La canción de la hormiga
CUANDO DANIELA TENÍA tres años, amaba a sus muñecos. Les ponía nombres, les contaba historias, inventaba diálogos para cada uno.
Un día se dio cuenta de que amaba DEMASIADO a sus muñecos.
Es probable que su puñetero padre, en un arranque por ejercer su autoridad y ante una travesura de la niña testaruda, la castigara encerrando sus muñecos durante TODA una tarde.
Y Daniela lloró.
Los echaba de menos, los NECESITABA.
Dejó de llorar y pensó en eso.
A la mañana siguiente, nunca recuerda bien cómo ocurrió, le habían devuelto sus muñecos.
Los abrazó, uno por uno.
Y luego los metió en el armario.
Y luego cerró el armario con llave.
Y luego tiró la llave al váter.
Y luego tiró de la cadena.
Pero esta mañana Daniela no piensa en muñecos. El asunto le llevó casi seis sesiones cuando iba a terapia. Y calculó que con ese dinero podía darse el lujo de comprar docenas de muñecos y quemarlos. Su estirada terapeuta lo llamaría «transferencia», ya que quemarla a ella le hubiera traído más problemas. Además, las terapeutas arden menos que los muñecos, tomar nota para un posible guión, quitar la violencia, supongamos que la chica se vuelve en el diván y descubre que su terapeuta (mejor un hombre, en la toma anterior se ha visto que es clásico, casi freudiano, que fume en pipa), es en realidad un gigantesco oso de peluche que dice «ajá» todo el tiempo. O mejor, la chica calcula lo que se gasta en terapia, insertos de terapeuta adormilado y ella hablando apenada, el off enumerando complejos posibles, en interrogación, inserto del pago repetido al final de la sesión, cambio de colorido, abre plano desde pupila de la chica, ¿por qué no?, hasta verla REIR al volante de un coche pequeño y veloz, que deja atrás el gris (sepia tal vez) que ha dominado todo lo anterior. Luego la marca y el título: LA MEJOR TERAPIA.
Buscar algo mejor, está harta de usar la palabra «mejor» en los anuncios, la biblia del oficio dice que hay que huir de esa palabra, pero todos acaban por usarla. Buscar otro camino, sí. Será lo mejor. De paso, estudiar cambios, el terapeuta podría quemarse y en lugar de anciano tipo vienés, ¿por qué no joven y lobuno, tipo Daniel? STOP. Daniela frena la cabeza. El ejercicio le gusta, y le permite tener a punto cientos de conceptos que luego, en las reuniones de base, esas amplias y adocenadas, saca completos y ajustados entre una maraña de frases a medias o conceptos que sólo intentan ponderar la idea de mierda expuesta por Bermúdez. No pensar en Bermúdez, ahora, ¿no tenías una forma elegante de eludir su acoso meloso pastoso, tenías necesidad de humillarlo así, buscarte el peor enemigo, seguro que le ha ido con alguna mentira a Cuérnez y por eso te ha citado esta mañana, nada más llegar, en el despacho sacrosanto al que sólo acceden clientes, jefes de sección, y empleados a punto de ser despedidos?
Y adiós acopio de hojas. Hola, invierno.
Cuando tenía cinco años, a Daniela le leyeron la fábula de la hormiga y la cigarra.
Y odió a la cigarra desde el primer momento y para siempre.
Por eso ha construido su vida hoja por hoja, a su manera, tardando más, arriesgando lo justo. Con tenacidad de hormiga. Trabajando en cualquier cosa para pagarse la carrera, masticando historias para luego brillar un destello en las reuniones desde que está en la agencia, tratando de no llamar la atención más que en los momentos clave. Aparentando ser lo que más odia. Porque Daniela ODIA a los creativos que van de geniales, que escupen ideas redondas como si no les costara. Aunque finge ser uno de esos, tal vez la única en la agencia, cada vez más cuellos se giran cuando pasa y ya no sólo para mirarle el culo, también rumores, «la chiquita promete», oyó la semana pasada, y se llevó esa hoja a su cubículo, perdonando el tonito de la «chiquita» y quedándose con el «promete».
Pero ya no podrá seguir prometiendo, no en B&M Madrid. Cuérnez entra y saluda, su cara tiene la apariencia del cuero, después de tantos Rayos UVA, cordialidad antes de la patada, al jefe le encanta jugar a que él EN PERSONA contrata y él EN PERSONA despide a cada empleado. Daniela apuesta a que no recuerda ni su nombre, sólo vagamente su cara de cuando la contrató antes de relegarla a los cubículos, equipo para Bermúdez, pasto para Bermúdez, «sangre nueva», dijo, y eso fue, vampirizada todo el tiempo por Bermúdez.
—Bermúdez se ha quejado de ti. Dice que eres insolente
—Yo...
—... que no respetas las jerarquías, que tienes mal carácter
—Yo...
—...que le robas ideas.
—¡ESO SÍ QUE NO!
Puño de Daniela estrellado sobre mesa de despacho de diseño, valor estimado: 10.000 dólares, casi sin usar, si exceptuamos los retozos con Vanessa, «¿por qué todas tus secretarias tienen nombre de fulana?», preguntó su mujer y Cuérnez despidió a Vanessa, suculenta indemnización, piso en el centro y nuevo puesto en la empresa de un amigo, los martes y los jueves para mí, el resto de la semana, toda tuya, nada de celos, al fin y al cabo somos europeos, ¿no?
Sonrisa de Cuérnez: ese genio le gustaría a Boung. Y a Meetly. Además, la chiquita tiene un cuerpo de primera y un cerebro que echa para atrás. Según los espías de sus espías, que oficialmente eran espías de Bermúdez en la base, más de la mitad de las buenas ideas de los últimos meses eran de la chiquita, aunque Bermúdez siempre «olvidó» ese detalle.
—En lo del mal carácter no mintió Bermúdez.
La hormiga vuelve, pero rabiosa: ¿disculparse, hacer tiempo, soltarle todo el discurso antes de que la eche? ¿De qué se ríe el gilipollas de Cuérnez?
—Mire, señor, yo sólo he
—Bermúdez me dijo ayer que o te echaba a ti, o se iba él.
Revisión mental de la cuenta corriente, dinero disponible para aguantar malos tiempos, Gato y ella, dos bocas que alimentar, tres contando a puñetero padre, posibles contactos en el oficio, de cara a posibles puestos, ¿por qué serás tan poco sociable, Daniela?, es cierto que las invitaciones a copas y fiestas del ambiente siempre te han venido de tíos que te quieren llevar a la cama, pero admite que PODÍAS haber ido a esas fiestas sin dejar que luego te llevaran a la cama, y que en algunos casos TE HUBIERA GUSTADO incluso que lo hicieran, aunque sólo fuera para sentir que al matar a Daniel en tus latidos no te habías cargado también el latido. Además
—Le dije que se fuera.
—¿Eh?
—Que a partir de hoy ocuparás el puesto de Bermúdez, a prueba. En realidad, es un puesto especial, creado para ti. Si quieres, vamos.
—¡Señor, yo !
—No digas nada: destacas del resto y has tenido la paciencia de soportar que Bermúdez usara tus ideas sin quejarte. Esperabas el momento Daniela —ha tenido que mirar el folio sobre la mesa pero ha pronunciado su nombre como si fuera a usarlo a menudo—. Además, lo del líquido contra las ladillas fue una obra maestra. Te confieso que acepté la cuenta por compromiso, es un gran laboratorio y no podía negarme. Pero confiaba en que nadie hallara una idea o que fueran tan poco utilizables que dieran marcha atrás. Pero ahí estabas tú, para solucionar el asunto en el minuto final.
Daniela, boca abierta, ¡también sabe eso! Ignora que era una idea de su archivo-cabeza, otra venganza feliz: típico guapo al que las tías se le ofrecen, acicalándose frente al espejo, sonrisa de acabo de hacer otra muesca en mi pistola, referencia del dormitorio al otro lado de la puerta, cuerpo de mujer desnuda cubierto con sábana, duerme agotada, afeitado perfecto de él, golpecitos de after shave en las mejillas recias, rascándose todo el tiempo la entrepierna, cada vez más frenético hasta caer al suelo entre espasmos rascadores. En primer plano la botella del producto y el título: Cada cosa en su lugar. Si no miras donde pones la cosa: Ladillol. Y que se rasquen otros.
El modelo elegido era idéntico a Daniel.
Cuérnez ha representado el spot con gestos enérgicos y ríe de buena gana, el cartón marrón de su cara se pliega en arrugas en torno a sus ojos. Daniela ríe también.
—Seguirás haciendo lo mismo, pero sin trabas ni jefes vampiros. Salvo yo, por supuesto. ERA una broma, jaja. Ocuparás las obligaciones más creativas de Bermúdez, que él no cubría.
Ahí tiene que estar el truco. Porque hay truco, seguro. Cuérnez menciona una cifra y es cuatro veces lo que Daniela ganaba hasta hoy, pero no llega a la cuarta parte de lo que ganaría Bermúdez. Machismo salarial. Parece que no. Daniela OSTENTARÁ el cargo de Jefa de Departamento Creativo, a diferencia del finado Bermúdez que lo DETENTABA -demasiado sutil para usarlo, pero no descartar el juego de palabras-, en realidad el puesto le viene que ni anillo al dedo -sonrisa de Cuérnez, que ha estudiado sus manos, no hay anillo, no casada, aunque ahora nunca se sabe y después de todo, las casadas son mejores, piden menos-, porque a partir de hoy Daniela será una francotiradora de lujo, coche de empresa, teléfono de empresa, Visa de empresa, y su propio equipo, ágil y reducido, con mando sobre el departamento Creativo cuando necesite apoyo, pero básicamente, le pagarán toda esa pasta por pensar. Y a título orgánico, para liberarla de compromisos burocráticos, papeleo y todo lo que no sea crear, el titular general del área reformada será, ejem, Iñaki Suárez-Aguirre, es decir su cuñado, pero esto último Cuérnez no lo dice. Tampoco dice que el desplante de Bermúdez le vino de perlas, porque hace dos meses había descubierto un agujero negro de tamaño mediano en la caja de la agencia, y si Cuérnez no lo había echado a la calle, fue en espera del momento oportuno. Un clavo saca otro clavo es, acaso, el lema más antiguo del oficio, piensa el presidente europeo de B&M, y los deslices financieros de Bermúdez servirán para cubrir los suyos. Los yanquis no quieren escándalos y tragarán, todo es cuestión de informar junto a varios éxitos como resultado del cambio. Cuérnez sonríe como en el Club (valor estimado de la dentadura: 50.000 dólares), y piensa no aprendes jamás, bribón, vaya cuerpo tiene la chiquita y si bien hasta esta mañana no recordaba su nombre, sí que se acordaba de su culo:
—Hay mucho que hablar, Daniela, y yo te iniciaré con gusto en los secretos de la dirección. Hablar largo y tendido —sonrisa—, es tanta la confianza que delego en ti que elegirás a tu ayudante, esta mañana se ha publicado un anuncio en el diario de mayor circulación y en la tercera planta te esperan TODOS los aspirantes al puesto. Prefiero alguien de fuera, no viciado, tú eliges. Pero hay mucho que hablar, ¿cenamos esta noche?
No es por eso, pero ESO entra en todas las transacciones, piensa Daniela. Ha llegado hasta aquí por mandar a paseo a Bermúdez, ¿seguir el impulso y hacer lo mismo con Cuérnez?
—Señor Alcuérnez, yo
Cuérnez entorna pestañas:
—A partir de ahora, llámame Jorge.
—Jorge, yo quiero decirte algo...
Métete el cargo donde te quepa, si me das el puesto que sea porque SOY buena y no porque ESTOY buena, sutilezas del francés que nunca entenderás, para ti el francés es algo en el menú de empleadas condescendientes para ascender, pero conmigo te equivocas, Cuérnez...
—Soy lesbiana —casi un susurro de Daniela, ¿por qué ha dicho semejante estupidez?
Cuérnez se recompone, se enreda, tropieza y avanza a tumbos por una explicación en la que afirma que la vida privada es de cada uno, que aquí hay más maricones de lo que se piensa, perdón, quiere decir que lo que importa es su talento, y que nadie lo hubiera dicho pero eso no cambia nada, Daniela sigue siendo su hombre, esto último con sonrisa estúpida.
Apretón viril de manos, Daniela aguanta la risa (esto se puede usar para un story, en el futuro), casi mejor así, piensa Cuérnez, pero qué desperdicio de muchacha, a saber lo que opinarían los yanquis del asunto, y el recuerdo salvador de una estadística (Priscilla, cariño no sé que haría en NY sin ti, aunque sí sé lo que haré contigo cuando vuelva por allí), las cifras de la central son claras y más europeas que las de Madrid: al menos cuatro directivos gays, dos con pluma. Ése es el promedio de moda. No le han dicho nada de lesbianas atractivas y de apariencia muy femenina, pero suena más europeo todavía. Eso le recuerda algo y mientras Daniela parte hacia su nuevo despacho, Cuérnez redacta un memo mental: siempre ha sabido que Fabián de Marketing era DEMASIADO educado, lo del chico éste de Arte, ¿cómo se llama?, es un secreto mal guardado, y con Daniela harían tres. Falta uno y notorio.
Sonríe. Hablará con su cuñado. Al fin y al cabo, le había dicho que estaba dispuesto A LO QUE SEA por la empresa. Pues eso.