Capítulo XXV
LA guerra había sorprendido al profesor sin darle tiempo a diseñar los autómatas que le fueron encargados por el Gobierno.
Se encontraba en el departamento de Defensa, discutiendo los planes de fabricación en serie de estos ingenios, cuando sobrevino la explosión de la primera bomba de hidrógeno.
Ésta había sido arrojada en París, la segunda en Bruselas, la tercera en Southampton y la cuarta en la City, en pleno corazón de la capital británica.
Ataques similares se habían producido en Washington, Nueva York, Filadelfia, San Francisco, Chicago y Detroit.
La metrópoli inglesa no había tenido tiempo de reaccionar, pero sí Estados Unidos que habían lanzado un poderoso ataque sobre los puntos neurálgicos de la "S.S.R.U." con iguales armas mortíferas, partiendo de sus bases destacadas en Alaska.
Según el profesor, las últimas noticias indicaban que toda Europa estaba en llamas y que los atacantes esperaban la deshidrogenización del suelo para lanzarse a la conquista de los territorios.
—Antes de que cayese la segunda bomba —añadió Obermayer—fue movilizada la aviación; sin embargo, según cuentan, antes de llegar al continente resultó destruida por una serie de proyectiles-cohete teledirigidos. ¡Ningún aparato pudo llegar a su destino…! En Francia y Alemania sucedió otro tanto.
A una hora dada habían sido arrojadas centenares de bombas en la tierra y en el mar. Las ilotas de guerra inglesa y norteamericana no existían prácticamente y las ciudades estaban destruidas, incendiadas… Para que no quedase ningún superviviente, tras el ataque de hidrógeno, fue lanzado un gas venenoso y las poblaciones eran aniquiladas sin que de nada valiese la protección de los refugios…
—¿Cómo hizo usted para ponerse a salvo? —le preguntamos consternados.
—A la tercera explosión todos los que nos encontrábamos en el Departamento de Defensa abandonamos el edilicio en busca de refugio… Pensé en el automático y aquí me dirigí con la esperanza de que ustedes acudiesen también. Al ver que faltaban los autómatas pensé en ustedes. "Debió ser Elsa", dije…
Ha tenido una buena idea —añadió —porque de otro modo perecerían sin remedio.
Hizo una pausa y luego agregó:
—Aquí no podemos continuar… Unos y otros acabarán por destruirse sin que haya vencedores ni vencidos, y de la civilización, como de la humanidad, no quedará ni huella… El hombre desconoce el alcance de su poder destructor. Todos los ensayos que ha hecho hasta aquí, con sus armas mortíferas, no sirvan de nada. La realidad supera en mucho a todo lo que ha podido imaginar… Poco a poco la Tierra, por efecto del bombardeo a que ha sido sometida, alcanzará una temperatura elevadísima. A esto seguirá un enfriamiento rápido y entonces dará comienzo el desarrollo de otras especies, como hemos visto en el planeta Hormus 2… El fin del mundo ha llegado, amigos míos. La Tierra ha sido cuna y sepulcro de la humanidad… Estaba escrito. Ahora es preciso que salgamos de aquí si queremos que el mundo no acabe para nosotros…
Elsa, tan entera hasta entonces, dobló el cuerpo y apoyó la cabeza entre las manos rompiendo en sollozos.