V

AVANZANDO CON EQUIPAJE

Un reproche así no me hiere en absoluto; el hombre que quiere hacer bien las cosas debe procurarse los mejores instrumentos.

GOETHE, Fausto

Los primates más próximos a nosotros, los chimpancés y los bonobos, utilizan regularmente medios extracorporales para realizar labores que no podrían llevar a término con medios anatómicos, es decir, con las manos desnudas. Desde el momento en el que usan objetos son capaces de mantener una posición de bipedestación e, incluso, de bipedismo. El bipedismo-bipedestación y la elaboración de instrumentos constituyen entre estos dos grupos comportamientos no sistemáticos, ya que su anatomía no está bien adaptada al desplazamiento sobre las extremidades inferiores. En lo que se refiere a los instrumentos de uso, el patrón por el que se rige su elaboración presenta dos diferencias esenciales respecto a los sistemas antrópicos arcaicos.

En primer lugar, la transformación de la morfología original del objeto es mínima y siempre se realiza sin la intervención de otros objetos construidos o adaptados: se rompen bastones con las manos o con los pies, se impregnan tallos de hierba con saliva... Finalmente el uso al que se destina es siempre inmediatamente posterior a una adaptación o elaboración muy somera. Por tanto, la cadena elaboración-uso es muy corta en el espacio y en el tiempo. El lapso temporal transcurrido entre la aparición del estímulo, la elaboración y el uso es breve, sin que haya lugar en él para la previsión. La materia prima es la propia del medio en el que se desarrolla la vida de los chimpancés y bonobos y de aquél en el que se usará el nuevo objeto, sin que exista transporte. No se encadenarán acciones conducentes a una gran transformación.

En segundo lugar, el instrumental y la capacidad operativa de los primates no humanos es unidireccional: no son capaces de presentar una diversidad de respuestas «técnicas» a un mismo estímulo que consistan en la producción de objetos diferentes o de cadenas de elaboración distintas, sino que siempre realizan de la misma manera los procesos en los que usan objetos. Por el contrario, los humanos podemos ofrecer respuestas diferentes a un mismo estímulo y viceversa, somos capaces de generalizar y dar una misma respuesta a problemas diferentes. Nuestra capacidad es multidireccional.

Esta digresión pone de manifiesto en qué medida se ha tenido que afinar y hacer más compleja la explicación de la diferencia entre el comportamiento humano y el de los primates más próximos a nosotros. Hasta hace pocas décadas no teníamos datos sobre la conducta instrumental de los chimpancés y no conocíamos su estructura social y su capacidad para aprender esa conducta instrumental. Ahora podemos afirmar que ese aprendizaje no es algo biológico y predeterminado, sino una manifestación de su estructura cultural. El Dr. Sabater Pi, profesor catalán y un estimado amigo, descubrió y estudió los instrumentos de madera usados por los chimpancés. En un artículo publicado en Science , este prestigioso primatólogo, pionero en los estudios sobre la protocultura, presenta y analiza la confección de palitos de diferentes medidas de los cuales se sirven los chimpancés para extraer termitas de sus nidos. La tipología que establece para estos instrumentos, los primeros objetos de madera fabricados por primates no humanos, demuestra su importancia en las estrategias de supervivencia. La propia existencia de una cultura material entre los chimpancés indica que nuestro ancestro común muy probablemente había desarrollado ya una conducta instrumental muy elemental basada, igual que la de algunos primates actuales, en materiales perecederos cuyos restos no han llegado hasta nosotros. Lo mismo debió de ocurrir con nuestros antepasados directos: los australopitecos podían haber usado objetos de madera, de hierbas... que nos resulta imposible reconstruir. O incluso haber usado bloques de piedra no trabajada que no podemos identificar.

Los sistemas de producción de objetos y la capacidad operativa de los primates no humanos son esencialmente diferentes de los humanos, pero debemos tener presentes los puntos de coincidencia que existen entre unos y otros cuando procedamos a su análisis sistemático: sólo así podremos descartarlos como características propias (y exclusivas) de nuestro género.

La forma de locomoción de los primates no humanos actuales es la braquiación, aunque pueden usar las extremidades inferiores para desplazarse en el interior de los bosques, tal y como se ha observado recientemente en grupos de orangutanes. Las manos y los brazos están adaptados a la braquiación, de forma que les resulta muy difícil, si no imposible, servirse de ellos con eficacia para otras labores. Por eso, probablemente, no han podido sistematizar ni desarrollar una cultura material.

Con las extremidades superiores liberadas y las inferiores desarrolladas, se sistematiza la locomoción y se produce un milagro en el proceso de evolución de los homínidos, porque las nuevas facilidades en el transporte aportaron un potencial de cambios radicales. En primer lugar, es posible que incidieran en el crecimiento demográfico: las manos permiten salvar a los bebés en situaciones peligrosas y ponerlos en lugar seguro, así como protegerlos más efectivamente del ataque de depredadores o competidores. En segundo lugar, la posibilidad de transportar con mayor comodidad alimentos y materias primas, y de hacerlo en mayores cantidades, permite a un grupo que se establezca de forma más permanente en determinados lugares de la sabana y que explote los recursos disponibles de manera continuada, lo que favorece un cierto sedentarismo relativo. En tercer lugar, el fácil transporte les permite también frecuentar nuevos biotopos próximos a sus lugares de forrajeo y descubrir otros territorios desconocidos, hecho que aumenta la capacidad de control sobre el entorno y la expansión por ecosistemas nuevos. En momentos de crisis esa capacidad de adaptación a nuevos ámbitos nos facilitó la supervivencia, sobre todo si tenemos en cuenta que los homínidos humanos fuimos siempre animales generalistas, poco especializados.

Pero la verdadera importancia de las manos en el largo proceso para convertirnos en humanos radica en su capacidad para fabricar utensilios. Ya hemos dicho que la manipulación de elementos extracorporales y su producción sistemática nos ha diferenciado del resto de primates y ha propiciado nuestro control del medio y nuestro éxito evolutivo. Las manos constituyen, pues, el elemento clave para entender la parte operativa de nuestra inteligencia. El hecho anatómico primordial es, sin duda, la capacidad de esta estructura anatómica para sostener y manipular objetos. Entre las adquisiciones básicas de los homínidos humanos, la prensión de precisión puede ser la más importante y con mayor potencial transformador de todas: el poder formar una pinza con el pulgar nos permite controlar hasta extremos impensables el objeto que estamos manipulando, a la vez que nos permite asirlo cualquiera que sea su superficie. La combinación de las manos y el cerebro revoluciona el comportamiento de los homínidos de tal forma que, por primera vez, biología y cultura empiezan a compenetrarse. Algunas de las actividades destacables que podemos realizar con las manos y los utensilios son, entre otras:

• defender a la comunidad de un ataque externo,

• defender el territorio del grupo,

• explotar nuevos nichos ecológicos inaccesibles hasta entonces,

• competir con los depredadores, hecho impensable hasta aquel momento, • entrar en dura competencia con los otros homínidos no humanos causando, probablemente, la extinción de algunos.

Estas novedosas posibilidades a nuestro alcance gracias al uso de las manos para nuevas labores sentarán la base para el desarrollo de la inteligencia operativa del hombre actual.

HERRAMIENTAS PARA TRABAJAR, HABILIDAD PARA PRODUCIRLAS

Es muy posible, como ya hemos señalado, que la producción de herramientas estuviera precedida por una fase durante la cual se usaban objetos sin modificar como hacen otros animales, especialmente primates no humanos. Ello explicaría, en términos evolutivos, el uso de objetos ligeramente modificados por parte de los chimpancés (hojas, ramas, piedra...) para aumentar las posibilidades de éxito en la obtención de alimentos.

El descubrimiento realizado por el equipo de Tim White, de la Universidad de Berkeley, y por B. Asfaw, del Museo de Addis Abeba, de unas marcas de talla en huesos de antílope procedentes de unos niveles sedimentarios del valle del Awash, en Etiopía, añade complejidad al origen de la utilización de instrumentos por parte de los homínidos. Efectivamente, el hallazgo de Australopithecus garhi-que significa «sorpresa» en lengua nativa-en una localidad próxima al lugar donde se encontró ese nivel con restos óseos que presentan marcas de talla, indicaría, según sus descubridores, que este fue el primer homínido comedor de carne de la historia de la evolución humana y que, además, se sirvió con esa finalidad de herramientas de piedra, ya que las marcas sobre esos huesos no pudieron haberse hecho de otra manera. Esta afirmación se basa en que, si las marcas respondieran a los dientes de un carnívoro, presentarían una morfología en forma de «U»; por el contrario, dichas marcas y todas aquellas que han sido realizadas mediante instrumentos manipulados por homínidos presentan una morfología en sección en forma de «V».

Según estos autores, sería posible, pues, que Homo no hubiera sido el primer género que comió carne y que usó herramientas para obtenerla. De cualquier forma, aún no ha sido posible hallar esas herramientas de piedra que supuestamente utilizó ese australopiteco recientemente descubierto.

Los autores del artículo publicado en Science afirman que en la zona no se han hallado materias primas y que, por lo tanto, esos homínidos, cuando re— ciclaban biomasas o cuando cazaban, debían de transportar con ellos herramientas ya trabajadas. El descubrimiento es en sí mismo excepcional, pero necesitamos más pruebas directas que avalen la tesis; aún no se ha probado de manera concluyente que los autores de esas marcas fueran aquellos homínidos.

Al contrario, disponemos de pruebas incontestables de que en la evolución de nuestro grupo zoológico-nos estamos refiriendo al género Homo— se produjo muy tempranamente, hace 2,4 millones de años, un acontecimiento que no pudo por menos que cambiar la percepción de La realidad por parte de los primates homínidos: se trata de la producción de herramientas mediante la percusión de un nodulo de piedra contra otro para modificar el primero. Así lo indica el descubrimiento en el yacimiento de Lokalelei, en la orilla oeste del lago Turkana, en Kenia, de herramientas de esta antigüedad por parte de Heléne Roche y Mzalendo Kibunija. La circunstancia que convierte este hallazgo en excepcional, además de su antigüedad, es haber podido reconstruir los nodulos tallados mediante el acoplamiento de estos fragmentos. Lo que demuestra que tallaban los nodulos una vez transportados y después escogían las esquirlas que más convenían a sus propósitos. Se trata de utensilios de formato pequeño y mediano tallados en rocas de origen volcánico. Obtenidos mediante una técnica de extracción simple, tenían por objeto obtener aristas afiladas que sirvieran en labores de carnicería. Las herramientas que se han conservado hasta hoy son casi todas de piedra, aunque también han sido hallados instrumentos usados sobre madera. Tuvimos ocasión de estudiar con detenimiento el conjunto de ese yacimiento gracias a la gentileza de sus descubridores, compañeros nuestros que trabajan en la Universidad de París en Nanterre.

Parece muy fácil producir una herramienta, pero entonces, ¿por qué somos la única especie que las fabrica en la actualidad?

Una herramienta de piedra se trabaja para dotarla de unas propiedades determinadas, tales como unos bordes cortantes y finos o robustos y resistentes. Las tareas que debe llevar a término son básicamente las de tallar, rascar, perforar, percutir o romper. Se toma un nodulo y se golpea contra otro, de manera que de él se extrae un fragmento que llamamos, técnicamente, Base Positiva. El nódulo que golpea se denomina percutor o martillo y el nódulo golpeado, Base Negativa. Cuando se extrae un fragmento de un nodulo, este último presenta una morfología negativa, cóncava, y el fragmento la correspondiente morfología positiva o convexa que encaja en la anterior. De ahí las denominaciones que reciben.

El interés que presenta un fragmento o Base Positiva es que esté constituido por bordes de morfología diédrica o triédrica que permitan una modificación significativa en la materia del objeto que se desee trabajar.

El proceso de talla se puede prolongar si el borde de las Bases Positivas no tiene la morfología necesaria para la tarea que debe desempeñar, en cuyo caso deberá golpearse el borde con la finalidad de obtener la morfología o resistencia pretendidas. La percusión produce en la Base Positiva, igual que los había producido en el nódulo matriz, unos negativos, resultando en ella una Base Negativa en una segunda generación. Este proceso repetido produce cada vez instrumentos más complejos. Es importante evaluar en los conjuntos técnicos arcaicos si las series de operaciones han sido largas o cortas y si los objetos producidos son complejos y especializados o simples. De la misma manera que hemos determinado la sencillez de los objetos usados por chimpancés y la inexistencia entre ellos de verdaderas cadenas de producción.

Este proceso, que ahora puede parecemos sencillo, no lo es en absoluto cuando se dispone de un cerebro de 400 cm 3 . El Dr. Nicholas Toth, de la Universidad de Indiana, enseñó a tallar las rocas a un bonobo llamado Kanzi de la misma forma en que lo hacían los homínidos hace dos millones de años. Kanzi talla instrumentos, pero siempre de pequeño formato, y después los utiliza para cortar una cuerda y hacerse con un plátano escondido en el interior de una caja. Es capaz de producir herramientas y de usarlas, pero los instrumentos que produce no responden a estrategia técnica alguna y únicamente ha aprendido que si golpea una piedra contra otra obtiene lo que necesita para conseguir el premio escondido por sus entrenadores. Es muy probable que su forma de actuar sea similar a la que desarrollaron nuestros antepasados hace cerca de 2,5 millones de años; la diferencia radica en el hecho de que el bonobo ha sido adiestrado por humanos y nuestros ancestros fueron «adiestrados» por la selección natural.

Podríamos, pues, formular la ecuación siguiente: abrimos paréntesis, selección de los instrumentos más selección de la presa, cerramos paréntesis, más transporte, es igual a proceso cultural de hominización. Porque es en los largos procesos estratégicos, cuando se deben asociar diferentes cadenas de actos y prever los pasos siguientes, donde podemos hallar la base de un comportamiento que, poco a poco, trasciende la etología para irse convirtiendo en cultura. Podemos afirmar que la inteligencia operativa se encuentra en la base de la hominización y de la humanización.

Los instrumentos nos han hecho humanos. Las herramientas nos humanizan y transmiten información, de manera que los golpes que se han impreso en el soporte o matriz natural han transformado a ésta en un código informativo único. Las herramientas representan, en la búsqueda sobre el comportamiento homínido, el ADN cultural, la generación y la reproducción de la información externa, exobiológica. La técnica hace a los homínidos más poderosos, porque les permite adaptarse de forma diferente y constituye lo que, más tarde, será el fenómeno más propiamente humano.