El amor no es lo que parece

Los gerentes de marketing habían sido enviados por recursos humanos a una capacitación para nuevos lanzamientos y administración de los mismos a otra ciudad, por lo que ese día sería el primero en el que Clarissa estaría sola con David de alguna manera.

Habían pasado ya seis semanas desde la convención y aunque las cosas no habían vuelto a ser como eran entre David y Clarissa, habían mejorado lo suficiente. Anna había ayudado un poco sin estar plenamente consciente de ello.

Clarissa no tenía planeado contarle todo lo que había pasado en la convención. Y aunque era notorio que algo había ocurrido entre ella y David, no platico de ello hasta que empezaron a llegar las primeras rosas de Oswaldo.

Evitó dar muchos detalles e intentó concretarse al hecho de estar en la habitación de David, recibir una llamada y salir de la habitación de David pues al parecer él no tenía intenciones de “dejarse llevar”. Era notorio que Clarissa estaba dolida del rechazo de David y tras escuchar qué sucedió después con el joven representante de ventas, también se mostraba arrepentida de dejarse llevar por despecho a la cama.

–Me siento culpable.
–No me pusiste una pistola en la cabeza. Yo decidí y me equivoqué.

–Estaba segura de que él se sentía atraído por ti. Hubiera apostado el dedo meñique en ello. Lamento haberme equivocado.

–Yo también pensaba que había una chispa. Hemos platicado en y fuera del trabajo de muchas cosas, pero siempre puedo equivocarme. ¿No tienes una amiga que me presentes? – bromeó tratando de aligerar la situación.

–Ninguna que te llegue a gustar o que te trate bien.
–Por preguntar no perdía nada.

–Ja, ja, ja. Me parece bien. Pero Clari, no puedes seguir con el ambiente de trabajo enrarecido. Si quiere conservar este trabajo tienes que hacer que las cosas fluyan. Él es tu jefe y tienes que apoyarlo porque ese es tu trabajo. No puedes evitar trabajar con él como lo haces con Jaime. Da gracias que no tenemos un jefe que sea un lame culos, sino estaría esperando que tú también le estuvieras besando el trasero para crecer en esta compañía, o peor que le hicieras algún tipo de favor.

–¿Qué dijiste?

–Vamos, tú lo sabes. Jaime se ha acostado con la mitad de su equipo de ventas para “ayudarlas a crecer”, se lo merezcan o no.

“No podemos. Yo soy tu jefe. Era para que ella no obtuviera sus logros por acostarse con él. Pero nadie se iba a enterar. ¿Y si alguien se enteraba? Soy una estúpida.”

–Pero me preocupa más, qué vas a hacer con eso.

Anna señalaba el ramo de rosas que había llegado a la oficina con una carta firmada por Oswaldo Luna.

–Regalarlas.
–Me refiero a qué le vas a decir.
–No tengo idea. ¿Alguna sugerencia?

–Tal vez que ¿te acostaste con él solo porque te habían dejado caliente y necesitabas desfogarte?

Ambas rieron pues sabían que era verdad. Tendría que hablar con él, pero no lo haría en esa tarde, suficiente había sido con recibir las flores en medio de una oficina llena.

Al día siguiente las cosas se relajaron un poco más y la tensión de Clarissa hacia David se había ido. Incluso volvieron a bromear como antes. Y aunque había intentado poner resistencia y negarse a ello, no había podido evitar volver a sentirse atraída por su sarcasmo, apreciación de la vida y por supuesto su sonrisa.

–Extraña, ¿quieres comer en la fonda de siempre o prefieres algo especial? Yo te invito al sushi si quieres.

David estaba a un costado de su escritorio con su chaqueta lista para salir. Tenía poco tiempo que lo habían cambiado de oficina y ahora él y Caleb estaban a tan solo unos metros de ella para que les ayudara con lo necesario.

–Vamos a preguntarle a Caleb a dónde quiere ir.

–No, no se preocupen por mí. Yo me quedaré un rato más. Necesito salir temprano con Mary. Solo te encargo que cuando regresen de la comida me ayudes con el archivo que estás armando de la nueva distribución de cuotas. Lo necesito para mañana antes de las nueve.

–Lo tienes hoy mismo para que lo revises.
–Gracias Clarissa. Provecho.

Salieron rumbo al restaurante de sushi que tanto le gustaba. David no era amante del sushi, pero no disfrutaba de las extrañas mezclas de arroz y mariscos que había en el menú.

–¿De qué archivo hablaba Caleb?

–Es un consolidado de una corrida de lo que antes ganaban los representantes, lo que ganan ahora y el plan para el siguiente año.

–Se escucha pesado.

Ordenaron algo de comer al centro y los platillos principales. Iban a compartir un yakimeshi especial con pollo, res y camarón.

–No te hemos dicho Caleb y yo, pero la gente de recursos humanos me ha estado preguntando por la persona que organizó nuestra actividad de integración. Vieron las fotos y quieren hacer algo parecido, así que Georgina va a buscarte en estos días para que les ayudes a planear el evento de fin de año.

–Les dijiste que no podía, ¿verdad?
–¿Es malo si les dije que sí podías?

–Yo no diría malo exactamente. Es demandante, casi tanto como una convención y acabamos de pasar por una.

–Clarissa. –se aclaró la garganta – Hay algo que he querido hablar desde hace semanas y no he podido hacerlo, respecto a la convención

Volteó a verlo con un pedazo de niguiri en la boca. Iba a empezar esa horrible plática que no deseaba tener. Para ella, lo mejor es que las cosas quedaran como si no hubiese ocurrido nada. Intentó comer rápido mientras movía las manos en señal de que no continuara.

–Lamento haberte lastimado. Sé que lo que hice no fue correcto, pero quiero explicarte un poco de por qué lo hice.

–No es necesario. No te molestes.

–Es que realmente me gustas y quisiera poder tener algo más contigo, pero siendo jefe y subordinada. Nos haría mucho daño.

–Está bien David. Lo entiendo. – dijo mientras terminaba de tragar la pieza de arroz que tenía en la boca – Fue apresurado por parte de ambos. Yo estaba tomada y tú también. Lo bueno fue que no te dejaste llevar.

David se sorprendió un poco ante la respuesta de Clarissa. Para él más que apresurado había sido un error, pero ahora que lo escuchaba de parte de ella le parecía mucho más cruel su aseveración que lo que él había imaginado decir.

–Pero ya no hablemos de ello. Lo que sucede en la convención, se queda en la convención.

–Sí, aunque creo que hay gente que no lo ve así. – dijo con un poco de malicia.
–Lo descubrí de la peor forma. ¿Qué harías en mi lugar?
–¿A qué te refieres?

–Como le dices a alguien que solo fue … – se quedó callada. No quería completar la frase delante de él. Era su amigo, su jefe. Y sin embargo no quería que escuchara por su boca lo que él ya sabía. – que lo que sucedió no es para una relación seria.

–Primero, creo que deberías de volver a aceptar sus llamadas. – Clarissa volteaba a verlo con sorpresa – Cuando empezó a mandar arreglos, pensé que tal vez era en serio, pero tú no parecías feliz. Nunca había visto que dejaras de responder una llamada en tu lugar y comenzaste a hacerlo, sin contar que Anna y Cristian recibían ahora tus llamadas. No me inmiscuyo mucho, pero sé leer algunas cosas entre líneas.

–Fui una estúpida e impulsiva. – dijo en un tono más callado del normal.

–No puedo negar que yo no hubiera hecho eso. Pero, trata de ver las cosas más objetivas. Tienes que hablar con él y decirle lo que piensas.

–Hay algo que tienes que saber David. Él y yo tuvimos algo hace tiempo, pero nada estable. Por lo menos no era serio para mí. Pero ahora en esta convención, él pensó que lo estaba buscando y aceptando como pareja o algo. Así que, le dije que agradecía los detalles pero que yo no estaba lista para una relación. Y me dijo que me esperaría y tendría paciencia. Insistí en que no debería de hacerse ilusiones y me dijo que él me enamoraría. Me habla casi diario y aunque le digo que no quiero hablarle, que estoy ocupada o simplemente no contesto, insiste. Dice que me ama. ¡Me ama! No hemos convivido en meses y me ama.

–Extraña, eso ya no es normal.
–Lo sé. Pero, ¿qué puedo hacer?

–Ponle un ultimátum, dile que deje de molestarte con esas cosas. Que para ti solo fue sexo y no quieres nada con él.

Clarissa se sonrojó y no contestó a la aseveración de David. Solo había sido sexo, y malo para los estándares de medición. No se creía capaz de decirle eso, pero tampoco podía darle esperanzas de que algún día le haría caso.

–Clarissa. – dijo en un tono serio haciendo que volteara a verlo – es en serio. Tiene que entender que te tiene que dejar en paz. No quiero que te sientas mal por un idiota con baja autoestima como para no aceptar un no. Si él sigue insistiendo puedes meter una queja con recursos humanos, ¿lo sabes no?

–No lo sé. Al final del día él puede argumentar que tuvimos algo y solo quiero perjudicarlo, ¿no crees?

–Una cosa es tener relaciones y otra muy diferente el acoso. Y eso, extraña, es acoso.

–Ya pensaré en qué hacer. Por ahora no arruines mi comida que está deliciosa. ¿Te doy y me das?

–Eso suena tentador. – dijo con la sonrisa que siempre le ofrecía cuando coqueteaba.
–¡David!

Aunque había sido incomoda la plática, les había ayudado a sentirse mejor nuevamente entre ellos. Continuaron con su comida y la plática por más tiempo. Ahora Clarissa tendría que apoyar al departamento de recursos humanos, lo que seguramente haría que se quedase más tiempo en oficinas.

Regresaron después de la hora de la comida. Estaban bromeando de como la llegada de Caleb había puesto a trabajar a Jaime, pues cada vez se le veía menos en la oficina y el poco cabello que le quedaba había empezado a caerse recordándoles a Krusty el payaso.
–¡Clarissa!

Una voz familiar se escuchó en una esquina. Oswaldo esperaba frente al edificio de Prothferc.

–Oswaldo. ¿Qué haces aquí? Creí que estabas de vacaciones.

Era notorio que ninguno de los dos esperaba ver al joven y que les había causado cierto escozor su presencia.

–Venía a visitar a unos amigos y quería aprovechar para verte.
–Hola Oswaldo. – lo saludó respetuosamente.

–Hola David. – dijo con una sonrisa amplia en el rostro como si fuera el ganador de una difícil pelea.

– Te busqué en la comida, pero Caleb me dijo que ya habías salido y que regresabas después de las tres, así que decidí esperarte

–Me hubieras hablado para venir.

–Quería darte una sorpresa. – se acercó e intentó besarla en los labios mientras ella volteaba el rostro.

–David, si quieres adelantarte. Subo en unos minutos.
–Bien, te veo en un rato. Oswaldo, nos estamos viendo.
Alzó la mano para despedirse del director en un intento de no darle la mano.
–Vamos a caminar unos minutos.

–Sí. Pero tengo que regresar. Tengo que entregar un archivo para Caleb y lo tengo que hacer hoy mismo.

Dieron una vuelta por las calles al costado del edificio hasta llegar a un parque. Había varias canchas para jugar basquetbol, estar en patineta e incluso una cancha de hockey o soccer. Tomaron asiento entre las canchas. Clarissa no sabía que decir ni como sentirse al respecto.

–Clari, sé que vine sin avisar, pero quería verte. No he sabido mucho de ti y casi no contestas para decirme qué has hecho.

–Oswaldo, no te contesto porque estoy ocupada. Y tampoco tengo mucho que platicarte. Estoy trabajando, lo mismo que deberías hacer tú.

–Yo estoy de vacaciones ahorita. Pero si te hablo es porque quiero que platiquemos, aunque sean cosas del trabajo. Quiero oírte.

–No Oswaldo. Tienes que entender que no quiero platicarte, no puedo. No quiero herir tus sentimientos y que suene mal esto, pero me estas sofocando.

–¿Sofocando? ¿De qué hablas?
–Me hablas diario y he recibido cada semana un ramo de flores diferentes cuando te dije que ya no quería que me enviaras flores. Y estás aquí cuando deberías estar con tus amigos, ¿no crees?

–Mis amigos saben que vine a ver a alguien especial. Tu solo me dijiste que no querías más rosas, así que opté por otras flores que no fueran tan significativas de amor. Y si te hablo es porque quiero que sepas que estoy ahí para ti.

–¡Oswaldo!

–¿Estás viendo a alguien más verdad? Igual que cuando comenzamos a salir. ¿Ahora sales con David o con el mismo chico de hace un año?

–¿De qué hablas?

–Cuando estaba en México salías con él los martes y jueves, por eso nunca quisiste formalizar conmigo. ¿Lo sigues viendo?

La cara de Clarissa cambio de exasperación a confusión y miedo. Se levantó del asiento sin pensar en lo que iba a hacer.

–¿Lo sigues viendo?

“I've got thick skin and an elastic heart, but your blade it might be too sharp. I'm like a rubber band until you pull too hard. I may snap and I move fast.”

Clarissa sacó el teléfono de su bolso. El nombre de Marty brillaba en la pantalla.
–¡¿Es él?! – dijo siguiéndola e intentando quitarle el celular.

–¿Qué haces? – Clarissa no cedió ante el intento de Oswaldo para arrebatarle su teléfono móvil. En su lugar lo ocultó entre sus manos. El joven, sin pensar por la furia que lo invadía, tomó su mano y golpeó con fuerza el antebrazo de ella haciendo que el celular saliera volando y cayera estrepitosamente desarmándose, quedando cada parte regada por el piso.

–¡¿Qué demonios te pasa Oswaldo?!
–¿Quién era Marty?
–¡Eso a ti no te importa!
–Me importa y mucho.

La joven se había agachado a recoger las piezas de su teléfono cuando él la tomo fuertemente por la muñeca y la obligó a levantarse.

–Suéltame.
–¿Vas a ir a verlo saliendo de aquí, zorra?
–Suéltame. ¡Suéltame! ¡Me estás lastimando!

La sujetó fuertemente de los brazos y la agitó, lastimándola con la presión. Sin pensarlo pateó su espinilla lo más fuerte que pudo con los zapatos de que tenía en ese momento. Gracias al dolor, ella pudo zafarse y retroceder.
–Clarissa. Ven.

–No te acerques a mí. ¡No me vuelvas a buscar o llamaré a la policía! Salió corriendo hacia el edificio buscando sentirse más segura.