Capítulo Catorce 

Carla se movió y extendió la mano para buscar el cuerpo musculoso y cálido al que se había acostumbrado durante la noche. Al no encontrar nada, abrió los ojos. Un instante después lo vio. Sólo llevaba los pantalones, estaba de pie al borde del saliente rocoso, saboreando una taza de café, mientras observaba la tierra que había limpiado la lluvia. Como si presintiera que ella se había despertado, se volvió. El sol que tenía detrás impedía que ella pudiera ver la expresión de su rostro. 

Sin pronunciar palabra, Luke se acercó para sentarse sobre los talones, en el saco de dormir de Carla. La luz iluminaba la mitad de su cara. Durante un largo momento observó a Carla con mirada enigmática. 

-¿Te encuentras bien? -preguntó al fin. Ella asintió y sacó una mano del saco de dormir, para acariciar la mejilla recién afeitada de Luke. Él cerró los ojos-. ¿Estás segura? 

-¿Qué sucede, Luke? 

-Cuando me levanté esta mañana... -su voz se cortó-. Anoche sangraste. 

-No me dolió entonces, ni ahora -aseguró Carla. Luke dijo algo entre dientes. Se levantó de pronto. 

-Eras virgen. 

-Lo sabías antes... antes de que nosotros... -Carla tartamudeó-, Luke, te lo dije. ¡Lo sabías! 

-Sí, lo sabía, pero en realidad no lo supe hasta que vi tu sangre en mi cuerpo esta mañana. Entonces, todo fue real, demasiado real -se pasó los dedos por el pelo-. ¡Qué lío! -Carla se sintió como si la hubieran golpeado, pero no dijo nada, debido a la sorpresa. Sin mirarla, Luke volvió al saliente rocoso y contempló la tierra desierta-. Bueno, colegiala, conseguiste lo que querías -dijo después de un momento-, Espero que haya valido el precio. 

-Yo no... no comprendo -murmuró Carla. 

-No, supongo que no. De eso se trata ser joven... de hacer y no comprender, pero yo sí comprendo. Debí alejarme de ti. Lo sabía, tanto como sé que el fuego es caliente y la lluvia moja -su cuerpo se tensó al recordar la noche apasionada que nunca olvidaría-,sin embargo, no tuve la suficiente fuerza para alejarme de ti. 

Caria sintió frío al recordar lo que Luke le había dicho semanas antes: «Mantente alejada de mí «rayo de sol». Me temo que no tendré la fuerza de voluntad necesaria para decirte que no. Entonces te tomaré, y te odiaré...» 

Después de un momento, Luke le dijo: 

-Levántate, Carla. He calentado agua para ti. Después de que te laves, iremos al pueblo y cometeremos un error mayor que el que cometimos anoche, pero que tampoco puede evitarse -nada en su voz le indicaba a Carla lo que él estaba pensando. 

-¿Qué haremos en el pueblo? -preguntó Carla. 

-¿No puedes adivinarlo, colegiala? Éste es tu día de suerte... vas a casarte. 

Se produjo un largo silencio. 

-¿Por qué? -preguntó al fin Carla. Luke hizo un gesto impaciente. 

-Anoche, ése es el motivo, y lo sabes muy bien. Llegaste virgen a September Canyon. Ningún hombre que se jacte de serlo, te quita eso sin decir nada a cambio. 

Carla se sintió invadida por la ira. Soñaba con Luke, pero no en esas circunstancias... por deber y honor, no por amor. Pensó que él no la había amado años antes, no la había amado la noche anterior, y no la amaba en ese momento. Nada había cambiado. Pero comprendió de pronto que algo sí había cambiado. Ya no era una chiquilla para huir de la ira de Luke, para casarse con un hombre que no la amaba, esperando que todo saliera bien. 

-El resto de tu vida parece un precio excesivo por una apuesta rápida -comentó Carla. 

       Luke la miró; se quedó sorprendido al notar su falta de expresión ya  que estaba acostumbrado a que el rostro de Carla reflejara su estado de ánimo. 

-Conocía el riesgo cuando tomé cartas en el juego -respondió Luke con tono cortante. Desvió la mirada de su cuerpo desnudo al salir del saco de dormir-. Apresúrate y vístete. Si no salimos de aquí con rapidez, tal vez no podamos hacerlo en varios días. Ya está lloviendo en las tierras altas, y no pasará mucho tiempo antes de que la lluvia llegue hasta aquí. 

-No te retrases por mí -manifestó Carla. 

-Tu pequeña camioneta no recorrerá ni cien metros, tal como está el camino ahora. Tendrás que venir conmigo. Después vendremos a buscar tu camioneta. 

-No -dijo Carla.  

-¿Qué? 

-No -repitió ella con voz fría-. No. Es una palabra que significa negación... una negativa, lo opuesto a «sí». No iré contigo en tu camioneta, no iré al pueblo contigo, no me casaré contigo. Vine a September Canyon de vacaciones, y tendré esas vacaciones. Si no te gusta, eres libre para irte. 

Luke volvió la cabeza, pues nunca había escuchado ese tono tan decidido en Carla, que le indicaba claramente que no tenía derecho a darle órdenes. Sin embargo, pensó, ella era demasiado ingenua y estaba equivocada. 

-Escucha, colegiala... 

-Ya he escuchado -le interrumpió-, que es algo que tú no haces. Primero, ya no soy una colegiala, y segundo, ya me has dejado muy claro que no quieres casarte conmigo. Por lo tanto, no habrá matrimonio. 

-Podrías estar encinta. ¿Has pensado en eso, colegiala... o tomas acaso la píldora? 

-No es tu problema, vaquero -respondió Carla, con una calma que en realidad no sentía. 

-¿De qué estás hablando? ¡Por supuesto que es mi problema! ¿No sabías que se necesitan dos para hacer un niño? 

-Y sólo uno para llevarlo -indicó Caria-. ¿Adivinas quién de los dos es esa persona? No es tu problema, vaquero. 

Luke la miró; ella no cedió lo más mínimo, y le devolvió la mirada. 

 

 

      Luke comprendió que la pasión que había descubierto en ella no se limitaba a hacer el amor. La joven que huyera de su pasión tres años antes, se había convertido en una mujer de mirada fría y que sentía ira. La combinación resultaba... excitante. Con enfado, sintió cómo su cuerpo respondía ante ella, y su falta de control lo enfureció. 

-¿Qué piensas decirle a Cash, cuando empieces a perder la línea? -preguntó Luke con voz fría. 

-Si eso sucede... lo cual no es seguro, le diré a Cash que será tío en el mes de mayo del año que viene. 

-Después de decírselo, Cash hará todo lo posible por matarme -señaló Luke-. ¿Es eso lo que deseas? ¿Venganza? 

-No te preocupes, dejaré muy claro que no acepté tu oferta de matrimonio. 

-Eso no será suficiente -aseguró Luke-. Él querrá conocer el motivo. Por lo tanto, trata de razonar conmigo. ¿Por qué no quieres casarte conmigo? 

-A diferencia tuya, Cash es lo suficientemente inteligente como para imaginar que no quiero pasar el resto de mi vida como carcelera tuya. 

-Es gracioso que lo expreses de esa manera. Yo también estoy seguro de que no quiero ser tu carcelero... pero así verías al Rocking M... como una cárcel. 

-Estás equivocado -aseguró Carla-. Me gusta el rancho. -Por unas semanas, en el verano. ¿Qué sucederá en el invierno, Carla? ¿Qué sucederá el día que yo regrese a casa, después de romper el hielo en los abrevaderos, y encuentre a mis hijos sollozando aterrados, porque su madre grita en armonía con el viento? ¿Qué sucederá entonces? 

Al ver el dolor de Luke, la ira de Carla se apagó, y quedó solamente su amor. Deseaba consolarlo, darle esperanza para el futuro, pero no podía cambiar el pasado, y no sabía qué hacer para que creyera en un futuro juntos, en ella. 

-Lo siento, Luke, lo siento -manifestó Carla. Hizo un esfuerzo por controlar las lágrimas-Por favor, créeme, daría cualquier cosa por poder cambiar tu pasado... excepto lo de anoche, pues eso no lo cambiaría, Luke. Tengo toda una vida por delante, quiero vivirla sabiendo que una vez, una sola vez, toqué el sol. 

 

Se oyó el ruido del trueno en September Canyon. Llegó hasta ellos el olor a lluvia. Al oír el trueno, Luke comprendió que era demasiado tarde para ir al pueblo; pero ya antes era demasiado tarde, en el mismo 

instante en que la oyó describir la noche que habían vivido. Había dicho que tocó el sol. 

El saber que ser su amante había significado tanto para Carla, lo desarmó. Él había tomado algo que Carla sólo podía darle una vez, y ella no le haría recriminaciones. Él tenía experiencia y ella no, él sabía a dónde los conducirían los besos, y ella no. Tenía que haberse controlado y no lo hizo. 

Con suavidad, Luke levantó a Carla en sus brazos. Deseaba decirle que el saber que le había gustado le hacía sentirse orgulloso, fuerte y humilde a la vez, pero no tenía palabras. No tenía nada que darle a cambio, nada para reparar el instante en que la más elemental necesidad había transformado a Carla, tomando su virginidad y dándole el éxtasis a cambio. 

-Me alegro de haberte dado placer -expresó Luke con voz ronca-. Atesoraría cada instante si pudiera, pero no eso. Es muy extraño «rayo de sol», muy extraño. 

Al sentir la piel desnuda y tibia de Carla contra su cuerpo, cuando ella lo abrazó, hizo que Luke sintiera una intensa necesidad. La abrazó, se balanceó despacio, le acarició el cabello con la palma de la mano, sabía con una mezcla de dulzura y amargura, que ella lo había acariciado como ninguna otra mujer lo había hecho, lo había llevado a tocar el sol, y compartido su pasión con él... y él no podía volver a tenerla. 

No debería volver a poseerla, por el bien de ella y por el suyo propio. Él no era el hombre indicado para ella. Carla no era la mujer indicada para él, pues era una chica de ciudad. Viviendo en un rancho 

donde el tiempo estaba paralizado ella quedaría prisionera, y eso los separaría. Carla era demasiado generosa y hermosa para ser destruida de esa manera, se merecía más de lo que él le había dado, se merecía ser adorada, protegida. Tocó los labios de Carla en un beso rápido, antes de soltarla y acercarla a la fogata. Sin pronunciar una palabra, puso parte del agua caliente en una vasija, mojó un trapo y se lo entregó. Dijo en ese momento: 

      -Si tienes timidez al lavarte delante de mí, daré un paseo –la mano de Carla temblaba tanto que la tela enjabonada resbaló de sus dedos-. ¿Estás segura de que te encuentras bien? 

-Lo siento -dijo Carla e intentó controlar su voz. Bajó la cabeza y ocultó los ojos, mientras intentaba tomar la tela de manos de Luke no la soltó, sino que colocó la otra mano debajo de la barbilla de Carla para que lo mirara a los ojos. 

-¿Qué sucede «rayo de sol»? 

-¿No lo sabes? -preguntó Carla y miró el pecho de Luke distinguió los rasguños en su piel y recordó la noche anterior. Él había sido un amante perfecto y ella estaba tan ansiosa, tenía tan poca experiencia... No le sorprendía que Luke no intentara abrazarla al verla desnuda. Ella le había mordido y le había dejado marcas. Contuvo la respiración y cerró los ojos, sin poder mirar a Luke a la cara, al tener en la mente el recuerdo de su pasión-. Supongo que no lo sabes. ¿Por qué ibas a saberlo? Tú no sientes por mí lo mismo que yo siento por ti.  

-Mírame -pidió Luke con voz profunda-. Dime qué sucede. Carla abrió los ojos antes de hablar. 

-En caso de que no lo hayas notado, estoy desnuda, y tú estás muy cerca. Tú me haces temblar, a pesar de estar vestido. Anoche estuvo bastante mal, pero ahora es peor. Te deseo... todavía te deseo, y tú no... no deseas... 

-Sabes cómo tentar a un hombre ¿no es así? Me prometí que no volvería a tocarte de esa manera, y aquí estas, desnuda y temblorosa... y me dices que todavía me deseas. ¿Cómo se supone que debo decir que no? 

-No te pedí que dijeras que no -respondió Carla e intentó reír. Tomó el trapo-. No importa, Luke, no te culpo. En tu lugar, supongo que tampoco me moriría por vivir unos momentos con una joven inexperta. 

-Eso no es lo que quise decir, y tú lo sabes -manifestó Luke con los dientes apretados-. ¡Ayúdame, Carla! ¡Intento no estropear tu vida! 

-Por supuesto -dijo ella con amargura. La tristeza que reflejaba su rostro y el tono de su voz afectó a Luke tanto como la pasión que la hacía temblar a ella. 

       -Nena, por favor... no me hagas esto -pidió Luke con voz ronca. Carla intentó controlar las lágrimas, y de manera automática, lo buscó. Cuando sus dedos tocaron el pecho de Luke, él se estremeció en respuesta. 

-Luke, yo... 

-Demasiado tarde -la interrumpió Luke-. Siempre parece ser demasiado tarde contigo. Lo único que tienes que hacer es tocarme, y me enciende. Debería decirte que no, lo sé, pero no puedo. Dame tu boca, nena, ha pasado mucho tiempo desde que te besé por última vez. La mano libre de Luke acarició el cabello de Carla y le inclinó la cabeza hacia atrás, al tiempo que la besaba en la boca. Le acarició los labios con la lengua, hasta hacerla suspirar. Fue un beso profundo, cargado de una sensualidad que Luke había tratado de controlar durante años, pero ya no. El pasado era tan frío como sería el futuro, pero el presente estaba allí y era ardiente. 

Cuando Luke terminó el beso y se separó, ella gimió; pedía más. El dulce sonido lo hizo sonreír pero no aceptó la invitación de aquellos labios. Tal vez resultara imposible mantener las manos apartadas de ella, pero al menos podría controlar la manera en que la tocaba. Unos cuantos besos más como aquél y perdería la cabeza como había sucedido la noche anterior. 

Luke le deslizó el trapo jabonado por los hombros, cuello y brazos. En seguida dijo: 

-No te dije lo que significó para mí la noche anterior. No sé si podré decírtelo. Estoy seguro de que no debería intentarlo -sonrió. Carla deseó sonreír y llorar al mismo tiempo. Intentó hablar, pero las palabras se ahogaron en su garganta al sentir el trapo tibio que se movía sobre sus senos que se tensaban. Después de un momento, Luke dejó el trapo y se enjabonó las manos-. Anoche apenas te toqué -sonrió al ver la mirada de incredulidad de Carla-. Es verdad, nena, debí hacer que durara para siempre. Quería hacerlo, pero hiciste que perdiera la cabeza. Ahora también me estás haciendo perder el control; mira... -levantó las manos enjabonadas, para que ella notara su temblor. 

        -No era mi intención -confesó Carla-. Ni siquiera sé cómo hacerlo. Es sólo que cuando me tocas... -sus palabras se convirtieron en un gemido, cuando las manos de Luke empezaron a acariciarle los senos. 

         -Me encanta escuchar que tu respiración se agita cuando te toco -murmuró Luke-. Adoro sentir que tus senos se elevan para encontrar mis manos... adoro sentir que tus pezones se endurecen... adoro saber que tu corazón late con mayor rapidez, que tu pulso... -Carla intentó hablar, pero sólo emitió un sonido ronco de placer-... se acelera. Me encanta saber que no puedes controlar tu cuerpo cuando te toco, así como yo no puedo controlar el mío -sintió cómo ella se estremecía bajo sus caricias. Hundió las manos en el agua tibia y se las enjabonó de nuevo-. ¿Qué sientes cuando te hago esto? -le acarició los pezones. 

-Como... -intentó responder Carla. Giró un poco para aumentar la presión de la caricia de Luke. 

-Dímelo -pidió él. 

-Fuego -murmuró Garla-. Una especie de fuego que baja hasta mis rodillas. 

Luke deslizó las manos por el cuerpo de Carla, despacio, acariciándola y bañándola con intimidad. Deslizó los dedos por sus piernas, borrando toda evidencia de que ella se había entregado por primera vez a un hombre, unas horas antes. 

Durante un largo tiempo, sólo se escucharon los gemidos entrecortados de Carla mientras las manos de Luke se deslizaban por su cuerpo, así como el sonido de la lluvia. 

Cuando Luke comprendió que su autocontrol no iba a soportarlo más, se volvió y con dedos temblorosos enjuagó el trapo con agua limpia, para quitarle el jabón del cuerpo a Carla. La tocó de la forma más impersonal que pudo, hasta quitar todo el jabón. 

Sin comprender, Carla preguntó: 

-¿Luke? -notaba la tensión en su rostro, el temblor de sus manos, lo cual indicaba su excitación; sin embargo, permanecía sin acariciarla. 

-Espera «rayo de sol», casi termino -respondió Luke con voz ronca. 

-¿Eso significa que tengo que bañarte yo también? -preguntó Carla. 

El pensar que las manos de Carla pudieran tocarlo con tanta intimidad como él la había tocado, lo hizo gemir y maldecir entre dientes. Al terminar de enjuagarla, la acarició con intimidad y disfrutó de su respuesta. 

-Bañarme podría ser una mala idea -informó Luke.  

-¿Por qué? ¿No te gustaría? 

-Me gustaría demasiado -aseguró Luke-, perdería el control -ella abrió mucho los ojos al escucharlo-. Siempre ha sucedido así contigo. Sabía que si alguna vez te tocaba, tendría que controlarme para dejarte marchar. La primera vez que te toqué, huiste. Si no hubieras huido, te hubiera recostado junto a la fogata para poseerte. La segunda vez que te toqué, no huiste, y tuve que luchar mucho conmigo mismo. Desde esa noche, he soñado con tenerte otra vez en mis brazos, sólo que en esa ocasión tendría que poseerte... -se produjo un silencio. Él luchaba por controlarse-. Por eso, no te toqué después de aquella noche en el comedor... hasta anoche. 

-Yo quería que me tocaras -murmuró Garla-. Lo deseaba tanto que me despertaba a mitad de la noche, y sufría por ti, Luke. Esas palabras hicieron que Luke sintiera una gran necesidad. Apoyó la frente contra la de Carla e intentó controlarse. Después de un momento, la joven dijo con voz ronca: 

-Ahora te deseo mucho. Haz que esa sensación desaparezca, Luke. 

-Nena... no... 

-Por favor-musitó Carla y tembló-. Por favor, Luke. Ámame. Luke hundió los dedos en las caderas de Carla y se estremeció con violencia. Empezó a acariciarle la parte posterior de las piernas, las caderas, la cintura. Besó el valle entre sus senos, movió la cara despacio de un lado a otro, y la acarició con el cabello, las mejillas y los labios. Sus caricias sensuales la llenaban de pasión. 

Luke volvió la cara una vez más, y Carla sintió la caricia de su boca en el pezón. Gimió de placer y sorpresa. 

-Quería hacer esto anoche -murmuró Luke, entre cada palabra que pronunciaba la besaba-, pero te deseaba demasiado -continuó acariciándola con intimidad. Carla se estremecía al sentir las caricias de su lengua. Hundió los dedos en el cabello de Luke y lo acercó, quería entregarse a él, temía que él dejara de acariciarla y se alejara. 

Las manos de Luke se deslizaron por sus piernas y volvieron a subir, sus dedos le acariciaron los muslos, caderas y espalda con sensualidad. Su boca transformaba los senos en hogueras ardientes. Después de mucho tiempo, Luke levantó la cabeza y admiró sus senos. 

-Eres tan hermosa... -murmuró.  

-No te detengas -pidió Carla. 

-Si apenas he comenzado -informó Luke. Dejó que su aliento le acariciara los senos. La punta de la lengua tocó el pezón y lo rodeó con una caricia tierna que la hizo temblar. Su lengua volvió a saborearla, antes de que los dientes se cerraran con exquisito cuidado. Carla gimió de placer-. Deseé hacer esto desde que te vi correr en medio de un aguacero, con la blusa pegada a tu cuerpo y los pezones endurecidos -dijo Luke con voz ronca y se volvió hacia el otro seno de Carla. 

-¿Por qué no lo hiciste?-preguntó dominada por el placer-. No me hubiera importado. 

-Apenas tenías dieciséis años. 

-¿Hace mucho que me deseabas? -preguntó ella. 

-Sí -musitó Luke y enterró la cara en sus senos-. Te deseaba mucho, pero me controlé, ahogué el deseo, lo ignoré, porque había algo que deseaba mucho más. 

-¿La amistad de mi hermano? -intentó adivinar Carla. 

-Y la tuya -Luke le besó un pezón, en seguida el otro-. Cuando tú y Cash estabais en el Rocking M, yo me sentía como si tuviera una verdadera familia. Necesitaba eso más que el sexo. 

-Ahora puedes tener ambas cosas -indicó Carla. 

-No funciona de esa manera, «rayo de sol» -murmuró él y entrecerró los ojos debido a los recuerdos-, no en el Rocking M -antes de que Caria pudiera preguntar a qué se refería, él deslizó una mano entre sus piernas para acariciarla con intimidad. 

Unos instantes después, Carla se encontró de nuevo sobre el saco de dormir con Luke que sonreía. 

-Conviértete en miel para mí. Permite que saboreé tu dulzura -le pidió él. 

Le besó las orejas, los labios, los senos. Se quedó fascinado con su ombligo, y volvió a éste una y otra vez, lo acarició con la lengua, lo mordisqueó con suavidad, hasta hacerla gemir por las sensaciones inesperadas que la recorrían. 

Las caricias de su boca sobre la piel de Carla eran como gotas de lluvia, que se sucedían constantemente, hasta que las sensaciones estremecían su cuerpo y la joven se retorcía, despacio, de placer... 

La caricia de su lengua en sus piernas fue una sorpresa agradable. Carla se entregaba con abandono. 

Luke se inclinó despacio, la acarició con una intimidad que la hizo gritar de pasión y sorpresa. 

Luke murmuró: 

-Está bien -le acarició la parte interior del muslo con las mejillas, y la mordisqueó con suavidad-. Eres toda miel... tan dulce... No opongas resistencia, «rayo de sol», déjame tenerte de esta manera. Sin riesgo ni dolor... sólo esto. 

La caricia de Luke hizo que escapara un grito ahogado de la garganta de Carla. La acarició con ligereza, después, sus caricias cambiaron, la urgían, más que seducirla, exigían, la consumían en una intimidad que la llevó al éxtasis una y otra vez. Las palabras que murmuraba Luke y los gemidos de Carla se mezclaban con el sonido de la lluvia, hasta que ella quedó inmóvil y temblorosa, después del éxtasis. 

Fue entonces cuando Luke se acostó a su lado, la abrazó, y besó las lágrimas de sus pestañas. Sin saber si Carla lo oía, musitó: 

-No vuelvas a hacerme esto «rayo de sol». Por favor, no...