CAPÍTULO 2
A veces en el momento más duro aparecen las personas indicadas para llenar nuestras vidas de instantes maravillosos que harán más fácil nuestro camino por la vida. A veces cuando más sola crees estar Dios siempre tiene una compañía ideal para llenar esa soledad.
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Aquel era un día duro para ella, se obligó a sí misma a levantarse. Caminó dentro de su pequeño apartamento y se metió bajo la ducha. Este era un día en el que ella físicamente prefería quedarse en casa, pero no era lo que haría, sabía que no podía desperdiciar su tiempo tumbada en una cama.
Se vistió como cada mañana, a pesar de que ese día no tenía clases, ella sabía que el aire libre la haría sentir mejor. Se puso un jeans ajustado a su delgada silueta y una camisa blanca, tomó su abrigo y salió de su casa, se colocó los audífonos y disfrutó de la música. A pesar de que sus labios mostraban una sonrisa, ella por dentro se sentía morir, este era uno de esos días en los que hubiese preferido volver a casa y dejar que su madre cuide de ella, pero se había prometido a sí misma que no los haría sufrir.
Verónika había llegado a la gran ciudad en busca de cumplir su sueño, ella había estudiado Arte Dramático en Boston, pero era en New York donde sabía que podría empezar una nueva vida y alcanzar sus sueños. Era una chica educada, de buena familia, era de esas jóvenes que podían tenerlo todo sin hacer el más mínimo esfuerzo, pero ella si quería esforzarse, quería sentir que todo lo que tenía se lo había ganado, quería lograr sus sueños luchando y sabía que estando junto a su familia no lo lograría.
Después de inscribirse en un curso de actuación en donde le habían asegurado que lograría conseguir un papel en alguna obra, Verónika había empezado a trabajar cuidando a un niño de 6 años. Después de salir de estudiar, pasaba 4 horas cuidando de Joseph, un niño alegre y divertido con quien no tardó mucho en encariñarse y su trabajo se volvió un placer para ella.
Aquella mañana, Verónika subió al tren y se sentó en el lugar de siempre, eligió una música adecuada para aquel día y miró a través de la ventana mientras algunas lágrimas caían por sus mejillas. Estaba asustada y sabía la razón pero no quería pensar en ello, secó las lágrimas y se obligó a sonreí. Se dijo a si misma que si seguía sonriendo las lágrimas se irían y ella podría tener un mejor día… o por lo menos intentarlo.
Anunciaron la llegada a la próxima estación pero Verónika no lo escuchó, ella estaba suspirando con la dulce voz de uno de sus cantantes favoritos, Bruno Mars, cantando a sus oídos. Su cuerpo se movía tratando de seguir el ritmo de la canción
When I see your face, there’s not a thing that I would chance… cause you’re amazing, just the way you are and when you smile the whole words stop and stares for awhile… cause [2]
Ella sonrío y abrió los ojos cuando la canción llegó a su final y sin imaginarlo su corazón se detuvo.
Necesitó tomar aire para no desmayarse y trató de calmar el temblor en sus manos pero fracasó. Él estaba ahí, sentado nuevamente frente a ella y sonriéndole de forma increíble.
— Aún no te conozco y ya te echaba de menos — le susurró con una voz sensual.
Veronika pensó que estaba a punto de desmayarse, él sonrió y le señaló que se quitara los audífonos pensando que ella no lo había escuchado. Verónika levantó sus manos temblorosas y tiró de sus audífonos, Donnie le volvió a sonreír con ternura.
— Hola — la saludó con una voz varonil.
Sus ojos estaban fijos en ella, logrando encenderla con la mirada. Veronika pensó que la calefacción del tren estaba muy alta porque había empezado a sudar, pestañeó dos veces esperando que él desapareciera cuando volviera a mirar pero no fue así. Tomó aire y se obligó a abrí la boca.
— Hola — respondió con una voz temblorosa que a él le pareció adorable.
Donnie se puso de pie, caminó hasta ella y se sentó junto a su lado. Fue en ese instante cuando ella notó que aquella mañana él no traía un traje elegante, lo había cambiado por un jean y una chaqueta que igualmente lo hacía lucir hermoso.
— Soy Donnie — susurró extendiendo la mano hacia ella — pero eso ya lo sabes
Veronika se ruborizó y él sonrió con ternura.
<<Es dulce>> pensó.
Ella levantó la mano y él la dándole un suave apretón.
— Verónika… — susurró ella con timidez.
— ¿Dónde te habías metido… Verónika? — preguntó sorprendiéndola — No has venido aquí
<<¿Estaba esperándome?>> Se preguntó ella sin poder creerlo
Él sonrió otra vez y miró por la ventana sabiendo que la ponía nerviosa.
— Estuve de viaje — mintió sin saber ¿por qué?
— Pensé que no te volvería a ver — le aseguró — Aquella vez me deseaste un buen día y no te lo agradecí — ella se ruborizó — realmente fue un gran día para mi… Gracias
— De nada — respondió con el rubor cubriendo sus mejillas — ¿aún no arreglan tu auto? — preguntó con curiosidad.
Él sonrió sintiéndose atrapado
— Me lo dieron hace dos días — confesó — pero tú eres la razón por la que estoy aquí
Veronika se congeló, su corazón se había detenido antes de tiempo.
<<Aún no>> se dijo a sí misma mientras trataba de comportarse a la altura del hombre que estaba frente a ella.
— ¿Yo? —
— Sí, tú — respondió con esa sonrisa que él sabía derretía a cualquier mujer — ¿A dónde vas?
— No lo sé — respondió con sinceridad.
— Entonces vamos al mismo lugar — le aseguró de forma seductora, ella tembló y se derritió bajo su mirada — ¿te gustaría desayunar conmigo?
— Eh…
Una parte de ella le decía que no debía ir a ningún lado con un desconocido. Su hermano Brad le había repetido eso incansables veces durante tu adolescencia y hasta ese día ella lo había entendido, pero la mujer que era ahora no podía negarse al placer de estar junto a un hombre como él.
— Tú elige el lugar — continuó Donnie — donde te sientas más cómoda.
— ¿Por qué? — preguntó Veronika, él se preguntó lo mismo mentalmente.
— No tengo la menor idea — aseguró sonriéndole — pero algo me ha traído diariamente a este tren esperando volver a verte — Verónika sintió mariposas en sus estómago y no pudo evitar sonreír — como un hombre adulto y responsable debo aconsejarte que lo mejor será que no aceptes mi invitación y me pidas que me aleje de ti.
Ella necesitó mirarlo para saber si eso era lo que él quería, pero al ver esa sonrisa en sus labios y esa mirada ardiente en sus ojos, sólo sonrió.
— Acepto — respondió sin siquiera pensarlo — también soy adulta y me hago responsable de mis actos
— Es bueno saber que eres adulta — comentó divertido — ¿tienes más de 21, verdad? — ella ahora sonrió con gran diversión y asintió — Gracias a Dios
— Tengo 26 —
— Oh… eso es más de lo que esperaba, yo tengo 11 más que tú…
Ella se sorprendió, empezó a detallar su rostro, el cual lucia muy bien… no podía creer que él realmente sea más de una década mayor que ella. Tenía un cuerpo admirable, de esos que cualquier muchacho de su edad desearía tener, aún debajo del traje elegante o de la chaqueta que llevaba ese día, ella podía ver que él realmente era un monumento.
— Pues, creo que muchos de mi edad desearían lucir como tú — él se sintió halagado y la miró con intensidad — ¿Tienes hijos?
— Sí, uno de 16 ¿y tú?
— No tengo hijos — respondió divertida.
— Es bueno saberlo — respondió riendo.
El tren llegó hasta la estación donde normalmente ella bajaba, Veronika se puso de pie antes que se detuviera y Donnie la sujetó de la cintura cuando ella se balanceó. El cuerpo de Veronika se pegó al suyo cuando el tren se detuvo de golpe, dejó de respirar ante el aroma que su cuerpo desprendía y empezó a temblar. Él la miró a los ojos y se lamió los labios tratando de reprimir las ganas enormes que tenía de besarla.
La anciana que usualmente iba en el mismo vagón pidió permiso y ambos se obligaron a alejarse. Donnie le ofreció la mano a la anciana y la ayudó a bajar del tren. Verónika se quedó atrás mirando a todo un caballero, sonriéndole de forma dulce y amable a la ancianita quien sonreía de oreja a oreja ante él.
Cuando la señora se despidió Donnie le extendió la mano a Verónika justo cuando ella estaba por bajar el último escalón del tren.
— Disculpa — exclamó Donnie — las mujeres mayores tiene prioridad
— Lo sé — le respondió mientras trataba de ignorar el hormigo que sentía ante el contacto de sus manos — Eres muy amable — susurró
Él sólo sonrió y acomodó su chaqueta mientras caminaba junto a ella.
— Y bien — preguntó Donnie — ¿A dónde quieres ir?
— Hay una cafetería a dos cuadras de aquí — comentó — es donde desayuno a diario.
— Estupendo — respondió él mientras salían de la estación del tren.
Subieron las escaleras del subterráneo y llegaron hasta la calle principal.
— ¿En que trabajas? — preguntó Donnie.
— Cuido a un niño por las tardes…
— ¿Y por las mañanas qué haces?
— Estudio — él sonrió y continuo caminando — ¿y tú?
— Yo no cuido niños — bromeó haciéndola sonreír — tienes una sonrisa muy bonita — halagó — soy director cinematográfico.
Veronika se sorprendió y sonrió con ironía, se dijo a sí misma que no diría que ella estudia actuación.
— ¿Vives con tus padres? — preguntó queriendo saber más de ella
— No, ellos viven en Boston
— ¿Boston? — preguntó sorprendido y emocionado — ¿Eres de Boston?
— Si, nací allá pero tengo un año viviendo aquí
— Yo también soy de Boston — comentó con una gran sonrisa — Con razón eres tan linda.
<<Linda, ¿le parezco linda?>> se preguntó Verónika.
Él sonrió al ver su asombro, preguntándose si con frecuencia no le decían cosas como esas. Caminaron un poco más y entraron a la cafetería de la esquina, él abrió la puerta para Verónika y ella sonrió encantada, se sentía cómo una princesa debe sentirse al salir con un príncipe.
Tomaron una mesa de la esquina, se sentaron y una señora de unos 40 años les llevó la carta.
— Buen día Verónika — la saludó con cariño — ¿lo mismo de siempre? — preguntó
— Sí, lo mismo — respondió con una sonrisa mientras estudiaba la expresión de Donnie al leer el menú — Aquí hacen la mejor torta de chocolate de todo el país — comentó Verónika, él levantó la mirada y sonrió — el sándwich de pavo es muy rico.
— Entonces tomaré ese sándwich y un café — susurró mirando a la mujer — La torta la probaré la próxima vez que vengamos aquí.
Veronika sonrió entusiasmada ante la idea de volver a sentarse en la misma mesa que él. La mujer del café tomó el pedido y se alejó con una sonrisa cómplice.
— Ella debe estar preguntándose….— susurro Donnie mirándola a los ojos — ¿Qué hace una chica como tú, con alguien tan viejo como yo?
— No creo que seas viejo — interrumpió Veronika — …y tampoco creo que ella lo piense — él le sonrió encantado — Lo que debe estar pensando es ¿Qué hice para logar tener a un hombre tan guapo desayunando conmigo?
— ¿Te parezco guapo? — preguntó Donnie con una gran sonrisa, ella se ruborizó — Desearme un buen día… eso fue lo que hiciste.
Ella sonrió, sintiendo que no importaban los malos días que había tenido, que no importaba nada más en ese momento que lo feliz que se sentía al estar sentada frente a él. Mientras Donnie hablaba y le contaba cosas sobre su trabajo, Veronika sólo podía mirar como sus labios se movían de forma tan sensual al hablarle, como su voz le erizaba la piel y como su mirada sobre ella hacía que todo su interior estuviera caliente.
Cuando trajeron sus desayunos, Donnie se quedó contemplándola comer, no podía creer que alguien con el cuerpo tan delgado como el de ella pudiera comer sin remordimientos. No podía dejar de mirarla…ella le sonreía y lo miraba de ese modo dulce y tímido que le volvía loco. Quería mentirse y decirse a sí mismo que sólo era un desayuno cortés, pero él sabía que no era así, sabía muy bien que la forma como se sentía al estar junto a ella era algo superior, algo con lo que en aquel momento él no podría luchar.
Cuando ambos terminaron el desayuno y ella se sintió satisfecha, Donnie sacó la billetera de su pantalón, Veronika también buscó la suya dentro de su bolso.
— ¿Qué estás haciendo? — preguntó él cuándo ella abrió su billetera.
— ¿Pagar la cuenta? — respondió con confusión.
La sonrisa de él cayó al mismo tiempo que fruncía el cejo.
— Creo haberte dicho que te invitaba a desayunar — comentó Donnie.
— No tienes que pagar lo mío.
Donnie se sintió confundido, se preguntó si los chicos con los que ella seguramente salían le hacían pagar la cuenta. No podía creer que cosas como esas pudieran ocurrir, quizá era un poco antiguo pero algo que él pensaba jamás debía pasar de moda, eran los buenos modales en un caballero.
— Voy a explicarte algo, Verónika… — empezó a decir tomando un poco de aire e inclinándose hacia ella — jamás… nunca, dejo que una dama pague la cuenta, ni la mía ni la suya — ella frunció el cejo sorprendida — y no porque sea machista, sino porque soy un caballero — ella pensó que quizá él estaba bromeando.
— No tiene nada de malo que una mujer pague… ¿en qué siglo vives? — preguntó divertida.
— Sí, quizá sea anticuado y lamento mucho ser el primero en comportarse de esta manera contigo… alguien como tú debe ser tratada como una princesa y las princesas sólo tiene que ser bellas
— Pues ni soy bella, ni soy una princesa y lo que estás diciendo es algo… machista
— En mi época se llamaba ser caballero, así que por favor, permíteme tener el placer de pagar este desayuno — ella lo miró confundida — por favor
— Si eso te hará feliz…
— Muy feliz…
Respondió él con una gran sonrisa, la cual provocó que Verónika suspirara complacida. Cuando la mujer llegó con la cuenta, él le entrego un billete de $50 y sonrió, esa quizá era la primera vez que le salía tan barata una comida, pero se prometió a sí mismo que si ella le daba una próxima vez… él elegiría un lugar realmente lujoso.
<<porque ella lo merecía>> pensó.
Donnie esperó que ella se pusiera de pie y la dejó salir delante de él. Se puso sus gafas y caminó detrás de ella. Mientras lo hacía le fue imposible no mirarla, ella era una mujer delgada y de piel clara, tenía el cabello castaño casi rubio y unos hermosos ojos grises. Su cuerpo se movía con calma, como si no tuviera prisa.
Donnie sonrió cuando abrió la puerta para ella y ella frunció el cejo, a pesar de que Donnie no se consideraba un caballero se sentía como uno al estar con ella, Verónika sin duda no era como las mujeres a las que él estaba acostumbrado, ella no llevaba vestidos de diseñador, ni se arreglaba el cabello con el mejor estilista de la ciudad, pero había algo en ella que llamaba su atención, algo que él no podía descubrir que era… algo que lo atraía y le gustaba.
— Gracias por el desayuno — exclamó Veronika mirándolo con nerviosismo — imagino que no debe ser como los desayunos que tu tomas… pero espero que te haya gustado
— Me ha gustado — le aseguró — ¿Por qué crees que no tomo desayunos así?
— El hecho que no use ropa de diseñador no significa que no la reconozca — comentó mirando su chaqueta — además, la primera vez que te vi, llevabas un traje de Armani — ella se detuvo y frunció el cejo al mirarlo — ¿Cómo se te ocurre subir al metro con un traje así?
— Pensé que nadie notaría ese detalle.
— Llevabas un rolex, quizás el traje pueda, de alguna manera pasar desapercibido pero todo el mundo reconoce un rolex
— Podría ser imitación… — respondió él de manera despreocupada.
— No lo era — aseguró ella y él sonrió
— Así que tú vienes de una buena familia — aseguró, ella bajo la mirada y no le respondió — ¿Cuál es tu apellido?
— No tengo — respondió sonriendo para no sonar maleducada, él también sonrió — Aquí soy solo yo…
— De acuerdo, pero lo averiguaré — amenazo de forma divertida — y prometo que la próxima vez que suba al tren no llevaré un traje de Armani ni usaré aquel reloj.
— Imagino que ya tienes que irte… — comentó Veronika
— Si, a las 10 tengo una reunión… ¿tú tienes clases? ¿Qué estudias?
— Hoy no tengo clases, me iré a la biblioteca y pasaré el día ahí, luego me iré a ver a Joseph, el niño al cual cuido y nos iremos al cine.
— Oh… tienes planes fantásticos, yo hoy tengo un día ocupado.
Verónika se detuvo en la esquina y lo miró nerviosa, quería preguntarle si alguna vez volvería a verlo pero no se atrevió. Él buscó algo en su bolsillo y se lo entregó, ella tomó la tarjeta y leyó su nombre.
— Si no te has aburrido con este… hombre mayor, podrías llamarme y…
— Lo haré — aseguró sin pensarlo mucho — la he pasado muy bien contigo — él sonrió — espero que tengas un gran día.
— Tú también, Verónika…espero que hoy alguien alegre tu día
— Ya lo hiciste tú — confesó con algo de timidez.
Él se dijo a sí mismo que debía mantener la distancia prudente, pero cuando ella comentó eso, Donnie se inclinó un poco más hasta que su rostro estuvo a escasos milímetros del de ella. Verónika dejó de respirar y empezó a temblar.
— Si te puedo dar otro consejo… no dejes que te bese en la primera cita
— ¿Esta fue una cita? — preguntó mientras su corazón latía a mil por hora.
— Para mí sí, y si te beso prometo que voy a obligarte a darme una segunda
Ella no respondió, sólo cerró los ojos mientras las manos de él la sujetaban de la cintura. Cuando los labios de Donnie se posaron sobre los suyos ella dejó de respirar y se sintió flotando. Donnie apretó sus labios contra los de ella. <<eran suaves >> pensó mientras su lengua pedía permiso para invadir su boca, ella no fue capaz de negárselo y cuando ambas se encontraron, los dos sintieron esa descarga de placer en sus cuerpos.
Donnie fantaseó con la idea de pedirle que fuera con él a cualquier hotel donde podría saber si todo su cuerpo sabía tan divido como su boca. Ella ni siquiera podía pensar, sólo podía sentir y lo que sentía era lo mejor que había sentido jamás.
El tiempo dejó de importar, las personas pasaban junto a ellos y suspiraban, desde afuera esa era una pareja de novios demostrando cuanto se amaban. La forma como él la sostenía era la de un hombre protegiendo a su amada mujer y la forma como ella sujetaba sus brazos era la de una mujer entregada por completo al amor.
Cuando por fin ambos reaccionaron y se miraron a los ojos, la sonrisa que salió de él fue perfecta, se inclinó y le dio un último beso.
— Promete que llamarás…
— Lo prometo — susurró Veronika.
— No tardes — pidió Donnie mientras detenía un taxi…— Estaré esperando por ti Verónika…
Él subió al taxi, la miró por última vez y le dijo adiós mientras se alejaba. Ella sonreía de felicidad, de una felicidad que jamás en su vida había sentido y que sólo él podía causarla.
Donnie se apoyó del asiento y sonrió, sabía que sólo una vez una mujer lo había hecho sentir de ese modo y la amó tanto que se casó con ella. Sabía que Verónika no era una aventura más y aunque eso lo asustó un poco, se dijo a sí mismo que tendría el placer de sentirse perdido una vez más.