Capítulo Trece 

Carla se puso de pie lentamente, sin apartar la mirada de Luke. Rodeó la fogata y apenas notó el calor de las llamas, pues era la mirada dorada de sus ojos lo que la consumía. Con todos los músculos tensos, Luke observó cómo se acercaba. Sabía que debería alejarse de ella, caminar por la lluvia... seguir caminando, hasta que el pulso de su sangre se calmara. No debería quedarse inmóvil mientras ella se acercaba... la joven que él se prometió que nunca tocaría. 

Carla se detuvo a unos centímetros de Luke y lo miró a los ojos hasta que ya no pudo soportarlo más. Al tiempo que se inclinó hacia adelante, pronunció su nombre en un murmullo. Al no recibir respuesta, levantó una mano temblorosa hasta su mejilla. 

La suave caricia de sus dedos hizo que Luke se estremeciera, como si hubiera sido golpeado por un relámpago. Carla sintió la corriente violenta de pasión que lo dominaba, la sintió como si fuera suya. 

Sabía que si volvía a tocarlo, no había un retorno para ninguno de los dos, ni más deseos frustrados, sólo la realidad de la pasión de un hombre y el amor de una mujer. 

La profundidad de la pasión de Luke, que una vez la había asustado tanto, en ese momento la hacía estremecerse. Nunca había sentido la dulce violencia de su propia sensualidad con otro hombre. Dudaba que llegara a sentirla... al menos de esa manera. 

Sus dedos recorrieron con delicadeza las cejas oscuras de Luke, sus pómulos, su nariz recta, su mandíbula. Lo acarició como lo había hecho miles de veces en sus sueños. Al acariciarle los labios, él emitió un gemido y Carla se estremeció. Eso también había sido parte de su sueño, que él la deseara hasta poder sentir el mismo dolor que sentía ella al estar separados. 

-Ámame -murmuró Carla contra la boca de Luke-. Enséñame a amarte. 

   

-Nena -dijo Luke con voz ronca. No podía alejarse de ella-. No me hagas esto. Te he deseado durante mucho tiempo. 

-Por favor, Luke. Oh, por favor, no te alejes. He soñado contigo muchos años. 

Luke miró los ojos de Carla, sus labios temblorosos, y de pronto comprendió que ya no podría alejarse de ella. Junto con ese descubrimiento dulce y amargo, le invadió una extraña calma, una sensación de potencia y seguridad a la vez. Al no luchar contra sí mismo, redobló su fuerza. Eso era bueno, pues deseaba ese control extra, por Carla, no por él. Quería ser para Carla el amante más dulce que jamás hubiera tenido una mujer. 

Con un pequeño movimiento de su muñeca, Luke lanzó su taza hacia la lluvia. Lentamente levantó las manos y con ellas acunó el rostro de Carla con una ternura que la dejó sin aliento. En ese instante, la joven admitió que esperaba una demostración apasionada de Luke, como la que la había asustado tres años antes. 

-Yo también he soñado -le confesó Luke con voz profunda; su mirada reflejaba el calor del fuego-. He llenado muchas horas vacías soñando con volver a vivir aquella noche, con tenerte de nuevo frente a mí, ofreciéndote, mirándome y temblando de esperanza y deseo. Ahora que estás frente a mí otra vez, y tiemblas... ¿Es temor «rayo de sol»? Dime que no es temor 

-No sé por qué me haces temblar -indicó Carla e intentó reír, pero produjo un sonido extraño-, sin embargo, sé que no es temor. La sonrisa de Luke hizo que el corazón de Carla diera un vuelco. Su mirada apasionada la dejaba sin aliento. Con suavidad, la hizo volverse, hasta que Carla quedó frente al fuego. Sin moverse, y casi sin respirar, la miró durante mucho tiempo contempló su cabello, el elegante arco de sus cejas, la danza silenciosa de las llamas que se reflejaban en sus ojos. 

Carla no comprendió por qué él la había colocado de perfil al fuego, por qué no hacía movimiento alguno para tocarla. Pronunció su nombre en un murmullo: 

-¿Luke? 

-Quiero verte -respondió él-. Quiero que me veas. 

El calor de sus manos la envolvió con suavidad. Sus labios trazaron una línea entre el cabello y el rostro, le acariciaron las cejas, los párpados, delinearon sus mejillas, murmuraron junto a su barbilla. Carla no hubiera podido moverse aunque lo deseara, no podía respirar, se sentía suspendida entre el fuego, la lluvia y la inesperada y exquisita ternura de la pasión de Luke. Cuando los labios de él al fin rozaron su boca, gimió. Luke levantó la cabeza y vio el brillo de las lágrimas en las pestañas de Carla. 

-¿Mi beso significa tanto para ti? -Carla abrió los ojos y lo miró, sin poder hablar-. ¡Cielos! -murmuró él impresionado. 

Luke se inclinó de nuevo hacia la boca de Carla murmuró el sobrenombre que le pusiera la primera vez que la vio sonreír, años atrás. El sonido de su voz se mezclaba con el murmullo del agua al caer sobre la piedra, en la oscuridad, más allá de la fogata. Le acarició la boca una y otra vez, la tocó con la punta de la lengua, hasta que Carla entreabrió los labios con ansiedad. 

Luke murmuró con voz ronca, animándola: 

-Sí. ¿También lo deseas? ¿Quieres besarme como lo hiciste en el comedor? -Carla volvió la cara hacia los labios que la enloquecían, hacia aquellos labios que besaban y se apartaban, para en seguida volver a besar y apartarse, sin darle lo que necesitaba. Emitió un gemido de frustración-. Espero que intentes decir que sí «rayo de sol» -musitó Luke atrayéndola hacia su cuerpo-. Espero que te haya gustado sentirme y besarme, porque el recuerdo de aquel beso me ha mantenido despierto durante demasiadas noches. 

-¿Tú también? -preguntó Carla y abrió los ojos por la sorpresa-. Permanecía en la cama, mientras recordaba cómo te besé -no comprendió lo que Luke sintió al oírlo, sólo notó que las manos fuertes que sostenían su rostro temblaron por un instante. Luke murmuró una palabra que pudo ser una plegaria, una maldición o las dos cosas a la vez. 

-Enséñame la clase de beso que deseabas cuando permanecías despierta -pidió Luke contra los labios de Garla-. Enséñame tus sueños, permíteme que los haga realidad. 

Carla lo abrazó poniéndose de puntillas. Las palmas de las manos de Luke se deslizaron desde el rostro de ella hasta los hombros, rodearon su cintura, la acercaron, pero no demasiado, para que no se asustara al notar la evidencia de su pasión. Con suavidad, los labios de Carla rozaron los de él su lengua se deslizó por su labio inferior. Luke se estremeció pero no hizo movimiento alguno para apoderarse de sus labios. Carla lo abrazó con más fuerza, temblando. 

-Por favor -musitó Carla contra los labios de Luke-. Por favor, Luke. En mis sueños te deseé. 

Luke entreabrió los labios y emitió un sonido que era una mezcla de placer y dolor. De pronto, ya no hubo barrera entre ellos para la clase de beso con la que Carla había soñado. La lengua de ella buscó la de Luke con ansiedad; él la abrazó con fuerza, y le arqueó el cuerpo contra el suyo. Al instante, él intentó apartarse un poco, al tiempo que maldecía su falta de control, pero se encontró con que no podía hacerlo. 

Luke besaba a Carla como ella había soñado ser besada, temblando de ansiedad, pasión, con un fuego sensual y algo más, algo que no podía nombrar, pero que sabía la esperaba en los brazos de ese hombre. 

Luke se inclinó, y arqueó más el cuerpo de Carla, hacia el suyo, satisfaciendo la urgencia instintiva de la joven. La abrazó con más fuerza, mientras la levantaba lentamente del suelo. Carla sólo podía apoyarse en él. 

La joven sentía que giraba con languidez, que la envolvía una oscuridad cálida, al tiempo que la consumía un fuego dulce. Luke giraba con ella, su sabor se extendía por todo su cuerpo, él la abrazaba... un sueño se estaba convirtiendo en realidad, envolviéndola con pasión. 

Pasó mucho tiempo, antes de que Carla sintiera que él la bajaba despacio hacia el suelo. La abrazaba tan de cerca que podía sentir sus músculos, la hebilla de su cinturón. Cuando sus pies tocaron el suelo tropezó, debido a la debilidad que sentía en las rodillas. De inmediato, Luke la abrazó, sosteniéndola. Sintió sus muslos tensos y lo oyó gemir, cuando juntaron sus caderas y él se movió con un ritmo primitivo, que en una ocasión la había asustado, pero que en ese momento la encendía de pasión. 

Luke volvió a gemir y apartó su boca de la de Carla, al tiempo que se obligaba a abrazarla con menor fuerza. Respiraba con dificultad, sentía la boca vacía, hambrienta. Cerró los ojos, atrapado entre la frustración y la sorpresa. 

Carla preguntó con voz temblorosa:  

-¿Luke? ¿Qué pasa? ¿He hecho algo malo? Luke abrió los ojos. 

-Está bien -indicó Luke-. Creía que sabía todo lo que importaba acerca de los hombres, las mujeres y el sexo... estaba equivocado.  

-¿Qué quieres decir? -preguntó Carla. 

-No puedo explicarlo con palabras, sin embargo, sé que es verdad. Vuelve a ofrecerme tu boca «rayo de sol». Nunca me gustó tanto besar a alguien. 

-Pero yo no... tengo experiencia -comentó Carla, perpleja y contenta al mismo tiempo. Sus pensamientos se evaporaron ante el calor de la mirada de Luke. Él pasó el pulgar por los labios de Carla y ella imitó la caricia con la punta de la lengua. 

-Eres muy sincera -murmuró él con voz ronca-. Tus palabras, tus respuestas. No sabía que una mujer pudiera ser tan apasionadamente sincera. Eso hace las cosas más difíciles de lo que esperaba. Bésame, nena. 

-¿Qué cosas? -preguntó Carla, temblorosa. Permitió que Luke soportara el peso de su cuerpo, mientras le daba el beso solicitado. Escuchó sus propias palabras y enterró el rostro en su cuello, al notar la excitación de Luke. Era consciente de que esa excitación la hacía sentir orgullo y curiosidad-... bueno, resulta obvio. 

-De acuerdo, es obvio -dijo Luke y rió con suavidad, al comprender que el cambio en su cuerpo no la había asustado como sucedió tres años antes. Le levantó la cara y notó su expresión de orgullo femenino y curiosidad virginal-. Desearía poder detener el tiempo y mantenerte guardada para siempre, para tener mi rayo de sol privado -murmuró contra sus labios. 

Cuando Carla empezó a responder, él la besó en los labios con tal pasión que los dos se estremecieron. La joven sintió cómo Luke introducía la lengua en su boca, sus brazos fuertes que la levantaban. La recostó sobre uno de los sacos de dormir, y se colocó a su lado, acercándola todavía más. Carla se estremeció. 

-¿Te encuentras bien? -le preguntó Luke.  

-Sí. 

-Estás temblando -indicó él.  

-También tú. 

-Lo sé -respondió-. Apenas tuve fuerzas para levantarte -Carla abrió mucho los ojos y cerró las manos sobre sus hombros musculosos-. Sí, a mí también me sorprendió mi debilidad -manifestó Luke. Murmuró el nombre de ella y se inclinó sobre su boca una vez más-. Sufro, Carla... ¿quieres besarme para que me sienta mejor? Carla sonrió. Todavía sonreía, cuando él la besó y la hizo gemir. Las manos de Luke se deslizaron por el cuerpo de Carla, buscaron sus senos, los acariciaron en silencio. La blusa de algodón y el sostén no ocultaron su respuesta inmediata. Luke tomó un pezón endurecido entre los dedos, y lo acarició de manera rítmica. La oyó gemir y saboreó la caricia. 

Cuando los senos de Carla ansiaban sentir más caricias de Luke, él deslizó la mano derecha por su cintura y vientre. Carla se arqueó contra su mano; ardía de pasión y se estremecía, necesitaba algo más. 

     No podía decirle lo que deseaba, porque él la besaba en los labios, y no deseaba que ese beso terminara. 

La palma de la mano de Luke acarició sus caderas y muslos repetidas veces, oprimiéndose contra ella, moviéndose al ritmo de la lengua que acariciaba su boca. La mano se deslizó, de manera inevitable, hacia su vientre, hasta que no pudo subir más. Curvó los dedos, y la palma se movió despacio, con insistencia y ritmo. Luke gimió. 

Sus manos y boca se hicieron más exigentes, haciendo que Carla emitiera un sonido entrecortado, que lo excitó todavía más. Deseaba escuchar esos gemidos, quería descubrir y saborear cada una de sus respuestas. Quería consumirla, y encontrar la consumación en una intimidad que nunca había buscado ni deseado con otra mujer que no fuera Carla. 

Los gemidos entrecortados de la joven penetraron en la pasión de Luke. Apartó la boca de la de ella, y sus manos. 

-Luke, por favor... yo... -murmuró Carla. Un momento antes de que Luke recuperara el control, se estremeció como un hombre atormentado. 

-Lo siento -dijo él con voz ronca. Apartó el cabello del rostro de Carla-. Lo siento «rayo de sol». No era mi intención asustarte.  

-Eso no es... -empezó a decir Carla-. No quería decir... -intentó controlarse, pero no lo logró. Emitió un sonido entrecortado y tomó una de las manos de Luke, le besó la palma y se la mordió con suavidad, en respuesta a los sentimientos conflictivos que la dominaban. Deseaba acariciarlo y herirlo al mismo tiempo. 

-Oh, nena -dijo Luke y cerró los ojos. Su cuerpo se tensó en una respuesta violenta-. Me estás matando, y ni siquiera lo sabes. 

-Lo siento -respondió Carla con voz temblorosa, sorprendida por sus propias acciones-. No sé por qué lo he hecho. Yo sólo... Luke no esperó a que ella terminara la frase. 

-Te perdonaré, si vuelves a hacerlo.  

-¿Qué? 

-Ya me has oído -respondió Luke-, pero hazlo con más fuerza, nena. 

El cuerpo de Luke se tensó cuando Carla hundió los dientes en la base del pulgar. Su violencia apenas contenida indicó a Luke que se sentía tan frustrada como él, y ni siquiera sabía por qué. El pensamiento podía darle a ella lo que necesitaba, hizo que su pulso se acelerara. Luke observó a Carla y levantó la mano. Notó que ella temblaba. La joven cerró los dedos sobre el cuello de su camisa y tiró con fuerza. La camisa se abrió y los botones cedieron, quedando al descubierto el vello de su pecho musculoso. Él colocó una mano en la cabeza de ella y la acercó contra su pecho desnudo. 

Luke murmuró: 

-Otra vez -vacilante, Carla le acarició el pecho con los labios. Sintió su respuesta sensual. Un suave sonido escapó de la boca de Carla, en el momento en que la dominó una gran urgencia. Cerró las manos sobre el pecho de Luke-. Con más fuerza -pidió él-. Adelante, muérdeme. Eso es lo que deseas. Estás temblorosa y tensa, y sabes que yo soy la causa. Quieres detenerte, pero también deseas seguir adelante para siempre. Estás frustrada, apasionada, confusa, y quieres desquitarte conmigo. Hazlo, nena, hazlo. 

Con un pequeño grito, Carla obedeció e hizo lo que deseaba y necesitaba. Hundió los dientes en los músculos de su pecho emitiendo sonidos de placer. Hundió los dedos en su vello. 

Luke rió, la estimuló a que continuara mientras la desvestía. No sabía durante cuánto tiempo más podría soportar aquel dulce tormento, pero sabía que no tardaría en averiguarlo. Con un gemido ronco, al fin levantó la boca de Carla hacia la suya, y la devoró con un beso apasionado que la hubiera atemorizado minutos antes. Sin embargo, en ese momento, Carla necesitaba sentir esa pasión. Lo abrazó por el cuello y enterró los dedos en su pelo y le devolvió el beso con la misma pasión. 

    El mundo volvió a girar cuando las manos de Luke se movieron sobre Carla, apartando la ropa hasta dejarla desnuda y temblorosa en sus brazos. La abrazó, la sintió temblar, escuchó su respiración entrecortada, y recordó todos los años que había pasado soñando con el momento en que ella volviera a ofrecerse, y su juramento de que sería amable con ella. Maldijo su necesidad y luchó por recuperar el autocontrol. 

Carla pronunció su nombre con voz temblorosa, y Luke dijo:  

-Está bien. No te haré daño «rayo de sol». Eres tan apasionada que me olvidé de que no estás acostumbrada a esto. 

-¿Y tú puedes acostumbrarte a esto? -preguntó Carla. 

-¿A estar desnudo? -preguntó Luke, y ella negó con la cabeza. Notó que su cuerpo se estremecía y esperó, pero Carla no dijo nada más-. ¿A qué? 

Carla emitió un sonido extraño y hundió las uñas en el pecho de Luke, en un gesto inconsciente de frustración. 

-A desear -explicó ella-, y no tener... desear, desear y desear. Antes de que Carla terminara de hablar, Luke se volvió y empezó a quitarse la ropa. Cuando se volvió hacia ella y se acostó de lado, Carla estaba sentada y lo observaba. Luke se quedó inmóvil y lamentó su prisa, y el hecho de que ella nunca había visto a un hombre excitado y desnudo... Y él nunca se había sentido más excitado. Notó el cambio en la expresión de Carla, su pasión controlada, como si la realidad de la pasión de él la impresionara mucho. 

-¿Todavía me deseas? -preguntó Luke. La única respuesta de Carla fue deslizar las uñas por el pecho de Luke, por su vientre, hasta llegar a la evidencia de su deseo. Dudó un momento y lo miró a los ojos-. No sé qué es más excitante -musitó Luke con voz ronca-, ver tu dulce curiosidad, o sentirla. 

-¿No te... importa? -preguntó ella. 

Luke negó con la cabeza y contuvo la respiración, cuando los dedos de Carla le acariciaron la piel. Nunca había conocido una exploración tan tierna y sensible, y nunca había imaginado que pudiera excitarse tanto sin perder el control. Ni en el éxtasis sexual había encontrado tanto placer como el que estaba descubriendo en ese momento. 

-¿Te importa? -preguntó Luke y le acarició la pantorrilla, la rodilla y el muslo. 

-¿Qué? -preguntó ella. 

-Si te toco de la manera en que tú me estás tocando -respondió Luke. Antes de que Carla pudiera responder, la acarició con intimidad. Carla emitió un sonido y por reflejo cerró las piernas sobre su mano-. ¿Eso es sí o no? -la acarició. 

Carla dejó escapar el aliento contenido cuando el placer la invadió y una inesperada cascada de sensaciones la provocaron un estremecimiento. Luke sintió cómo se derretía y deseó hacerle sentir todo el poder de su pasión. Carla cerró los ojos, arqueó la espalda y se movió contra la caricia de Luke. Volvió a estremecerse. 

Luke murmuró, al tiempo que la acariciaba con pequeños movimientos: 

-¿«Rayo de sol»? Mírame -ella abrió los ojos, dominada por la pasión. La mano de Luke volvió a moverse, deseaba más de ella pero quería aclarar las cosas. Quería que Carla se entregara mientras lo miraba, sabiendo a cada paso lo que sucedía-. No te ocultes, nena -habló con suavidad. Ella lo miró por un momento, mientras él continuaba acariciándola. Gimió, movió las piernas y le permitió mayor intimidad, pues la deseaba tanto como él-. Así es, relájate -Carla se apoyó hacia atrás, mientras los dedos de Luke la acariciaban y pedían en silencio lo que no le había dado a ningún otro hombre. 

-¿Luke? 

-Está bien -murmuró Luke con voz profunda-, sólo un poco más -ella obedeció-. Eres como la miel. 

Se estremecieron, dominados por el placer. Luke medía su habilidad para recibir aquel regalo de su cuerpo. Despacio, se arrodilló y la acarició con el pulgar, Carla se dejó caer sobre el saco de dormir y emitió un grito ronco. Luke se quedó muy quieto, pues temía haberla herido, a pesar de todo su cuidado. 

-No te detengas -suplicó Carla con voz entrecortada y lo miró, moviéndose contra su mano-. Si te detienes me moriré. 

-¿Estás segura «rayo de sol»? 

El cuerpo de Carla respondió por ella, y bañó a Luke con una dulce pasión, borrando cualquier pregunta. Despacio, se recostó sobre ella, y la caricia de sus dedos fue reemplazada por su cuerpo, que ella había explorado poco antes. Aquella caricia satinada la hizo sentir ondas de placer, anillos de sensación que explotaban con dulzura. Con suavidad, Luke aumentó su pasión, calmándola de manera gradual. 

La lenta consumación hizo que escapara un gemido de los labios de Carla. Nunca había sentido algo tan exquisito, el fuego del cuerpo de su amante que se mezclaba con el suyo. Sintió un ligero dolor que desapareció bajo la tormenta que la consumía. Sintió la boca de Luke en el cuello, en la garganta, en los párpados, escuchó sus palabras apasionadas. Era parte de él. Intentó decirle que no podía soportarlo más, que aquel placer era demasiado grande, que se sentía morir, pero la única palabra que pudo pronunciar fue su nombre. Sintió que una oscuridad la envolvía, seguida por un estremecimiento de su cuerpo que le llegó hasta el alma, llevándola al éxtasis. 

Luke escuchó que Carla pronunciaba su nombre una y otra vez, era una letanía apasionada que resonaba en su mente. El cuerpo de Carla exigía todo lo que él había controlado, todo lo que él era, todo lo que tenía. Con un grito ronco, Luke pronunció el nombre de Carla cuando la pasión explotó con violencia y ternura a la vez, algo que él nunca había conocido antes. Se hundió en un éxtasis convulsivo, sin fin, al entregarse a la mujer que había jurado que nunca volvería a tocar.