Después de la fiesta (25 septiembre)

Pese a que no era la persona más alcoholizada de la noche, estaba lo suficientemente tomada como para estar desinhibida. Había bailado casi toda la noche y sabía que en el momento en que dejara de hacerlo comenzarían a dolerle los pies.

Desde que pusieron la primera canción Oswaldo la había sacado a bailar para pasar más tiempo con ella, cosa rara pues no era de los que le gustara bailar todo el tiempo. Conforme pasó la noche David se acercó a su mesa y le pidió que bailaran juntos. Había bailado antes con Sasha y con Anna mostrando que, aunque no sabía bailar todos los ritmos, le gustaba en especial la música que era de pareja y permitía hacer que la mujer se moviera alrededor de la figura masculina.

Anna había estado junto a ella hasta poco después de la una de la mañana. Se había encargado de distraer a Oswaldo cuando ella bailaba con David, pero ahora estaba ocupada hablando con un pequeño grupo al otro lado del salón. Ninguno de los dos chicos parecía estar en el salón y la mitad de las personas estaban hablando de política o se habían ido del lugar. Se salió de la pista de baile y comenzó a caminar hacia la mesa.

–¿Por fin te cansaste? – Ray había estado tomando whisky toda la noche. Tenía más de una hora discutiendo con la mesa a un lado porque el futbol soccer era más apasionante que el futbol americano.

–Ya. – dijo mientras se quitaba los zapatos. – La música ya está aburrida y mañana tengo que estar temprano con todas las cosas listas para la salida de la gente y sus vuelos.

–Buenas noches. – Ray alzó su vaso y se lo llevó a la boca suavemente. Tomó su calzado y comenzó a avanzar hacia la salida de la terraza.
–¿A dónde vas? – Oswaldo había llegado por un costado sorprendiéndola.

–Pensaba ir a mi cuarto. La música ya no me gusta. – su gesto era el de una niña haciendo una rabieta. Sabía que estaba coqueteándole a Oswaldo y que él no dejaría escapar la oportunidad, pero se decía a si misma que era culpa del alcohol.

–Te acompaño para que no vayas sola.
–Yo voy al baño. Ahorita te veo.
–Yo me despido y pido algo de tomar para el camino.

Volteó para el pasillo al tiempo que él se dirigía al otro lado de la fiesta en dónde se encontraba la barra.

–¿También necesitabas un poco de aire?

David estaba a un costado del recibidor del elevador. La flecha estaba pulsada hacia abajo.

–Iba a mi cuarto.
–Pensé que serías de carrera larga. Te vi muy entretenida bailando.
–Si lo soy, siempre y cuando exista algo por lo que me quede despierta.
–¿Quieres dar una vuelta?

Lo pensó un segundo. Había quedado de verse con Oswaldo. Sabía que era lo que el chico de ventas quería y estaba dispuesta a ello si era capaz de esperarlo.

–No voy a dejar que te subas a dormir.

David también estaba tomado, aunque no tanto como ella. Las puertas del elevador se abrieron y él entró jalando la mano de Clarissa. No le dio tiempo de reaccionar y entre el jalón y su borrachera tropezó dejando caer una de sus zapatillas afuera del elevador para quedar recargada sobre el torso de David.

Volteó a verlo y él le miraba los labios fijamente. No se movió, sabía que, aunque Oswaldo estaría buscándola, ella prefería estar con ese hombre que con una sola mirada podía inmovilizarla. Titubeo un poco y la separó gentilmente de su cuerpo cuando desvió la mirada por las puertas del ascensor.

–No queremos que ahora seas cenicienta. – dijo mientras recogía su zapatilla y regresaba al elevador.

–Gracias.
–De nada.

Le acercó la zapatilla con la mano y cuando Clarissa estuvo a punto de tomarla se la retiró de golpe. Ella volteó y con una mirada juguetona y de sorpresa intentó arrebatarle la zapatilla sin conseguirlo.

–¿Para que la quieres?
–No puedo caminar en el hotel con solo una zapatilla.
–Pero no traes la otra puesta.
–¡David! – dijo mientras hacía una mueca infantil en señal de protesta.
–¡Jajajajaja! Te ves como una niña mimada cuando haces eso.
–No es cierto.
–Claro que sí. Una niña muy mimada y bastante fresa.
–Pues nadie se ha quejado de que sea mimada y fresa.
–No voy a ser el primero.

Voltearon a verse. Su sonrisa volvía a mostrar el colmillo que tanto le obsesionaba a Clarissa. Ella entreabrió los labios mientras miraba fijamente sus ojos. Sabía que él también quería que algo sucediera.

–Será mejor que pulsemos el botón para salir a caminar. – dijo él entrecortadamente intentando no voltear con ella.
“Estoy demasiado borracho.” pensó “Ella es mi asistente.”

–¿Me vas a llevar descalza?
“Preferiría llevarte desnuda.”
–¿Vamos por unos zapatos para que estés más cómoda?

Asintió juguetonamente mientras se echaba para atrás y se recargaba con mareo en las paredes del ascensor.

– ¿Piso ocho?

Llegaron a la habitación y cuando Clarissa intentó abrir la puerta, descubrió que había perdido la llave.

–¿Todo bien?
–No. No sé dónde deje mi llave.

No podía concentrarse para encontrar la tarjeta en su bolso. Pensaba en David y su sonrisa, en su respiración tan cerca de ella, la forma en como habían bailado. Pensó en Oswaldo y que la estaría esperando. En que estaba mareada y se sentía mucho más lenta y ligera.

–¿Anna no está?
–Anna nunca está en las convenciones.
–¿Cómo de que nunca está?

–Siempre llega, pero nunca sé a qué hora. En la fiesta estaba coqueteando con alguien del hotel, así que no creo que venga.

–En mi habitación tengo unas pantuflas extras del hotel. Podemos ir por ellas si quieres. No son la gran cosa, pero son mejores que esas zapatillas.

–Suenan deliciosas.

Subieron hasta su habitación platicando de lo bien que había resultado la fiesta y la risa que les habían causado algunos de los concursos organizados por el grupo musical y animadores. El que más recordaban era ver a Gustavo, Enrique, Paola y Jaime compitiendo por un regalo sorpresa. Habían tenido que comer platillos sin saber qué eran y después cantar una canción de mariachi tratando de llegar a la nota más alta. El problema es que les había tocado un chile habanero relleno de mariscos que a Enrique le provocó un ataque de hipo.

–¿De dónde ser te ocurrió semejante idea?

–En mi casa hacemos un concurso de ver quién es el que come más chiles antes de que le dé hipo.

Abrió la puerta y dejó que la muchacha pasara por enfrente de él. Tenía el cabello recogido, algo que no sucedía muy a menudo en el trabajo. Dejaba ver ese lunar café a solo unos centímetros de donde estaba el nacimiento de su cabello.
–Eres maquiavélica.

–¡Ey!

David cerró la puerta. Y avanzó invitándola a pasar. Era una habitación ligeramente más grande que la suya. Tenía un pequeño escritorio destinado a ser una estación de trabajo. La cama era King size pues había pedido una habitación sencilla.

–¿Por qué dices que soy maquiavélica?

–Porque sabías que el concurso lo harían cuando estuviese el Ipod como premio, y lo creas o no, me parece haber notado que te esperaste a que Jaime participara. No podía sonrojarse más de lo que ya estaba. Él sonrió y dejó de lado su corbata y saco para comenzar a quitarse el chaleco del esmoquin.

Soltó sus zapatillas a un lado de la cama y se aventó a ella para sentir la suavidad del edredón. Tomó una almohada y se giró para ver donde estaba David quien se había quitado las mancuernillas y el chaleco.

–Aquí están las sandalias. – dijo mientras se sentaba a un lado de ella.

La tenía justo ahí, con sus piernas largas descubiertas en su cama. El que se hubiera acostado permitía que el vestido corte A cayera sobre sus pompas dejando ver las curvas de su cuerpo. No era delgada. No le gustaban las chicas delgadas de revista, pero las caderas de una mujer podían volverlo loco. Al sentir que comenzaba a excitarse, volteó la mirada y notó un algo negro en el pie de Clarissa.

–¡Extraña, pero ¿qué tienes ahí! – dijo acercándose y sujetándole ligeramente el pie.
–¡Ey no!

Tomó su pie y vio que tenía un tatuaje justo en el costado interior derecho. Paso su dedo por encima de él como intentando sentir el relieve. En lugar de eso Clarissa se volteó súbitamente casi golpeando a David en el proceso.

–Soy muy sensible de mis pies. Tengo muchas cosquillas.
–Con qué muchas cosquillas, ¿eh? Ya sé quién va a tener que pagar su apuesta.
–No te atrevas. – dijo Clarissa tratando de recobrar la compostura.
–Detenme.

Antes de que si quiera pudiese reaccionar, él estaba buscando sus pies para comenzar a hacer cosquillas mientras que ella intentaba escaparse. Parecían niños jugando a los quemados.

Pronto, atrapó sus piernas entre los brazos y comenzó a hacerle cosquillas mientras ella se retorcía riendo. Ella también intentó regresarle el juego, pero él no parecía reaccionar ante ninguno de sus ataques. David dejó sus piernas y comenzó a picarle las costillas a lo que ella reaccionó intentando empujarlo. No logro más que hacer que él se aferrase más a sus intentos y se colocara casi encima de ella.

Ella se movió dejando que él casi la abrazara mientras terminaba de hacerle cosquillas. Respiró el olor de su fragancia. Parecía un toque de caoba con cardamomo. Dejó de resistirse y volteó a verlo.

Se enderezó y por primera vez en esos minutos notó que sus manos estaban a un costado de Clarissa rosando con su piel y rodeando su vestido. Aguantó la respiración sin darse cuenta y bajó su rostro hacia el de ella buscando sus labios.

El beso fue largo y profundo. La mano de David se acomodó en torno a la cintura de Clarissa y con la otra se recargó en la cama para no caer totalmente contra ella.

Con su mano, ella acarició el cabello de él empujando un poco su rostro e incrementando la intensidad del beso. Este momento lo había deseado desde hacía tiempo.

Se separó de ella y comenzó a besarle el mentón subiendo hasta su mejilla y bajando por el cuello mientras con la mano empezó a acariciar su abdomen por encima del vestido.

Se dejó llevar por los besos y movió su cuello para que él pudiera besarla con más libertad. Llevó sus manos hasta la camiseta y comenzó a desabotonarla. Él bajó su mano del abdomen hasta el muslo, separando los dedos de forma amplia y luego contrayéndolos para sujetarlo fuertemente mientras le subía el vestido.

Sus colmillos presionaron su piel exquisitamente haciéndola sentir escalofríos desde el cuello hasta su entrepierna. Terminó de desabotonar su camisa y con la ayuda de David terminó de quitársela. Era mayormente lampiño a excepción de la línea que surgía de su ombligo hacia abajo. Los músculos de su abdomen se veían ligeramente marcados sin estar totalmente desarrollados.

Ella no era atlética, ni delgada. Más bien era un poco rellenita. ¿Sería ella lo suficientemente bella para él?

Su mano terminó de alzar la falta y toco la piel de su muslo suavemente acariciándolo únicamente con las yemas de sus dedos, Un pequeño sonido salió de la boca de ella. La besó nuevamente, en esta ocasión con un poco más de ternura, sin dejar de subir su mano hasta su entrepierna.

Clarissa deslizó su mano por su abdomen hasta donde estaba el pantalón. Regresó la mano hasta los hombros de él y lo abrazó ligeramente mientras intentaba moverse de posición. Entendió el mensaje y dejó que ella se levantara.

Tomó las manos de él y las llevo hasta el cierre de su vestido. Él comenzó a bajarlo lentamente con una mano mientras con la otra dejaba al descubierto su piel. Sus senos quedaron frente a él quien los contemplo cuidadosamente antes de subir a tocarlos.

Clarissa regresó las manos a la altura el pantalón de David y comenzó a desabrocharlo mientras acercaba su boca para besarlo. Terminó de bajar el cierre del vestido y bajó éste hasta la altura de su cadera. Sintió su pantalón desabrochado y empujó el cuerpo de la joven suavemente hacia la cama para empezar besar su abdomen.

Al sentir sus labios húmedos, colocó sus manos sobre los hombros de David. Dejó que sus manos recorrieran nuevamente sus muslos hasta rozar con la yema de los dedos su ropa interior a la altura de su pubis. Movió su braga hacia un lado para sentir mejor la piel de la joven. Estaba parcialmente depilada, lo que hizo que se excitara y se aventurara a adentrar mucho más los dedos y jugueteara con sus labios.

Un gimoteo surgió de la boca de Clarissa. Habían pasado varios meses desde que alguien la tocara así. Él continúo estimulándola mientras subía lentamente por su abdomen hasta el nacimiento de sus pechos, donde comenzó a succionar suavemente de ellos.

“I've got thick skin and an elastic heart, but your blade it might be too sharp. I'm like a rubber band until you pull too hard. I may snap and I move fast.”

El celular de Clarissa sonó desde la cómoda del cuarto. David se separó de ella y volteó a verla acostada en su lecho semidesnuda. Esperó que él regresara a ella si ignoraba la llamada, pero notó que algo en la mirada de David había cambiado.

“I've got thick skin and an elastic heart, but your blade it might be too sharp. I'm like a rubber band until you pull too hard. I may snap and I move fast.”

David se levantó de la cama y fue al baño.
–Tal vez deberías de contestar. – dijo antes de cerrar la puerta.
“¿Qué demonios te pasa?” pensó con furia. “¡Eres un idiota de primera!”

Afuera, en el cuarto, no se escuchaba la voz de Clarissa. No había contestado la llamada. Se abrochó el pantalón y salió hacia la cama.

–Es Oswaldo. Supongo que me está buscando. – se había tapado ligeramente con una de las almohadas.

–Será mejor que le contestes.

Clarissa se le quedó viendo confundida. No parecía querer continuar con lo que hacía unos segundos estaban haciendo.

–¿Qué pasa?

–Clarissa. – tomó aire. ¿Cómo desairar a una mujer que no solo le gustaba, sino que estaba en su cama semidesnuda? – No podemos. Yo soy tu jefe. Me dejé llevar y tú también.

–David. Estaré un poco tomada, pero sé perfectamente qué es lo que quiero y créeme que deseo esto.

–No voy a continuar. Te dejaré un momento para que te vistas

Sin esperar a su reacción, David dio media vuelta y salió de su habitación. A los pocos minutos ella abría la puerta y caminaba hacia el elevador con los ojos rojos.

–Clarissa.
–No digas nada David. Podría matarte en este momento.

“¿Qué quieres decir? ¿Qué lo lamentas? ¿Qué siempre no te parece bien tener sexo conmigo? ¿Qué estabas muy borracho?”

No pensaba correctamente y evitaba mirarlos. Había jugado con ella. El orgullo y la borrachera no la dejaban pensar claramente.

Se dio media vuelta y una lágrima resultante de su coraje rodó por su mejilla. Presionó el botón del elevador y miró de reojo a David que mantenía su distancia. “I've got thick skin and an elastic heart, but your blade it might be too sharp.”

–¿Bueno, Oswaldo? No, estoy bien. Sí, segura. – se abrieron las puertas del ascensor – Te veo en mi cuarto. Trae esa botella que prometiste. Nos vemos.

Volteó a ver a David que aun la observaba en el pasillo. Tenía el rostro apesadumbrado, pero se mantuvo en su sitio.

–Clarissa…no lo hagas.

–Buenas noches David. – dijo mientras presionaba el botón del cierre de puertas del ascensor y estás aislaban a la joven de su jefe.