Capítulo 9
Los dos caballos, Baby y Oda Job, pastaban en la hierba alta y suave que había junto al arroyo. Los insectos revoloteaban y había margaritas por todas partes.
Pero Priss era ciega a todo. Su mundo comenzaba y terminaba en brazos de Jake. Lo miró llena de confianza y esbozó una" sonrisa, porque se sentía tan bien que no podía dejar de hacerlo. Había sido Jake quien la había invitado a montar a caballo. Después de todo, no era ella quien había insistido. Había sido Jake el que la había convencido para que fuera a su casa, no fue idea suya. Lo que significaba que, aunque llegara a decir lo contrario, quería estar con ella tanto como ella estar con él. .
Ya la había besado tres veces y no había duda de lo que sentía por ella. A los veintinueve años, había ciertas cosas que una mujer sabía bien.
Sabía que la deseaba. Y suponía que él sabía que sería suya en cuanto se lo pidiera" y sin embargo no se había aprovechado de la situación, de su vulnerabilidad. Lo que significaba que...
Lo que significaba que, a pesar de lo que pudiera decir, sus intenciones eran serias. No sabía mucho de los hombres, pero sabía que a la mayoría de ellos no les gustaba la idea del matrimonio. A las mujeres les gustaba el nido del matrimonio. A los hombres, en cambio...
Pero Dios los había hecho así, y los quería. .
Por primera vez en su vida, Priss se sentía sola.
Jake podía ser bueno en muchas cosas, pero sólo una mujer sabía como sacar todo el partido de un hombre, lograr que sentara la cabeza y tuviera una familia. Siempre había sido así, desde Adán y Eva.
Apoyando la cabeza sobre el pecho de Jake, sólido como una roca, se estrechó contra él Y trató de concentrar sus pensamientos en una seria consideración del futuro. Del futuro de ambos. Lo que no era fácil cuando el corazón de Jake latía bajo su oído.
Jake le acarició el cuello y luego apoyó la mano sobre sus caderas, apretándola contra él, hasta que Priss pudo sentir cada músculo de su cuerpo. Priss se estremeció, corría peligro de verse arrastrada por una oleada de pasión, y se aferró a lo único sólido que conocía en todo el universo.
Cuando Jake la dejó en el suelo, no profirió ni una palabra de protesta. Jake se quitó el sombrero, lo dejó en una planta de algodón y se arrodilló junto a Priss.
Sin un segundo de vacilación, Priss le echó los brazos al cuello y Jake aceptó su silenciosa invitación.
-Supongo que necesitas descansar unos minutos antes de volver -dijo Jake, y Priss sonrió. Sabía lo que necesitaba y no era descanso.
Jake se apartó el pelo de la frente húmeda, luego quitó, cuidadosamente, las horquillas del peinado de Priss y las metió en el bolsillo de su camisa.
-Llevo años queriendo hacer esto -dijo, y volvió a sonreír.
Por supuesto, no se refería a años, porque tan sólo se conocían desde hada pocos días. Pero una sensación maravillosa estaba naciendo entre ellos, casi como si ya se hubieran amado antes, en otra vida. Tal vez no se hubieran simplemente conocido aquel día en la tienda de Faith. Tal vez se hubieran reconocido.
La mente de Priss se llenaba de nuevas ideas y su cuerpo de nuevas sensaciones. Jake jugaba con su pelo, haciendo bucles con un dedo, alisándolo con otro.
-Nena, tienes que entender algo antes de que vayamos más lejos. No sé cómo decirlo... .
No tenía que decirlo. Priss lo sabía.
-El caso es que hay mucho trabajo que hacer en un sitio como éste. Hace mucho tiempo me hice una promesa a mí mismo, después... bueno, digamos que no he hecho muchas promesas en mi, vida, pero las que he hecho estoy obligado a cumplirlas.
-Jake, no tienes que explicar nada, lo entiendo -murmuró Priss.. .
Eran iguales. Ella tampoco hacía promesas a la ligera. Se alegraba de haberle demostrado la gran voluntad que ponía a la hora de trabajar, lo deprisa que podía aprender.
-Yo siento lo mismo.
Jake frunció el ceño y Priss pensó que todavía no estaba convencido, pero no importaba. Tenía el resto de su vida para convencerlo de que cuando el destino se interponía, tarde o temprano acababa por cumplirse.
Apoyó la mano en el cuello de Jake y notó su pulso. Con la nueva confianza recién encontrada se irguió y le mordió en la barbilla, le lamió el mordisco.
Jake se estremeció violentamente, con los ojos ligeramente cerrados.
-Tranquila, cariño -dijo.
«Cariño.» Priss adoraba el sonido de aquella palabra.
Jake trazó con un dedo una línea desde el cuello hasta la abertura del escote de Priss. A ella le palpitó el corazón.
-De la mañana a la noche -murmuró Jake con voz grave-. No queda mucho tiempo entre medias.
Algunas veces no me acuesto hasta que casi es la hora de levantarse. Es una vida muy dura para un hombre soltero. Para una...
-Chisto Ya te he dicho que lo comprendo -dijo Priss, y le besó la palma de la mano Jake le acarició la mejilla, sacudió la cabeza y suspiró.
Priss notó que una brisa fresca le acariciaba los pechos y se sintió vulnerable y al mismo tiempo inexplicablemente feliz.
-Pero si estás tan ocupado, odiaría pensar que yo te impido hacer algo importante -dijo.
Jake se agachó y Priss sintió su aliento en el cuello, en sus pechos Jake le había desabrochado la camisa y la tenía abierta. Quería sentir sus manos sobre su cuerpo.
Y sus labios sobre su piel y el peso de su cuerpo sobre el suyo.
Jake dijo algo acerca de unos planes a largo plazo, pero ella no escuchó porque en aquel momento estaba más interesada en lo que estaba haciendo que en lo que decía.
Luego, con un quejido profundo y urgente, Jake la besó en la boca con una intensidad que le arrebataba a Priss cualquier traza de pensamiento. Se apretó contra él, sosteniéndole con ambos brazos, mientras se tendía sobre ella. Estaba excitado y Priss sintió un arrebato de temor que se disipó al instante.
La hebilla de su cinturón presionaba contra su estómago y quiso decide que se lo quitara, que se quitara todo, pero continuaba besándola y no quería que parase.
Cuando Jake metió una mano por su espalda, Priss se incorporó un poco para dejar que alcanzara el sujetador. Y se lo quitó.
-Perfectos -murmuró Jake-. Hechos para mí -dijo y los besó.
-Lo sé -susurró Priss.
Estaban hechos el uno para el otro. Jake, lo sabía de un modo subconsciente, por mucho que conscientemente se negara a admitido. Ésa es una diferencia entre los hombres y las mujeres. Una de las muchas y maravillosas diferencias...
Priss le agarró de las caderas y le acarició las nalgas.
Jake se estremeció y dejó de besada el pecho por un instante. Luego se apretó contra ella y Priss se preguntó
cuánto tiempo podrían resistir sin desnudarse por completo e hicieran lo que los dos deseaban.
Priss sabía lo que era el deseo. Tal vez no tuviera mucha experiencia, pero lo había sentido, y, además, había leído artículos sobre ello.
Jake se detuvo antes de desabrocharse los pantalones para decir algo.
--;¡Sí! Jake, por favor, date prisa, por favor.
Era Priss Barrington quien hacía aquellas demandas? Priss ni siquiera se reconocía a sí misma.
A Jake le costaba mucho quitarse el cinturón por el que ella habría sido capaz de pagar una fortuna, y le dieron ganas de llorar.'«¡Córtalo, rómpelo! date prisa, date prisa, que me derrito!»
Frenéticamente, tiró de su camisa. Jake se incorporó un poco y se la quitó de un tirón, descosiendo dos botones.
Qué hermoso era, se dijo, Priss, y sonrió. Pero Jake no parecía feliz, tenía aspecto de que le dolía algo.
Priss se levantó y le quitó la camisa de los hombros.
Jake se apoyó en una mano y luego en otra para ayudarla. Viendo sus cicatrices una vez más, Priss hizo una mueca. No eran bonitas, pero eran parte de él, así que las besó, deseando haber estado con él para aliviarle el dolor.
Empezó besándole las cicatrices y acabó besándole los pezones, saboreando el sabor limpio y salado de su piel. Al ver que se estremecía, Priss estuvo a punto de explotar con la alegría del amor.
Jake levantó la cabeza y la miró a los ojos, y ella pensó: «Qué serio parece, con esa cara tan angulosa.»
Su Jake, su hombre. Lo había visto de buen humor, enfadado, preocupado; y en aquellos momentos lo veía poseído de deseo.
-Priss, nena, sabes lo que siento, ¿verdad? Te he explicado... .'
Priss asintió, tan llena de amor y felicidad que no podría haber hablado aunque se lo hubiera propuesto. Sabía lo que sentía Jake porque ella sentía lo mismo. Estaban enamorados y él le había avisado de que a partir de aquel momento la vida no sería igual que cuando vivía en casa dé su padre, con criados y sin otra cosa que hacer que ir de compras y hacerse la cera, las uñas y el peinado según el calendario previsto.
Le había visto amable y, a pesar de su ropa raída, tenía una arraigada integridad que había reconocido desde el principio.
-Lo sé, cariño, yo siento lo mismo. Ahora soy una mujer y sé lo que... -dijo y se interrumpió para respirar profundamente-. Hazme eso otra vez, me hace sentir como si fuera miel caliente y blanda.
y él se lo hizo otra vez y luego le alzó las caderas y le quitó los pantalones y la miel se derritió todavía más y ella se ahogó en una alegría oscura y dulce.
Jake tenía preservativos, pero los había llevado en su cartera durante tanto tiempo que no podía garantizar su eficacia.
-Priss, ¿tomas la píldora?
Priss negó con la cabeza.
-Y es una buena fecha para ti? Quiero decir, puede que volver a atrás en el último momento no sea mala idea.
Priss tardó unos momentos en darse cuenta de a qué se refería y como parecía tan preocupado estaba segura de que se detendría si le decía que estaba en la época fértil, así que decidió mentir. En cualquier caso no había muchas posibilidades de que se quedara embarazada. Además, se casarían en cuanto Jake encontrara tiempo libre en su trabajo.
-No hay problema -dijo y se quedó muy sorprendida del sentimiento de culpa que la invadió. A pesar de que decía mentiras de vez en cuando, como todo el mundo, era de naturaleza sincera. Pero, ¿no 'era aquella una de esas ocasiones. en que era mejor mentir?
y entonces, el sentimiento de culpa se vio tragado por la presencia de otro sentimiento más intenso.
Jake contó lentamente hasta diez. Pero podría haber contado hasta mil y de nada habría servido.
Se había jurado no precipitar las cosas, porque tal vez no volviera a tener más oportunidades. Tal vez pudieran llegar a alguna clase de entendimiento, pero en caso de que no, estaba decidido a que fuera para ella lo mejor posible. De modo que pudiera recordarle-una vez que volviera a su confortable piso y a pasear por la ciudad en su coche descapotable. Con otro.
Otro que la llevara a un club de lujo y la invitara a cenar, y bailara con ella y bebieran vino, y luego se fueran a casa con ella y le hiciera el amor y despertara al día siguiente en su cama, invadida por el olor de su cuerpo...
-Jake.
Jake tragó saliva.
-Sí, Priss, nena, ¿estás segura?
-Sí. Pero si no quieres...
Jake se echó a reír, con asombro. Con dedos temblorosos, siguió desnudándose y desnudando a Priss y luego se tendió sobre la cuna de sus muslos. Una parte de él quería estar separado de ella para mirada, para observar su cuerpo entero, sus firmes senos, la curva de su cintura, y el ligero promontorio de su vientre. La primera visión del dorado vello entre sus muslos casi le hizo llorar. Era tan perfecta. y tan real.
Merecía que le diera todo el placer de que era capaz y, si no podía ofrecerle nada más,'eso sí podía dárselo.
Lenta, cuidadosamente, Jake la llevó a la cima del deseo, utilizando toda su sabiduría. La amó con las manos, con los labios, con la lengua.
Cuando la penetró estaba ya a punto de perder la cabeza.
Cuando se dio cuenta de que era virgen era demasiado tarde.
Incapaz de retroceder, empujó violentamente, una y otra vez. Finalmente se estremeció, apoyando la cabeza sobre sus hombros, mientras luchaba por recobrarse de lo que había sido la experiencia más intensa de su vida.
-¿Por qué no me lo has dicho? -susurró cuando volvió a tener control sobre sí mismo.
Priss no fingió no saber de qué hablaba. Debía haber oído su quejido. En alguna parte había leído que los hombres siempre se daban cuenta de cuando hacen el amor con una virgen, pero también había leído que no podían. Pero ¿qué importaba?
-Pensé que no importaba.
Jake rodó a un lado y se tendió boca abajo, con la cabeza apoyada sobre los brazos cruzados. No habló. Priss le tapó con una camisa. Una rana croó y una bandada de cuervos se posó sobre el campo de algodón y volvió a emprender el vuelo. Priss no oyó nada.
Buscando alguna pista que le permitiera averiguar qué ocurría, Priss observó a Jake, tendido a su lado. De cintura para arriba estaba moreno y tenía la espalda suave, excepto en aquellas cicatrices. De cintura para abajo era pálido y estaba cubierto de vello.
Jake, ¿ocurre algo?
Priss sabía, que probablemente, no había hecho el amor correctamente, pero' estaba segura de que Jake sabía que con la práctica mejoraría. Y estaba deseando practicar para alcanzar el grado de maestra en aquel arte.
Jake se dio la vuelta y la miró.
-Exacto, ocurre algo. ¡Me has mentido!
Priss se incorporó y lo miró fijamente.
-Yo no... Bueno, puede que sí, pero no ha sido una gran mentira y de todas formas, ¿cómo sabía que le había mentido? Sin uno de los kits que le habían dado en el banco de esperma no podía saber si era fértil, e incluso si lo era, las posibilidades de quedarse embarazada eran remotas. Jake, además, se había puesto uno de aquellos preservativos.
-¿Qué quieres decir con eso de que no es una gran mentira? Nena, si has mantenido la virginidad hasta ahora, es que perderla era una asunto importante para ti. ¿Lo que quiero saber es por qué? ¿Qué esperabas obtener?
Priss se había equivocado al juzgar qué le había molestado, pero no se equivocó a la hora de juzgar aquel «nena». No, lo había dicho con un desprecio inconfundible.
-No creo que sea asunto tuyo. Y, de todas formas, no puedes estar seguro de que sea virgen. Una vez leí un artículo que decía que, excepto en ciertas ocasiones, los hombres no...
-¿Ah, sí? Bueno, pues yo sí puedo. Y en el caso de que te hayas hecho alguna idea extraña en la cabeza, puedes irte olvidando de ella, porque como te he dicho, no me interesan los tratos a largo plazo.
-Estupendo. Bien. Porque a mí .tampoco. Y aun que me interesaran, no... no...
Priss gateó buscando su ropa y empezó a vestirse, sin atreverse a mirar a Jake y esperando que él no la estuviera mirando, esperando que se hubiera tirado al arroyo Y se hubiera ahogado.
«Oh, qué equivocación. Se suponía que no era así como tenía que ocurrir.»
Después de ponerse las botas descalza y meterlos calcetines entre el cinturón y la camisa se dirigió a los caballos.
-Ven aquí, caballito -dijo, esperando que el maldito animal acudiera a su llamada.
Tomó las riendaS y trat6 de recordar por qué lado tenía que montar. Izquierda, derecha, izquierda, derecha.
No sabía. Daba igual.
Evidentemente lo hizo bien, porque Baby no se quejó. Moviéndose hacia detrás y adelante, logró que la paciente yegua empezara a andár.
Jake la observó marchar. Probablemente los dos habían sido devorados por los mosquitos, pero ése era el menor de sus problemas.
Y el menor de los problemas de Priss. Pero si pensaba que sólo porque le hubiera dado su virginidad estaba dispuesto a casarse con él... mado su virginidad?
Ni mucho menos, le había forzado a tomarla.
Tenía veintinueve años,Ninguna mujer la Conservaba tanto tiempo. No, a no ser que estuviera mal de la cabeza.
Y Priss estaba mal de la cabeza, de eso no había duda, sólo que era preciosa. Y tenía que reconocer que tenía carácter y se atrevía con todo, desde cocinar a planchar, aunque al final fuera un desastre.
Pero, maldita sea, el sexo era distinto, sobre todo si la virginidad de una mujer andaba de por medio.
No podía haber creído que se casaría con ella, porque él se lo había dejado claro desde el principio.
Habían hecho el amor porque los dos querían hacerlo, así de sencillo. Y por que los dos eran libres, y no había una sola razón en el universo que les impidiera seguir siéndolo.
Lentamente, Jake se vistió. Silbó para llamar a OddJob, montó y se marchó. Antes de ver a Priss, tenía muchas cosas en qué pensar, y él siempre pensaba bien las cosas antes de hacer algo importante.
Volviendo a la casa, Priss repasó todo lo que se habían dicho. No lo que habían hecho, porque era algo que no olvidaría nunca, pero en aquellos momentos necesitaba recordar lo que habían dicho.
En las palabras que habían dicho, en algún lugar, tenía que estar la clave de lo que ocurría.
Pete había vuelto de donde quiera que hubiera ido aquella mañana y la saludó desde la puerta de la cocina, cuando ella trataba de escabullirse y dirigirse a su habitación.
-Tendrías que haberte puesto un sombrero.
-Estaba secando una cacerola con un trapo de cocina bastante sucio.
-No suelo ponerme sombrero -dijo Priss, tratando de sonreír. El viejo la trataba como si fuera una mezcla de sobrina y aprendiz de asistenta. .
-Pues deberías. Así no se te ensucia el pelo.
-Tengo que subir y... hacer las maletas –dijo apresuradamente.
Pete salió al vestíbulo. Ella llegó a lo alto de la escalera.
-Parece que has estado revol...
Priss se sonrojó; y respondió sin darse la vuelta.
-Lo sé, lo sé, revolcándome por el suelo -dijo, y se sonrojó todavía más.