Capítulo 2
Priss estaba hablando con un bombero cuando llegó Jake. Estaba despeinada y tenía las manos negras de hollín y hacía secos ademanes mientras se dirigía al aturdido bombero voluntario.
-Señora, ojalá pudiera, pero no puedo.
Un trueno retumbó sobre sus cabezas. El aire tenía un aspecto enrarecido y verdoso.
-Pero es seguro -argumentó Priscilla-. Usted mismo ha dicho que el tejado no se caería. La mayor parte del daño de mi casa se limita al humo y al agua.
-Señora, las reglas son las reglas y yo ya las he sobrepasado por mucho.
Jake se fyó en que Priscilla sostenía entre las manos un pequeño arcón de madera y junto a ella había una maleta de cuero y varias bolsas de plástico llenas de objetos.
-¿Dónde quiere que duerma? ¿En la acera?
-Si yo fuera usted, empezaría a llamar a mi familia.
O eso o trataría de conseguir una habitación en un hotel cercano lo antes posible. La mayoría de los afectados ya lo ha hecho.
-¡Pero si acabo de llegar! ¿Cómo iba a saber que...?
-dijo Priscilla y se interrumpió, al ver a Jake-. ¿Qué hace aquí? ¿Se ha quemado su casa? Jake negó con la cabeza, mirando a su alrededor.
La estructura del edificio no parecía muy dañada, pero iba a llevar mucho tiempo acondicionarlo para volver a hacerla habitable.
Incluso manchado por el humo tenía un aspecto muy lujoso.
-He oído el aviso de ayuda y venía a ver si podía hacer algo.
-Señorita Barrington -dijo el joven bombero presentándose-. No puedo dejarla pasar. Volver a entrar para recoger objetos de valor, medicinas o documentos es una cosa, pero no puedo sacar todas sus pertenencias. Si lo hiciera por usted, me vería obligado a hacerla por todo el mundo y el Jefe Clancy se echaría sobre mí como un enjambre.
Warrington? ¿Como el viejo Horace T. Barrington, rey de los estafadores? ¡Demonios! .
-Señora, creo que lo mejor que puede hacer es empezara buscar un lugar donde dormir esta noche, si no lo hace puede que se vea obligada a irse a dormir a Dallas. Como he dicho, la mayoría de los afectados ya lo 'han hecho, y en realidad no hay muchos sitios en New Hope-. Priss tragó saliva. Empezaba a sentir un nudo en la boca del estómago. -¿y el baño? ¿No podría entrar a utilizar el baño? -Le recomiendo que utilice el que está junto a la piscina. El fuego no ha llegado tan lejos.
Con una mirada lastimera hacia su casa, Priss se dirigió, a través de unos charcos de agua sucia, mangueras y muebles que alguien había sacado por una terraza.
Evidentemente, no fue la única que buscó refugio en el vestuario de la piscina. Los lavabos, blancos, estaban cubiertos de huellas oscuras y era imposible encontrar una toalla limpia.
Sin embargo, después de echarle agua en la cara y en el cuello Priscilla se sintió mucho mejor. Al menos, había dejado de temblar. Respiró profundamente, se miró al espejo y gruñó. No quedaba rastro de su pintura de labios y tenía la cara cubierta de manchas de hollín. Parecía un minero después de tres días seguidos de trabajo., y en cuanto a su cabello....
Gruñó de nuevo.. Nunca había sido vanidosa, gracias a su madre, que no. dejaba de decirle que debía haber salido. a la familia de su padre porque en su familia nadie tenía aquellas pecas tan poco favorecedoras y aquel tipo tan vulgar.
Nora Barrington, alta, esbelta, morena y con la piel de color magnolia, provenía de una de las familias .de más rancio abolengo de Virginia.
Priss había supuesto. una decepción para su padre, que quería un hijo varón, y para su madre porque no era guapa. Después de graduarse en la universidad, se unió a un grupo de country, algo que puso furiosos a sus padres.
Cuando salió del vestuario., Jake la estaba esperando.. Priscilla sintió como si alguien escarbara un hueco en su estómago.., Trató! y casi lo consiguió, de ignorar a aquel hombre. Lo único que quería era correr y esconderse Podría haber vuelto a meterse en el vestuario, pero eso no resolvería nada Lo mejor que podía hacer era asumir la actitud que su madre calificaba como presencia.
Lo intentó. Pero era demasiado difícil. Además, aunque quería encontrar un chivo expiatorio. para aquella situación, Jake Spencer no. era la persona adecuada.
Jake avanzó hacia ella y ella retrocedió. Si la tocaba en aquellos momentos se desharía,.y sabía muy bien que si eso sucedía nunca podría volver a recuperar el control de sí misma.
Lo que la recordaba algo más. Tenía que llamar al hospital para ver si una de sus voluntarias podía acudir a ver a los niños.
-¿y bien? ¿Qué hace aquí? -le espetó a Jake
Jake estaba allí de pie, con sus vaqueros desgastados, la camiseta ligeramente sudada y el sombrero con el ala ligeramente doblada y manchada de maquillaje. Parecía tranquilo y arrogante al mismo tiempo..
Era más de lo que una mujer podía resistir, al menos bajo ciertas circunstancias.
-¿No. tiene nada mejor que hacer?
La crudeza nunca había sido su estilo., pero a Priscilla le importaba todo muy poco..
-Nena, ¿seguro que está bien?
A Priscilla le tembló la barbilla, apretó los puños
y trató de mantener su actitud agresiva.
-No., maldita sea, no Esto y bien. Casi se quema mi casa, llego tarde a una cita y... y he olvidado el secador.
Jake miró unos paquetes que había sobre un sofá que había junto. a la piscina.
-¿Eso. qué es?
-Sea lo. que sea, no es asunto suyo..
En realidad se trataba de la segunda mejor vajilla de su madre; la primera, de veinticuatro piezas, se había vendido en una subasta hacía unos años Con los bomberos por todas partes, sólo había tenido tiempo de recoger su bolsa de maquillaje, una muda de ropa interior y un CD de Clint Black. Había olvidado el joyero y el secador.
-Oh, Cielo. santo., sólo necesito un par de cosas
-dijo-. Le he preguntado qué está haciendo aquí
-Ya le he dicho. -explicó Jake con paciencia-, que he oído la llamada de auxilio y pensé que podría echar una mano..
A Priss le hacía falta algo más, le hacía falta un sitio en el que dormir. Respiró profundamente y trató de recobrar la calma, aunque no era fácil. Miró a Jake, observando sus ojos grises y su mirada firme, y le dieron ganas de echarse en sus brazos y llorar desconsoladamente. Lo que no tenía sentido porque, en primer lugar, apenas lo conocía, y, en segundo lugar, nunca lloraba.
Bueno... casi nunca. Naturalmente, lloró cuando murió su madre, pero, excepto en esa ocasión, sólo recordaba haber llorado cuando tenía ocho años y se rompió una pierna al caerse de un árbol, enseñando a trepar al hijo del jardinero, que tenía diez años pero no era capaz ni de trepar a una banqueta.
En realidad, también había llorado en otra ocasión. Tenía diecisiete años cuando oyó a Mark Russo decide a un primo suyo que salir con Prissy Barrington era arriesgado, porque su padre había dicho que cualquiera que se atreviese acabaría cantando en la sección de sopranos del coro de la localidad.
Avergonzada y muy enfadada, lloró entonces y bebió media botella del vino francés más caro de su padre. Aquella fue la última vez que lloró.
-Mire, le agradezco mucho su preocupación -dijo recobrando la calma-. Estoy bien, gracias, no necesito su ayuda. Tenía muchas cosas que hacer, pero lo primero era organizarse, pero eso no podía hacerlo bajo la intensa mirada de aquellos ojos grises.
El bombero volvió, evitando los charcos que rodeaban la piscina.
-Señora, me voy, sólo quería decirle que tendremos su casa vigilada, no tiene que preocuparse por los robos. En cuanto todo se enfríe un poco podremos hacer la inspección y dentro de unos días sabremos cuando puede volver.
-Unos días...
-Tengo teléfono en la camioneta –intervino Jake-. ¿Por qué no empieza a llamar? Si el hotel está lleno, podemos intentarlo en el motel que hay al lado del aeropuerto.
¿Un motel? Los Barrington no dormían en motéeles.
-Gracias, pero me quedaré en casa de unos amigos.
La única amiga a la que podía recurrir era Faith Harper, pero su casa era demasiado pequeña para las dos.
-Muy bien, pues llame a su amiga y dígale que está en camino. No creo que , quiera quedarse rondando por aquí ni un minuto más. Dentro de nada va a empezar a llover.
Priss miró al cielo. Qué bien, justo lo que necesitaba, más agua sobre su empapada casa.
-Además, está temblando, tiene mal aspecto y...
-No puede hacerse idea de lo bien que me siento porque me diga eso -dijo Priss mirándolo fríamente-. Pero, bueno, si insiste, le dejaré que me ayude a llevar todo esto a mi coche.
-Gracias -dijo Jake con suavidad. Lo que tenía que hacer era echarse a la dama sobre el hombro, llevarla al hotel más cercano y dejarla allí. Empezaba a ver en ella la clase de mujer que siempre había querido evitar, una clase de mujer que se pavoneaba ante los demás como si estuviera hecha de oro.
Cargó con unas cuantas cajas y bolsas y la siguió por el aparcamiento, en el que sólo había una camioneta y un camión cisterna. El bombero tenía razón, Prissy se había puesto a buscar alojamiento demasiado tarde.
Detrás de la camioneta estaba el descapotable.
Priss se detuvo ante él y profirió una exclamación.
Jake dejó lo que llevaba en el suelo y corrió hacia ella, que acababa de desaparecer tras la camioneta.
Priss estaba de rodillas, examinando el guardabarros doblado de la rueda trasera izquierda. Desde luego, alguna gente se había dado demasiada prisa en huir del incendio.
-No es posible -dijo Priss-, no es posible. Éste es el peor cumpleaños de mi vida.
Jake sintió compasión por ella. Desde luego, y según podía ver, no había habido tarta ni limonada. Se acarició la barbilla y trató de parecer juicioso, mientras examinaba el resto del coche. Tenía la sensación de que hacerle siquiera un arañazo a una de aquellas joyas era un asunto de gravedad. Algo que él, de todas formas, no podía comprender, porque solía conducir una camioneta llena de golpes.
-No creo que sea nada importante, pero me parece que así no se lo puede llevar, aunque enderecemos el guardabarros.
-No sé a quién llamar primero, si al hotel o al taller.
-Creía que iba a dormir en casa de unos amigos. -No me moleste con detalles.
-De acuerdo. Muy bien, nena, si quiere quedarse aquí mientras se decide, creo que me voy -dijo Jake y echó una mirada a la tormenta que se avecinaba, otra al edificio dañado por el incendio y empezó a alejarse.
No pensaba dejar a Priss allí, pero Jake sabía cómo tratar con las mujeres.
-Espere... ¿Le importaría quedarse hasta que sepa dónde voy a pasar la noche?
-No se preocupe -dijo Jake con' calma. Suponía que podía darle cinco minutos antes de que las nubes que se acercaban empezaran a descargar.
El bombero se acercó a ellos. Sus botas resonaban sobre la acera con tanto' ruido como los truenos de la tormenta.
-Señora, no creo que le convenga quedarse aquí con lo que se avecina. Tengo entendido que está en estado y odio tener que decide a una mujer emb...
-¿Qué tiene entendido?
Mirando a Jake ya Priss, dijo:
-Creo que fue la señorita Ethella que dijo que... me la encontré en la oficina de correos esta mañana, yo había ido a mandar unos... Bueno, el caso es que dijo que la vio en la boutique infantil esta mañana y...
Priss profirió una palabra que Jake pensaba que las mujeres ni siquiera conocían, aunque se sonrojó.
Jake se acercó a ella y apoyó, con un gesto casual, el brazo sobre sus hombros. Como si lo hubiera estado haciendo toda la vida, Priss se arrebujó contra él.
Jake se aclaró la garganta.
-Hijo, no querrás que lo sepa toda la ciudad. Ya sabes, hay gente que no tiene nada mejor que hacer que cotillear.
Priss se apretó contra su recién encontrado protector.
-La señorita Ethel nunca ha contado una historia cierta en toda su vida -declaró y el joven bombero asintió nerviosamente, retrocediendo hasta su camioneta.
Jake se figuraba que era hora de cambiar de tema.
-Creo que será mejor que hagas esas llamadas, Priss -dijo.
Pero la dama no quería que la distrajeran.
-Ya sé lo que ha pasado. La señorita Agnes le dijo a Minny que... bueno, le dijo algo que yo estaba pensando en hacer y la señorita Minny debe haber hablado con la señorita Ethel, Y Etehel, bueno, se lo habrá dicho a alguien más y todo se enredó.
El bombero antes de meterse en la camioneta, se fijó en el vientre, plano de Priss. AJake le pareció que las cosas habían llegado demasiado lejos.
-Será mejor que llames antes de que empiece a llover. Espero que tengas un buen par de zapatos.
_Zapatos? -repitió Priss, habiendo olvidado, aparentemente, que Jake seguía rodeándola con un brazo.
-Esas cosas que llevas son muy bonitas, pero...
-Mis sanDallas son muy cómodas, pero. Gracias por tu preocupación.
_SanDallas? Claro, sanDallas.
Priss sabía que Jake sólo pPetendía ser amable con ella y se lo agradecía mucho, pero quería aferrarse al poco orgullo que le quedaba y la amabilidad de Jake se lo impedía. Por otro lado, era plenamente consciente de su tacto, lo que, bajo aquellas circunstancias, no le parecía natural.
No podía ir a casa de Faith y el hotel, probablemente, estaría completo. Tendría que llamar a un taxi y dirigirse a Dallas, porque no estaba dispuesta a dormir en un motel oyendo aviones durante toda la noche.
Justo en el momento en que Jake se puso a recoger los paquetes, un rayo cruzó el cielo.
-Vamos, nena, necesitas un amigo y yo te estoy ofreciendo mis servicios.
-Tengo amigos de sobra, gracias.
Sus amigos eran Faith, Rosalie, que estaba en Dallas de visita, el pastor y su mujer, porque ella había pagado el exterminio de las cucarachas que invadían su casa. Y, por supuesto, los niños del hospital, porque iba a leerles un cuento dos veces por semana.
-Pero creo que he dicho una grosería, al fin Y al cabo sólo has venido a ayudar.
Dos gotas de lluvia le golpearon en la cara con la fuerza de las balas. Jake abrió su camioneta.
-Entra -dijo, dejando los paquetes. en el amplio asiento-. Dame las llaves de tu coche.
Priss se las dio sin protestar y subió a la camioneta.
Jake desplegó la capota de su coche y lo cerró. Cuando subió a la camioneta estaba completamente empapado. Arrancó y salieron del aparcamiento.
Ya en la autopista, Jake miró a Priss de reojo. Tenía una mirada tan triste que se quedó muy preocupado. De hecho, todo aquel asunto empezaba a darle mala espina, como si supiera que se estaba metiendo en problemas pero no pudiera hacer nada para evitarlo.
Se debía en parte a su aspecto y en parte a su olor, limpio, dulce y femenino. Se debía en parte al modo en que se había apretado contra él, dejando que sü brazo descansara sobre sus hombros, y en parte a que ella era una mujer muy atractiva y él un hombre ardiente, una combinación muy peligrosa.
Considerándolo todo, Jake decidió que aquélla no había sido una de sus ideas más brillantes. Cuando descubrió que se excitaba al tocarla, debió ponerse el sombrero y marcharse.
Pero era demasiado tarde y tenía la impresión de que la señorita Barrington iba a resultar más difícil de lidiar de lo que esperaba. . .' Priss se encontraba inquieta, se dijo que se debía al fuego, al incendio, que se quemara tu casa podía afectar a cualquiera, pero eso no era completamente cierto. Parte de su inquietud se debía al hombre que tenía a su lado.
Con el sombrero calado hasta las cejas, tenía un aspecto serio y peligrosamente masculino, más cerca de Clint Eastwood que de Clint Black. No sabía cómo había aceptado dirigirse a su casa, a la casa de fin extraño, sólo porque el hotel y el motel estaban completos.
De repente se encontró muy cansada.
-¿Está muy lejos? -preguntó.
-A pocos kilómetros -respondió él, que ya había dicho lo mismo cuando dejaron la ciudad-. Supongo que los del taller ya habrán recogido tu coche –dijo Jake que había llamado desde, el motel.
-Dónde dijiste que estaba?
-¿Tu coche?
-Tú casa.
-Oh. En el Bar Nothing. Está a unos diez kilómetros.
- así como la llamas?
-¿Como llamo a qué?
-A tu casa, ¿El Bar Nothing? -dijo Priss.
Clint Black Eastwood le dirigió una mirada penetrante. .
-Eso pone en la puerta.
Priss se apretó las pulseras que lucía en el brazo izquierdo. Su madre habría dicho que eran muy llamativas, pero a su madre cualquier cosa que no fuera un vestido negro con un collar de perlas le parecía demasiado llamativo. Tal vez por eso su modo de vestir había adquirido tanto colorido después de la muerte de su madre.
Se quedó mirando el pie de Jake, enfundado en una gran bota y se preguntó si él pensaría que vestía de un modo demasiado llamativo, si pensaría que era atractiva. Ella intentaba serio con todas sus fuerzas, pero no sabía si lo lograba. Su padre había echado a perder todas sus posibilidades con la población masculina de New Hope, primero con amenazas Y luego con promesas.
De acuerdo a lo que decía su madre, orgullosa de su noble sangre de Virginia, la gente de New Hope, Texas, «sencillamente», no era de su clase.
Tras la muerte de su madre, su padre solía decirle, en las raras ocasiones que hablaban del tema, que si algún hombre se acercaba a ella sólo era por ser quien era.
Priss había llegado a odiar ser quien era.
Horace Taylor Barrington pensaba que todos los que se acercaban a ella lo hacían buscando su dinero. Cuando le llegara la hora de casarse, él le encontraría un marido entre la gente adecuada.
Jake aminoró la marcha al llegar a un camino largo y lleno de baches. Había pastos a ambos lados y, en la distancia, se divisaba un enorme granero y una cerca circular.
Sobre la entrada había un letrero que decía Bar Nothing.
-No es muy original, ¿no? -observó Priss, tratando de decir algo molesto por razones que no alcanzaba a comprender.
-No mucho. ¿Algún problema?-replicó Jake. Priss se sintió algo culpable.
-No debería haberlo dicho, es un nombre bonito.
Supongo que quería decir que la idea de ponerle nombre a las propiedades es un poco pPetenciosa, ¿no te parece?
-Supongo que yo soy un tipo pPetencioso.
Priss frunció el ceño al sentir que la grava golpeaba en los guardabarros jake conducía muy deprisa, aunque ella también.
-No creo que lo seas -dijo Priss sinceramente. Se desabrochó el cinturón de seguridad y dobló una pierna sobre el asiento PPetencioso quiero decir, creo que eres muy normal -dijo, pero tampoco le sonó bien-. Lo que quiero decir es que no tienes aspecto de estar siempre pensando en la imagen que das a los demás, que...
-Por qué no te tranquilizas un poco, nena. En cuanto lleguemos querrás ver la casa y acomodarte, hacer, tal vez, unas cuantas llamadas para decide a tus amigos dónde estás.
-A estas horas la señorita Agnes me tendrá de visita en la Casa Blanca.
Jake sonrió. Priss suspiró y se quedó mirando por el parabrisas, preguntándose a quién llamaría.
A Faith, probablemente, Faith los había presentado... ¡Qué locura! Tan .sólo habían pasado unas horas desde entonces.
Faith era la única persona que entendía por qué Priss iba de compras a Dallas en vez de comprar en New Hope. Lo hacía, simplemente, porque allí era donde su madre la había llevado siempre. Después de la muerte de su madre, oyó a alguien decir que los Barrington siempre creyeron que su dinero era demasiado bueno para New Hope, así que no se sentía con fuerzas como para ir a las tiendas de la localidad, excepto a la de Faith.
Jake aparcó junto a una casa de madera sin pintar situada entre unos cuantos edificios que estaban en mejores condiciones que la propia casa. Priss se preguntó lo que dirían sus padres si la vieran en aquellos momentos, en una camioneta con los asientos raídos y una puerta abollada que conducía un vaquero en ropa de trabajo.
Dirían que aquel hombre no pertenecía a las personas de su clase y tendrían razón. Jake Spencer no pertenecía a ninguna clase de personas, era un ejemplar de una clase única. Una clase absolutamente extraña a una mujer como ella, a una mujer que hasta hacía bien poco había pensado que el Kama-Sutra era un libro de poesía y que nunca había visto ninguna película erótica.
-Bienvenida a Bar Nothing -dijo Jake con una sonrisa y una mirada maliciosa. Como si fuera una amenaza. O tal vez una promesa, pensó Priss, pero estaba reaccionando como una tonta, se dijo. El incendio había excitado en exceso su imaginación.
Trató de pensar en algo bonito. que decir de aquella casa tan fea, pero no podía ocurrírsele nada. Ni siquiera había flores, ni plantas para suavizar un poco la austeridad del lugar. .
-Hum, parece muy sólida -dijo.
-Sí -dijo Jake dejando las llaves en el bolsillo de la camisa. Probablemente, pensó Priss algo avergonzada, porque no tenía sitio en los vaqueros. Lo pensó y echó una mirada a sus rodillas, ascendió por el asiento y se fijó en...
«Oh, por Dios, Priscilla Joan, crece de una vez», se dijo.
-Quiero decir que me gusta, pero creo que algunas flores o plantas no vendrían mal. Y algo de pintura también vendría bien, aunque, claro, no es que sea necesario, es más cuestión de decoración.
Al ver que Jake no respondía, Priss lo miró de reojo. ¿Estaba sonriendo o era su imaginación? Jake se inclinó sobre ella y abrió la puerta. Ante aquel movimiento, Priss tragó saliva.
-Sal y te buscaremos un sitio donde dormir. Yo tengo que salir un par de horas. ¿Te sientes todavía algo insegura?
Prisa descendió de la camioneta. Llena de sonrojo. -No sé por qué dices eso -dijo.
Llovía, y Jake se acercó a ella y trató de rodearla por los hombros de nuevo, diciéndose que lo hacía porque Priss tenía aspecto de necesitar apoyo. Pero ella lo detuvo.
-No me gusta que me toquen Jake se quedó perplejo.
-¿En serio? -dijo, pensando en que aquella tarde se había acurrucado contra él sin la menor timidez.
Priss subió las escaleras del porche y Jake se detuvo para admirar aquella acción. Aquellas malditas sanDallas deberían estar prohibidas, pensó, aunque se alegraba de que no lo estuvieran.
Pero Priss tenía razón. Era mejor no tocarse. Y se limitaría a, estar junto a ella sólo el tiempo necesario para que conociera la casa.
Y más le valía no tocada, pensó. Cada vez que lo hacía se sentía como una lata de cerveza que hubiera estado rodando bajo el sol en la parte trasera de la camioneta.
Efervescente. Si había algo de lo que Jake Spencer estaba seguro, era de que era demasiado mayor para sentir aquella efervescencia por una mujer.
Otra cosa de la que estaba seguro era que no sabía qué hacía él tonteando con una Barrington.