Encuentros (17 julio)
Sonó el despertador como todos los días. Seis en punto de la mañana y ya se encontraba totalmente vestida para ir al gimnasio y de ahí partir con rumbo a la oficina. Ayer habían organizado una junta con todo Prothferc, la empresa de tecnología donde trabajaba. Nunca había acontecido una reunión así. Desde que su jefe había dejado la oficina, su vida laboral no parecía estable desde ninguna perspectiva.
Decidió que dejaría que su nerviosismo saliera en forma de sudor. Después de todo, su rutina de diez kilómetros la aguardaba.
Antes de que decidiera vivir sola, su antigua compañera de departamento siempre la había criticado por pagar un gimnasio en lugar de salir a la calle a ejercitarse. Le gustaba el gimnasio. Le recordaba cuando tenía veinte años y estaba estudiando la carrera en la universidad: sin renta, sin juntas, sin complicaciones en sus relaciones.
–¡Ey Clarissa!
– Perdón Marty. Estaba pensando en el trabajo.
El joven que se había colocado a su lado observando cada uno de sus movimientos era el entrenador del lugar. Tenía sus ojos casi negros posados en la silueta de la joven.
–¿Otra vez tienes auditoría?
–No. – bajó la velocidad de la caminadora para poder entablar una mejor conversación – Sigo preocupada porque no sé si mi puesto seguirá en la compañía.
–Espera. ¿A qué te refieres?
–Patricio se fue a vivir a España desde hace dos meses y aún no tienen su reemplazo. Sin él mi puesto no tiene razón de ser.
–No me habías platicado nada de eso.
–Estabas demasiado ocupado viéndole el trasero a las alemanas que vinieron el mes pasado.
–¡Ese fue un golpe bajo!
–No te culpo. – aceleró un poco más la caminadora. – Eran muy atractivas.
–Tú sabes que eres mucho mejor que ellas.
–¡Ja! Y eso que aún no me ves en traje de noche.
–Moriría por verte en “traje de noche”. – dijo Marty sugestivamente.
–¡No me refería a ese traje de noche! Mi pijama te daría un paro cardiaco.
–¿Por sexy?
–Por ser de franela, manga larga y con ositos.
Marty rio antes de voltearse y dejar que terminase de correr. Así era Clarissa. Sarcástica, evasiva e inteligente. Tenían años siendo amigos y conviviendo juntos cuando decidieron salir juntos. Se dieron cuenta de que habían pasado mucho tiempo juntos y su amistad había llegado a significar más que una relación amorosa, empero eso no implicaba que no bromearan el uno del otro de sus citas y su sexualidad.
El tráfico de la ciudad fue benévolo con ella dejándola llegar con tiempo sobrado de anticipación. Podría ir al café de la esquina, donde vendían esa soda frappe de limón que tan bien la caía en los días de calor.
Tomó su soda al tiempo que salía del establecimiento y buscaba en su bolso el batch para ingresar al edificio. No observó que a un costado se encontraba un hombre a punto de tropezar contra ella.
–¡Wow!
–Discúlpeme. No la vi salir.
Tenía las cejas pobladas y ligeramente curveadas en la punta, que se ofrecían como marco de unos grandes ojos café claro. Su nariz se ensanchaba ligeramente conforme descendía dando lugar a una sonrisa de dientes blancos perfectamente limpios. Su ondulado cabello castaño estaba peinado hacia atrás con ese look húmedo que toma el cabello con ciertos geles. Vestía con un traje de corte italiano de color gris claro, una camisa azul marino y corbata blanca.
–Está bien.
Clarissa volteó y admiró por primera vez su sonrisa. Un diente sobresalía del resto. El canino superior derecho mordía ligeramente su labio. Sintió que la sangre quería subir a su rostro.
–Venía distraída buscando mi credencial. No fue tu culpa.
–Me apena mucho haber derramado tu café.
–No era café, era una soda frappe y no te preocupes compraré otra.
–Yo te la invito.
–No, muchas gracias.
–Vamos. Insisto. Después de todo fue mi error no verte.
Esa última frase llamó su atención. Para Clarissa las palabras eran ataduras a pensamientos. Había que usarlas sabiamente pues su peso podría ser inclusive tu propia condena. ¿Por qué sería un error no verla?
– Y dime, ¿Tienes una presentación o una junta importante? – dijo él tras ordenar las bebidas.
–¿Por qué la pregunta?
–No lo sé. Solo estoy suponiendo en base a lo que a mí me pasa. Cuando yo tengo algo importante, no dejo de pensar en ello y no veo lo que pasa alrededor.
–Interesante.
–¿Qué es interesante?
–Que pienses que la mayoría son como tú.
–No, para nada. De hecho, agradezco que las personas no sean cómo yo. ¿Imagínate un mundo donde todos los hombres fueran amigables, un tanto sarcásticos, algo excéntricos y bastante atractivos? ¡Qué horrible! ¿A quién miento? Sería un mundo muy divertido.
Una risa salió de la boca de Clarissa. Era una risa sincera y agradable. Le parecía extremadamente trillada la situación y sin embargo parecía disfrutarla.
–Pero antes de que desmientas cualquier cosa que haya dicho, mejor dime ¿me equivoqué?
–¿Respecto a qué?
–A que tienes que dar una presentación importante.
–¿Quieres saber si aparte de todas esas cualidades que dijiste, eres psíquico?
Ahora quien rio fue él.
–Pues déjame decirte que no tienes ese don. Casi nunca me pongo
nerviosa con las presentaciones. Es parte de mi trabajo así que
estoy acostumbrada a ellas.
–¿Puedo preguntarte en qué trabajas? – Nuevamente esa sonrisa pícara apareció en su rostro.
–¿Alguien te ha dicho que cuando sonríes así pareces un niño que ha cometido una travesura?
–¿Y a ti alguien te ha dicho que eres una mujer que esquiva dar respuestas?
–Sí. Sí me lo habían dicho. Y por lo que deduzco, sabes de qué clase de sonrisa estoy hablando.
Ambos se miraron a los ojos como si estuvieran jugando a soportar mucho más tiempo que el otro sin pestañear. Clarissa fue la primera en voltear la mirada hacia su reloj.
–Se hace tarde. Gracias por la soda… – dejo transcurrir unos instantes para ver si obtenía la respuesta que esperaba.
–David.
–Gracias David. Tengo que irme.
–¿Y tú eres?
–Alguien.
–¿No me vas a decir tu nombre?
–Eso depende para qué lo quieras.
–Para poder hablarte por tu nombre, pero siempre puedo decirte extraña.
–No me molestaría.
Clarissa sonreía abiertamente frente a él. Le agradaba el hombre que había derramado su soda. Por un instante deseó que la fortuita reunión durase más tiempo, pero pensó en su día y que seguramente se veía ridícula coqueteándole sin decir su nombre. No era una cita, y él seguramente se molestaría con su infantilidad. Era momento de irse a trabajar.
–En fin. Gracias por la soda.
–No tienes nada que agradecer. ¿Mañana estarás por aquí?
Clarissa sonrió ante la frase
–No lo sé. Tal vez. Trabajo cerca.
–Nos estaremos viendo entonces, extraña. Hasta luego.
Se despidió moviendo la mano y se dio media vuelta hacia su trabajo.
“¿Qué te pasa Clarissa?”, pensó. “Debes tranquilizarte.”
Caminó hasta la puerta del edifico y se adentró en él sin voltear a ver David que sonreía y la observaba curiosamente mientras disfrutaba su café.
Las primeras horas de la mañana pasaron rápidamente. Además del trabajo acostumbrado, debían de empezar con los preparativos de la convención anual en el equipo de ventas, fuera de la comida entre el equipo administrativo por los ocho años de la compañía, eventos que planeaban realizar con tan solo unos días de separación y en solo dos meses de distancia.
Patricio siempre la había nombrado líder y contacto de las convenciones, así que ya sabía qué tenía que hacer. Empero, este año habían decidido que primero darían a conocer la reestructura de los departamentos y después ser realizarían las acciones necesarias para llevar a cabo los eventos. Eso no dejaba mucho tiempo libre ni mucho menos con la disposición adecuada para llevarlos con éxito.
–Clarissa, ya es hora. ¿Vienes con nosotros a la sala?
–Sí.
Anna era la compañera inseparable de Clarissa en el trabajo. Clarissa conocía a todas las personas del departamento comercial, sin embargo, con Anna, la gerente de productos de hogar, tenía una especial relación. Anna era su confidente. Ella era la primera persona en enterarse con quién estaba o quería estar, y la comunicación fluía en ambos sentidos. Clarissa conocía detalles de cada una de las novias o relaciones de Anna. Aunque no lo dijeran, sabían que esa relación era la de las mejores amigas.
La sala en la que sería la junta no pertenecía
a Prothferc. Era parte del edificio en el cual estaba la empresa,
sin embargo, Clarissa sabía que podían rentarla en caso de
necesitarla para poder tener un salón con mayor capacidad para
cuestiones importantes. No se imaginaba una ocasión más importante
que ésta.
–Clarissa, ¿segura que no sabes quién será nuestro nuevo jefe? –
Jaime, el encargado de cuentas clave en la zona centro, había
intentado averiguar desde que anunciaron la reestructura cómo
quedarían los departamentos compuestos.
–Nadie sabe nada excepto Alex. – interrumpió Jessica.
–Pero Alex es una tumba.
–Exacto.
–Bueno, pronto sabremos quién ganó la quiniela.
–¿Si la hicieron?
–Solo estamos dentro de ella Cristian, Adán, Jonathan y Ray.
–Únicamente… – dijo Anna en tono de desaprobación.
–Muchas gracias a todos por respetar la puntualidad de sus compañeros y tomarse el tiempo para nosotros – dijo con claridad y aplomó Xavier Dunn, el Director General de la empresa, al tiempo que todos guardaban silencio – Como todos ustedes saben, hemos tenido un buen desempeño a lo largo de los últimos tres años lo que nos ha dado la oportunidad de crecer en diferentes departamentos y convertirnos en la tercera filial más grande del mundo. Como parte de esta transformación y crecimiento que queremos para Prothferc, se ha planteado una reestructura la organización interna. A continuación, les presentaré los cambios estratégicos que se hicieron en los departamentos. Les pido a las personas correspondientes que se pongan de pie para que todos identifiquen su nombre y su nuevo puesto.
Xavier Dunn comenzó a nombrar los ascensos dentro del departamento de finanzas y administración. Con cada nombre y persona levantada, se veía al frente una diapositiva con la foto guardada por Recursos Humanos. Clarissa aplaudía y veía algunos rostros de sus compañeros ascendidos, esperando el tiempo para el área comercial.
–En departamento comercial tenemos dos nuevas posiciones: Caleb Garrido, como jefe de la dirección de ventas y David Ocampo, nuevo director de mercadotecnia, ambos reportando a dirección general. Ambos supliendo las funciones de Patricio Arreola, quien ahora está en nuestra subsidiaria española.
Aunque para todo el departamento fue una
sorpresa que se acabase con el puesto de dirección comercial,
Clarissa fue la única de todo el departamento que no hizo
comentario alguno con sus compañeros y en su lugar miró a los
nuevos jefes de departamento. El hombre de la mañana estaba ahí
saludando a todos.
Salieron de la sala con un gran barullo. No todos estaban
satisfechos con los cambios, pero sabían que de poco valdría su
opinión. En la oficina siempre les gustaba el “radio-pasillo” y la
junta daría mucho material para los rumores y chismes.
Había un pequeño convivio con bebidas y canapés para todos, así que podían quedarse a discutir el asunto sin preocuparse por regresar a trabajar. Anna notó que Clarissa estaba más callada que de costumbre. Debido a su puesto, no le gustaba participar en los rumores, pero no era normal que no participara en las conversaciones de la comida, mucho menos después de una junta.
–¿Clarissa? ¿Te sientes mal?
–No, para nada. Solo estaba pensando en que ahora tengo dos jefes.
–¿Dos jefes? Bueno sí, nosotros solo estaremos con David. ¿Estás segura de que eso es todo?
–Sí, no te preocupes.
–Y dime, ¿planeas volver a la cafetería para encontrarte de nuevo con el misterioso galán?
No tuvo tiempo de responder. Xavier llegó hasta donde se encontraba el equipo acompañado por Caleb y David.
–Señores quiero presentarles formalmente a Caleb y David. David, ellos son tu equipo: Anna es nuestra gerente de aplicaciones deportivas, Cristian es el encargado de aplicaciones en hogar, Adán el gerente de equipo industrial, y Raymundo el gerente de aplicaciones industriales especializadas. Caleb, ellos son Jaime, gerente de cuentas clave de la zona centro y Jonathan, gerente nacional de ventas industriales. Faltaría únicamente Gustavo, el gerente nacional de ventas consumo. Y por supuesto, Clarissa. Ella era asistente de la dirección comercial, pero ahora asistirá a la dirección de Mercadotecnia y Ventas. Créanme que se llevan una joya. Sé que ella será un gran apoyo para ambos.
–Mucho gusto en conocerlos a todos.
–Bienvenidos. Estábamos ansiosamente esperando que llegaran. – dijo Jonathan con la voz serena que lo caracterizaba.
–Sabemos que hay muchas cosas por hacer, pero crean que estamos en la mejor disposición de hacerlo como equipo y sobretodo, cuenten con nosotros para aprender más de la compañía y compartir nuestra experiencia.
–Pero por ahora relajémonos. Mañana tendremos muchas cosas que hacer.
–Eso me parece algo muy sabio.
Todos los presentes rieron y asintieron mientras disfrutaban de algunas bebidas y canapés. Bromearon acerca de todo lo que había sucedido antes de que llegaran y de qué podrían encontrar en la compañía. Se había hecho tarde, pero tras el impacto inicial las cosas parecían estar más relajadas.