INTERLUDIO

EL SUEÑO

Sabe que es solo un sueño, pero eso no mejora las cosas. Ni las hace más fáciles.

Louis cuelga de un roble muerto como Jesús en la cruz. Lo ilumina un único rayo de luz de luna: el foco de Dios sobre el escenario. Sus brazos extendidos dan cobijo a una hilera de cuervos y mirlos. Un mirlo (uno pequeño con una mancha roja, como una gota de sangre, en la parte delantera del ala) salta hasta su clavícula. Picotea la cinta aislante que lleva pegada sobre el ojo izquierdo.

Miriam está a sus pies, mirándolo. Cae de rodillas. No lo pretende; es lo que el sueño le exige que haga. Es como si hubiera perdido el control. No tiene autonomía.

—Muero por tus pecados —dice Louis. Entre las palabras sofoca una risita.

—Todavía no estás muerto —protesta Miriam.

Él ignora su comentario.

—La cruz. La línea horizontal es la línea del hombre. Es el mundo temporal, el mundo de lo material, de lo carnal y de lo terreno. Lodo, sangre, piedra y hueso. La línea vertical es la línea divina. La ascendente. Corre perpendicular al mundo del hombre y es el eje de lo sobrenatural y desconocido.

—Eso es genial. Ahora quiero despertarme.

—Dentro de un minuto. No he terminado de hablar contigo, señorita. La cruz también representa la encrucijada. La disyuntiva, la posibilidad de elegir. Decisiones, decisiones. Es el momento de que empieces a tomar decisiones, Miriam. Es el momento de montar un pitote con el cipote. ¡Libres domingos y domingas!

Louis sonríe de oreja a oreja. Lombrices juegan entre sus dientes podridos.

—Ahora sé que solo eres una manifestación de mi propia voz —dice Miriam, casi riéndose—. Ninguna entidad divina, ningún fantasma del futuro, usaría la frase «libres domingos y domingas».

A pesar de estar crucificado, Louis consigue encogerse de hombros.

—Si tú lo dices. Entonces, ¿cómo sé tanto sobre cruces? ¿Has asistido a un curso de religión comparada sin que yo lo sepa?

—Vete al infierno.

—Decisiones, decisiones, Miriam.

—No tengo que tomar ninguna decisión. Soy una marioneta en manos del destino.

—Recuerda. La clave de la cruz, de la encrucijada, es el sacrificio. Jesús está en la bifurcación y elige no seguir la línea horizontal del hombre sino la línea vertical de Dios.

—Esto es fascinante, pero…

Los mirlos y los cuervos levantan el vuelo. Graznan y chillan. Agitan las alas; lo único que Miriam puede ver son sombras oscuras revoloteando. Sus garras le arañan los ojos, se los arrancan…