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El arquero Giovanni Galli parece un muñeco pero no tuvo nada que hacer. La culpa la tuvo Scirea. Con el efecto que yo le doy a la pelota, de diez entran cinco. Cinco nada más, la mitad. Quiero decir: vuelvo a hacerlo, vuelvo a pegarle igual, y la mitad de las veces me tendría que quedar puteando por el gol que me perdí, y la otra mitad saldría festejando por el golazo que metí. Hablo del gol a Italia, uno de los mejores que hice en mi vida. Y uno de los que más grité, también.