CAPÍTULO 1
La vida está llena de caminos, caminos que nos llevan por lugares diferentes, que en algún momento se cruzan con los de otras personas. La vida nos lleva por el lugar indicado en el momento indicado… o eso dicen, pero muchas veces llegamos a la vida de las personas indicadas en el momento en el que su camino se terminó.
*****
Era una mañana de marzo cuando Donnie salió de su casa con una gran sonrisa, ese era un día importante para él. Si todo salía bien, empezaría a realizar un sueño y eso le hacía muy feliz. Se había levantado temprano, había hecho su rutina de ejercicios y se había duchado con calma… aquel era el mejor día de todos, estaba seguro que no había forma de que algo le saliera mal.
Subió a su auto y metió la llave en el contacto pero cuando la giró, su auto no reaccionó. Su rostro que hasta ese momento lucía feliz, se convirtió en un rostro preocupado. Nuevamente intentó encender el auto pero este no tenía la menor intención de complacerlo, miró la hora sobre su lujoso reloj y se dio cuenta que le quedaban exactamente 30 minutos para llegar a la reunión.
En auto le llevaría sólo 15, pero no tenía auto, pedir un taxi no era una buena idea, mientras este llegara a su rescate el tiempo se terminaría. Suspiró y resignado, bajó de su auto, colgó su maletín de su musculoso brazo y empezó a caminar hasta la estación del tren. Sólo serían dos cuadras así que esa era la opción correcta… o eso pensó.
Llegó a la estación y el tren que lo llevaría directo hasta su destino ya se había marchado. Maldijo ante su mala suerte, terminando así con su buen humor. Pensó que debía hacer y sólo tuvo una opción más, tomar el tren que lo dejaría a tres calles de su oficina, que era mejor a nada.
Subió en él, con la peor cara del mundo, su día perfecto se había arruinado por culpa de su auto, ese que durante 3 años había sido su mejor amigo y hoy empezaba a odiarlo. Miró dentro del vagón y caminó hacia el lado que casi estaba vacío, donde sólo había una anciana de cabello blanco que sostenía un ovillo de lana en sus manos y una joven aparentemente dormida.
Decidió que se alejaría de la anciana y tomó el lugar frente a la joven <<ellas no hablan tanto>> pensó.
Cuando el tren empezó a moverse, observó el camino con mala cara pensando en lo diferente que sería todo si su maldito auto hubiera encendido. Volvió la mirada a la joven frente a él y notó que esta no estaba dormida, solo tenía los ojos cerrados y en sus labios brillaba una gran sonrisa. Donnie no pudo entender porque parecía tan feliz si era un día horrible, imaginó que las chicas de su edad, algunas solo disfrutaban del momento sin pensar mucho en el futuro y eso ayudaba a no tener días como los suyos que un error podría cambiar su destino por completo.
El sonido del teléfono de Donnie lo hizo dejar de mirarla, lo tomó del bolsillo de su saco y al ver quién lo llamada, maldijo una vez más.
— Hola Owen…
— ¿Dónde demonios estás? — preguntó su socio y mejor amigo
— Estoy en camino — respondió mientras en el tren anunciaban la llegada a la primera estación — ¿Llegaron?
— No… ¿Qué fue eso?
— Estoy en el tren, mi auto no encendió y no he tenido más opción
— ¿Qué? — gritó su amigo, Donnie alejó el teléfono y suspiró — dime que estás a punto de llegar…
— Apenas salí — soltó con sinceridad — ¡esto es una locura!
— ¡Diablos Donnie!
— No te preocupes, llegaré a tiempo
— Eso espero — exclamó colgando el teléfono sin decirle adiós
— ¡Maldición! — gritó Donnie en voz alta, cubriendo su rostro con las manos
La joven que hasta ese momento había estado perdida en la música que escuchaba, lo oyó y abrió los ojos. Puso pause en su iPod y levantó la mirada hacia él. Su respiración se cortó de pronto al verlo, era la primera vez en su vida que veía a un hombre como él usando el tren o por lo menos en el mismo tren en el que ella iba.
<<Es tan guapo y elegante>> pensó.
Aprovechó que él no estaba mirándola para detallar su rostro cuadrado, su piel blanca, su cabello casi rubio. Estaba molesto, era evidente, pero ella pensó que se veía sexy estándolo. Por un segundo dejó de mirarlo cuando él marcó algún número en su teléfono y lo llevó a su oreja. Parecía impaciente mientras miraba por la ventana con el ceño fruncido y la mandíbula tiesa.
— Hola Jack… soy Donnie —
<<Donnie>> pensó ella <<se llama Donnie>>
Sonrió encantada admirando al desconocido que había aparecido aquella mañana. En ese instante él giró hacia ella y sus miradas se cruzaron. Ella contuvo la respiración cuando el verde de sus ojos la miró con intensidad. Jamás nadie la había mirado de ese modo, aunque hayan sido unos segundos, en ese pequeño instante ella sintió que su mirada la quemaba y la dejó sin aliento hasta que la liberó mirando otra vez por la ventana.
— No maldición — se quejó — necesito que lo repares esta semana, no puedo estar usando el tren.
La idea la hizo sonreír, pensó que sería lindo verlo todos los días, para ella sería una razón para sonreír mientras para él sería una maldición.
— De acuerdo haz lo que puedas — concluyó Donnie con resignación — Espero que puedas tenerme el auto en movimiento pronto — hizo silencio y finalmente añadió — De acuerdo, adiós
Ella dejó de mirarlo cuando él nuevamente miró en su dirección.
Mantuvo sus ojos fijos en sus manos y fingió estar entretenida en su iPod. Ella sintió que él estaba mirándola o quizá era su imaginación… pero nuevamente su cuerpo empezó a arder. El corazón le saltaba del pecho y le era difícil respirar.
Durante varios minutos estuvo atrapada bajo su mirada y no era capaz de darle cara.
Cuando anunciaron la llegada a la próxima estación, ella decidió ser valiente y levantó la vista hacia él, pero Donnie ya estaba de pie. El corazón se le entristeció al pensar que esa había sido la primera y última vez que vería a un hombre como él viajando en un tren… en su tren.
Aprovechó esos segundos para admirarlo por completo. Era alto, de contextura mediana y aparentemente bajo ese traje elegante se debían esconder algunos músculos.
Ella le dijo adiós mentalmente y sonrió.
— Espero que alguien alegre tu día Donnie — pensó.
Donnie en lugar de bajar, se giró hacia ella sorprendiéndola. Entonces ella fue consciente de que no lo había pensado, lo había dicho en voz alta y él la había escuchado.
Las puertas se abrieron, él se giró en sus pies y bajó a toda velocidad. Ella no se atrevió a mirarlo nuevamente, estaba tan avergonzada de haber sido tan tonta, se dijo a si misma que jamás tendría que volver a verlo así que debería olvidar el vergonzoso momento.
Aquel día después de bajar de aquel tren y casi correr tres cuadras para llegar a tiempo a su reunión, Donnie logró lo que quería y estaba feliz por ello.
Donnie era director cinematográfico y había pasado mucho tiempo planeando su próxima película, aquella que le daría el nombre y la fama que él deseaba.
Estuvo todo el día trabajando, había muchas cosas pendientes y ese era el momento de empezar todo, estaba feliz y lucía una sonrisa hermosa que hacia suspirar a cuanta mujer le pasara por enfrente.
Aquella noche, cuando ella llegó a su casa, se lanzó sobre el sofá y tomó los analgésicos de siempre para tratar de soportar el dolor de cabeza. Se acostó sobre su cama y cerró los ojos, una sonrisa se dibujó en sus labios al pensar en Donnie, y sus mejillas se ruborizaron cuando recordó su imprudencia, pero eso no importaba, aquel hombre le había arreglado el día… un día difícil sin duda.
Se arropó con su manta y se quedó contemplando las estrellas, mientras dejaba que el sueño y el cansancio hicieran su trabajo.
…
A la mañana siguiente Donnie se debatía entre llamar un taxi o viajar nuevamente en tren, al final… como el día anterior se dijo a sí mismo que el tren era lo mejor. Salió a buena hora y caminó con calma hasta la estación. Cuando llegó a ella vio el tren que debía tomar, pero él no se movió, esperó que este partiera y a los pocos minutos llegó el mismo que había tomado el día anterior. Sonrió al pensar en lo que estaba haciendo mientras subía en el tren. Caminó hasta el penúltimo vagón y su sonrisa se hizo más grande cuando la vio.
Aquella mañana, ella había elegido una falda bonita, de esas que sólo usaba para ocasiones especiales. Recogió su cabello castaño en un moño y pintó sus labios con un suave brillo sabor a frambuesa. No sabía la razón por la que esa mañana quería lucir bien o a decir verdad sí la sabia, pero se dijo a sí misma que era una tontería, pero cuando quiso cambiarse de ropa ya era muy tarde, si no se daba prisa perdería el tren y no llegaría a tiempo a su cita.
Estaba mirando por la ventana cuando unos brillosos zapatos negros llamaron su atención. El corazón se le aceleró ante la ilusión de que fuera quien ella esperaba, pero no se atrevió a mirarlo, sus manos temblaban y ni siquiera podía moverse.
Cuando él tomó asiento en el mismo lugar del día anterior, ella se obligó a continuar mirando por la ventana y fingir que no lo había visto, pero podía ver los pies de él moverse con impaciencia, no sabía la razón pero estaba segura de que él estaba esperando algo… o a alguien.
Donnie sostenía la sonrisa esperando que ella en algún momento lo mirara, pero ella no lo hizo. Treinta minutos más tarde anunciaban la llegada a su estación y tuvo que levantarse de su lugar algo decepcionado, ella jamás quitó la mirada de la ventana.
Donnie bajó del tren y se quedó de pie mirándola desde afuera, fue ahí cuando ella tuvo el valor de mirarlo y como el día anterior, su corazón se detuvo y sintió que su cuerpo ardía ante su mirada. Necesitó sujetarse de su asiento para no derretirse, se dijo a sí misma que jamás nadie la miraría del modo que ese hombre lo hacía, ella podía sentirlo en su piel, en cada centímetro de su cuerpo, era como si él con sólo mirarla la estuviese tocando.
Suspiró y trató de recuperar el aliento, cuando el tren nuevamente se puso en movimiento él le regaló la mejor de sus sonrisas, esas que sólo le daba a las mujeres hermosas que llamaban su atención. Ella sintió que el corazón se le salía del pecho y no pudo reprimir devolverle una gran sonrisa. En ese instante ella supo que tenía razón; jamás nadie la miraría como él, jamás nadie la haría sentir como él… porque no podía haber en el mundo un hombre igual a Donnie.
A la mañana siguiente Donnie nuevamente tomó el tren donde la había visto los días anteriores, decidido a entablar una conversación y hacer que la chica del tren tenga un nombre. Subió sonriendo listo para usar su experiencia en chicas y cautivar a la que lleva días invadiendo su mente. Caminó hacia el vagón de siempre pero aquella mañana ella no estaba ahí.
Donnie se sintió desilusionado, se sentó en su lugar y se dio cuenta que viajar en tren no era lo mismo sin ella, se dio cuenta que el tiempo pasaba lento si no tenía a aquella mujer para distraerlo con su belleza durante todo el trayecto.
Durante los próximos tres días, Donnie subía al mismo tren en busca de aquella mujer pero no la volvió a encontrar, ella simplemente había desaparecido y él se había quedado con las ganas de saber quién era.
Como los días anteriores, Donnie bajó del tren con pesar, lamentando haber perdido su tiempo esperando a alguien que seguramente no volvería a ver. Se reprochó no haber tomado la iniciativa de hablarle la segunda vez que la vio, se dijo a sí mismo que era muy grande para esperar que una mujer tomara la iniciativa. Lamentaba no haberle hablado sabiendo que ella lo había visto, sabía que la había puesto nerviosa, conocía muy bien a las mujeres como para no haberlo notado.
Después de un largo día de trabajo, Donnie y su socio se fueron a un bar cerca del edificio donde trabajaban, ordenaron dos cervezas y se sentaron en la barra. El lugar era exclusivo y elegante, de esos donde sólo entraba gente adinerada, donde había tantos hombres y mujeres hermosas que parecía un casting para algún concurso de belleza.
Owen, su amigo y socio codeó su brazo llamando su atención. Donnie giró en su dirección y una sonrisa seductora apareció en sus labios apenas vio a aquella mujer. Una rubia de cabello largo y hermosos ojos azules caminaba hacia él con sensualidad luciendo un hermoso vestido negro muy ceñido a su cuerpo.
Donnie bajó de su banco y extendió la mano hacia la dama. Ella sonrío encantada cuando se le inclinó y le besó su mejilla de forma educada y cariñosa.
— Hola Owen — susurró la dama con una voz dulce — Que sorpresa encontrarlos aquí
— Tuve que traer a Donnie a empujones — explicó Owen — ya sabes cómo es cuando se mentaliza en algún trabajo.
Ella sonrió y giró su cuerpo hacia Donnie, paso sus manos por el cabello de este, acariciándolo con ternura.
— Lo sé — aseguro mirándolo con amor haciendo evidente que estaba enamorada de él — él se olvida de todo y de todos — susurró con cierta tristeza en su voz.
Donnie se inclinó un poco más hacia ella y beso el lóbulo de su oreja.
— Es imposible olvidarse de ti — le susurró con voz seductora logrando erizar la piel de aquella mujer — ¿Cómo has estado?
— Echándote de menos — respondió con dulzura — mi cama te extraña — aseguró con picardía, Donnie sonrío con placer
— ¿Sólo tu cama? — preguntó él, ella sonrió.
Un intercambio de miradas entre ellos bastó para saber que ninguno de los dos dormiría solo aquella noche, sólo tenían que acordar el lugar pero ambos sabían que esa noche nuevamente estarían juntos.
— Llegó Peter — anunció Owen mirando su teléfono — me alegro que hayas llegado a tiempo Nicole — aseguró poniéndose de pie y acercándose a ella para despedirse— alguien necesita olvidar los trenes y los fantasmas que viajan en ellos.
Donnie sonrió, sabía que su amigo se burlaba de él y su interés por aquella desconocida, pero lo ignoró. Besó la mejilla de la rubia y esta sonrió.
— Que tengan una buena noche — deseó Owen antes de partir.
— Tú también Owen — susurró ella con una gran sonrisa mientras Owen se alejaba de ellos — Es tan dulce.
— Es el mejor — aseguró Donnie mientras tomaba su vaso de cerveza y bebía de él — ¿Qué quieres tomar?
— A ti…— aseguró con mucha seguridad la dama
Donnie sonrió, dejó su vaso en la barra, sacó dinero de su billetera y pagó la cuenta. Se giró, sujetó la mano de Nicole y la guió hasta la salida. Esperaron unos segundos hasta que trajeron el auto de la dama, ella extendió sus llaves y él sonrió satisfecho. Le abrió la puerta y luego subió. Pensó en aquel hotel donde solía llevarla pero ella le sugirió que fueran a su casa y él obedeció.
Cuando ella abrió la puerta de su lujoso apartamento, se giró para encender las luces pero las manos de Donnie la paralizaron. Cerró los ojos y sólo trato de calmar sus emociones.
Él… todo un experto en mujeres, sabía muy bien lo que hacía feliz a una mujer. Sonrió cuando ella gimió a causa de sus caricias, caricias educadas y amables… hasta el momento.
Ella se giró y lo besó, mordió sus labios con pasión y eso fue lo que terminó con la ternura del momento. Donnie la sujetó de la cintura y la empujó contra la pared, besó su cuello y mordió suave la piel de su hombro, ella gimió y él sonrío con satisfacción.
Una de sus manos bajó el cierre de su vestido y este cayó al suelo dejando a la rubia con sólo la ropa interior. Donnie se dio el tiempo de admirarla, de disfrutar del cuerpo perfecto, de una mujer perfecta, por lo menos físicamente, lo era.
Con una mano cubrió uno de sus pechos, ella gimió mientras él apretaba sus pezones que estaban duros a causa de la excitación, bajó la tela de su brazier y sonrió mientras acercaba su boca. Atrapó aquel pezón duro y lo mordió con suavidad, ella gimió nuevamente a causa del dolor y placer que él le causaba.
Nicole sujetó el rostro de Donnie con ambas manos y llevó su boca hasta la suya para que este la besara, mientras ella le quitaba la camisa y lo desnudaba con rapidez. Él la besaba con intensidad, con deseo… con necesidad, había pasado una semana desde que había estado con una mujer, para un hombre como él, una semana era demasiado tiempo.
Bajó una de sus manos y acaricio el sexo de ella, ella mordió el labio de Donnie y él sólo sonrío, amaba la forma que tenía cada mujer de reaccionar, algunas solo se quedaban inmóviles, otras gritaban y otras, como Nicole, reaccionaban de forma ardiente.
Con una mano se deshizo de la ropa interior que le empezaba a estorbar, acarició la caliente piel con los dedos, acariciando aquel lugar íntimo y húmedo, empezó a jugar con su clítoris y ella movía su cuerpo en busca de más. Con la mano libre se abrió el pantalón y liberó su erección, dejó de tocarla y ella protestó, él sonrió mientras la levantaba y la subía sobre su cintura.
Nicole rodeó su cadera con sus largas piernas y él la miró con intensidad mientras se hundía dentro en su interior haciéndola gritar de placer, el mismo placer que sentía él.
Donnie sonrió imaginando lo bien que la pasaría, mientras su cuerpo se movía con intensidad, mientras ella clavaba las uñas en su espalda causándole un dolor excitante, él observaba y disfrutaba de su habilidad para hacer que una mujer se sintiera feliz… y él amaba ser la causa de esa felicidad.