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Las relaciones íntimas:
el reto del amor sensible
ESTE capítulo es una historia
de amor. Comienza explicando cómo se enamoran las PAS y cómo
establecen amistades plenas de cariño. Después, nos lleva al
gratificante trabajo de mantener vivo ese amor, al estilo
PAS.
La intimidad de las PAS: ¡tenemos tantas
maneras!
Cora tiene sesenta y cuatro años, es ama de
casa y autora de libros infantiles. Está casada, con su «único
compañero sexual», y me dejó muy claro que estaba «muy contenta con
este aspecto de mi vida». Dick, su marido, es «cualquier cosa menos
una PAS». Pero cada uno aprecia lo que el otro aporta a la
relación, especialmente ahora que se han limado las asperezas. Por
ejemplo, durante años, Cora se resistió a los deseos de Dick de que
compartiera su placer por las películas de aventuras, el esquí y la
asistencia a las Superbowls. Ahora, Dick se va con los
amigos.
Mark, pasados ya los cincuenta años, es
profesor y poeta, experto en T. S. Eliot. No está casado, y vive en
Suecia, donde enseña literatura inglesa. Los amigos son muy
importantes en la vida de Mark. Se ha hecho muy hábil encontrando a
las pocas almas similares a la suya que hay en el mundo, así como
en el cultivo con éstas de unas relaciones profundas. Sospecho que
todos ellos se consideran muy afortunados.
En cuanto a lo romántico, Mark recuerda
intensos enamoramientos, incluso siendo niño. Como adulto, sus
relaciones han sido «raras pero abrumadoras. Hay dos ahí, siempre.
Dolorosas. No hubo final, aunque la puerta está cerrada». Y,
entonces, recuerdo que el tono de su voz se volvió irónico. «Pero
tengo una vida imaginativa muy rica.»
Ann recuerda también haber estado
intensamente enamorada cuando era niña. «Siempre había alguien; era
como una demanda, una búsqueda.» Se casó a los veinte años, y tuvo
tres hijos en siete años. Nunca había dinero suficiente, y las
tensiones se iban acumulando, al igual que los abusos de su marido.
Después, él le pegó en varias ocasiones, y entonces supo que tenía
que dejarlo, que debía crecer y apoyarse en sí misma.
Con los años, habría otros hombres en la
vida de Ann, pero ya no se volvería a casar. En la cincuentena,
dice que su búsqueda del «otro mágico» ha terminado al fin. De
hecho, cuando le pregunté si había organizado su vida de algún modo
especial con el fin de acomodarse a su sensibilidad, su primera
respuesta fue «Al final, saqué de mi vida a los hombres, para que
eso no terminara con mi paciencia nunca más». Sin embargo, Ann
encuentra una gran felicidad en sus amistades íntimas femeninas y
en los estrechos lazos que mantiene con hijos y hermanas.
Kristen, la alumna a la que conocimos en el
capítulo 1, también tuvo intensos enamoramientos a lo largo de su
infancia. «Cada año elegía uno. Pero, a medida que me hacía mayor
me iba volviendo más seria, y empecé a querer que me dejaran sola,
especialmente cuando estaba con ellos. Después, hubo uno por quien
me fui a Japón. Fue muy importante para mí, pero se ha acabado,
gracias a Dios. Ahora que tengo veinte años, no estoy tanto por los
chicos. Quiero averiguar primero quién soy yo.» Kristen, tan
preocupada por su cordura, parece decididamente muy sana.
Lily, treinta años, pasó una juventud
promiscua, en rebelión frente a su estricta madre china. Pero, dos
años antes de venir a verme se dio cuenta de que era una
desdichada, cuando su salud se resintió debido a esa vida de
excesos. Durante nuestra entrevista, incluso llegó a preguntarse si
había elegido esta vida excesivamente estimulante con el fin de
distanciarse de una familia que se le antojaba aburrida y carente
del vigor americano. De todos modos, cuando recobró la salud,
estableció una relación con un hombre que le parecía incluso más
sensible que ella misma. Al principio, eran simplemente amigos,
aunque le parecía tan aburrido como su familia, pero entre ellos
surgió algo amable y considerado. Empezaron a vivir juntos, aunque
ella no tenía prisa por casarse.
Lynn, pasados los veinte años, se ha casado
recientemente con Craig, con quien comparte un sendero espiritual
común y un amor profundo. Pero el problema para ellos es cuánto
sexo quieren en su relación. En consonancia con la tradición
espiritual de la que él forma parte, tradición a la que ella se
unió después de conocerlo, Craig se abstenía de las relaciones
sexuales. Cuando nos entrevistamos, él había cambiado de opinión, y
era ella la que quería seguir la tradición y abstenerse del
sexo.
El compromiso al que han llegado juntos los
lleva a hacer el amor de forma «poco frecuente» (una o dos veces al
mes), pero también de modo «muy especial».
Estos ejemplos ilustran las ricas y diversas
formas como las PAS satisfacen su humano deseo de relacionarse
íntimamente con los demás. Aunque no dispongo de unos datos
estadísticos a gran escala que me permitan confirmar esto, tengo la
impresión, por las entrevistas mantenidas, de que las PAS varían
más que el resto de las personas en los tipos de acuerdos que
alcanzan en esta área, optando por ser solteros en mayor medida que
la población general, o por una monogamia estable, o por relaciones
íntimas con los amigos o la familia más que por los amoríos. Cierto
es que esta tendencia a tan diferentes canciones de amor quizá se
deba a las diferencias en historias y necesidades de las PAS; pues,
en definitiva, la necesidad es el quid de la cuestión.
Ante tanta diversidad, las PAS no dejamos de
tener algunos temas en común en lo referente a nuestras relaciones
íntimas, los cuales surgen de
nuestra peculiar habilidad para percibir lo
sutil y de nuestra mayor tendencia a la sobreactivación.
Las PAS y el enamoramiento
En lo relativo a enamorarse, mis
investigaciones sugieren que las PAS se enamoran con más intensidad
que las demás personas. Eso puede estar bien. Por ejemplo, las
investigaciones demuestran que, cuando alguien se enamora, suele
incrementarse el sentido de la competencia y ampliarse el concepto
que de sí misma tiene la persona97.
Cuando nos enamoramos, las personas nos sentimos más grandes y
mejores. Por otra parte, también es bueno conocer algunos de los
motivos por los que nos enamoramos con más intensidad, y que tienen
poco o nada que ver con la otra persona (en relación con aquellos
casos en que quizá preferiríamos no estar enamorados). Sin embargo,
antes de empezar, ponga por escrito lo que le sucedió a usted en
una o en más ocasiones en que se enamoró profundamente para, más
tarde, ver si algo de lo que yo describo operó también en su caso
personal.
Soy consciente de que algunas PAS no parecen
enamorarse jamás. (Normalmente, son personas del estilo de
evitación de la sujeción del que ya hablamos con anterioridad.)
Pero decir aquello de «yo nunca me enamoraré» es como decir que
nunca lloverá en el desierto. Todo el que conozca el desierto sabe
que, cuando ocurre, llueve a cántaros. De modo que si cree que
nunca se enamorará intensamente, siga leyendo de todas formas...
por si Hueve.
Cuando el amor es demasiado intenso
Antes de volver sobre ese tipo de
enamoramiento poderoso o de profunda amistad que puede llevar a una
relación maravillosa, quizá le interese conocer un caso más
extraño, pero más notorio, de amor arrollador e imposible. Le puede
pasar a cualquiera, pero parece sucederle un poco más a menudo a
las PAS. Y dado que suele ser una experiencia desdichada para ambas
partes, puede venir bien algo de información, por si se tropieza
usted con una situación así.
Éste suele ser un amor no correspondido, y
este fracaso puede ser la verdadera causa de su intensidad. Si se
pudiera desarrollar la relación real, la absurda idealización se
desvanecería a medida que la persona conociera mejor al amado o
amada, con sus verrugas y todo. Pero la intensidad también puede
detener la relación. Un amor sumamente intenso puede verse
rechazado por la persona amada debido simplemente a que es un amor
exigente y poco realista. El ser amado suele sentirse asfixiado y
puede que no se sienta amado de verdad en el sentido en el que se
están considerando sus sentimientos. De hecho, puede dar la
impresión de que el amante no comprende verdaderamente al amado,
sino que tiene cierta visión de perfección imposible. Mientras
tanto, el amante puede abandonarlo todo por el sueño de una
felicidad perfecta que sólo la otra persona puede satisfacer.
¿Cómo se da este amor? No existe una
respuesta definida, pero sí algunas posibilidades manifiestas. Cari
Jung sostenía que las personas introvertidas habituales (la mayoría
de las PAS) vuelven su energía hacia dentro con el fin de proteger
su rica vida interior ante la abrumadora estimulación del mundo
exterior. Pero Jung puntualizaba que, cuanto mejor se desenvuelve
uno en su introversión, más presión ejerce el inconsciente para
compensar ese giro hacia dentro. Es como si la casa se llenara de
niños aburridos (aunque probablemente superdotados) que, con el
tiempo, acaban encontrando la salida por la puerta trasera. Esta
energía reprimida suele aterrizar en una persona (o en un lugar o
cosa), que se convierte en importantísima para el pobre
introvertido. Te has enamorado intensamente cuando, en realidad,
ese amor no tiene tanto que ver con la otra persona como con cuánto
se ha demorado tú salida al mundo exterior.
En muchas películas y novelas se ha
reflejado este tipo de amor. El ejemplo clásico en el cine podría
ser El ángel azul, que trata de un profesor que se enamora de una
bailarina de salón. El libro clásico podría ser el de El lobo
estepario, de Hermann Hesse, en el que un hombre maduro y muy
introvertido conoce a una joven y provocativa bailarina en medio de
su público, apasionado y sensual. En ambos casos, los protagonistas
se ven irremediablemente abocados a un mundo de amor, sexo, drogas,
celos y violencia; es decir, toda aquella estimulación sensorial
que su yo intuitivo e introvertido rechazó una vez y con la que no
supo qué hacer. Pero las mujeres experimentan también este amor,
como en algunas novelas de Jane Austen o de Charlotte Bronté, en
las cuales la protagonista, controlada, introvertida y entregada a
la lectura seria, se ve arrollada por el amor.
No importa cuán introvertido sea usted, no
deja de ser un ser sociable. No puede escapar a la necesidad y al
deseo espontáneo de conectar con los demás, por fuerte que sea el
impulso conflictivo de protegerse. Afortunadamente, en cuanto haya
salido al exterior un poquito y se haya enamorado unas cuantas
veces, se dará cuenta de que nadie es tan perfecto. Como suele
decirse, no es oro todo lo que reluce. La única manera de
protegerse ante un enamoramiento tan intenso es estar más en el
mundo, no menos. En el momento en que usted alcance el equilibrio,
quizá descubra que hay ciertas personas que de verdad lo ayudan a
sentirse tranquilo y seguro. Así que, dado que de todas formas
usted se va a ver «metido en remojo» algún día, puede que le vaya
bien bucear con todos nosotros ahora.
Eche un vistazo a su propia historia de
enamoramientos y amistades; ¿vinieron precedidos de un largo
período de aislamiento?
Amor humano y amor divino
Otra manera de enamorarse con intensidad
consiste en proyectar los propios anhelos espirituales sobre otra
persona. Una vez más, confundir a su amado o amada humano con un
amado o amada divinos es algo que se puede corregir tras un tiempo
de convivencia con esa persona Pero, si no podemos hacer esto, la
proyección puede ser sorprendentemente persistente.
La fuente de tal amor tiene que ser algo
bastante más grande, y yo creo que en verdad lo es. Los junguianos
dirían que todos tenemos un compañero interior que nos ayuda a
alcanzar los reinos interiores más profundos. Pero quizá no
conozcamos demasiado bien a ese compañero interior o, como suele
ocurrir, lo proyectemos erróneamente sobre los demás en nuestro
deseo desesperado por encontrarlo. Queremos que ese compañero
interno sea real y, evidentemente, aunque las cosas interiores
pueden ser ciertamente muy reales, ésta es una idea que nos puede
resultar difícil de asimilar.
La tradición junguiana sostiene que, para el
hombre, este compañero interior es normalmente un alma femenina o
anima y, para una mujer, es normalmente un guía espiritual
masculino o animus. Así, cuando nos enamoramos, es muy probable que
nos estemos enamorando en realidad de esa anima o de ese animus
interior que nos va a llevar allí donde anhelamos ir, al paraíso.
Vemos al anima o al animus en personas de carne y hueso con las que
esperamos compartir un paraíso terrestre y sensual (que normalmente
incluye un crucero por el Caribe o un fin de semana de esquí en la
nieve; los publicistas están encantados de ayudamos a proyectar
estos arquetipos en el mundo exterior). Que no se me malinterprete.
Lo de carne y hueso y lo de la sensualidad están muy bien. Lo único
que ocurre es que no pueden sustituir a la figura interior ni al
objetivo interior, aunque se dará cuenta de cuánta confusión puede
generar el amor divino cuando dos mortales se lanzan a amarse al
modo humano.
Pero puede que la confusión esté bien, por
un tiempo, en determinados momentos de la vida. Como escribió el
novelista Charles Williams: «A menos que pongamos nuestra devoción
en aquello que resultará ser falso al final, aquello que será
cierto al final no podría entrar».
Amor apasionado y sujeción insegura
Como ya hemos dicho, las relaciones de las
PAS con las personas o las cosas se ven enormemente afectadas por
la naturaleza de las sujeciones infantiles que mantuvieron con sus
primeros cuidadores. Dado que sólo entre el 50 y el 60 % de la
población pudo disfrutar de una sujeción segura en su
infancia98
(no cabe duda de que se trata de un dato estadístico impactante),
aquellas PAS que tienden a ser muy cautas en sus relaciones íntimas
(evitadoras), o que las viven con mucha intensidad
(ansioso-ambivalentes), se pueden considerar bastante normales.
Pero sus respuestas a las relaciones son tan potentes debido a que
tienen asignaturas pendientes en este apartado.
Frecuentemente, las personas con estilos de
sujeción insegura se esfuerzan mucho por evitar el amor con el fin
de no resultar heridas. O quizá simplemente le parezca a usted una
pérdida de tiempo y no se ponga a pensar por qué ve este asunto de
un modo diferente a como lo ve el resto del mundo. Sin embargo, por
mucho que se esfuerce, algún día se va a encontrar de nuevo
intentándolo. Aparece alguien, y parece una persona lo bastante
segura como para sujetarse a ella, o hay algo en el otro que le
recuerda a otra persona segura que pasó brevemente por su vida. O
algo dentro de usted está lo suficientemente desesperado como para
no desaprovechar la oportunidad. Y, de repente, usted se sujeta,
como le ocurrió a Ellen.
Aunque Ellen nunca se sintió lo
suficientemente cerca de su marido como le hubiera gustado
sentirse, ella pensaba que estaba felizmente casada en la época en
la que terminó su primera escultura de grandes dimensiones. Pero
después de finalizar aquel proyecto, que le había llevado todo un
año, se sintió extrañamente vacía. Rara vez compartía estos
sentimientos con alguien, pero un día se descuidó y se puso a
hablar de ello con una mujer mayor y corpulenta que llevaba su
largo cabello gris recogido en un moño.
Hasta aquel día, Ellen nunca había prestado
atención a aquella mujer, que estaba considerada como un poco
excéntrica en la localidad donde vivía. Pero resultó que esta mujer
tenía cierta preparación como orientadora y sabía cómo escuchar con
empatia. Al día siguiente, Ellen se dio cuenta de que no dejaba de
pensar en aquella mujer; quería volver a verla. Por su parte, la
mujer se sentía halagada por tener a tan famosa artista como amiga,
y floreció la relación.
Pero, para Ellen, aquello era algo más que
una amistad. Era una extraña y desesperada necesidad. Para su
sorpresa, la relación se sexualizó para las dos, y el matrimonio de
Ellen se hizo turbulento. Por el bien de su marido y de sus hijos,
Ellen se decidió a romper la relación, pero no pudo. Le resultaba
totalmente imposible.
Después de un año de escenas tormentosas
entre los tres, Ellen comenzó a encontrar defectos intolerables en
la otra mujer, principalmente, su temperamento violento. La
relación terminó, y el matrimonio de Ellen sobrevivió. Pero ella
nunca comprendió lo que le había sucedido hasta años después,
durante la psicoterapia.
En el transcurso de la exploración de su
primera infancia, Ellen supo a través de su hermana mayor que su
madre había sido una mujer muy ocupada, que no tenía tiempo para
sus hijos ni se sentía inclinada por los bebés. Ellen había crecido
de la mano de una serie de cuidadoras y canguros. Recordaba a una
de ellas, la señora North, que más tarde sería su primera profesora
de la escuela dominical. La señora North había sido
extraordinariamente amable y cariñosa; de hecho, la pequeña Ellen
llegó a pensar que la señora North era Dios. Y la señora North era
una mujer corpulenta, una mujer sencilla que recogía su cabello
gris en un moño.
Ellen creció con un programa inconsciente.
En primer lugar, estaba programada para evitar sujetarse a nadie,
debido a los constantes cambios de cuidadoras. Pero, en un nivel
más profundo, estaba programada para esperar a alguien como la
señora North y, posteriormente, para arriesgarlo todo por sentirse
segura una vez más, como le había ocurrido durante unas pocas horas
al día, en su infancia, con la verdadera señora North.
Todos acabamos programados de alguna manera:
para complacer y aferramos a la primera persona amable que nos
promete amor y nos protege; para encontrar al progenitor perfecto y
adorar a esa persona de un modo absoluto; para evitar con mucho
cuidado aferramos a nadie; para aferramos a alguien parecido a
aquella persona que no nos quiso la primera vez (por ver si podemos
cambiarla esta vez) o que insistió en que nunca creciéramos; o,
simplemente, para encontrar otro puerto seguro como aquel del que
disfrutamos cuando éramos niños.
Eche la vista atrás en su historia amorosa.
¿Puede encontrarle sentido a esa historia en función de sus
sujeciones en la primera infancia? ¿Está proyectando en ella
intensas necesidades que quedaron pendientes en su infancia?
Algunas de estas necesidades se pueden sustituir con el «pegamento»
normal de la intimidad en la fase adulta, pero sólo podemos pedir
tanto de un semejante adulto. Cualquiera que quiera a otro adulto
desde las necesidades de un niño (por ejemplo, la necesidad de no
perder de vista al otro en ningún momento) tiene todavía que
resolver algo de su pasado. La psicoterapia se ocupa del punto a
partir del cual tomamos conciencia de lo que se perdió,
lamentándonos por el resto y aprendiendo a controlar los
sentimientos que nos abruman.
Pero, ¿qué hay del amor romántico normal, de
ese amor que, durante un tiempo, hace de la vida algo tan
maravillosamente anormal?
Los dos ingredientes del amor
correspondido
En el estudio de centenares de relatos de
enamoramientos (y amistades) plasmados por escrito por personas de
todas las edades, mi marido (un psicólogo social con el que he
dirigido una considerable investigación sobre las relaciones
íntimas) y yo descubrimos dos puntos de lo más comunes99.
El primero, que es obvio, es que a la persona que se enamora le
gustan mucho determinadas cosas de la otra persona. Pero también
sucede que la flecha de Cupido suele atravesar sus armaduras sólo
en el momento en que descubren que son del gusto de la otra
persona.
Estos dos factores, que a uno le gusten
determinadas cosas del otro y el descubrir que le gustas a la otra
persona, me ofrecieron la imagen de un mundo en el que las personas
van por ahí admirándose unas a otras, simplemente esperando a que
otra persona le confiese su amor. Es importante que las PAS guarden
esta imagen en su mente, porque uno de los momentos más excitantes
de la vida de cualquier persona es aquel en el que se confiesa o se
recibe una declaración de cariño. Pero si queremos estar cerca de
alguien, ¡hagámoslo! Debemos soportar todos los riesgos que supone
intimar con alguien y mantener una relación íntima, incluido el
riesgo de hablar de ello. Cyrano de Bergerac aprendió esa lección,
y también el capitán John Smith.
Cómo la activación puede hacer que
cualquiera se enamore
Un hombre conoce a una mujer atractiva en un
frágil puente colgante que se mece con el viento sobre una profunda
garganta en las montañas100.
O conoce a la misma mujer en un sólido
puente de madera a treinta centímetros de altura sobre un
riachuelo. ¿En cuál de estos dos lugares es más probable que el
hombre se sienta románticamente atraído por la mujer? Según los
resultados de un experimento realizado por mi marido y un colega
suyo (que ahora es famoso en el campo de la psicología social),
será mucho más probable enamorarse sobre un puente colgante. En
otra investigación, se descubrió que es más probable que nos
sintamos románticamente atraídos por alguien si estamos activados
de un modo u otro, aunque sólo sea la activación que puede provocar
el correr sobre una cinta móvil o escuchar un monólogo
cómico101
en un casete.
Existen diversas teorías acerca de por qué
la activación, sea del tipo que sea, puede llevar a la atracción,
si hay alguien adecuado a mano. Una razón podría ser la de que
siempre intentamos atribuir a algo esa activación y, si podemos
hacerlo, nos gustaría atribuírsela especialmente a un sentimiento
de atracción. O quizá sea debido a que asociamos en nuestra mente
los niveles altos, pero tolerables, de activación con la expansión
propia y la emoción; y esto, a su vez, lo asociamos con el sentimos
atraídos por alguien. Este descubrimiento tiene implicaciones
interesantes para las PAS. Si nosotras, las PAS, nos activamos con
más facilidad que los demás, seremos más propensas, por término
medio, a enamoramos (y quizá con más intensidad que los demás)
cuando estamos con alguna persona atractiva.
Eche la vista hacia atrás en su propio
historial amoroso. ¿Pasó por alguna experiencia activadora antes o
durante un encuentro con alguien a quien finalmente terminó amando?
Después de pasar por algún tipo de calvario, ¿se llegó a sentir
fuertemente atraído o atraída por alguna de las personas que
estaban con usted en aquella situación? ¿O quizá se sintió atraído
o atraída por los médicos, los terapeutas, los miembros de la
familia o los amigos que la ayudaron a pasar aquella crisis o
dolor? Piense por un instante en los amigos y amigas que hizo en el
instituto o en la universidad, momentos en los que se experimenta
una gran cantidad de situaciones nuevas e intensamente activadoras;
ahora, ya sabe por qué.
Otras dos razones de que las PAS sean más
proclives al amor
Otra fuente de enamoramiento puede estar
constituida por las dudas acerca de la propia valía personal. Por
ejemplo, en un estudio se demostró que las alumnas universitarias
cuya autoestima había sido herida (por algo que se les había dicho
durante el experimento) se sentían más atraídas por un potencial
compañero varón que aquellas cuya autoestima no había sido
afectada.102
De forma parecida, las personas parecen más proclives a enamorarse
justo después de una ruptura amorosa.
Tal como he resaltado, las PAS son proclives
a tener una baja autoestima debido a que no se conforman al ideal
de la cultura. Así, en ocasiones consideran un golpe de fortuna que
alguien pueda quererlas. Pero un amor sustentado sobre esta base
puede ser problemático porque, con posterioridad, quizá se dé
cuenta de que la persona de la que se enamoró no está a su altura
o, simplemente, no es su tipo.
Eche la vista atrás a su propia historia
amorosa. ¿Ha tenido algún papel una baja autoestima?
La principal solución, evidentemente, es
poner en pie su autoestima mediante la reestructuración de su vida
en función de su sensibilidad, llevando a cabo un buen trabajo
interior sobre cualquier otra cosa que lo lleve a perder la
confianza en sí mismo, viviendo en el mundo según sus propias
condiciones y demostrándose a sí mismo que se encuentra bien así.
Se sorprenderá de cuánta gente lo va a amar profundamente debido a
su sensibilidad.
También está la humana tendencia a
implicarse en una relación íntima o no ser capaz de abandonarla por
puro miedo a estar solo, sobreactivado o por tener que enfrentarse
con situaciones nuevas o atemorizadoras. Creo que ésta es la
principal razón por la cual las investigaciones indican que un
tercio de los alumnos universitarios se enamoran durante el primer
año lejos de casa103.
Somos animales sociables que nos sentimos más seguros en mutua
compañía, pero supongo que no querrá colgarse de cualquiera por el
simple hecho de tener miedo a la soledad. Con el tiempo, la otra
persona lo percibirá, y podría sentirse herida o tendrá oportunidad
aprovecharse de usted; tanto usted como la otra persona merecen
algo mejor.
Vuelva atrás a su historia amorosa. ¿Se
enamoró en alguna ocasión por miedo a estar solo o sola? Convendría
que las PAS se convencieran de que pueden sobrevivir, al menos
durante algún tiempo, sin tener una relación íntima y romántica. De
otro modo, no seremos libres para esperar a la persona que
realmente nos pueda gustar.
Si usted no puede vivir solo todavía, no hay
de qué avergonzarse. Lo más probable es que algo dañara la
confianza que usted tenía en el mundo, o que alguien impidiera que
usted desarrollara esa confianza. Pero, si es posible, pruebe a
vivir en soledad. Si le pareciera demasiado difícil, trabájelo con
un terapeuta que le dé apoyo y orientación, alguien que no abuse de
usted o lo abandone y que no tenga otro interés que el de verlo
autosuficiente.
Por otra parte, tampoco tiene por qué estar
totalmente solo. Existen otras cosas que pueden confortamos
enormemente, como los buenos amigos, otros miembros de la familia,
el compañero de dormitorio que resulta que está en casa y está
dispuesto a ir al cine, un perro bonachón o un gato mimoso.
Profundizar la amistad
Las PAS no deberían subestimar nunca las
ventajas de una profunda amistad. No tiene por qué ser algo tan
intenso, complicado o exclusivo como una relación romántica. Hay
conflictos que pueden dejarse para que se resuelvan por sí solos.
Los rasgos molestos se pueden ignorar un poco más, quizá durante
toda la vida de la relación. Y, en una amistad, usted puede
comprobar lo que resulta posible y lo que no con la otra persona,
sin que se genere una herida duradera si lo rechazan a usted o si
decide rechazar al otro. Y, de vez en cuando, lo que comenzó como
amistad puede terminar en relación amorosa.
Para profundizar una amistad (o una relación
familiar), haga uso de un poco de lo que sabe ahora acerca de las
sanas razones por las que la gente se enamora; dígale a la otra
persona el afecto que siente por ella.
Y no dude en compartir con ella una
experiencia intensa (pasar por un calvario juntos, trabajar en un
proyecto, hacer equipo). Va a ser difícil intimar si todo lo que
hacen ustedes es ir a comer juntos de vez en cuando. En el proceso
de compartir una experiencia, se compartirán también revelaciones y
asuntos íntimos. Si estas revelaciones son mutuas y adecuadas, se
constituirán en el camino más fácil hacia la intimidad104.
Cómo hallar al «otro» adecuado
En realidad, son las no PAS las que nos
hallan a nosotras las PAS. Hubo un tiempo en que la mayoría de mis
amigos eran personas extravertidas, «menos sensibles» (aunque,
ciertamente, encantadoras y empáticas) que parecían sentir un punto
de orgullo por haberme descubierto, a mí, la escritora retraída.
Fueron buenas amistades, que me ofrecieron perspectivas y
oportunidades que no habría podido encontrar yo sola. Sin embargo,
por muchos motivos, siempre es bueno para una PAS estar cerca
anímicamente de otras PAS.
Una táctica excelente para hallar a otras
PAS es pedir a sus amigos extravertidos que le presenten a otras
personas que conozcan que sean como usted. Si no, puede encontrar a
una PAS pensando como una PAS: nada de bares, gimnasios ni fiestas
de cóctel. Aun a riesgo de alimentar estereotipos, es más probable
encontrar a una PAS (por poner algún ejemplo) en cursos de
educación de adultos, excursiones y actividades sobre cuidado del
medio ambiente, grupos de estudio de carácter espiritual
interesados en conocer los aspectos más profundos o esotéricos de
sus religiones, clases de arte, conferencias sobre psicología
junguiana, recitales de poemas, conciertos, representaciones de
ópera y ballet, conferencias acerca de estas representaciones y
retiros espirituales de todos los tipos; ésta es una buena lista
para empezar.
En cuanto encuentre a otra PAS, entablarán
conversación con facilidad, diciendo simplemente algo sobre el
ruido o la estimulación del lugar en el que se encuentran. Después,
pueden decidir salirse fuera, dar un paseo o buscar juntos algún
lugar tranquilo.
El baile de las PAS
Ya he dicho, y repito, que las PAS necesitan
de relaciones estrechas y que pueden desenvolverse muy bien en
ellas. Sin embargo, hemos de vigilar esa parte de nosotros que
desea ser introvertida, para protegemos. Con frecuencia, nos
encontramos en un baile parecido a éste:
Primero, queremos la cercanía, de modo que
ofrecemos todas las señales que invitan a la cercanía. Entonces,
alguien responde. Quiere saber más de nosotros, conocemos mejor,
quizás incluso tocarnos. Entonces nos retiramos. La otra persona
hace uso de su paciencia por un tiempo y, luego, opta por retirarse
también. Nosotros nos sentimos solos y volvemos a poner las señales
que invitan a la cercanía. Esa persona o aquella otra lo intentan
de nuevo. Nos encanta... por un tiempo. Después, nos sentimos
abrumados.
Un paso adelante, un paso atrás, un paso
adelante, un paso atrás, hasta que ambos se cansan del baile.
Puede parecer imposible conseguir el
equilibrio adecuado entre distancia y cercanía. Si intenta
complacer a los demás, perderá la pista de sus propias necesidades.
Si sólo intenta complacerse a sí mismo, no conseguirá expresar
demasiado amor y no asumirá los compromisos que las relaciones
requieren.
Una solución es mantener una relación con
alguien como usted; sin embargo, ambos pueden terminar perdiendo
contacto si cada uno está bailando en extremos opuestos de la
habitación. Por otra parte, la relación con una persona que quiere
implicarse más y que quiere más estimulación puede convertir el
baile en un calvario. No sé cuál es la mejor respuesta en su caso,
pero sí sé que las PAS deben quedarse en el baile y no darse por
vencidas ni desear que termine. En el mejor de los casos, es un
flujo que equilibra las necesidades de cada uno y reconoce la
fluctuación de los sentimientos. Simplemente, usted va adquiriendo
gracia con el tiempo, y baila cada vez mejor. Así que vamos a ver
más de cerca sus relaciones más íntimas.
Relaciones íntimas entre dos PAS
La relación íntima con otra PAS debería
tener grandes ventajas pues, al menos, se entienden el uno al otro.
Debería haber menos conflictos acerca de cuánto resulta demasiado o
acerca de pasar parte del tiempo en soledad, y es probable que
ustedes disfruten de pasatiempos similares.
Las desventajas pueden consistir en que es
más probable que ustedes tengan dificultades para hacer la misma
clase de cosas, sea pedir una dirección a un extraño o pasar un día
de compras, por lo que al final puede que esas cosas se queden sin
hacer. Por otra parte, si ambos tienden a mantener a los demás a
distancia, no habrá nadie que los obligue a enfrentarse a su
inseguridad. Una relación distante puede parecerles bien a ambos,
pero será un tanto árida, cosa que no ocurriría con una persona que
pidiera una mayor intimidad, pero esto depende realmente de
ustedes. Diga lo que diga la psicología popular, si ustedes son
felices así, no existe ley, ni natural ni humana, que obliga a que
ustedes tengan que intimar y compartir intensamente con el fin de
sentirse satisfechos.
Por último, me da la impresión de que, en
general, siempre y cuando las dos personas tengan personalidades
similares, la comprensión mutua será potente y los conflictos
mínimos. Esto puede resultar aburrido, pero también puede crear un
puerto seguro y tranquilo a partir del cual ambos puedan iniciar
sus viajes, sea al mundo exterior o sea hacia dentro. Al regreso,
ambos podrán compartir las emociones de las experiencias del
otro.
Cuando la otra persona no es tan
sensible
Cualquier diferencia en una pareja que pasa
mucho tiempo junta tiende a crecer. Si usted se desenvuelve un poco
mejor en la lectura de mapas o en los extractos bancarios, será
usted quien lo haga siempre por ambos y se convertirá en el experto
en eso. El problema estriba en que, si se queda solo ante un mapa o
un extracto bancario y quiere saber qué ocurre con su cuenta, el
que «no sabe» puede sentirse ciertamente confuso e indefenso.
(Aunque, a veces, una se sorprende al descubrir que, a base de ver
al otro, termina sabiendo bastante más de lo que ambos
pensaban.)
Cada uno tiene que decidir por sí mismo en
qué áreas es mejor callarse y arrimarse al experto, y en qué áreas
no conviene callarse en absoluto. El respeto por uno mismo es
importante aquí, y creo que en las parejas heterosexuales el
estereotipo del género suele aferrarse con fuerza. Quizás usted se
sienta incómodo haciendo cosas que en su género no se consideran
normales. O quizá, como nos ocurre a mi marido y a mí, se sienta
incómodo dejando que esos estereotipos sigan vigentes. (A mí me
gusta saber cómo se cambia una rueda en el automóvil; a él, cómo
cambiar un pañal.)
La especialización puede resultar muy
problemática, y puede caerse en la tentación de ignorarla cuando se
da en torno al «trabajo» psicológico. Uno de los miembros siente
las emociones por ambos; el otro se mantiene frío. O uno siente
sólo cosas buenas, y no desarrolla capacidad de respuesta ante el
pesar, el miedo y emociones similares, mientras el otro se queda
tieso como un palo con toda la ansiedad y la depresión
En lo relativo a su rasgo, el que sea un
poco menos sensible se convertirá en un experto en ocuparse de todo
aquello que pueda sobreactivar al más sensible. (O, si ambos son
sensibles, pueden especializarse en diferentes áreas.) Ambos
obtienen así ventajas. Hay más tranquilidad; mientras uno se siente
útil, el otro siente que se le está ayudando. De hecho, la persona
menos sensible puede llegar a sentirse indispensable, y esto puede
resultarle de lo más tranquilizador.
Mientras tanto, el más sensible se ocupa por
ambos de todo lo sutil. Puede que parte de ello no parezca tan
crucial, como tener ideas nuevas y creativas, conocer el sentido de
la vida, profundizar la comunicación o apreciar la belleza. Pero si
hay un vínculo sólido entre ambos, puede que se deba a que la
persona menos sensible valora y necesita de verdad aquello con lo
que contribuye usted, la persona más sensible. Sin eso, ese modelo
eficiente de hacer las cosas puede que no sirva para nada y,
probablemente, puede que sea mucho menos eficiente también. A
veces, la persona más sensible puede darse cuenta de todo esto y
sentirse indispensable, llegando incluso a la arrogancia.
En una relación que dura ya muchos años,
ambas personas pueden sentirse ciertamente satisfechas con su
particular distribución de tareas. Sin embargo, y especialmente en
la segunda mitad de la vida, uno o ambos pueden sentirse
insatisfechos. El deseo de totalidad, de experimentar la mitad de
la vida en la que uno no está especializado, puede ser más
perentorio que el deseo de ser eficiente y evitar el fracaso.
Además, si la especialización ha terminado siendo extrema, como
suele ocurrir en un matrimonio de larga duración, cada uno puede
sentirse tan dependiente del otro que termine por perder la
sensación de que la relación es algo que se elige libremente. En el
caso de la sensibilidad, uno de ustedes puede sentirse incapaz de
vivir en el mundo exterior, mientras que el otro puede sentirse
incapaz de descubrir la vía interior. En este caso, el «pegamento»
ya no es el amor, sino la carencia de alternativas.
La solución es obvia, pero no es fácil.
Ambos tienen que estar de acuerdo en que la situación debe cambiar,
aun cuando las cosas no se hagan con tanta eficiencia como
anteriormente. El más sensible debe probar algo nuevo, encargarse
de más cosas, moverse solo en ocasiones. El menos sensible debe
experimentar la vida sin las aportaciones «espirituales» del otro,
y debe establecer contacto con lo sutil, tal como surja en su
conciencia.
Cada uno debe convertirse en el preparador
del otro, si deciden que no van a intervenir y asumir el mando de
la situación. Si no, el papel más útil será el de servir de apoyo
en la retaguardia. O puede que el papel de aquel que se olvida por
completo del otro durante algún tiempo, para que el que aún no
domina la situación pueda entregarse a su empeño sin ser observado
y no sentir vergüenza de sus raquíticos esfuerzos. El que no domina
la situación, si es necesario, sabrá a quién recurrir en busca de
ayuda experta y amorosa, y esto no deja de ser un magnífico
ofrecimiento. Puede que, en esta situación, se halle el mayor de
los regalos.
Las diferencias en el nivel óptimo de
activación
Acabamos de reflexionar sobre la situación
en la que usted y su pareja o amigo menos sensible le hacen la vida
casi demasiado cómoda a usted, el «sensible». Pero va a haber
muchas ocasiones en las que la otra persona no se da cuenta de que
usted está sobreestimulado; ocasiones en las que ambos han estado
haciendo casi las mismas cosas y él o ella continúa sintiéndose
bien. Y él o ella dice: «¿Qué es lo que te pasa?».
¿Cómo responder a una bienintencionada
petición para que lo «intentes» y «no eches a perder la fiesta»?
Éste es un dilema que yo he vivido en el pasado; primero, como
hija, en mi familia; y, luego, con mi marido. Si yo decía que no
podía acceder a sus peticiones, o bien los demás no iban por causa
mía y yo me sentía culpable, o bien se iban sin mí y yo me quedaba
con la sensación de haberme perdido algo. ¿Qué hacer? Al no
comprender mi rasgo, la solución consistía normalmente en aceptar
lo que se había planeado. A veces, funcionaba; a veces, era
angustioso; y, a veces, terminaba enferma. No me sorprende que
muchas PAS pierdan el contacto con su «auténtico yo»105.
Durante el año que pasé en Europa cuando
nuestro hijo era pequeño, hicimos un viaje de varias semanas con
nuestros amigos, en el verano. En nuestro primer día fuera, fuimos
de París a la costa del Mediterráneo; y, después, hacia el este,
por la Riviera italiana. No habíamos previsto que nos
encontraríamos con muchos veraneantes europeos yendo de población
en población en largas colas de automóviles, sonando los cláxones,
en medio de ruidosos ciclomotores. Mientras tanto nosotros cinco
intentábamos decidir en qué ciudad y qué hotel podríamos convertir
en realidad nuestro sueño de la Riviera, a pesar de no haber hecho
reserva alguna y no disponer tampoco de demasiado dinero. Mi hijo,
feliz y contento durante horas, en las que me utilizó de trampolín,
se sintió al fin fatigado y se puso a llorar y a protestar, para
terminar gritando estridentemente. El anochecer era todo menos
divertido.
Una vez en la habitación del hotel, anhelaba
descansar y meter a mi hijo en la cama. En aquella época, yo no
tenía conocimiento alguno de este rasgo especial; tan sólo sabía lo
que mi hijo y yo necesitábamos.
Sin embargo, mi marido y nuestros amigos
querían ir a los casinos de Montecarlo. Como le ocurre a muchas
PAS, yo no disfruto con el juego; no obstante, la idea igualmente
me resultaba atractiva. Pero no había manera de que pudiera
soportar aquello. Si se pudiera conseguir un canguro... No me
quería quedar.
Al final, me quedé. Mi hijo durmió bien, y
yo me eché en la cama, sin dormir, sintiéndome triste, sola, y
envidiando a los demás, y nerviosa por estar sola en un lugar
extraño. Claro está que, cuando volvieron, muy alegres, me
entretuvieron con historias divertidas y muchos «deberías haber
venido». ¡Ni había salido ni había dormido, y no pude dormir porque
el disgusto me impedía hacerlo!
¡Cuánto me gustaría haber sabido entonces lo
que sé ahora! Las preocupaciones y el pesar sustituyen con suma
facilidad a la sobreactivación, e irse a dormir no significa que
vayas a dormir. Pero, con todo, ése es el mejor sitio donde puedes
estar. Y, normalmente, siempre se presenta otra ocasión, hasta para
ver Montecarlo. Pero, de cualquier modo, puede estar muy bien
quedarse en casa, si aceptas que tu casa es en verdad el lugar al
que, a veces, perteneces.
En estas situaciones, su amigo, amiga o
pareja se puede convertir en una verdadera lata. Quiere que lo
acompañe y no puede resistirse a la tentación de presionarlo, dado
que esa técnica a veces ha funcionado anteriormente. Y además de
echarlo de menos si al final accede a irse sin usted, también puede
llegar a sentirse muy culpable por haberlo dejado soto o
sola.
Creo que la PAS tiene que hacerse cargo de
estas situaciones con el fin de que nadie pueda culparse. Después
de todo, usted es quien mejor sabe cómo se está sintiendo y si se
lo va a pasar bien o no. Si duda en hacer algo por miedo a la
sobreestimulación (y no por su presente estado de fatiga), tendrá
que sopesarlo en relación con lo que pueda divertirse. (Y ponga un
poquito más de peso en la balanza de salir, si tiene un miedo
extra, pendiente desde la infancia, ante lo poco familiar.) Usted
tiene que decidir por sí solo y actuar. Si su acción resulta ser un
error, usted es el único responsable; al menos, lo intentó. Si sabe
que está sobreestimulado y que necesita quedarse en casa, hágalo
con elegancia y no se lamente demasiado, e inste a los demás a que
se diviertan sin usted.
Un tiempo a diario para la soledad
Otro problema frecuente en las relaciones
íntimas con parejas o amigos menos sensibles consiste en que usted
tiene una mayor necesidad de soledad, aunque sólo sea para pensar y
digerir lo sucedido durante el día. La otra persona quizá se sienta
rechazada o, simplemente, insista en su compañía. Déjele claro por
qué necesita ese respiro. Dígale cuándo estará disponible de nuevo
y mantenga su promesa. O a lo mejor puedan seguir juntos, pero
descansando en silencio.
Si encuentra resistencias a su necesidad de
soledad (o a cualquiera de las necesidades especiales asociadas a
su rasgo), tendrán que hablar del asunto más detenidamente. Usted
tiene derecho a experimentar las cosas de un modo diferente y tiene
derecho a tener unas necesidades diferentes. Pero dese cuenta de
que esas necesidades y experiencias distintas no son en modo alguno
las de su pareja, su amigo o la de la mayoría de las personas que
conoce, de modo que intente escuchar y ver qué es lo que el otro
está sintiendo. Quizás él o ella esté queriendo negar que puede
haber una diferencia tan importante entre ustedes. O puede que sea
el temor a que le esté pasando algo a usted, una deficiencia o una
enfermedad. Es posible que la otra persona tenga cierta sensación
de pérdida debido a las aventuras, reales o imaginarias, que este
rasgo parece estar imposibilitándoles a ambos. Puede que se enfade
o que piense que usted no está poniendo todo de su parte.
Vendrá bien recordarle al otro, modestamente
y con tacto, todo lo bueno que su rasgo le está aportando a él o a
ella. Y convendrá que usted preste atención a sus propias
motivaciones, no sea que esté utilizando su propia sensibilidad
como excusa para salirse siempre con la suya. Usted puede tolerar
altos niveles de estimulación, especialmente cuando se encuentra
con alguien que le relaja y le hace sentirse seguro. A veces será
enormemente apreciado hacer un esfuerzo sincero por acceder a las
peticiones de su pareja o su amistad. La cosa le puede ir bien. Y,
si no le va bien, habrá tenido ocasión de demostrar sus límites,
preferiblemente sin caer en frases como «Te lo dije». Con el
tiempo, irá quedando claro que ambos se encuentran más satisfechos,
más sanos y menos resentidos si cada uno reconoce y respeta el
nivel óptimo de activación del otro. Pueden animarse mutuamente
para hacer lo que haya que hacer (salir y divertirse o quedarse y
descansar), con el fin de mantener un nivel de activación
cómodo.
Evidentemente, pueden salir a la superficie
otros temas cuando usted se afirma en sus necesidades. Si la
relación se encuentra ya sobre terreno poco firme, el anuncio de su
rasgo como factor con el cual debe convivir su amistad o pareja
puede producir un verdadero terremoto. Pero si la línea del
problema estuvo siempre ahí, no eche la culpa a su rasgo ni a la
defensa de éste, por mucho que se convierta en objeto de
disputas.
El miedo a una comunicación sincera
En general, la sensibilidad puede potenciar
en gran medida la comunicación íntima. Usted capta muchas más
señales sutiles, muchos más matices, paradojas, ambivalencias y
procesos inconscientes; y entiende que este tipo de comunicación
precisa de paciencia. Usted es leal y concienzudo, y aprecia lo
suficiente el valor de la relación como para estar dispuesto a
concederle tiempo.
El principal problema es, como siempre, el
de la sobreactivación. En tal estado, nos podemos volver
extremadamente insensibles a todo lo que nos rodea, incluso a las
personas que queremos. Y puede que le echemos la culpa a nuestro
rasgo: «Estoy demasiado cansado, demasiado abrumado». Pero, con
todo, nuestro deber sigue siendo hacer todo lo que podamos por
comunicamos de un modo útil, o dejar que la otra persona sepa, por
adelantado si es posible, cuándo nos vamos a ver incapaces de
seguir adelante.
Los mayores errores de comunicación de las
PAS se dan, probablemente, cuando intentan evitar la
sobreactivación provocada por situaciones desagradables. Creo que
la mayoría de la gente, pero las PAS en especial, le tienen pavor a
la ira, la confrontación, las lágrimas, la ansiedad, las «escenas»,
afrontar cambios (que siempre suponen la pérdida de algo), que se
nos pidan cambios, ser juzgados o avergonzados por nuestros
errores, o juzgar o avergonzar a otra persona.
Es probable que usted sepa racionalmente
(por la lectura, la experiencia y hasta por la orientación
profesional) que, para que una relación se mantenga fresca y viva,
hay que pasar por todo lo de que acabamos de mencionar. Pero, por
algún motivo, el saber esto no nos resulta de utilidad cuando llega
la hora de lanzarse y espetar lo que sentimos.
Además, su intuición va por delante. En ese
mundo imaginario semiconsciente, aunque real y activador, usted ya
está experimentando de antemano y de diversas maneras la
conversación que puede tener lugar, y eso resulta de lo más
angustioso.
Existen dos formas de abordar los miedos. La
primera, tomando conciencia de lo que está imaginando, e imaginar
otras posibilidades (por ejemplo, cómo estarán las cosas una vez se
haya aclarado el conflicto, o cómo estarán si usted no aborda el
problema). La segunda, hablando con su amistad o su pareja de lo
que imagina que le impide ser más abierto o abierta. Estará siendo
manipulador si dice algo como esto: «Me gustaría hablar contigo
sobre esto y lo otro, pero no voy a poder si tú reaccionas diciendo
tal o cual». Aunque esto también puede llevarlos a profundizar en
el modo de comunicarse.
La importancia de los tiempos muertos
durante los conflictos
Cualquier pareja en la que uno o los dos
sean PAS tiene que elaborar algunas reglas básicas adicionales para
cuando la comunicación se hace excesivamente activadora, algo que
normalmente sucede durante las discusiones. Doy por hecho que
ustedes ya no caen en los insultos, en mezclar el conflicto actual
con asuntos pasados y en la utilización deshonesta de las
confidencias compartidas cuando ambos se sentían seguros y en buena
sintonía. Pero, además, ustedes pueden acordar otras reglas para
controlar la sobreactivación. Una de ellas consiste en tomarse
tiempos muertos.
En general, no es conveniente irse en mitad
de una discusión (o sacar a relucir aquello de «mejor vamos a
dejarlo»). Pero si uno de los dos tiene un intenso deseo de irse es
porque se está sintiendo desesperado y acorralado, es decir, las
palabras no están funcionando. En ocasiones, esto se debe a la
culpabilidad que puede producir haber visto algo desagradable en
uno mismo. Éste es un buen momento para que el otro dé marcha atrás
y muestre algo de simpatía, no para que siga presionando y
avergüence aún más a la pareja. A veces, la persona acorralada
sigue pensando que tiene razón, pero se siente desbordada. Se están
diciendo demasiadas cosas, demasiado duras, no hay respuesta que
funcione. Aparece la furia, e irse es la única forma segura de
expresarla.
En cualquier caso, siendo una PAS, usted
puede encontrarse a veces tan sobreactivado por la simple
discusión, que la pelea puede convertirse de inmediato en uno de
los peores momentos de su vida. Y dado que la relación estaría
condenada a hacerse más agria y distante sin la expresión ocasional
de quejas legítimas, conviene que ambas partes den marcha atrás en
las peleas, por mucho que pueda costarles en ese momento; eso
significa ser civilizados. De modo que hagan un tiempo muerto.
Ofrézcanse una válvula de escape, aunque sólo sea de cinco minutos,
una hora o una noche, para consultarlo con la almohada. Ninguno de
los dos abandona el campo, la discusión tan sólo se pospone.
Esperar para finalizar una discusión puede
ser difícil para ambos, por ello tienen que acordar esa pausa.
Lleguen al acuerdo con anterioridad, y consideren ese tiempo muerto
como una regla básica de gran utilidad, no como una forma de
escabullirse. En realidad, llegarán a verlo un útil que no dudarán
en acordarlo para otras situaciones futuras. Todo se ve de otra
manera después del tiempo muerto.
El poder de las metacomunicaciones positivas
y de la escucha reflexiva
La metacomunicación consiste en hablar de
cómo estás hablando o, simplemente, de cómo te sientes en general,
no sólo en este momento106.Las
metacomunicaciones negativas suenan así: «Espero que seas
consciente de que, aunque ahora esté hablando de esto contigo, al
final voy a hacer lo que yo quiera». O bien: «¿Te das cuenta de que
cada vez que discutimos terminas comportándote de forma
irracional?». Afirmaciones como éstas generan una escalada en la
discusión que la lleva hasta un nuevo nivel. Evítelas; son armas
demasiado potentes.
Sin embargo, las metacomunicaciones
positivas hacen todo lo contrario, estableciendo un techo protector
que pone un límite a cuánto daño se está haciendo. Suenan así: «Sé
que en este momento estamos los dos muy enfadados, pero quiero que
sepas que deseo que esto se resuelva. Me preocupo por ti, y valoro
tus esfuerzos por resolver todo esto conmigo».
Las metacomunicaciones positivas son
importantes en cualquier situación tensa entre personas. Disminuyen
la activación y la ansiedad al recordar a las dos personas
implicadas que se quieren o pueden quererse, y que el problema se
resolverá probablemente. Convendría que las parejas en las que uno
o ambos son PAS se aseguraran de incluir meta— comunicaciones en su
caja de herramientas de relaciones íntimas.
También le sugiero que pruebe la «escucha
reflexiva». Es una valiosa herramienta que está dando vueltas por
ahí desde la década de 1960, y es probable que usted la conozca
bien. He incluido aquí el recordatorio de esta técnica porque ha
salvado en dos ocasiones mi matrimonio, y no estoy exagerando.
¿Cómo me iba a olvidar de ella? Es el masaje cardiorrespiratorio
del amor y la amistad.
La escucha reflexiva se reduce a escuchar a
la otra persona, especial-mente lo que siente, sus sentimientos.
Pero, para asegurarse de haber oído bien, usted le cuenta a la otra
persona lo que le ha parecido entender, le cuenta los sentimientos
de ella; eso es todo. Pero es más difícil de lo que parece. En
primer lugar, porque usted va a decir que resulta un poco forzado,
o que es algo «como de terapeuta»; esto sólo ocurre cuando se hace
exclusivamente. Pero esa reacción también se puede deber a la
incomodidad que generan los sentimientos, la cual se debe en parte
a lo aprendido en nuestra cultura. Créame, para la persona que está
recibiendo esa atención esta técnica no le parece nada artificial.
Y del mismo modo que los buenos jugadores de baloncesto se pasan
horas sin hacer otra cosa que lanzar a la canasta o regatear, usted
también tiene que ejercitarse en la escucha una y otra vez para que
pueda utilizar esa «medida» cuando le haga falta. Así pues, intente
escuchar de forma exclusiva, pura-mente reflexiva, al menos una
vez, preferiblemente con alguien cercano.
¿Que todavía no lo tiene claro? Pues otra
razón para que nos atengamos a los sentimientos es que en el mundo
exterior rara vez se tienen en cuenta. Queremos que se respeten
nuestros sentimientos, al menos en nuestras relaciones íntimas. Y
el caso es que los sentimientos son más profundos que las ideas y
los hechos, en el sentido de que suelen colorear, controlar y
confundir éstos. En el momento en que los sentimientos quedan
claros, las ideas y los hechos se aclaran también.
Si escucha reflexivamente durante un
conflicto en su relación, usted se verá obligado a escuchar si está
siendo injusto, si ha llegado el momento de superar determinadas
necesidades y renunciar a determinados hábitos, y podrá tomar
conciencia del impacto negativo que está ejerciendo, sin defenderse
ni bloquear lo que no le gusta oír, y sin sobreactivarse ni venirse
abajo, con lo que preocuparía al otro. Todo esto nos lleva a un
tema más profundo.
Las relaciones íntimas como sendero hacia la
individuación
En el capítulo 6, hablé de lo que los
psicólogos junguianos llaman pro-ceso de individuación, el proceso
a través del cual uno sigue su sendero en la vida, aprendiendo a
escuchar las propias voces interiores. Otro aspecto de ese proceso
es el de escuchar concretamente esas voces o partes de nosotros
mismos que hemos estado rehuyendo, menospreciando, ignorando o
negando. Esas partes de «sombra», como la llaman los junguianos,
son necesarias para convertimos en personas fuertes e íntegras,
aunque nos pasemos la mitad de nuestra vida actuando como si saber
algo de ellas fuera a acabar con nosotros.
Por ejemplo, una persona puede estar tan
convencida de ser siempre fuerte que puede no admitir nunca
debilidad alguna. Tanto la historia como la ficción están llenas de
lecciones acerca de este peligroso punto ciego que, con el tiempo,
acaba derribando a la persona. Todos hemos visto también lo
opuesto, gente convencida de ser siempre débiles, de ser víctimas
inocentes, gente que renuncia a su propia fortaleza, pero que se
dan así la oportunidad de verse a sí mismos como totalmente buenos
y a los demás como malos. Hay personas que niegan la parte que
aman, mientras otros niegan la parte que odian. Y así
sucesivamente.
La mejor forma de tratar los aspectos de la
sombra consiste en conocerlos y llegar a un acuerdo con ellos.
Hasta el momento, me he mostrado optimista acerca de las PAS,
hablando de nuestra meticulosidad, lealtad, intuición y capacidad
de penetración. Pero le haría a usted un flaco favor si no le
dijera también que las PAS tienen tantas o más razones para
rechazar y negar partes de sí mismas. Algunas PAS niegan su
fortaleza, su poder y su capacidad, en ocasiones, para ser duras e
insensibles; algunas niegan su irresponsabilidad y sus partes poco
amorosas; otras niegan su necesidad de los demás, su necesidad de
soledad o su ira, o todo a la vez.
La escucha reflexiva
Si se hace como ejercicio, márquense un
tiempo límite (diez minutos mínimo, cuarenta y cinco minutos
máximo) y, después, inviertan los papeles, dando al otro el mismo
tiempo, pero no inviertan los papeles de inmediato. Esperen una
hora, o incluso un día entero. Si el tema era un conflicto o un
enfado entre ambos, esperen también antes de discutir lo que se
dijo. Si quieren, pueden tomar notas sobre lo que quieren decir.
Pero lo mejor que pueden hacer en este caso es expresar sus
reacciones durante su turno de escucha reflexiva.
LO QUE HAY QUE HACER!
1. Dispóngase físicamente como si estuviera
escuchando de verdad. Erguido, sin cruzar brazos ni piernas. Quizás
un poco inclinado hacia delante. Mire a la otra persona. No mire el
reloj.
2. Intente reflejar, con las palabras o con
el tono, los sentimientos que se expresaron. Los contenidos basados
en hechos reales son secundarios, y saldrán a la luz a medida que
vaya hablando; sea paciente. Si sospecha que hay presentes otros
sentimientos, espere hasta que se manifiesten por sí solos en las
palabras o sean del todo obvios por el tono de voz.
Podemos comenzar con un ejemplo tonto. Para
demostrar la idea de resaltar la reflexión de sentimientos, su
pareja quizá podría decir:
«No me gusta el abrigo que llevas». En este
ejercicio, dirigido a resaltar el sentimiento, usted diría:
«Realmente no te gusta este abrigo». Usted no dice: «Realmente no
te gusta este abrigo», que pone el punto sobre esta prenda, como si
usted estuviera preguntando qué tiene de malo esta prenda. Y no
dice: «Ciertamente yo no te gusto llevando este abrigo», porque se
centra en usted (normalmente, un comentario defensivo).
Pero los ejemplos tontos pueden llevar
bastante lejos. Su pareja responde a su reflexión de sentimientos
diciendo: «Sí, ese abrigo me recuerda el último invierno». Aquí no
hay demasiados sentimientos... todavía. De modo que espere.
Su pareja dice: «Detestaba vivir en aquella
casa». Usted resalta de nuevo los sentimientos: «No lo pasaste nada
bien allí». No dice: «¿Por qué?» No dice: «Estuve intentando que
nos fuéramos de allí lo antes posible». Y usted no tarda en
escuchar cosas sobre el último invierno que nunca antes había
escuchado. «Sí, ahora me doy cuenta de que no estaba tan sola
(solo), aunque estuvieras bajo el mismo techo que yo». Son cosas de
las que hay que hablar. Ahí es adonde la reflexión de los
sentimientos del otro puede llevar, en vez de centrarnos en los
hechos o en los propios sentimientos.
LO QUE NO HAY QUE HACER:
1. No haga preguntas.
2. No dé consejos.
3. No saque a relucir sus propias
experiencias parecidas.
4. No analice ni interprete.
5. No haga nada que pueda distraer o no
reflejar la experiencia de los sentimientos de la otra
persona.
6. No se quede callado demasiado tiempo,
dejando a la otra persona hacer un monólogo. Su silencio es la
mitad «escucha» de la escucha reflexiva. Si se adecúan los tiempos,
el silencio le da al otro el espacio suficiente para que
profundice, pero no deje de reflejar lo que se dice. Utilice su
intuición en la alternancia de la escucha y la reflexión.
7. Y diga lo que diga la otra persona, no se
defienda ni dé su punto de vista sobre el tema. Si lo considera
necesario, y con posterioridad, usted puede remarcar que su escucha
no significa necesariamente que esté de acuerdo. Aunque las
suposiciones tras los sentimientos puedan ser erróneas (y aunque
podamos cometer un error por causa de lo que sentimos), los
sentimientos en sí no son correctos ni incorrectos, y normalmente
llevan a reducir el problema, no a acrecentarlo, si se escuchan
respetuosamente.
Es difícil tomar conciencia de estas partes
que rechazamos porque, normalmente, las rechazamos por buenas
razones. Y aunque sus ocasionales amistades puedan tener alguna
idea de sus aspectos sombríos, probablemente vacilarán ante la idea
de comentárselos a usted. Pero en una relación muy íntima, en
especial si se convive o si tienen que contar uno con otro en los
aspectos básicos de la vida, no van a poder evitar el ver y el
hablar de la sombra del otro, a veces acaloradamente. De hecho, se
podría decir que la relación íntima no comienza en realidad hasta
que ambos toman conciencia de estos aspectos del otro y deciden
cómo vivir con ellos o cómo cambiarlos.
Que te muestren tus peores aspectos resulta
doloroso y vergonzoso, y ése es el motivo por el que esto sólo
puede ocurrir cuando se te obliga a ello, cuando te obliga la
persona que más quieres, y cuando sabes que no se te va a abandonar
por poseer o hablar de esas partes «horribles» y secretas. Así, la
relación íntima es la mejor forma de apoderarse de ellas, de
recuperar la energía positiva que se perdió junto con la negativa,
y de individuarse en el sendero de la sabiduría y 1a
totalidad.
La autoexpansión en las relaciones
íntimas
Parece que los seres humanos tenemos una
necesidad perentoria de crecer, de expandirnos, no sólo para
disponer de más territorio, posesiones o poder, sino también para
aumentar en conocimientos, conciencia e identidad. Una forma de
hacerlo consiste en incluir a los demás en nosotros mismos. Uno
deja de ser «yo» para pasar a ser algo mayor: «nosotros»107.
Cuando nos enamoramos, la autoexpansión que
se genera al incluir al otro en nuestra vida es rápida. Sin
embargo, las investigaciones sobre el matrimonio demuestran que, al
cabo de pocos años, la relación se vuelve mucho menos
satisfactoria108,
pero una buena comunicación ralentiza este declive109
y, con el proceso de individuación del que acabamos de hablar, el
declive puede llegar a ralentizarse aún más o, incluso a
invertirse. Mi marido y yo llevamos a cabo una investigación en la
que descubrimos otro modo de incrementar la satisfacción. En
diversos estudios sobre parejas de novios y matrimonios, habíamos
descubierto que las parejas se sentían más satisfechas en sus
relaciones si hacían juntos cosas que calificaban de «emocionantes»
(no sólo «agradables» o «placenteras»)110.Esto
tiene su lógica; si usted no puede expandirse más incorporando
cosas nuevas del otro en sí mismo, siempre podrá crear una
asociación entre la relación y la autoexpansión haciendo cosas
nuevas juntos.
Especialmente para una PAS, puede parecer
que la vida es demasiado estimulante ya, y puede que desee
tranquilidad al volver a casa. Pero tenga cuidado en no hacer de su
relación algo tan tranquilo que terminen por no hacer nada nuevo
juntos. Quizá, para que esto no ocurra, convendrá que las horas que
no pasan juntos sean menos estresantes. O puede que usted tenga que
buscar algo que le permita la expansión sin sobreactivarlo (un
concierto de música tranquila pero inusualmente hermosa, una
conversación sobre los últimos sueños nocturnos tenidos, un nuevo
libro de poesía que compartir junto al hogar). No tienen ustedes
por qué subirse a la montaña rusa juntos.
Si la relación ha sido una fuente de
comodidades, merece también que siga siendo una fuente de
satisfactoria autoexpansión.
Las PAS y la sexualidad
Éste es un tema que merecería una
investigación más profunda y todo un libro. Nuestra cultura nos
ofrece mucha información sobre lo que es ideal y lo que es anormal,
pero todo eso proviene del 80 % que no son PAS. ¿Qué es lo ideal y
lo normal para nosotros? No lo puedo decir con seguridad, pero lo
lógico sería que, si somos más sensibles a la estimulación, también
es posible que seamos más sensibles a la estimulación sexual. Esto
podría llevar a una vida sexual más satisfactoria. También podría
llevamos a precisar de mucha menos variedad. Y los momentos en que
estamos sobreactivados por la estimulación general podrían
interferir, obviamente, con nuestro funcionamiento sexual y con el
placer que sentimos. Usted ya sabe lo suficiente de este rasgo, en
la teoría y en la práctica, como para discernir de qué modo puede
afectar a su vida sexual. Si esta área de su vida le ha traído
confusión y angustia, puede que le venga bien hacer el ejercicio de
reestructuración en lo relativo a sus experiencias y a sus
sentimientos acerca del sexo.
Las PAS y los hijos
Parece ser que los niños rebosan salud
cuando los cuidadores son sensibles111,y
yo he conocido a muchos cuidadores altamente sensibles que se
sentían muy felices cuidando de sus hijos o de los hijos de otros.
También he conocido a algunos que no han tenido hijos o que
limitaron el número de hijos a uno solo debido a su sensibilidad.
No es sorprendente que esto dependiera en parte de sus experiencias
del pasado con niños (¿fue placentero o fue excesivo?).
Cuando piense en si quiere tener hijos,
convendrá que recuerde que sus hijos y su futura familia se
adecuarán más a usted que los de los demás. Tendrán sus genes y
recibirán su influencia. El que una familia sea ruidosa,
alborotadora o viva en constantes disensiones suele deberse a que
sus miembros se sienten cómodos así, o al menos no se sienten mal,
pero su vida familiar puede ser diferente.
Por otra parte, nadie puede negar que los
niños incrementan enormemente la estimulación en la vida. Para una
PAS consciente, los niños son una gran responsabilidad, además de
una gran alegría. Usted tiene que estar en el mundo con ellos, en
el jardín de infancia, en la escuela primaria y en secundaria.
Tendrá que conocer a otras familias, a médicos, dentistas,
profesores de piano... Los niños le van a traer el mundo entero
hasta usted: el sexo, las drogas, conducir el automóvil, darles una
educación, un empleo, la pareja. Hay mucho de qué tratar, y no se
puede dar por hecho que se va a tener pareja durante todo el
proceso. Por descontado, tener hijos le va a suponer renunciar a
otras cosas.
También está bien no tener hijos. No podemos
tenerlo todo en el mundo. En ocasiones, es mejor conocer nuestros
límites. Sobre este tema, de hecho, yo suelo decir que es
maravilloso no tener hijos, y que es maravilloso tenerlos. Cada
cosa tiene su propio tipo de maravilla.
Su sensibilidad enriquece las
relaciones
Tanto si es usted una PAS introvertida como
si es extravertida, usted encontrará la mayor satisfacción social
en las relaciones íntimas. Es una de las áreas de la vida en la que
casi todo el mundo aprende enormemente al tiempo que obtiene
grandes satisfacciones, y una de las áreas en las que usted puede
destacar. Puede ayudar a los demás y ayudarse a sí mismo aplicando
su sensibilidad a estas relaciones.
• Trabaje con lo que ha aprendido •
Nosotros tres: tú, yo y mi (o nuestro)
rasgo de sensibilidad
Lo que viene a continuación debe hacerlo con
otra persona con la que usted mantenga una estrecha relación. Si no
tiene nadie a mano con quien pueda hacerlo, imagínese haciéndolo
con alguien con quien mantuvo una relación en el pasado o con quien
espera mantenerla en un futuro. A pesar de todo, aprenderá
mucho.
Si la otra persona existe y no se ha leído
este libro, haga que lea el primer capítulo y éste, para que tome
nota al menos de todo lo que pueda parecer inusualmente relevante
en su relación. También puede estar bien leer juntos algunos
fragmentos en voz alta. Después, dediquen un tiempo a comentar las
siguientes preguntas. (Si los dos son PAS, dediquen tiempo primero
a uno y, luego, al otro.)
1. ¿Qué aspectos de usted valora la otra
persona, aspectos que sean consecuencia directa de ser una
PAS?
2. ¿Qué aspectos suyos, generados por su
sensibilidad, desearía la otra persona que usted cambiara? Recuerde
que la cuestión no estriba en que los aspectos sean «malos», sino
que simplemente dificultan situaciones particulares o entran en
conflicto con rasgos o hábitos de la otra persona.
3. ¿Qué conflictos han tenido ustedes que
hayan sido causados por el hecho de ser usted una PAS?
4. Comenten algunos casos en los que la otra
persona quiso que usted tuviera en cuenta su sensibilidad y le
sugirió que la protegiera más.
5. Comenten algunos casos en los que usted
haya hecho uso de su sensibilidad como excusa para no hacer algo o
como arma en una pelea. Si ustedes se acaloran mientras hablan de
esto, utilice lo que aprendió en «escucha reflexiva» para aplacar
la discusión.
6. ¿Hubo alguna otra persona altamente
sensible en alguna de sus familias? ¿De qué modo pudo afectar esa
relación en el funcionamiento de ésta? Por ejemplo, imagine una
mujer altamente sensible que esté casada con un hombre cuya madre
también fuera altamente sensible. Es posible que el marido tenga
ciertas actitudes muy arraigadas con respecto a la sensibilidad.
Estando alerta ante estas actitudes pueden mejorar mucho las
relaciones entre los tres, él, su esposa y su madre.
7. Comenten las ventajas que les supone a
cada uno de ustedes la especialización, siendo uno de ustedes más
sensible y el otro menos. Además de la eficacia y de las ventajas
personales que supone, ¿le resulta satisfactorio respectivamente
sentirse necesarios por sus talentos? ¿Se siente indispensable para
el otro? ¿Se siente bien consigo mismo cuando hace algo que el otro
no puede hacer?
8. Comenten qué pierde cada uno de ustedes
con esta especialización. ¿Qué le gustaría hacer por sí mismo y que
la otra persona hace ahora por usted? ¿Le cansa que la otra persona
dependa de usted cuando usted se entrega a su especialidad?
¿Respeta menos a su pareja por el hecho de hacer usted esas cosas
mejor que ella? ¿Rebaja esto la autoestima de la otra
persona?