mano, y la fijó en el tocador, donde se encontraba el teléfono que había permanecido en silencio durante diez semanas. Despacio, levantó la mirada para ver los ojos azules de Cash, que en ese momento entraba en su dormitorio.
La sonrisa habitual de Cash brillaba por su ausencia.
-¿Llamar a quién? -preguntó Carla.
-A Santa Claus -respondió Cash.
-Es demasiado pronto para los regalos de Navidad -indicó ella.
-Falta poco para el Día de Acción de gracias, y llevas en casa desde finales de agosto.
Los dedos delgados de Carla se cerraron sobre el fragmento de cerámica. No dijo nada, pues sabía contar tan bien como su hermano. Sabía muy bien que ese día se había quedado embarazada... el último día que pasó en el Rocking M, cuando arriesgó todo a una última carta... y perdió.
Al ver que ella no respondía, Cash insistió:
-¿Y bien?
-¿Bien qué? -preguntó Carla.
-¿Cuándo vas a llamar a Luke?
Con mucho cuidado, Carla guardó el fragmento en su caja, la cerró y la dejó sobre el tocador.
-No lo haré -informó Carla.
-¿Qué?
-No voy a llamar a Luke. He perseguido a ese pobre hombre durante siete años ¿no crees que ya es hora de que lo deje en paz?
Cash estudió la expresión de su hermana y comprendió que ella había madurado mucho desde el comienzo del verano. A pesar de que Carla no había dicho nada en concreto, la tristeza de su sonrisa le indicaba a Cash que el verano no había transcurrido como él esperaba. Lo que no sabía, era el motivo.
-Luke lleva años fascinado contigo, pero eras demasiado joven -señaló Cash-. Cuando tuviste edad suficiente, él ya se había acostumbrado a no verte. Para empeorar las cosas, tiene esa tonta idea de que el Rocking M destruye a las mujeres, y él ama ese rancho de la manera en que la mayoría de los hombres aman a sus mujeres. Por lo tanto, me dejé ganar en las cartas, y te envié al Rocking M, para que cocinaras durante el verano, y Luke pudiera comprobar que no ibas a echarte a llorar sólo porque no podías ir a que te arreglaran las uñas cada quince días.
La expresión de tristeza de Carla se transformó en una de sorpresa.
-¿Tú te dejaste ganar? -preguntó Carla.
-Sí. Pensé que el verano podría datos a vosotros dos la oportunidad de conoceros como adultos, sin que yo estuviera cerca para haceros recordar los años en que tú eras una chiquilla con trenzas y estabas enamorada de un hombre lo suficientemente mayor y decente como para mantener las manos quietas en los bolsillos.
-Funcionó -manifestó Carla-. No estuviste cerca para hacernos recordar eso.
-¡Vaya si funcionó! -exclamó Cash-. Volvimos a donde estábamos hace tres años. Me encuentro con Luke en West Fork para jugar a las cartas y tomar cerveza. Él me hace preguntas acerca de cómo estás, si sales con alguien, y si me gusta alguno de los hombres que llevas a casa.
Carla cerró los ojos, para que Cash no notara la esperanza que sus palabras le dieron. Esa esperanza era tan poco razonable como su enamoramiento.
-Supongo que Luke simplemente estaba siendo educado-señaló Carla con voz suave, en un esfuerzo por ocultar su dolor-. Si en realidad quisiera saber cosas acerca de mí, cogería el teléfono y él mismo me lo preguntaría.
-Eso fue lo que le dije la última vez que me preguntó -aseguró Cash.
Carla sonrió con tristeza.
-Y el teléfono no ha sonado.
-Hazlo sonar tú -sugirió Cash-. Llámalo.
-No -respondió Carla.
-Entonces, lo haré yo -aseguró Cash.
-Por favor, Cash, no lo hagas.
-Dame una buena razón para que no deba hacerlo -pidió él.
-No quiero que lo hagas.
-Eso es una emoción, no una razón -indicó Cash-. Dame una razón, Carla. Ya me he cansado de ver a las dos personas que más quiero caminando como si estuvieran medio vivos. Esperaba una boda al final del verano, no un funeral.
Al ver el rostro de Cash, Carla comprendió que no ganaría esa discusión.
-¿Te gustaría ser tío? -preguntó de pronto Carla.
-¿Qué?
-Estoy embarazada -explicó Carla.
-¿Estás segura?
-Sí.
-¿Lo sabe Luke?
-No.
-Lo suponía. Si él lo supiera, tendría cuñado de inmediato ¿no es así? -preguntó Cash.
-No.
Se produjo un largo silencio, mientras Cash esperaba una explicación por parte de Carla, pero ella no habló.
-Explícate -pidió Cash-. Confiaba en Luke. Dime por qué no debo ir al Rocking M y golpear a ese desgraciado hasta dejarlo casi muerto.
-No fue culpa de Luke -aseguró Carla.
-¡Eso son tonterías, Carla! Él es lo suficientemente mayor como para mantener las manos quietas. Además, sabe muy bien cómo se hacen o no se hacen los niños. Cualquier hombre que seduce a una virgen, debería tener la decencia de...
-Él no me sedujo -le interrumpió Carla-. Yo lo seduje.
-¿Qué?
-Seduje a Luke MacKenzie-gritó Carla-. Lo busqué, me quité la ropa y le hice un ofrecimiento que no pudo rechazar -respiró profundamente-. Si crees que tienes que golpear a alguien, golpéame a mí.
Cash abrió la boca, pero no salieron las palabras. Se aclaró la garganta y preguntó:
-¿Y después?
-Luke se sintió obligado a casarse. Yo me negué.
-¿Por qué? -quiso saber Cash.
Fue el turno de Carla para guardar silencio. Después de un momento, ella le explicó:
-Te diré por qué, querido hermano. Prefiero irme al infierno antes que casarme con un hombre que no me ama.
-¡No seas ridícula! -exclamó Cash-. Luke te ama. Te ha amado durante años.
Carla tenía los ojos llenos de lágrimas. Intentó hablar; sin embargo, sólo pudo sacudir la cabeza despacio, mientras intentaba controlarse.
-Placer -dijo al fin Carla-. No es lo mismo, Cash.
-No te creo -respondió Cash. Pasó junto a ella en busca del teléfono. Carla le cogió las muñecas.
-Entonces, cree esto -manifestó Carla con voz temblorosa-. Si le dices a Luke que estoy embarazada, subiré a mi camioneta y no me detendré hasta estar segura de que ninguno de los dos me encontrará.
-Pero cariño, estás embarazada. Sé razonable.
-Lo soy. No soy un caso de caridad. No necesito un matrimonio por compasión -aseguró Carla. Cash hizo una mueca. Demasiado tarde, Carla recordó el breve y desgraciado matrimonio de Cash con una joven que esperaba un hijo de otro hombre-. Lo siento, no era mi intención criticar a Linda. Ella hizo lo que creyó debería hacer -abrazó a su hermano-. El hecho de que tú te hicieras cargo de mí, cuando mamá y papá murieron, estropeó cualquier oportunidad que Linda y tú pudierais tener. Eso también me enseñó que el sentido del honor de un hombre y la decencia no son sustitutos del amor en el matrimonio. Si Luke me amara, ya habría llamado... y no lo ha hecho. Ahora, depende de mí recoger los pedazos de mi vida. No es problema de Luke, Cash, es mío.
Cash besó la frente de Carla y la abrazó.
-Cariño, estoy seguro de que Luke te ama, así como sé que yo te amo.
-No -murmuró Carla e intentó controlar la emoción-. Vas a hacer que llore. Le echo mucho de menos. Es como morir saber que él... que él no...
El cuerpo de Carla se estremeció, Cash la abrazó con fuerza.
-Adelante, cariño, llora -musitó Cash. Cerró los ojos y apoyó la mejilla sobre el cabello de Carla-. Llora por nosotros dos... y por Luke. En especial, llora por él, porque él ha perdido más -abrazó a su hermana durante largo rato, le permitió llorar por todos aquellos años de sueños que no se habían hecho realidad. Cuando al fin Carla se calmó, Cash la besó en la mejilla y la soltó-. No estoy seguro de lo que voy a hacer respecto a esto -sacó un pañuelo del bolsillo y secó las lágrimas de Carla-, pero sí sé lo que no voy a hacer. Hoy no voy a coger el teléfono para decirle a Luke que estás embarazada. Ya intervine en una ocasión con vosotros dos, y no resultó -colocó el pañuelo en la mano de Carla y la obligó a cerrar los dedos-. Sin embargo, una vez que ya no puedas ocultarlo, alguien se lo dirá a Luke, y habrá problemas -dudó un momento y añadió-: Si no se lo has dicho para Navidad, tendré que hacerlo yo por ti.
Lo que Cash no dijo fue que creía con toda seguridad que, para entonces, Luke ya habría llamado a Carla.