VIII
Oh, ojalá pudiera irme a cualquier otro lugar, pero arriba me amenaza el exterminio, me escondo entre las piedras y la niebla.
GOETHE, Fausto
Cuando hablamos de las adquisiciones que nos han hecho humanos suele olvidarse la capacidad que tenemos los homínidos de vivir en cualquier parte del globo: no importa cuál sea la longitud o la latitud, el planeta Tierra está totalmente humanizado. Pero ¿por qué salimos de África? Esta es mía de las preguntas que han hecho correr más ríos de tinta y sobre la que planean más incógnitas.
Los estudios que se han realizado en el continente africano permiten, día a día, obtener más información sobre el registro pliopleistocénico de su región centroriental. Un registro cada vez más amplio y mejor estudiado que nos autoriza a establecer hipótesis progresivamente más sofisticadas y contrastar el caudal de datos empíricos fiables del que disponemos. El equipo de la Rovira i Virgili que ha trabajado en este tema, formado por Marina Mosquera, Xosé Pedro Rodríguez, Jan Van der Made y por nosotros mismos, plantea una hipótesis osada y dinámica para explicar el fenómeno más antiguo de dispersión demográfica.
La evolución tuvo lugar en África y es allí donde encontramos todos los yacimientos y los restos que datan de entre 4,4 y 1,5 millones de años. A partir de esta última época, o quizás un poco antes, empezamos a disponer de restos fuera de África. El Corredor de Palestina forma parte del valle de la Gran Falla y, por lo tanto, allí la comunicación con África es rápida y fácil. En este lugar se ha ido excavando, desde los años cincuenta hasta 1999, de forma intermitente, un yacimiento conocido como Tell Ubeidiya, cuyo nombre significa en hebreo «la colina de los esclavos». No sabemos a qué esclavos se refiere, pero los arqueólogos que han trabajado en él bajo el sol sofocante del verano se han sentido como tales.
Se trata de un yacimiento curioso por su estratigrafía. Ha padecido graves deformaciones a causa de los terremotos que han provocado el plegamiento de las capas geológicas, hasta tal punto que, en lugar de presentar vetas llanas y con el grosor orientado de arriba a abajo, están dispuestas de forma totalmente vertical; para reseguir el nivel, es necesario excavar una pared vertical de delante hacia atrás. A pesar de sus numerosos problemas de conservación, es un yacimiento excepcional y de primordial importancia para establecer los movimientos migratorios humanos más antiguos.
Tell Ubeidiya contiene una fauna rica y diversificada, en consonancia con la situación del enclave: aunque buena parte de los animales son de origen africano, es significativa la cantidad de los que provienen de Eurasia, ya que el Corredor es un lugar de tránsito y de encuentro entre ambos continentes. Su configuración ecológica también es parcialmente responsable de esta riqueza: el yacimiento se halla en la antigua orilla de un lago que, a lo largo del tiempo y de forma cíclica, fue reduciendo sus dimensiones. Paralelamente Ubeidiya fue convirtiéndose en la orilla de un río que fluía hacia dicho lago. No es algo inusual: numerosos lugares de Eurasia, durante el Pleistoceno Antiguo, antes de que se configurara la actual red fluvial, contenían lagos de dimensiones variables, a menudo con cuencas de aspecto imponente; en la Península Ibérica eran abundantes y, en Cataluña, por ejemplo, el único lago que en la actualidad conserva unas dimensiones respetables, hace un millón de años, en lugar de reducirse al entorno estricto de Banyoles, abarcaba desde Cornelia de Terri hasta Besalú y desde las faldas de Rocacorba hasta prácticamente la fosa del Empordá. En aquella época no habría resultado nada apropiado calificarlo de estanque como ahora. En el Sur, la cueva de Guadix-Baza (Granada) constituyó en tiempos una gran cuenca lacustre, probablemente, si no la principal, una de las mayores.
La rica fauna de Ubeidiya ha permitido obtener una datación aproximada, supliendo la imposibilidad de lograr una datación radiométrica, lo que hoy llamamos una datación absoluta, porque no hay ninguna roca de la que podamos conseguirla. Por ese motivo resulta de importancia capital conocer qué tipo de fauna existe en los registros y analizar si a través de ella es posible asignar una fecha al conjunto. Afortunadamente la fauna hallada es propia de un periodo amplio del Pleistoceno Inferior y se ha datado entre 1,4 y 0,85 millones de años. Los niveles que registran actividad humana tienen una edad entre 1,4 y 1,2 millones de años. Durante mucho tiempo ha sido considerado el yacimiento más antiguo fuera del continente africano e incluso actualmente, a pesar de los descubrimientos más recientes, sigue siendo el que contiene datos más indiscutibles para numerosos investigadores.
Los diferentes niveles de Ubeidiya presentan sistemas técnicos opuestos. Por desgracia, la datación a través de la fauna ha hecho imposible establecer cronologías más precisas a lo largo de la secuencia, ya que las citadas especies no varían apreciablemente a lo largo del periodo, por lo que no podemos averiguar la distancia precisa entre los niveles. Sería crucial poder determinar la edad de los niveles inferiores, que contienen sistemas técnicos de Modo i, así como establecer la distancia temporal que los separa de los superiores, donde ya hallamos registros técnicos de Modo 2. Más tarde definiremos claramente a qué nos referimos con los términos Modo 1 y Modo 2. Se hallaron también pequeños restos humanos atribuidos a Homo erectus.
Al hablar de restos humanos importantes hallados fuera de África, debemos trasladarnos al Lejano Oriente asiático. En Java, en los años noventa del siglo xix, Eugéne Dubois encontró unos fósiles humanos correspondientes al hoy conocido como Horno erectus, al que él llamó Pithecanthropus erectus en alusión a que, según él y sus contemporáneos, aunaba características propias de los humanos y de los simios. En su momento fue considerado el «eslabón perdido» (¡eternamente perdido!).
También en Java, ya en el siglo xx, fueron hallados dos cráneos en las localidades de Modjokerto y Sangiran. En el momento de ser descubiertos, en la primera mitad del siglo, se dataron de forma relativa, a través de la fauna y la posición estratigráfica, en 0,8 y 0,6 millones de años respectivamente. Sin embargo, hace seis años un equipo americano quiso revisar aquella datación usando un método radiométrico, más preciso. A pesar de que los yacimientos no habían vuelto a ser excavados desde que se abandonaron hace cincuenta años, los científicos americanos se hicieron acompañar por uno de los obreros que habían trabajado allí para que les mostrara el lugar preciso donde habían sido encontrados los cráneos. Se procedió a extraer las muestras y fueron datadas de manera cuidadosa y fiable: 1,8 y 1,6 millones de años respectivamente. Aunque no existe ninguna duda sobre la técnica de datación, subsiste la incertidumbre sobre si las muestras datadas corresponden realmente al mismo lugar donde yacían los cráneos. El cambio que supondría aceptar las dataciones sería tan excepcional como el interés y la desconfianza, a partes iguales, que despiertan entre los especialistas. Por su parte, los investigadores americanos que efectuaron las mediciones radiométricas aseguran la fiabilidad de los resultados, según manifestaron a uno de nosotros en la Universidad de California en Berkeley.
En el Lejano Oriente asiático existen otros yacimientos de gran importancia con niveles que tienen aproximadamente 0,8 millones de años de edad, tales como el de Nihewan en China, pero no nos han proporcionado restos humanos. Más conocido y destacable es el de Zhoukoudian (o Chukutien), cerca de Pekín, donde a principios de siglo se descubrieron un gran número de restos humanos correspondientes a más de treinta individuos de la especie Homo erectus. Este y el de la Sima de los Huesos son los dos yacimientos que han proporcionado mayor número de restos humanos. Pero ambos son demasiado modernos para averiguar lo que nos interesa ahora: «sólo» tienen 0,3 millones de años. Todos los yacimientos citados de Extremo Oriente presentan industrias de Modo 1, tanto en los niveles de 0,8 como en los de 0,3 millones de años de antigüedad.
Si desde ahí nos desplazamos hacia poniente, encontramos un yacimiento destacable por el volumen de material técnico que ha proporcionado: Riwat, en Paquistán. Todos los restos que contiene pertenecen al Modo 1 É mediante métodos geológicos, han sido datados en tomo a los dos millones de años. Sin embargo, la datación no es totalmente segura y, sobre todo, el material no se conservaba en posición primaria, es decir, que cuando fue hallado ya hacía mucho tiempo que había sido desplazado de su lugar de origen y se había deslizado por una pendiente.
Penetramos en Europa por el Cáucaso y tropezamos con lo que puede ser un yacimiento excepcional: Dmanisi, en la República de Georgia. El azar quiso que, mientras era excavado un complejo de la Edad Media en el pueblo de Dmanisi, al atravesar la roca subyacente a las construcciones medievales, se vislumbrara en su interior una mandíbula humana. La zona había sido antiguamente un lago que se formó a partir de la barrera creada por una erupción volcánica; con el tiempo el lago fue rellenándose de materiales y la zona volvió a ser ocupada por un río. Fue en el inicio de este proceso de formación de la red fluvial cuando fue ocupada por una comunidad humana. Además de la mandíbula citada se hallaron allí millares de útiles de piedra, todos con características típicas del Modo 1. Sus descubridores, Gabunia y Vekua, atribuyeron en 1995 el fósil humano a la especie Homo erectus.
La base del bloque de sedimentos de Dmanisi está formada por la lava del volcán solidificada y ha sido datada en un mínimo de 1,8 millones de años. El nivel humano aparece en un estrato superior de la secuencia, pero los investigadores creen que no puede ser mucho más moderno que la lava y sugieren la datación de 1,6 millones de años de antigüedad. En la parte de arriba de la secuencia un travertino indica una datación mucho más reciente. Aunque esta hipótesis podría ser cierta, la comunidad científica se muestra un tanto escéptica con respecto a este yacimiento.
No obstante, las características de la mandíbula, muy arcaicas, corroborarían una edad realmente antigua, según sostienen nuestros compañeros del equipo de Atapuerca José M. Bermúdez de Castro y Antonio Rosas, que han tenido ocasión de estudiar el citado fósil. Lo más importante de todo es que no la consideran de Homo erectus, sino de Homo ergaster. Este mismo año 2000 se ha publicado el hallazgo más excepcional de dicho yacimiento: dos cráneos muy bien conservados. Sus características, especialmente la morfología de la zona maxilar por debajo de las órbitas de los ojos, indican a las claras que se trata de poblaciones muy arcaicas. La hipótesis de nuestros compañeros Bermúdez y Rosas se ve, por lo tanto, confirmada: se trata de Homo ergaster y de una salida muy temprana del continente africano hacia zonas ecológica y geográficamente muy distantes. Hemos tenido ocasión de ver los cráneos y comprobar su característica más sorprendente: la baja capacidad craneal, 750 cm3. Vemos caer numerosos mitos que sostenían la necesidad de un cráneo desarrollado y de una técnica avanzada para salir de África. Es apasionante el cambio que eso supone.
En Italia tenemos dos yacimientos sobresalientes que han proporcionado industria lítica del Modo 1: Monte Poggiolo, de aproximadamente 1,2 millones de años de edad, e Isémia La Pineta, en tomo a los 0,7 millones de años de antigüedad. Ninguno ha aportado fósiles humanos. En cambio, en el centro de Italia, durante las obras de construcción de una nueva carretera, aparecieron restos humanos con una antigüedad similar a la de TD6 en la Gran Dolina (Atapuerca), 0,8 millones de años, correspondientes a Homo erectus, en la localidad de Ceprano.
Finalmente llegamos al occidente europeo, a Atapuerca, en la zona norte-centro de la Península Ibérica. Allí fue hallado el que, hasta el momento, puede considerarse el fósil humano más antiguo del oeste de Europa. Los análisis paleomagnéticos indicaban que el nivel TD6 del yacimiento de la Gran Dolina tenía una edad indeterminada pero superior a 0,78 millones de años. En ese mismo nivel habíamos localizado, en agosto de 1994, restos de al menos seis individuos de una especie inédita que hemos bautizado como Homo antecessor. Dichos fósiles humanos constituían los restos de la alimentación de otros humanos y aparecían mezclados con huesos de herbívoros v útiles de piedra de Modo 1. Los que los descubrimos hemos expuesto en publicaciones diversas, desde 1995 a 1997, la conclusión indudable a partir de tales hallazgos: que los humanos en Atapuerca, hace más de 780.000 años, practicaban el canibalismo.
Hasta aquí hemos esbozado el panorama actual de los grandes yacimientos más antiguos del continente euroasiático. El paso del periodo Plioceno al Pleistoceno parece, pues, el escenario principal que nos permitirá comprender la expansión humana fuera de África. Y debemos hacerlo en un contexto más remoto de lo que se había pretendido. La salida de un homínido tan arcaico como Homo ergaster y de una forma técnica considerada poco capaz constituye una revolución en la Arqueología.
A mediados de siglo, cuando el registro euroasiático se reducía a los fósiles hallados en China, Java y Ubeidiya, una idea parecía clara: Eurasia había sido colonizada por poblaciones de Horno erectus salidas del Rift africano hace 1,5 millones de años hacia Ubeidiya, es decir, en los primeros momentos del desarrollo de esta especie. El acceso al corazón y a las zonas externas del continente, sin embargo, se pretendía mucho más moderna.
Su salida de África en época tan tardía se explicaba por el hecho de que las especies previas, australopitecos y Homo habilis, no disponían de las capacidades necesarias para haber conseguido colonizar continentes diferentes al de origen. Tenían un cráneo muy pequeño, su bipedestación era incompleta y su sistema técnico demasiado rudimentario y arcaico para poder afrontar la vida en nuevos entornos ecológicos, ya que ambos eran anteriores al Modo 2 y a la sistematización de la producción de grandes instrumentos.
Debemos tener presente que el sudeste de Asia es una zona poblada por extensos bosques y de clima tropical. La zona central del continente está dominada por llanuras abiertas y un clima riguroso. En cambio, el sur de Europa es generalmente boscoso, aunque templado y benigno. Las latitudes medias de Asia debían de ser muy similares.
Las interpretaciones que se basan en la ecología advierten de las dificultades para el poblamiento humano presentes en todas estas áreas. Pero se trata de hipótesis demasiado generalistas y que no tienen en cuenta que, por ejemplo, en la Península Ibérica existían amplias zonas desforestadas en la Meseta, con numerosos lagos, y, sobre todo, que en el sur había una inmensa zona lacustre que comprendía grandes áreas de praderas templadas en Guadix-Baza.
Aunque el problema esencial es que a menudo se han malinterpretado e infravalorado las posibilidades de sistemas técnicos anteriores al Modo 2. Lo que resulta aún más sorprendente si tenemos en cuenta que, excepto en el caso de Ubeidiya, donde siempre se han reconocido niveles con útiles del Modo 2, el resto de los yacimientos asiáticos conocidos hasta entonces presentaban invariablemente sistemas técnicos pertenecientes al Modo i. El porqué mientras en África se desarrollaba el Modo 2 éste desaparece al alejarse de la cuna de la evolución planteaba un problema de difícil solución, por lo que las hipótesis que pretendían explicar este hecho se sucedían de manera confusa sin llegar a formular una propuesta clara. Puesto que la datación de los yacimientos euroasiáticos era muy posterior a la aparición de Homo erectus y del achelense o Modo 2 en África, no se consideraba ninguna posibilidad de que otra especie más arcaica o un sistema técnico distinto hubiera podido salir de África. Ante la coexistencia de Modo 1 y Modo 2 en el Rift se prefería pensar que el que salió del continente africano debía de haber sido el más eficaz, es decir, el Modo 2, en el marco de una colonización que debía de empujarle a ocupar nuevos territorios para propagarse. Esa ha sido la hipótesis clásica sobre la expansión humana hacia Europa y Asia; a pesar de que los descubrimientos la contestaban, se pensaba más en la posibilidad de una degeneración de la técnica al alejarse de África.
Debemos replantear esta cuestión a la luz de las nuevas informaciones disponibles. El Modo 1 fue el primero en extenderse por Eurasia mientras que el achelense o Modo 2, si exceptuamos los yacimientos del Corredor de Palestina, no llegó hasta hace 0,5 o 0,6 millones de años. Lo que implica un millón de años después de la primera colonización y de la aparición del Modo 2 en África. Esos datos constituyen un grave problema si seguimos moviéndonos dentro de los parámetros clásicos, con explicaciones basadas en las capacidades de los homínidos, en gran parte desconocidas, y en las constricciones impuestas por la ecología, ya que no conocemos suficientemente las posibilidades de los distintos sistemas técnicos ni las capacidades de los propios homínidos. Por eso, cuando algunos colegas del norte de Europa, como Roebroeks y Conard entre otros, propusieron en 1992 que Europa no había podido ser colonizada antes de 0,5 millones de años por problemas ecotógioos, nosotros, desde la Universitat Rovira i Virgili, percibimos enseguida el filón que teníamos en las manos para explotar y dejar paso a una nueva forma de interpretar nuestra prehistoria más arcaica. Estábamos convencidos de que los yacimientos que nuestros colegas no aceptaban como válidos no sólo lo eran, sino que tenían enorme valor, y que, además, las razones que aducían para ello podían ser refutadas. El filón era Atapuerca que, en 1994, nos proporcionó las pruebas que buscábamos y que nuestros colegas nos estaban pidiendo.
Ellos aducían que las dataciones de los yacimientos europeos considerados más antiguos no resultaban fiables, especialmente los de TD4 en Ata— puerca, Isemia La Pineta en Italia y Vallonet en Francia. Se afirmaba que no contenían restos de homínidos, que los más antiguos databan como mucho de hace 0,4 millones de años. Añadían, finalmente, que en ellos no se había localizado nunca el micromamífero Mymomis savini, desaparecido en Europa hace 0,5 millones de años, junto a restos humanos o de industria. Ello les ofrecía la base para plantear que la ocupación humana de Europa no podía ser inferior a medio millón de años.
Este último dato fue el que nos indujo a consagrar más tiempo al trabajo en la Dolina, ya que abrigábamos la certeza de que en el nivel TD6 hallaríamos dicho micromamífero asociado a industria lítica. Sin embargo, los hallazgos que descubrimos el 8 de julio de 1994 superaron con creces todas nuestras expectativas: habíamos encontrado justamente todo aquello que nuestros colegas demandaban: industria, restos humanos y el micromamífero. Ahora podíamos empezar el trabajo de proponer una nueva hipótesis bien fundamentada.
Nuestro equipo planteó entonces que la causa de la primera expansión humana fuera de África fue la selección técnica. Por selección técnica entendemos el fenómeno de desigualdad originado por la capacidad de que goza el género Homo de producir sistemáticamente útiles de piedra y otros instrumentos. Y además de crear nuevos sistemas de alcance local, sin que toda la población de la misma especie ni todas las especies existentes en un momento determinado se vean afectadas por ellos, puesto que los sistemas técnicos singulares no constituyen rasgos biológicos que se puedan transmitir genéticamente. Por eso las innovaciones técnicas pueden quedar restringidas a comunidades concretas.
El dilatado proceso de calentamiento y descenso de la humedad que provocó una sequedad creciente en el este del continente africano se había iniciado ya en el Plioceno y continuó durante el Pleistoceno, como ya habíamos señalado. Pero no disponemos de datos fiables sobre la ocupación homínida fuera de África durante la época inicial de este periodo. Lo que, en nuestra opinión, descarta el hecho de que nuestros antepasados se desplazaran exclusivamente, ni siquiera principalmente, movidos por crisis climáticas: las crisis climáticas del Plioceno no hicieron que las poblaciones se extendieran.
Creemos que la clave de la migración del género Homo fuera de África reside en el desarrollo de los sistemas técnicos y en la reñida competencia por los recursos alimentarios entre poblaciones diferentes de nuestro género, poblaciones pertenecientes a la misma especie o a especies distintas. Por todo lo cual debemos descartar las explicaciones basadas en el determinismo biológico.
La emergencia del Modo 2 originó una nueva forma de organización y de explotación de los biotopos, de manera que la competencia entre comunidades aumentó considerablemente. El crecimiento demográfico experimentado por algunas poblaciones y la consiguiente ocupación de ecosistemas más favorables se habría producido en detrimento de otras, e incluso de especies no humanas. Este fenómeno habría provocado un acusado desplazamiento de poblaciones: los grupos que no se adaptaron a las nuevas tecnologías, y que no pudieron hacerles frente mejorando su propia eficacia, fueron obligados a emigrar a otras áreas o bien se vieron relegados a la periferia de las zonas ocupadas por aquellos que habían desarrollado los nuevos sistemas técnicos.
Por todo ello consideramos imposible que con anterioridad a 1,6 millones de años existiera una población humana importante fuera del continente africano. Dado que la competencia intraespecífica no se aceleró hasta la aparición del Modo 2, resulta improbable la existencia de procesos migratorios relevantes anteriores a él. Y estos procesos deben de tener un carácter más biológico, como el desplazamiento simultáneo de especies de herbívoros.
Es propio de los humanos que los procesos migratorios sean protagonizados por los menos adaptados o los que disponen de menos recursos en un sistema determinado, Cuando se emigra, ya no se puede perder nada, porque nada se tiene: si te quedas donde estás no puedes competir en un medio ya ocupado y corres el riesgo de desaparecer como población, como especie o como pequeño grupo. Los que emigraron entonces no lo sabían, pero, aunque fuera de forma involuntaria, en su búsqueda de nuevas tierras para huir de una situación difícil, extendieron el género humano por toda Eurasia. Posteriormente habría otras migraciones, pero se debieron a motivos diversos.
Vemos pues que la selección técnica es una de las manifestaciones posibles que suplen a la selección natural y es uno de los fenómenos a los que debemos el éxito del género humano, género que ha seguido prosperando hasta nuestros días. Muy posiblemente, sin la selección natural no existiría la conciencia humana actual, y sin la selección técnica no habría sido posible el éxito técnico de hoy en día.
Tal y como hemos descrito el paso de los homínidos de África a Eurasia, percibimos claramente que se trata de una cadena de acontecimientos que podemos calificar de históricos, porque trascienden lo estrictamente biológico o ecológico: estamos hablando de la competencia por la supervivencia entre grupos humanos, de un proceso que no afectó únicamente a una especie sino a varias. Pero no tuvo lugar una limpieza étnica, ya que en Eurasia tenemos a Homo ergaster. Homo erectus y Homo antecessor, mientras que en África permanecieron también poblaciones de ambas especies. En resumen, no tenemos todo lo que a menudo se exige para definir una cuestión histórica, pero está claro que en la base sí que se trata de un fenómeno histórico que podemos aislar.
Mucho más tarde, hace sólo cuarenta mil años, se produjo otro episodio de emigración y marginalización cuando los humanos anatómicamente modernos accedieron a Europa y desplazaron a los Neandertales. No conocemos con exactitud la causa de este desplazamiento, aunque en este caso sí podemos identificar a las dos poblaciones perfectamente diferenciadas que lo protagonizaron. Una de ellas, recién llegada, ocupó las zonas más ricas del continente; la otra, que vivía en él desde tiempos inmemoriales, se vio relegada a las zonas montañosas o a extensas áreas en donde no habitaban los humanos modernos.
Comprobamos, pues, cómo podemos describir fenómenos históricos pertenecientes a épocas muy remotas, para cuya designación se creó, de forma harto despectiva, el término «prehistoria». Como si nos desentendiéramos de ellas, como si no formaran parte de nuestro devenir. Esta forma de tratar el pasado humano, de comprenderlo y de divulgarlo debe ser sustituida por otras formas innovadoras y transformadoras.
Esta es una cuestión muy polémica. Ha suscitado numerosas controversias porque mucha gente defiende la posibilidad de que los primeros contingentes humanos llegados a Eurasia lo hicieran a través de Gibraltar. Nosotros tenemos muchas razones para pensar que estas primeras migraciones penetraron por el Corredor de Palestina.
En primer lugar, las dataciones más antiguas hasta la fecha pertenecen a yacimientos situados en Israel y en el Cáucaso. En segundo lugar, y quizás más importante, tenemos el hecho de que el Corredor de Palestina se encuentra en el espacio de continuidad natural del Rift africano, la región donde se originaron los nuevos sistemas técnicos y la que debió de soportar las mayores presiones demográficas. En tercer lugar, hemos visto cómo en Ubeidiya aparecen dos tipos de fauna: la procedente de Europa y la africana, por lo que destaca como zona de paso. En cambio, ni en el norte de África ni en Europa del Sur existen registros de esa mezcla de faunas de distinta procedencia. Finalmente, hay que señalar las características geográficas del Estrecho de Gibraltar, un punto de contacto entre dos mares muy distintos, uno de aguas muy cálidas y otro de aguas más frías, por lo que existen en él poderosas corrientes que dificultan el paso. A lo que debe añadirse que no tenemos indicios de que aquellos homínidos arcaicos aprovecharan los recursos marinos, por lo que parecería que vivieron de espaldas al mar. Por todos estos motivos consideramos mucho más probable que la migración tuviera lugar a través de Palestina en lugar de por Gibraltar.