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La reestructuración de la infancia y la adolescencia:

 

 

aprenda a tutelarse a sí mismo.

 

EN este capítulo, vamos a volver a pensar su infancia. A medida que lea lo que se cuenta aquí sobre experiencias de niños sensibles, retomarán a su memoria los recuerdos de su propia infancia. Pero, ahora, los verá de un
modo más despreocupado, a través del enfoque de lo que ya conoce acerca de su rasgo.
Estas experiencias tienen su importancia. Al igual que una planta, el tipo de semilla que se introduce en la tierra (es decir, su temperamento innato) es sólo una parte de la historia. La calidad del suelo, el agua y el sol afectan también profundamente al crecimiento de esa planta que es usted mismo. Si las condiciones durante el crecimiento son muy pobres, difícilmente aparecerán hojas, flores y semillas. Del mismo modo, siendo niño, usted no expondría su sensibilidad si las condiciones para su supervivencia exigían un comportamiento diferente.
Cuando comencé con mis investigaciones, descubrí, por así decir lo, dos tipos de PAS: unas mencionaban problemas de depresión y ansiedad; otras hablaban muy poco de estos sentimientos. La diferencia entre ambos grupos era bastante clara. Más tarde, descubrí que la casi totalidad de las PAS depresivas y ansiosas habían tenido una infancia turbulenta. Las personas no PAS con infancia turbulenta no muestran ni mucho menos tanta depresión ni ansiedad, pero tampoco ocurre esto con las PAS que han pasado por una infancia saludable. Es importante que ni nosotros ni la gente en general confundamos tener una alta sensibilidad con el «neuroticismo», en el que hay ciertos tipos de ansiedad intensa, depresión, exceso de apego o evitación de la intimidad, y habitualmente se deben a una infancia turbulenta. Cierto es que algunos de nosotros hemos conocido estos dos aspectos de la vida, el de la elevada sensibilidad y el del neuroticismo, pero eso no quiere decir que ambas cosas sean una y la misma. La confusión entre sensibilidad y neuroticismo y los efectos de un trauma en la infancia son una de las causas de la existencia de estereotipos negativos sobre las PAS (por ejemplo, modo de ser ansioso o depresivo por naturaleza). De modo que vamos a ponemos todos manos a la obra para dejar las cosas en su sitio.
Es fácil comprender por qué una infancia turbulenta puede afectar más a una PAS que a una no PAS.
Las PAS tienen la tendencia a ver todos los detalles, todas las implicaciones, de una experiencia amenazadora. Pero es fácil subestimar el impacto de la infancia, dado que gran parte de lo que es importante sucede antes de que seamos capaces de recordar. Además, parte de lo que es importante fue muy desagradable y, de ahí, que sea deliberadamente olvidado. Si alguna de las personas que cuidaban de usted se tomó irascible o peligrosa, la mente consciente pudo enterrar la información por ser demasiado terrible para reconocerla, pero sin evitar que su inconsciente desarrollara una profunda actitud de desconfianza.
La buena noticia es que podemos trabajar sobre cualquier efecto negativo. Muchas son las PAS a las que he visto trabajar así y se han liberado de gran parte de su depresión y ansiedad, pero eso lleva tiempo.
Sin embargo, aunque su infancia pudiera haber sido maravillosa probablemente le resultaría difícil ser altamente sensible. Usted debió de sentirse diferente, y sus padres y profesores, aunque fueran excelentes en muchos aspectos, no sabían cómo manejarse con un niño sensible. Sencillamente, no existía demasiada información al respecto, y había demasiada tensión por volverlo a usted «normal», por equipararlo al ideal.
Un último punto que conviene recordar: la infancia y la adolescencia de los chicos sensibles y las chicas sensibles son bastante diferentes entre sí. En este capítulo, por tanto, me detendré con frecuencia para indicarle en qué se diferencia a la experiencia de uno y otro género.

 

Marsha, una muchachita que sabía evitar muy bien

 

Marsha, una PAS de sesenta y tantos años, vino a verme a psicoterapia durante varios años con la esperanza de comprender algunas de sus «compulsiones». Entre los cuarenta y los cincuenta años, se había introducido en la poesía y la fotografía y, a los sesenta, su trabajo se estaba ganando un respeto considerable.
Aunque parte de su historia es dolorosa, sus padres hicieron las cosas en general lo mejor que supieron, y Marsha se lleva bien ahora con su pasado, y sigue aprendiendo de él, tanto en su interior como a través de su arte. Yo creo que si alguien le preguntara hoy si es feliz, ella respondería que sí. Pero lo más importante es su firme crecimiento en sabiduría.
Marsha fue la más pequeña de seis hermanos, hijos de unos inmigrantes que a duras penas sobrevivían en una pequeña ciudad del medio oeste de Estados Unidos. Las hermanas mayores de Marsha recuerdan los sollozos de su madre cada vez que se enteraba de que estaba embarazada. Las tías de Marsha decían de su propia hermana que padecía profundas depresiones. Pero Marsha no tiene recuerdo alguno de una madre pesarosa, deprimida, fatigada ni desesperanzada. Era una impecable ama de casa alemana, devota de los servicios religiosos; del mismo modo, el padre de Marsha «trabajaba, comía y dormía».
Los hijos no sintieron falta de amor alguna. Los padres, simplemente, no tenían tiempo, energía o dinero para el afecto, la conversación, las vacaciones, ayudar en el trabajo de la casa, impartir sabiduría o hacer regalos. Esta nidada de seis polluelos, como a veces describía Marsha al grupo de hermanos, crecieron casi por sí solos.
De los tres estilos de aferramiento o apego de los que hemos hablado en el capítulo anterior: seguridad, ansiedad, evitación, este último fue el que requirió la primera infancia de Marsha. Tuvo que ser una niña que no necesitaba a nadie, que causara tan pocos problemas como fueran posible.

 

La pequeña Marsha, PAS, en el cubil de las bestias

 

Durante los dos primeros años de vida de Marsha, la disposición de la casa a la hora de dormir la llevó a la misma cama en la que dormían sus tres hermanos mayores que, por desgracia, utilizaban a su pequeña hermana para experimentar sexualmente con ella, del modo en que suelen hacerlo algunos niños cuando no están supervisados por adultos. Dos años después, la pasaron a los dormitorios de las hermanas. Todo lo que recuerda Marsha es que «por fin, me sentí un poquito más segura por la noche». Pero continuó siendo el objetivo de un cruel y evidente acoso sexual por parte de uno de sus hermanos mayores hasta que llegó a la edad de doce años.
Los padres de Marsha nunca supieron nada de esto, pues Marsha creía que, si contaba lo de sus hermanos, su padre los mataría. Matar formaba parte de la vida. Era algo que parecía que podía ocurrir. Marsha se acordaba de lo mal que se sentía con las habituales decapitaciones pollos en el patio trasero de la casa y de la actitud, despreocupada y despiadada, ante esta necesidad de la vida. De ahí que haya un sentido adicional para ella en ver a los hijos de la familia como una nidada de polluelos.
Además del tormento sexual, a los hermanos les gustaba incordiarla y asustarla, como si se tratara de su juguete personal, y más de una vez provocaron que se desmayara de miedo. (Las PAS constituimos muy buenos blancos debido a que reaccionamos fuertemente.) Sin embargo no todo iba a ser negativo. Siendo el juguete especial de sus hermanos la llevaron a lugares y probó libertades a las que, en aquellos días, las niñas no tenían acceso. Sus hermanos, que poseían una gran independencia, cosa que ella prefería, frente a la pasividad de su madre y hermanas eran los modelos de comportamiento de Marsha, y esto constituyó, en cierto modo, una valiosa experiencia para una niña sensible.
Para Marsha, la mejor sujeción estuvo en su hermana mayor, pero ésta murió cuando ella tenía trece años. Marsha se recuerda echada en la cama de sus padres, con la mirada perdida en el vacío, esperando noticias de su hermana. Le habían dicho que si sus padres no llamaban en una hora, significaría que su hermana había muerto. Cuando el reloj dio la hora, Marsha tomó un libro y se puso a leer; he aquí aún otra lección en la no sujeción.

 

Marsha como un hada minúscula, Marsha en el gallinero.

 

El primer recuerdo de Marsha es el de yacer desnuda bajo la luz del sol contemplando las motas de polvo en suspensión, sobrecogida por su belleza; un recuerdo de su sensibilidad como fuente de gozo. Toda su vida disfrutó de esta sensibilidad, y más ahora que puede expresarla a través del arte.
Observe que en este primer recuerdo de Marsha no hay ninguna otra persona. De igual modo, tanto su poesía como su fotografía suelen tratar de cosas, no de personas. Suele haber imágenes de casas, con ventanas y puertas cerradas. El obsesivo vacío de algunos de sus trabajos nos habla de experiencias privadas que todos tenemos, en especial para aquellas personas cuyas experiencias tempranas de infancia nos enseriaron a evitar la intimidad.
En una foto, realizada cuando estaba en terapia, hay unos pollos en primer plano, con un enfoque nítido. (Recuerde la importancia que tienen estos animales para Marsha.) Sin embargo, la tela metálica y el marco de la puerta de un gallinero que parece una cárcel se muestran más imprecisos. Pero lo más impreciso de todo, en la oscura puerta del gallinero, es la imagen fantasmal de un grupo de niños andrajosos. Otra imagen importante de su arte proviene de un sueño sobre una pequeña y brillante hada enfadada que vivía en un jardín secreto, al que no dejaba entrar a nadie.
Marsha ha consumido alimentos, alcohol y diversas drogas compulsivamente, en cantidades que llegaban a ser excesivas. Pero fue lo bastante lista como para no llegar al borde del abismo, gracias a una vena muy pragmática y un cociente intelectual de más de 135. En uno de sus sueños, empujaba un cochecito con un bebé hambriento y enfadado a través de un salón de banquetes lleno de comida, pero el bebé no quería nada de todo aquello. Juntas descubrimos que el bebé estaba famélico, ávido y desesperado de amor y atenciones. Al igual que los polluelos hambrientos, cuando no podemos alimentamos con lo que necesitamos, nos alimentamos con lo primero que encontramos.

 

Las PAS y la sujeción

 

En los capítulos anteriores, hablamos de la importancia de la sujeción que tuvo con la persona que cuidaba de usted, normalmente su madre. Un estilo de sujeción insegura persistirá a través de toda la vida, a menos que pueda establecer una sujeción inusualmente segura con alguien en la edad adulta, como puede ser un amigo, amiga o compañero, compañera, o durante una psicoterapia de larga duración. Por desgracia, las relaciones no terapéuticas no siempre pueden soportar la tarea de desanudar una inseguridad generada en la infancia (la evitación de la intimidad, o la compulsión a unirse y temer ser abandonado). Por otra parte, al tiempo que una PAS se introduce en el mundo buscando inconscientemente esa anhelada seguridad, sin una experiencia lo bastante amplia en lo que respecta a lo que se busca, suele incurrirse en los mismos viejos errores, eligiendo una y otra vez el mismo tipo de persona que te hace sentir insegura.
Aunque en mi actividad haya encontrado una ligera tendencia entre las PAS a mostrar estilos de sujeción insegura como adultos, eso no quiere decir que sea este rasgo el que genere la situación61. Probable mente, no haga más que reflejar el hecho de que los niños sensibles son más conscientes de las claves sutiles en cualquier relación.
Como PAS, algunas de nuestras lecciones más importantes acerca de los demás las constituyeron tanto el esperar ayuda con sobreactivación como el esperar una dosis extra de esta misma sobreactivación; cada día era una lección.
En su Diario de un bebé (véase capítulo 2), Stem pone el ejemplo de un «cara a cara» entre la madre y el imaginario Joey. La madre lo arrulla y acerca la cara, y después se retira. Joey, sonríe, se ríe y suscita más juego. Pero, poco a poco, se hace demasiado intenso. En estos momentos de sobreactivación, el Joey imaginario de Stem rompe el contacto visual y mira en otra dirección, a fin de detener la activación. Para describir este cara a cara, Stem utiliza de nuevo la analogía del tiempo atmosférico, siendo la madre el viento que juega sobre el niño. Así, cuando Joey se siente abrumado, Stem imagina esto:

 

Se acerca hacia mí una nueva ráfaga suya, que levanta espacio y sonido. Me alcanza. Me golpea. Intento acoplarme a su fuerza para discurrir con ella, pero me zarandea una y otra vez. Me estremezco.
Mi cuerpo vacila. Dudo. Y entonces me vuelvo. Le doy la espalda a su viento. Y recalo en aguas tranquilas, yo solo62.

 

Todo esto ya debería resultarle familiar; Joey está buscando el nivel óptimo de activación mencionado en el capítulo 1. Aquellos que cuidan de bebés tienen normalmente estas sensaciones. Si un bebé está agitado y aburrido, estas personas se inventan juegos como el del cara a cara o algo más activador, como el de gesticular o acercarse poco a poco al niño mientras dicen: «Te voy a pillar». Los chillidos de regocijo constituyen una gran recompensa para el adulto y pueden causarle la impresión de que llevarlo hasta el límite debe de ser bueno para la confianza y flexibilidad del niño. Sin embargo, cuando éste se muestra molesto, los adultos deben parar.
Veamos ahora a nuestro imaginario y altamente sensible Jesse. El cara a cara no será muy diferente, salvo por el hecho de que este juego es un poco más tranquilo y breve. La madre de Jesse tendrá que ajustar sus juegos con el fin de que el niño se mantenga en un margen confortable,
Pero, ¿qué pasa en esas otras ocasiones en las que los demás ponen las manos sobre Jesse? Suponga que su hermana mayor o su abuelo hacen el cara a cara un poco más intenso. ¿Qué pasa si, cuando Jesse aparta la mirada, que es su manera de tomarse un respiro, la hermana se acerca más aún? ¿O qué pasa si la hermana le vuelve la cara de nuevo?
Puede que Jesse cierre los ojos.
Puede que la hermana se le acerque al oído y grite.
Puede que el abuelo lo agarre y le haga cosquillas o lo lance al aire varias veces.
Jesse habrá perdido todo el control sobre su nivel de activación, y cada grito de Jesse generará una alegre racionalización: «Le encanta, le encanta..., sólo está un poquito asustado».

 

La equívoca cuestión: ¿te «encanta»?

 

¿Se ha imaginado usted en la piel de Jesse? Es una situación equívoca. La fuente de su activación está por completo fuera de su control. La intuición le dice que la otra persona, normalmente muy atenta, no resulta en modo alguno atenta en estos momentos. Sin embargo, ríe, se divierte, y espera que usted también lo haga.
He aquí una razón por la que le puede resultar a usted difícil, incluso ahora, saber qué le gusta y qué no, aparte de lo que los demás gusten de hacerle a usted o piensen que debería gustarle.
Me acuerdo de cierta ocasión en que los dueños de dos perros echaron a las olas a sus pequeños cachorros, con lo que los sumergieron en el agua. Los perros nadaban desesperadamente hacia los brazos de sus dueños, aun a sabiendas de que volverían a lanzarlos a las olas. No sólo era la única alternativa ante la posibilidad de ahogarse, sino que, además, esos brazos eran los únicos que ofrecían toda la seguridad y el alimento que los cachorros podían esperar. De manera que movían sus colas frenéticamente, y supongo que sus dueños creían que los cachorros disfrutaban con el «juego». Y puede que hasta los animalitos no estuvieran del todo seguros después de un rato.
También está el caso de una PAS cuyo recuerdo más antiguo era el de haber estado pasando de mano en mano en una parodia de reunión familiar. A pesar de su llanto y de los ruegos que hacía a sus padres, la niña, de sólo dos años, fue pasando de brazo en brazo en un círculo de extraños, Al revivir los sentimientos largamente reprimidos que acompañaban a estos recuerdos, la mujer se dio cuenta de que aquello (y otras muchas situaciones que probablemente había reprimido) la dejo con cierta sensación de impotencia y terror ante el hecho de que se la tomara en brazos, ante la idea de ser controlada físicamente de un modo u otro y ante la posibilidad de que sus padres no la protegieran.
La cuestión es que, en sus primeros años, usted pudo aprender o no a confiar en los demás, y en el mundo exterior en general. Si aprendió su sensibilidad permanecería intacta, pero rara vez se sentiría amenazado por una angustiosa activación de largo plazo. Usted sabía cómo manejarla; parecía estar bajo su control. Si usted les pedía a los demás que dejaran de hacer algo, lo hacían. Usted sabía que podía confiar en ellos, que podían ser de ayuda en vez de una carga. Por otra parte, si sus primeras experiencias no ayudaron a forjar tal confianza, pudo darse inicio a un camino de timidez crónica, ansiedad o evitación social. No se trata de algo congénito, sino aprendido.
Esta disyuntiva no es rígida; usted probablemente aprendió a confiar en unas situaciones más que en otras. Pero también es cierto que, en los dos primeros años, el niño adopta una estrategia general o representación mental del mundo que puede ser bastante duradera63.

 

Las PAS con una buena infancia

 

Existen, por cierto, algunas razones para esperar que muchas PAS hayan tenido una infancia particularmente buena. Gwynn Mettetal es una psicóloga de la Universidad de Indiana que estudia la forma de ayudar a los padres de niños «temperamentalmente de riesgo». Mettetal observa que la mayoría de los padres se esfuerzan por comprender a sus hijos y por educarlos de la mejor manera posible; y, si un niño sensible se da cuenta de estas buenas intenciones, puede hallar en ello una sensación de ser amado más de lo habitual64.
Los padres de un niño altamente sensible suelen desarrollar un vínculo especialmente íntimo con su hijo. La comunicación es más sutil, y los triunfos en el mundo se vuelven más significativos. «¡Mira, mamá, he marcado un gol!» es algo que asume un significado totalmente nuevo para los padres y los entrenadores cuando el futbolista es una PAS. Y dado que el rasgo es congénito, existen grandes posibilidades de que uno o ambos progenitores lo comprendan muy bien.

 

En unas investigaciones realizadas en la Escuela Médica de la Universidad de California en San Francisco se descubrió que los niños que eran «altamente sensibles al estrés» tenían efectivamente más lesiones y enfermedades si se encontraban bajo estrés, pero que padecían menos lesiones y enfermedades que los demás si no estaban bajo estrés. Y dado que el estrés se ve influido en gran medida por la seguridad de la sujeción del niño y de la vida familiar, yo creo que podemos aventurar, sin riesgo de equivocamos que los niños altamente sensibles que disfrutan de una sujeción segura exhiben también una buena salud poco habitual. ¿No es curioso esto?
Por último, aunque sus padres fueran un poco descuidados, usted quizá recibió suficiente amor y dispuso del suficiente espacio como para crecer bien por sí solo. Es posible que alguna figura imaginaria, algún personaje de algún libro o la misma naturaleza pudieran ofrecerle la calma y el apoyo suficientes; acaso su rasgo lo hizo a usted más feliz que a otros niños en esta soledad. O puede que su intuición y otros muchos y buenos atributos lo llevaran a establecer relaciones más estrechas y saludables con otras personas, con un familiar o con su profesor. Algo de tiempo con la persona adecuada puede marcar grandes diferencias.
Si su familia fue particularmente difícil, usted debe ser consciente también de que su rasgo quizá le evitara verse tan completamente implicado o confundido por ese caos como podría haberse visto otro niño.
Y cuando usted empiece a sanarse, la intuición lo ayudará mucho en ese proceso. Los que han investigado sobre la sujeción han visto que, durante la mayor parte del tiempo, les impartimos a nuestros hijos las mismas experiencias que tuvimos nosotros, aunque hay claras excepciones, que son los adultos que han curado sus peores heridas de infancia. Si hace el esfuerzo, indudablemente doloroso, usted también puede ser una de estas personas. Volveremos sobre este tema en el capítulo 8.

 

Nuevos temores en el mundo exterior

 

Cuando llegó usted a la edad de ir al colegio, se encontró con nuevas actividades y nuevos caminos en los que su sensibilidad podía ser de ayuda, o bien un estorbo. Al igual que Rob en el capítulo 2, la exposición ante el ancho mundo debió de estimular su imaginación y elevar su conciencia de todo lo que se les escapaba a los demás, al tiempo que le daba una mayor capacidad para valorar las pequeñas bellezas de la vida. A medida que su sensibilidad se iba encontrando con un mundo cada vez más grande, es probable también que aparecieran nuevos temores y fobias «irracionales».
Los miedos pueden incrementarse a estas edades por muchas razones. En primer lugar, por simple condicionamiento: cualquier cosa que hubiera a su alrededor cuando usted estaba sobreactivado se asociaría a la sobreactivación y se convertiría en algo más que temer. En segundo lugar, quizás usted comenzara a tomar conciencia de lo mucho que se iba a esperar de usted, y de lo poco que se iban a comprender sus vacilaciones. Tercero, su sensible «antena» podía captar todos los sentimientos de los demás, incluso aquellas emociones que pretendían ocultarle a usted u ocultarse a sí mismos. Y dado que algunos de estos sentimientos eran atemorizadores (debido a que su supervivencia dependía de esas personas), usted quizás reprimió el conocimiento que tenía de ellos, pero su temor permaneció y se expresó como un miedo aún más «irracional».
Por último, es probable que el ser sensible a la incomodidad, la reprobación o el enfado de los demás le hiciera seguir a pies juntillas cualquier norma, por temor a cometer un error. Pero el ser tan «bueno» en todo momento lo llevó a ignorar muchos de sus propios sentimientos, sentimientos humanos normales, como la irritación, la frustración, el egoísmo o la ira. Y dado que usted siempre estaba dispuesto a complacer a los demás, es posible que éstos ignoraran sus necesidades cuando, de hecho, éstas serían normalmente mayores que las de ellos, con lo que lo único que conseguiría sería alimentar su malestar y su enfado. Pero estos sentimientos quizá fueran tan temibles que usted los enterró. El miedo a estallar se convertiría así en otra fuente de miedos y pesadillas «irracionales»65.
Por último, y en el caso de muchos de ustedes, la paciencia que sus padres habían mostrado acerca de su sensibilidad durante los tres primeros años comenzaba ahora a desvanecerse. Es posible que ellos esperaran que usted superara eso pero, llegado el momento de enviarlo al colegio, debían de ser conscientes de que el mundo no los iba a tratar con tanta amabilidad. Quizá comenzaran a culparse por haberlo sobreprotegido, y puede que iniciaran una campaña para endurecerlo con rapidez. Puede ser que incluso buscaran ayuda profesional, enviándole a usted un mensaje aún más contundente de que algo iba mal en su interior. Y todo esto pudo añadirse a la ansiedad que usted ya podía estar sintiendo.

 

El problema de los niños varones sensibles

 

Parece ser que la cantidad de hombres y mujeres que nacen como PAS es similar66. Pero, ya desde la infancia, la cultura marca diferencias. Las culturas tienen ideas muy estrictas acerca de cómo deberían comportarse los individuos jóvenes de nuestra especie según su sexo.
Este tema es tan importante para nosotros que casi resulta divertido. Un colega me puso al corriente de un experimento informal de psicología social: se dejó a un recién nacido en un parque con una persona que, cuando era interrogada por las personas que pasaban, decía haber aceptado sentarse junto al bebé por unos instantes, y que no sabía si era niño o niña. Todos los que se detenían a admirar al bebé se mostraban bastante contrariados por no poder saber el género de la criatura. Algunos, incluso, se ofrecieron a desvestir un poco al bebé con el fin de averiguarlo. En otros estudios se explica por qué importa tanto el género: la gente tiende a tratar de forma muy diferente a un bebé según si es varón o hembra67.
Es fascinante observar hasta qué punto se confunde género con sensibilidad. Los hombres no deberían ser sensibles, las mujeres deben serlo; y todo esto comienza en casa. Las investigaciones demuestran que los niños pequeños que son «tímidos» no son siquiera del gusto de sus madres, lo cual, según los investigadores, «se puede interpretar como una consecuencia del sistema de valores de la madre»68. ¡Menudo comienzo de la vida! Los niños tímidos se granjean las reacciones negativas de los demás, en especial si el niño también es de temperamento apacible en casa.

 

Las niñas sensibles: acompañantes personales de las madres

 

En contraste con los niños tímidos, las niñas a las que se tiene por tímidas se llevan muy bien con sus madres69;para éstas, son las mejores. El problema aquí es que, entonces, las niñas sensibles pueden terminar siendo sobreprotegidas. Una madre puede encontrar en la niña sensible la hija de sus sueños, aquella que no dejará el hogar, que no debería dejarlo, que no podrá hacerlo, todo lo cual ahoga el deseo natural de la niña sensible por explorar y superar sus miedos.
Las niñas, sea cual sea su edad, manifiestan más efectos negativos (incluso la retirada del mundo) por cualquier actitud negativa que la madre pueda manifestar hacia ellas (críticas, rechazo, frialdad)70. Pero esto es mucho más cierto en el caso de las niñas sensibles. Además, los padres no suelen ayudar mucho a sus hijas a superar sus miedos. En definitiva, y en general, las niñas pequeñas se ven más afectadas por ambos padres, para bien o para mal71.
Después de leer todo esto, quizás haya llegado el momento de pensar en modos mediante los cuales pueda usted ser un padre o una madre diferente para sí mismo o para sí misma en la actualidad. Para comenzar, lleve a cabo la autoevaluación «Cómo aborda usted las amenazas de sobreactivación» (página 109).

 

Convertirse en una clase diferente de padre o madre para usted mismo/a

 

Algunas situaciones son sobreestimulantes debido a que resultan demasiado intensas o se prolongan demasiado. El niño que hay en usted no puede sobrellevar los fuegos artificiales ni pasarse otra hora más en el carnaval. La lectura del capítulo anterior debería haberlo ayudado a tomarse en serio a su bebé/cuerpo cuando éste dice que ya tiene bastante. Pero a veces es bueno no albergar temores acerca de lo que se avecina, de la mera idea de ver los fuegos artificiales o de subirse a la noria Cuando una nueva situación genera una sobreestimulación debido a que no nos resulta familiar (y en tanto que las cosas que no nos resultaron familiares en el pasado se nos hicieron angustiosas), rechazamos naturalmente todo lo novedoso sin siquiera intentarlo, y eso significa que podemos perdemos un montón de cosas interesantes.
Con el fin de estar dispuesto a intentar algo novedoso, usted va a necesitar una buena cantidad de experiencias en las que se enfrente a nuevas situaciones y se desenvuelva bien. Para una PAS, hacerlo bien en circunstancias novedosas nunca es algo automático. Los padres que comprenden a sus hijos altamente sensibles desarrollan una estrategia de «paso a paso». Después, con el tiempo, los mismos niños aprenden a aplicárselo ellos solos. Si sus padres no le enseñaron el «paso a paso» es hora de que usted aprenda esta forma de abordar aquello que no le resulte familiar.
He adaptado aquí algunos de los consejos que da sobre el «niño tímido»72Alicia Lieberman en su libro Emotional Life of the Toddler, [La vida emocional del niño pequeño] para que lo utilice el adulto cuando tenga miedo de afrontar situaciones novedosas:
1. Del mismo modo que los padres no envían al niño pequeño a una situación novedosa solo, no se lo haga usted a sí mismo. Lleve a alguien consigo.
2. Del mismo modo que los padres comienzan por explicarle la situación al niño, explíquele la situación a la parte temerosa de usted. Concéntrese en lo que resulta familiar y le da seguridad.
3. Del mismo modo que los padres cumplen la promesa de que dejarán que el niño abandone la situación si se le hace intolerable, dese usted permiso para volver a casa si siente necesidad de ello.
4. Del mismo modo que los padres confían en que el niño se sentirá bien después de un rato, espere que la parte temerosa de usted se sienta bien después de un tiempo de ajuste a esa estimulación que le resulta tan poco familiar.
5. Del mismo modo que los padres tratan de no responder a los temores del niño con mayor preocupación de lo que la situación, puede justificar, si la parte temerosa de usted necesita ayuda, no responda con más ansiedad de la que su parte más valiente cree que pueda estar justificada.
Y recuerde también que la sobreactivación se puede interpretar erróneamente como ansiedad. Un buen padre o una buena madre podrían decir: «No cabe duda de que esto te altera, y hace latir con fuerza tu corazón, ¿no?».
¿Cómo aborda usted las amenazas de sobreactivación?
No dude en echar un vistazo a las distintas afirmaciones que aparecen a continuación, aun cuando le parezcan incoherentes. Simplemente, determine los elementos aplicables en su propio caso, haciendo que cada respuesta sea independiente de la anterior.
Cuando tengo miedo de intentar algo nuevo o estoy al borde de sentirme sobreestimulado o sobreactivado, normalmente...
—Intento escapar de la situación.
—Busco modos para controlar la situación.
—Tengo la esperanza de ser capaz de soportarlo de alguna manera.
—Tengo una sensación creciente de temor, pensando que todo pueda ir mal.
—Busco a alguien en quien confiar para que me ayude, o al menos mantengo en mente a esa persona.
—Me alejo de todos para que, como mínimo, nadie me genere más problemas.
—Intento estar con los demás (los amigos, la familia o un grupo que conozco bien) o voy a la iglesia, a clase o me pongo ante el público en algún lugar.
—Me juro que haré todo lo posible por evitar eso y todo lo que se le parezca, sin importar lo mucho que me pueda perder con ello.
—Me quejo, me enfurezco, hago lo que debo para conseguir que los que consiguen angustiarme dejen de hacerlo.
—Me concentro en mantener la calma e intento afrontar las cosas de una en una.
Sus métodos particulares:
Todos estos métodos tienen su sentido (incluso el miedo, que puede motivarnos a actuar). Pero, obviamente, unos son más adecuados que otros para determinadas situaciones, de manera que la clave se halla en la flexibilidad. Si utiliza menos de tres de ellos, convendrá que revise la lista y piense en la posibilidad de adoptar algún método más.
¿Quién le enseñó a usted estos métodos? ¿Qué pudo suceder que le impidiera utilizar alguno más de ellos? El hecho de reconocer estos mecanismos de la infancia a la hora de abordar las situaciones lo ayudará a ver lo que todavía es útil y lo que ya no es necesario.
Sopesar las «necesidades particulares» frente al riesgo de acabar desanimándose

 

Quizá lo más difícil de todo sea decidir hasta dónde protegerse, hasta dónde forzarse. Éste es el problema que tienen que afrontar todos los padres de niños sensibles. Usted probablemente sepa cómo obligarse a sí mismo; lo hace del modo en que lo hicieron sus padres, sus profesores y sus amigos. Pocas PAS escapan a la presión de ser una buena persona, una persona normal y complaciente con los demás; y aunque esas otras personas haga mucho tiempo que ya no están, usted sigue intentando complacerlas. Usted imita su fracaso al no aceptar la necesidad especial que usted tiene de salvaguardarse. Utilizando los términos del capítulo anterior, tiende a estar demasiado «afuera».
O puede ser que esté imitando su sobreprotección, que quizá no sea otra cosa que el no haberlo ayudado en un momento en que usted estaba demasiado temeroso y ansioso como para intentar conseguir algo que entraba dentro de sus capacidades. En ese caso, quizás usted esté demasiado «adentro».
¡Qué desalentador es observar a sus amigos disfrutar de algo que usted teme intentar! No subestime su desaliento. En 1a edad adulta, puede ser un regalo ver a los amigos desarrollándose en sus ocupaciones, viajando, moviéndose o relacionándose de ese modo que usted tanto teme pues, en lo más profundo, usted dispone de los mismos o más talentos, el mismo deseo y el mismo potencial.
La envidia puede hacemos ver una de dos cosas: uno, que si queremos algo, convendrá que hagamos algo al respecto mientras podamos; o dos, que queremos algo que, simplemente, no está a nuestro alcance. Como ya vio en el capítulo 2, en la descripción de Rotherbart sobre cómo nos desarrollamos, los adultos somos capaces de dirigir la atención, de utilizar la fuerza de la voluntad y decidir que queremos vencer un miedo. Si siente la suficiente envidia y se decide a hacer algo al respecto, probablemente lo consiga.
Otra parte igualmente importante del hecho de haber crecido ya es el que uno abandona la pretensión de ser capaz de hacerlo absolutamente todo. La vida es breve y está llena de límites y responsabilidades. Cada uno toma su parte de «bienes», de los cuales disfruta, del mismo modo que cada uno contribuye con el mundo ofreciendo algún bien. Pero nadie puede tenerlo todo para sí ni hacerlo todo por los demás.
He observado que no todas las PAS se desalientan cuando no son capaces de hacer todo lo que sus iguales hacen. No tienen demasiada envidia. Valoran su rasgo y saben que les ofrece muchas cosas de las que carecen los demás. Creo que el desaliento, al igual que el no conseguir salvaguardamos, proviene de actitudes aprendidas en la primera infancia.

 

Nunca es demasiado tarde para superar el desaliento

 

Aunque es de sabios aceptar lo que no podemos cambiar de nosotros mismos, también es bueno recordar que nunca es tarde para sustituir el desaliento por trocitos de confianza en sí mismo y de esperanza.
Siendo niña, yo tenía una sensibilidad especial ante la idea de caer, lo cual me llevaba a una gran sobreactivación y a una considerable pérdida de coordinación cada vez que me encontraba a cierta altura o tenía que confiar en mi propio equilibrio. Así, nunca insistí en que me enseñaran cosas como ir en bicicleta, ir en patines o patinar sobre hielo, algo que creo que sólo proporcionaba alivio a mi madre. Y así, siempre fui más una envidiosa observadora que una participante en actividades físicas, aunque ha habido hermosas excepciones, como la que tuvo lugar al término de la celebración de un solsticio de verano a la que asistí en California, en un rancho de las Sierras.
En aquel evento, había mujeres de todas las edades. Pero, por la noche, encontraron un columpio y se convirtieron en un puñado de jovencitas. El columpio se hallaba en el extremo de una larga cuerda y se cernía sobre una pendiente. Cuando llegó el crepúsculo, era como volar hada las estrellas. O, al menos, eso decían. Todas lo probaron salvo yo.
Cuando se retiraron, me quedé allí, mirando el columpio y sintiendo aquella misma vergüenza de antaño por ser una gata asustada, a pesar del hecho de que probablemente nadie más se había percatado de ello.
Entonces, apareció una mujer mucho más joven que yo y se ofreció a mostrarme cómo utilizar el columpio. Le dije que no, que no quería, pero ella ignoró mi negativa. Me prometió que en ningún momento me empujaría más fuerte de lo que yo estuviera dispuesta a aceptar, y me sostuvo el columpio.
Me llevó un poco de tiempo. Pero,—por algún motivo, me sentí segura con ella, y encontré el coraje suficiente para columpiarme hacia las estrellas como las demás.
No volví a ver a aquella joven, pero siempre le estaré agradecida, no sólo por la experiencia, sino también por el respeto y la comprensión que me mostró al enseñarme... un suave balanceo detrás de otro.

 

Sus años escolares

 

Los recuerdos de Marsha sobre sus años escolares eran los típicos de una PAS. Destacaba en la escuela y era una especie de líder en lo relativo a planes e ideas. También se aburría. Su incansable imaginación la llevaba a leer libros durante las clases. Aun así, normalmente era «la más lista».
Al mismo tiempo que se aburría, la sobreestimulación de la escuela le resultaba molesta. Lo que recuerda con más claridad es el mido. No le asustaba, pero le resultaba insoportable, en especial si la profesora dejaba el aula. El alboroto en su hogar, ocho personas en una minúscula casa, también la hacía sentirse desdichada. Cuando hacía buen tiempo, se ocultaba entre los árboles o bajo el porche y se ponía a leer libros. Si hacía mal tiempo, simplemente aprendía a ignorarlo todo mientras leía.
Sin embargo, en la escuela la sobreactivación podía resultarle más difícil de evitar. Un día, la profesora leyó en voz alta los relatos de un periódico acerca de las horribles torturas de unos prisioneros de guerra, y Marsha se desmayó.
Cuando usted comenzó a ir a la escuela, al igual que Marsha, debió de encontrarse con el ancho mundo. El primer impacto quizá fuera el verse lejos de casa. Pero, aunque es posible que estuviera acostumbrado a ello por haber ido a la guardería, seguramente sus sentidos no estarían preparados para el largo y ruidoso día de un aula media de primaria. En el mejor de los casos, sus profesores mantendrían un rango de estimulación que iría bien para el promedio de nivel óptimo de activación de un niño; pero, para usted, casi siempre sería excesivo.
Probablemente, al principio usted optaría por la retirada y por dedicarse simplemente a observar. Me acuerdo del primer día de clase de mi hijo Se fue a un rincón y se quedó mirando aquello fijamente, mudo de asombro, pero la observación silenciosa no es «normal». El profesor le diría: «L0s demás niños están jugando. ¿Por qué no juegas tú?». Y por no molestar al profesor o por no ser visto como un bicho raro, quizá superó usted su renuencia. O quizá, simplemente, no pudo hacerlo. En ese caso, se iría convirtiendo en centro de atención; justamente lo último que necesitaba.
Jens Assendorpf, del Instituto Max Planck de Psicología de Munich ha escrito sobre cuán normal es para algunos niños que prefieran jugar solos73.En casa, los padres tienen normalmente la sensación de que jugar solo es una parte de la personalidad del niño, pero, en la escuela, las cosas son diferentes. Al cabo de un año, el jugar solo lleva a que el niño se vea rechazado por los demás niños y se convierta en objeto de preocupación para los profesores.
Para algunos de ustedes, toda esta sobreactivación y vergüenza debió de suponerles a un bajo rendimiento en clase. Sin embargo, la mayoría, aficionados a la lectura y al estudio silencioso, sobresaldría en sus trabajos escolares. Era el desarrollo de las habilidades sociales o físicas lo que se vería obstaculizado por la sobreactivación. Para afrontar esto, quizás encontró usted un amigo íntimo con el cual jugar. Y quizás tuvo usted la reputación de ser el que ideaba los mejores juegos, el que escribía las mejores historias y hacía los mejores dibujos.
Ciertamente, si entró usted en la escuela sintiendo confianza en sí mismo y en su rasgo, como le ocurrió a Charles (capítulo 1), quizás llegara a ser un verdadero líder. Si no, le ocurriría como a una amiga mía muy sensible, física de profesión, que solía decir: «¿Sabes de alguien realmente grande que lo haya pasado bien en la escuela?».

 

Los años escolares en niños y niñas

 

En mis investigaciones descubrí que, en la edad escolar, la mayor parte de las PAS varones eran introvertidos. Y esto tiene pleno sentido, dado que un varón sensible no es «normal». Tenían que ser muy cuidadosos estando en grupo o con extraños para ver cómo se les iba a tratar.
Las niñas sensibles, al igual que los niños sensibles, suelen confiar sólo en una o dos amigas a lo largo de sus años escolares. Pero algunas de ellas son bastante extravertidas. A diferencia de los niños, si manifiestan alguna sobreactivación o alguna emoción, están haciendo lo que se espera de ellas. Incluso esto puede ayudarlas a ser aceptadas por las otras chicas.
Sin embargo, la parte negativa de esta concesión a ser emocional puede hallarse en que a una niña sensible no se le fuerza nunca a ponerse la armadura que los niños sensibles tienen que ponerse para sobrevivir. Las niñas pueden tener poca práctica en el control emocional y sentirse indefensas ante este tipo de sobreactivación. O pueden utilizar sus emociones para manipular a los demás, incluso para protegerse de la sobreactivación. «Si tenemos que jugar otra vez a eso, me voy a poner a llorar.» La autoafirmación directa, necesaria en la edad adulta, no se espera de ellas o bien no se desea.

 

Los superdotados

 

Si se le etiquetó a usted como superdotado, puede que su infancia fuera más fácil, dado que su sensibilidad se entendería como parte de un rasgo más amplio que estaba mejor aceptado socialmente. Por otra parte, padres y profesores dispondrían de mejores consejos en lo relativo a niños superdotados. Por ejemplo, uno de los investigadores les recuerda a los padres que no esperen que sus hijos casen bien con ellos74.Y si los padres le dan a su hijo un tratamiento especial y le ofrecen oportunidades de más, no van a generar con ello un «monstruo consentido». A padres y profesores se les dice con toda claridad que dejen que los niños superdotados sean simplemente como son. Éste es un buen consejo para todos los niños que tienen rasgos distintos a la media y a lo ideal, pero a los superdotados se les valora lo suficiente como para permitirles semejante desviación.
Sin embargo, todo tiene una parte positiva y una negativa. Quizá sus padres o sus profesores le presionaron; también es posible que su autovaloración haya estado completamente ligada a sus logros. Mientras tanto, si no estaba usted con otros superdotados, debió de sentirse solo y, posiblemente, rechazado. En la actualidad, hay algunas buenas directrices para educar a los niños superdotados75.

 

Retutelar a su yo «superdotados

 

1. Valórese por lo que es, no por lo que hace.
2. Elógiese a sí mismo por asumir riesgos y por aprender algo nuevo, en lugar de hacerlo por sus éxitos; esto lo ayudará a enfrentarse al fracaso.
3. No se pase el tiempo comparándose con los demás; es algo que fomenta a una competitividad excesiva.
4. Dese oportunidades para interactuar con otras personas superdotadas.
5. No se sobrepase programando su tiempo. Dese tiempo para pensar, para soñar.
6. Mantenga unas expectativas realistas.
7. No oculte sus habilidades.
8. Sea su propio abogado. Defienda su derecho a ser usted mismo.
9. Si sus intereses son reducidos, acéptelo; si son amplios, también.
Acerca de este último punto... quizás usted quiera estudiar neutrinos y nada más, o es posible que solamente quiera leer, viajar, estudiar o charlar hasta descubrir el sentido de la vida humana en el planeta: en el mundo, hacen falta una cosa y otra. (Además, es probable que usted cambie en otra fase de su vida.) Hablaremos más sobre los superdotados adultos (un tema muy desatendido) en el capítulo 6.

 

El adolescente altamente sensible

 

La adolescencia es una época muy difícil para todo el mundo, pero en mis investigaciones he descubierto que la mayoría de los informes de PAS indican que los años de instituto fueron para estas personas los más difíciles de todos. Se dan cambios biológicos desconcertantes y una rápida acumulación de responsabilidades de adulto, una tras otra: conducir, decisiones vocacionales o de estudios, la utilización adecuada de alcohol y drogas, la potencial paternidad o maternidad, responsabilizarse de niños en trabajos de canguro o como monitores de campamentos, y otras pequeñas cosas como no perder la tarjeta de identidad, el dinero o las llaves. Luego, está lo más grande de todo, el despertar de los sentimientos sexuales y la dolorosa conciencia de sí que acarrea. Los jóvenes sensibles parecen sentirse incómodos con los papeles sexuales de víctima o de agresor que los medios de comunicación dan a entender que se espera que pongan en práctica los jóvenes.
Sin embargo, también es posible que se desplace la energía o la ansiedad hacia el sexo debido a que la fuente real de la ansiedad es más difícil de afrontar. Piense en la presión de una toma de decisiones que va a determinar toda su vida, sin tener ni idea del resultado; la expectativa de tener que dejar el hogar familiar y de tener que hacerlo alegremente o, al menos, con decisión; el miedo a que su «fatal defecto» se revele plenamente si no consigue llevar a cabo la transición esperada hacia una vida independiente.
No sorprende que muchos adolescentes sensibles hagan frente a la crisis destruyendo su yo a punto de brotar para no tener que contemplar el fracaso si no brota «correctamente». Y son múltiples las formas de autodestrucción: casarse o tener un hijo, encerrándose así en un papel estrecho y prescrito; el abuso de las drogas o el alcohol; el propiciarse una discapacidad física o mental; adscribirse a un culto o una organización que ofrece seguridad y respuestas; o el suicidio. No estoy diciendo que todas estas conductas sean causadas por el hecho de ser sensible (o que el yo, siendo como es una planta resistente, no vaya a sobrevivir a algunas de estas cosas y a florecer más tarde), pero estos escapes, a la disposición de cualquier adolescente, acaban siendo utilizados también por algunas PAS.
Evidentemente, para muchos, los deberes de la edad adulta se posponen yendo a la universidad. (Después, hasta puede haber cursos de posgraduados, doctorados e internados.) O bien, uno descubre otra forma de asumir las obligaciones de la vida muy poco a poco. Ir retrasando las cosas, en lugar de evitarlas, es una buena táctica, otra variante del método de aprendizaje que yo llamo «paso a paso». No se sienta mal si lo utiliza durante algún tiempo.
Puede que usted se demorara en abandonar el hogar familiar. Quizá vivió con sus padres durante unos cuantos años, trabajó para ellos durante un tiempo, o a lo mejor se mudó a un piso en la misma ciudad compartido con otros amigos del instituto. Convertirse paso a paso en un adulto operativo es algo que funciona bien. De repente, un día ya eres una persona adulta, que asume todas sus responsabilidades, y no sabes exactamente cómo ocurrió todo.
Sin embargo, a veces damos un paso demasiado grande. Para muchas FAS, la universidad es uno de ellos. Conozco a muchas de estas personas que abandonaron al finalizar el primer trimestre (o después de su primer regreso a casa, normalmente por Navidad). Ni ellas, ni sus padres ni sus orientadores comprendieron el verdadero problema, la sobreestimulación que les suponía una nueva vida: nuevas personas, nuevas ideas, nuevos planes de vida, una habitación ruidosa como dormitorio sin pegar ojo en toda la noche, charlando o de fiesta, y experimentando probablemente con el sexo, las drogas o el alcohol (o cuidando de los amigos o amigas por las secuelas de sus experimentos).
Aunque el joven sensible quisiera retirarse y descansar, existe esa presión para hacer lo que hacen todos, para ser normales, guardar las apariencias, hacer amigos, satisfacer las expectativas de todos... Cualquier problema que pudiera tener usted en la universidad, debería de someterlo a reestructuración, pues no fue un fracaso personal suyo.
No es sorprendente que una buena vida hogareña sea de gran ayuda para todos los adolescentes, incluso en el momento de dejar el nido. La influencia perdurable del hogar es especialmente fuerte para las PAS. Llegada la adolescencia, su familia le habría enseñado a usted mucho acerca de cómo podía y debía comportarse en el mundo real.

 

Por fin los chicos y las chicas sensibles se convierten en hombres y mujeres

 

Cuando los adolescentes altamente sensibles se convierten en adultos, las diferencias de género se incrementan. Al igual que con las pequeñas variaciones de dirección al comienzo de un viaje, las diferencias en 1a educación pueden hacer que los hombres y las mujeres sensibles lleguen a muy diferentes destinos.
En general, los hombres tienen una mayor autoestima que las mujeres. Sí los padres valoran a un hijo sensible, como en el caso de Charles (capitulo 1), éste mostrará una gran confianza en sí mismo al llegar a la edad adulta. En el otro extremo, he descubierto muchos hombres altamente sensibles que se detestaban a sí mismos (no es sorprendente, dados los rechazos experimentados).
En un estudio sobre hombres que habían sido tímidos desde la infancia (supongo que la mayoría eran PAS), se descubrió que se habían casado tres años más tarde, como media, que el resto de hombres; que habían tenido su primer hijo cuatro años más tarde y que habían comenzado una carrera estable tres años después, lo cual, a su vez, solía llevarlos a logros profesionales menores76.Esto podría estar reflejando un prejuicio cultural contra los hombres tímidos o con una baja confianza en sí mismos. También podría indicar el tipo de precaución y de demora que resulta saludable para una PAS, o la valoración de otros aspectos en la vida aparte de la familia o la carrera profesional (quizás unos objetivos espirituales o artísticos). De todos modos, si usted ha sido lento en dar estos pasos, va a tener mucha compañía.
En cambio, este mismo estudio descubrió que las mujeres tímida«; atravesaban las etapas tradicionales de la vida sin demoras. Era bastante menos probable que una mujer tímida hubiera trabajado en algo o que hubiera seguido trabajando después de casarse, como aprovechándose de la tradición patriarcal de ir de la casa del padre a la del marido sin tener que aprender a mantenerse por sí sola.
Sin embargo, en el instituto, estas mismas mujeres solían mostrar una «silenciosa independencia, un interés en cuestiones intelectuales, un alto nivel de aspiración y una directividad interna». Me imagino la tensión creada por esa «silenciosa independencia»77en la vida de estas mujeres, la necesidad de seguir su dirección interna y la sensación que tendrían de que el único oasis seguro y tranquilo para ellas era el del matrimonio tradicional.
Muchas de las mujeres a las que entrevisté sentían que su primer matrimonio había sido un error, un intento de manejar su sensibilidad mediante la adición de otra persona a su vida o bien asumiendo un papel seguro. No sé si la proporción de divorcios entre estas mujeres es superior o no, pero sí que sus razones para el divorcio pueden ser muy diferentes de las del resto de mujeres. Parece que, con el tiempo, se ven obligadas a enfrentarse solas al mundo y a encontrar salidas para su potente intuición, su creatividad y demás talentos. Si su primer matrimonio no permitió estos desarrollos, éste se convertiría, cuando al fin se sintieron preparadas, en un obstáculo para su independencia.
Marsha fue, ciertamente, una de esas mujeres. Se casó joven, y esperó hasta los cuarenta para desarrollar sus capacidades creativas e intelectuales, tan evidentes en sus años escolares. Para Marsha (y para alrededor de un tercio de las mujeres a las que entrevisté), quizás hubo más
de esta inseguridad ante el mundo que simple sensibilidad. Estas mujeres habían tenido dolorosas experiencias sexuales (como la de Marsha con sus hermanos). Incluso sin un evidente abuso sexual, se sabe que todas las jóvenes experimentan un acusado descenso en la autoestima cuando llega la pubertad, probablemente al percatarse de su papel como objetos sexuales. La chica altamente sensible sentirá aún más todas estas implicaciones, y hará de la autoprotección su máxima prioridad. Las habrá que comerán en exceso para dejar de ser atractivas, otras se excederán en los estudios o en su preparación con el fin de no disponer de tiempo libre, y otras escogerán enseguida a un chico y se colgarán de él para que las proteja.
Marsha decía que su liderazgo y su brillantez en clase terminaron al llegar al instituto, tan pronto como se le desarrollaron los senos (con un volumen superior a la media). De repente, comenzó a atraer la atención de los chicos. Iba a clase con abrigo, hiciera frío o calor, y se volvió todo lo discreta que pudo. Además, y según sus palabras, las líderes pasaron a ser las «pánfilas que iban tras los chicos riéndoles las gracias», y ella no podía o no quería ser una de ellas.
De todas formas, los chicos la abordaban frecuentemente. Un día, dos de ellos la siguieron y le robaron un beso. Se fue a casa horrorizada, entró por la puerta y vio una rata, real o imaginaria —nunca estuvo segura—, que se precipitaba escaleras abajo hacia ella. Después de aquello y durante años, cada vez que besaba a un chico, volvía a ver a aquella rata.
A los dieciséis años, se enamoró por primera vez, pero lo mandó todo al traste cuando empezaron a intimar demasiado. Permaneció virgen hasta los veintitrés, cuando un chico con el que se había citado la violó. Después de aquello, se entregó a todo aquel que insistiera lo suficiente, «salvo a los chicos a los que realmente amaba». Después, llegó el matrimonio, y los malos tratos, y la larga espera hasta encontrar el coraje suficiente como para divorciarse de aquel hombre y, con ello, el inicio de su carrera artística.
En resumen, ésta es otra muestra de cómo se manifiesta la diferencia de géneros en la sensibilidad. Cuando los chicos sensibles se convierten en hombres, tienen que perder el paso con respecto al resto de hombres tanto en el tiempo como en la naturaleza de sus vidas. Ser sensible no es «normal» en los hombres. Mientras tanto, de las mujeres se espera que sí lo sean. Para las chicas sensibles se hace muy fácil tomar el sendero de los valores tradicionales, sin aprender primero a estar en el mundo.

 

La conclusión del crecimiento: crecemos en un mundo sumamente social

 

Nos encontramos al término de un capítulo, pero posiblemente éste sea el inicio de un trabajo de por vida: el de aprender a ver su infancia a la luz de su rasgo y el de retutelarse uno mismo si fuera necesario.
Echando la vista atrás, se dará cuenta de lo mucho que este capítulo sobre el crecimiento de una persona altamente sensible puede haberle aportado acerca de usted y de sus relaciones con los demás, con los padres, los familiares, los pares, profesores, extraños, amigos, parejas esporádicas, cónyuges... Los seres humanos son animales sociales; ¡sí, y también nosotras, las PAS! Parece que ha llegado el momento de volver a la vida social de la PAS y a esa palabra que sigue asomando por todas partes, a ese estado mental llamado «timidez».
• Trabaje con lo que ha aprendido •
Reestructuración de la infancia

 

La clave de este capítulo —y quizá de este libro— acaso sea la reestructuración de su vida teniendo en cuenta su sensibilidad. Se trata aquí de ver sus fracasos, sus heridas, su timidez, sus momentos embarazosos y demás situaciones de un modo distinto, más tranquilo y preciso, así como más amable y compasivo.
Haga una lista de los principales acontecimientos que recuerde de su infancia y de su adolescencia, los recuerdos que hicieron de usted quien es. Puede que sean momentos singulares: un día jugando en la escuela, o aquel otro día en que sus padres le dijeron que se iban a divorciar.
O puede tratarse de categorías de recuerdos: el primer día de clase de cada año, o cada vez que le enviaban de campamento en verano. Puede haber recuerdos negativos, incluso traumáticos y trágicos. Quizá lo acobardaron, o puede que se metieran mucho con usted. Otros serán positivos pero, con todo, puede que abrumadores: la mañana de Navidad, las vacaciones familiares, los honores...
Elija un acontecimiento y siga los pasos que se dan en el capítulo 1 para la reestructuración:

 

1. Piense en su respuesta ante el acontecimiento y en el modo en que siempre lo vio. ¿Siente haber respondido «erróneamente» o no del modo en que lo habrían hecho los demás? ¿O su respuesta fue demasiado larga en el tiempo? ¿Llegó a la conclusión de ser una persona incapaz en algún aspecto? ¿Intentó ocultar su angustia o su disgusto ante los demás? ¿O los demás se dieron cuenta y le dijeron que «se estaba pasando»?
2. Considere su respuesta a la luz de lo que sabe ahora acerca del modo en que opera su cuerpo, un modo automático. O imagíneme a mí, la autora, explicándoselo.
3. Piense si convendría hacer algo al respecto ahora. Si le parece bien, comparta su nuevo punto de vista de la situación con otra persona. Quizás, incluso, podría ser alguien que estuvo presente en aquel momento y que pueda ayudarla a encajar los detalles en el cuadro. O ponga por escrito sendos puntos de vista acerca de la experiencia, el antiguo y el nuevo, y téngalo en algún lugar de su casa, o en su cuarto, como recordatorio.

 

Si le parece útil, reestructure otro acontecimiento importante de su infancia pocos días después, hasta que haya repasado toda la lista. No tenga prisa en este proceso. Deje pasar unos cuantos días entre recuerdo y recuerdo. Para poder digerir un acontecimiento importante hace falta tiempo.