Capítulo 2
A las cinco de la tarde llegaba Natalia a casa después de su jornada laboral como cajera en un hipermercado. No era el sueño de su vida, pero era un empleo. Era consciente de que tener un trabajo, sea cual sea, era lo más importante. En esta época de crisis ya quisiera mucha gente tener un empleo como el de ella. Podía permitirse el alquiler de un piso y ser independiente. Claro que era un piso de escasos metros cuadrados, pero para ella sola era suficiente.
Tampoco tenía muchos gastos adicionales puesto que apenas salía a ninguna parte. A tomarse un café de vez en cuando con su amiga Carol y poca cosa más. No le gustaban las sombras que ocultaba la noche. Así que… un gasto menos, se decía Natalia a sí misma a modo de consuelo.
Hacía bastante tiempo que no practicaba lo que más le gustaba: salir de acampada. Por supuesto a un lugar concurrido. Eso de estar sola en el monte le daba pánico. A su amiga Carol le encantaba, pero nunca había logrado arrastrarla. Quizá la próxima semana sería buena idea para llamar a su amiga y hacer planes. Había ahorrado lo suficiente para hacer alguna acampada o un viaje de fin de semana. Sería fantástico poder desconectar aunque sea solo un par de días.
Se dio una buena ducha en su estrecho cuarto de baño. Tenía que llevar especial cuidado porque al lavarse el pelo se daba con los codos en las paredes. Después de sus dos pasadas de champú y su mascarilla, se colocó su pijama (mitad algodón mitad poliéster) para estar cómoda y se recostó en el sofá para ver su telenovela favorita.
Se consideraba una mujer sumamente romántica y tonta. Soñaba todas las noches con su propia historia de amor, una como en las telenovelas. De esas en las que el hombre estaba dispuesto a dar la vida por su amada. Que era capaz de sacrificar todo por amor. Y que por supuesto era fiel, cariñoso, divertido… Pero ella sabía por experiencia propia, que esos hombres no existían en la vida real. Ninguno daría la vida por ella. Ninguno sacrificaría todo por ella. Nadie la amaría hasta ese extremo. ¿Fieles y cariñosos? Quizá en Marte.
Hacía tres años había tenido un novio que le arruinó la vida. Desde entonces, Natalia no quiso saber nada de los hombres. Los consideraba un problema y sola estaba mucho mejor. Podía ir a cualquier lugar sin dar explicaciones a nadie y hacer lo que le diese la gana sin contar con nadie. Cambiar de planes siempre que quisiera y llegar lo tarde que se le antojara. Sí, estar sola era mucho mejor. Los amores de telenovela los dejaba en las telenovelas, donde los podía disfrutar con su imaginación. Eso era menos peligroso.
A pesar de que Natalia era realista en esa cuestión, en lo más profundo de su corazón, todavía albergaba la esperanza de que un hombre así existiera. Aunque ella ni siquiera fuera consciente de ello. Quizá en estos momentos estaba regalándole flores a su novia o comprándole bombones. Ella se lo agradecería con un intenso y apasionado beso en la boca y después él la cogería en volandas y la llevaría a la cama donde harían el amor desenfrenadamente.
Natalia sonrió tristemente y fue hasta el salón. No había hecho más que sentarse y coger el mando a distancia de la televisión, cuando llamaron al timbre. Con un bufido de fastidio, dejó el mando en la mesa y se levantó para abrir.
-Te traigo buenas noticias Nati – le dijo su mejor amiga entrando en la casa en un torbellino de energía.
-Hola Carol, pasa y siéntate. Estaba por ponerme la tele.
-¿Y no me vas a preguntar por las buenas noticias? – preguntó fingiendo estar molesta.
-Venga, suéltalo – contestó con condescendencia. Su amiga siempre venía con maravillosas noticias que a ella no le interesaban.
Natalia y Carol se conocían desde la infancia, la madre de Natalia trabajaba interna en casa de los padres de su amiga. Desde que se quedara embarazada y su pareja la abandonara, los padres de Carol le dieron trabajo y la acogieron bajo su techo. Ellas crecieron juntas como las mejores amigas del mundo. No se parecían en nada, eran todo lo contrario, pero aún así se querían como hermanas. Además los padres de su amiga le pagaron los estudios y Natalia les quería como si fuesen unos tíos cercanos. Sin embargo, no tenía intención de abusar de su hospitalidad. Así pues, cuando acabó sus estudios, se buscó un trabajo, alquiló un pisito y se marchó. Ella hubiese preferido que su madre se mudase con ella, pero Marga prefirió quedarse en su puesto. Llevaba muchos años trabajando para los Miralles y estaba muy a gusto allí. Además, Marga pensaba que si se mudaba con su hija sería un gasto más para ella. Una carga tal vez. Ella no lo creía para nada, pero su madre era así.
Su amiga Carol era odontóloga y deseaba meterla en su mundo, que la acompañara a inauguraciones, aniversarios y otras fiestas. Deseaba buscarle un hombre millonario con el que se casara y le diese una vida más fácil. Pero Natalia siempre se negaba a acompañarla, se sentía fuera de lugar. No tenía la ropa adecuada y no sabía de qué temas hablar. Además se sentía una intrusa, puesto que las invitaciones nunca iban dirigidas a ella, sino que solo asistiría en condición de acompañante. Ella tenía más dignidad que eso.
Pero su amiga no entendía su punto de vista. Carol se había relacionado en ese mundo durante toda su vida. Sin embargo ella, solo había sido una espectadora.
-Nos han invitado a una fiesta la próxima semana.
-Dirás que te han invitado a una fiesta la próxima semana.
-No Nati, nos han invitado a una fiesta – Carol enfatizó la palabra “nos”.
-¿Qué quieres decir?
-Pues eso, lo que ya te he dicho. Mis padres también asistirán a la fiesta y me dijeron que te llevase, estás invitada.
-¿Y eso por qué? – preguntó completamente sorprendida.
Aunque lo padres de Carol la aceptaban muy amablemente en su casa como amiga de su hija, y aunque le hubiesen pagado casi todos sus estudios, nunca la habían llevado a una fiesta elegante. No sabía exactamente por qué, porque los Miralles no eran de esa clase de gente que se siente superior a los demás por tener muchas cifras en su cuenta de ahorros. Quizá ellos sí veían ese punto de vista que Carol no. ¿Por qué habrían hecho una excepción en esta ocasión?
-Un buen amigo de mi padre – comenzó a explicar Carol – es quien da la fiesta y le dijo que fuera yo y que llevara alguna amiga interesante. Así que ellos pensaron en ti.
-¿No te parece un poco extraño?
-No tiene por qué. Quizá necesiten más chicas para equilibrar la fiesta. Ya sabes – Carol agitó el brazo restando importancia a la situación.
-No sé si ir. Sabes lo que opino de estas fiestas, no tengo nada que ponerme y no sé de qué hablar. No encajo.
-No puedes negarte Nati, irán mis padres, ¿qué voy a hacer allí con mis padres? Y sabes que no me llevo bien Laura, solo voy con ella porque nunca quieres venir tú –. Carol juntó sus manos a modo de rezo y suplicó a su amiga – vamos, por favor, por favor, por favor.
Natalia miró la cara de su amiga, que además le estaba haciendo pucheritos de bebé. Carolina nunca había sido tan insistente, pero claro, esta vez los padres de ella se lo habían pedido. Sería una invitada oficial. ¿Qué podría salir mal? Acompañaría a su amiga y observaría a toda la gente asistente. Luego se lo pasarían de maravilla criticando a cada uno de ellos. Con ese último pensamiento sonrió y aceptó.
-Está bien, iré. Pero tendrás que ayudarme a comprarme algo decente y que no sea caro. Tengo el dinero justo para un viaje. Ah y prométeme que si me siento incómoda nos iremos pronto.
Carolina la abrazó y la besó, por fin Nati asistiría con ella a una fiesta. Era la oportunidad perfecta de encontrarle un buen partido.
-Bien, vístete que salimos ya mismo a comprarte un vestido.
-¿Ahora?
-Pues claro, la fiesta es la próxima semana. Vamos, quítate ese pijama.
-Pero, va a empezar mi telenovela favorita…
-Pues grábatela, como haces cuando tienes turno de tarde.
-Pero Carol, acabo de llegar… estoy cansada.
Carol, sin decir una palabra, cogió a su amiga del brazo y de un tirón la levantó del sofá, la llevó a empujones hasta su dormitorio y la encerró para que se arreglara lo antes posible.
Mientras tanto, Carol puso la novela a gravar. Sabía cuánto le entusiasmaban a su amiga esos culebrones. Si se perdía algo importante, podía estar enfadada con ella… toda una semana, quizá dos.
Dos horas más tarde estaban en el centro comercial. Natalia se había probado casi toda la tienda sin encontrar un vestido que le gustara y Carol empezaba a ponerse nerviosa. Si por ella fuese, se los llevaría todos. En cambio a Nati, no le apañaba ninguno.
-No puedo creer que te cueste tanto elegir.
-Es que son todos demasiado elegantes.
-Es que tiene que ser elegante Nati.
-Voy a volver a probarme el azul – dijo ella con voz cansada.
Natalia entró en el probador y cogiendo el vestido de manos de su amiga, cerró las cortinas y volvió a ponérselo. El azul era su color preferido y además ese vestido era el que más le había gustado de todos. Su única duda es que se veía demasiado formal y era demasiado caro.
Cuando salió del probador, estuvo mirándose en el espejo durante largos minutos. Se vio bastante bien. Como si fuera a una gala de los Goya o algo así.
-Creo que es perfecto Nati, estás preciosa – dijo Carol mientras se le iluminaba el rostro. estaba segura de que su amiga triunfaría.
-Está bien, me compraré este, pero vas a tener que dejarme tu tarjeta de crédito. Te lo devolveré pronto.
-Por favor, no te preocupes por eso – le contestó despreocupadamente.
Natalia sabía que podía contar con la ayuda económica de su amiga, pero a ella no le gustaba pedir dinero y menos aún si era para caprichos. Ella odiaba las frivolidades. En fin, esta sería una excepción ya que era para una fiesta en la que Carol había insistido e insistido. Se lo devolvería en cuanto cobrara la nómina del próximo mes.
Una vez comprado el vestido, se pasaron la tarde buscando unos zapatos adecuados, bolso y otros accesorios.
Natalia ya estaba hasta el moño, nunca se había preocupado por tantas tonterías. Ella era mucho más práctica y tenía problemas más serios que pensar si el bolso le hacía juego con los zapatos. Siempre usaba vaqueros ya que combinaban con cualquier calzado que se pusiese. Y jamás se ponía accesorios. Los consideraba muy aparatosos y siempre se enredaban. Sus únicas joyas eran los pendientes de oro con una perla en el centro que su madre le regaló cuando cumplió quince años y desde entonces nunca se los había quitado.
-Ya estoy cansada Carol, quiero irme a casa.
-Vamos Natalia, es solo por esta vez.
-Me has hecho perderme el capítulo de hoy. Luis Alfredo estaba a punto de descubrir que Mariana espera un hijo suyo.
-Ya la verás esta noche.
-Yo habría preferido verla ahora, estaba de lo más interesante.
-Esas historias no son reales, tú podrías hacer tu propia telenovela en esta fiesta.
La tristeza cubrió por completo el rostro de Natalia, mientras recordaba la última novela vivida en carne propia. Había sido de auténtico terror. Ahora prefería sumergirse en las ficticias, donde el galán siempre protegía a su amada y tenían un final feliz. No como en la vida real, donde los malos ganaban y la dama quedaba destruida. Donde la policía siempre llegaba tarde y el villano se salía con la suya.
La vida real era demasiado cruel, violenta, triste…
-Sabes que nunca tendré mi historia de amor después de Roberto.
-Lo siento, no quería recordártelo. Sin embargo te diré, que debes seguir adelante. No todos los hombres son Roberto y también pienso que te vendría bien tener uno a tu lado, que te brindara protección además de amor.
-Eso nunca sucederá Carol, no me arriesgaré. Iré a esa fiesta por ti, lo pasaremos lo mejor posible y regresaremos a casa. Nada de que me presentes hombres y hagas de casamentera.
-De acuerdo, lo que tu digas – tristemente Carol dejó el tema.
Veía a su amiga sufrir tanto por su relación pasada. Cuánto deseaba que pudiera superarlo y que encontrase a alguien especial, alguien que la sostenga y la proteja. Sí, definitivamente eso era lo que Natalia necesitaba, un hombre que la amara y que mantuviese alejado a Roberto de una vez por todas. Tanto ella como Nati sabían que no tardaría en salir de prisión. La condena había sido pequeña a pesar de lo que le había hecho. Y si se comportaba bien, incluso saldría antes. Y seguro buscaría venganza. Hizo ese juramente en cuanto acabó el juicio y estaba segura de que cumpliría. Ese hombre no estaba arrepentido de nada en aquel momento y no lo estaría cuando saliese de cárcel. Iría por ella y si la encontraba sola… Dios mío, no quería ni pensarlo.