Este libro está dedicado a Wayne Simmons y a Stephen King. A mi hermano Wayne, que realiza cada día investigaciones de accidentes, con admiración por la supervivencia de su sentido del humor. A Steve, que notó en sus carnes el cortante filo del bisturí de Darwin por culpa de la estupidez letal de otra persona, con gratitud por estar todavía entre nosotros y deseoso de seguir contando historias al amor de la lumbre.