AGRADECIMIENTOS

A Kenechukwu Adichie, mi hermano pequeño y mi mejor amigo, lector de los borradores y remitente de historias, por compartir cada «no» inicial, por hacerme reír.

A Tokunbo Oremule, Chisom y Amaka Sony-Afoekelu, Chinedum Adichie, Kamsiyonna Adichie, Arinze Maduka, Ijeoma y Obinna Maduka, Uche y Sony Afoekelu, Chukwunwike y Tinuke Adichie, Okechukwu Adichie, Nneka Adichie Okeke, Bee y Uju Egonu y Urenna Egonu, más hermanas que amigas, por demostrarme que el agua puede resultar tan espesa como la sangre; por acertar, siempre.

A Charles Methot, por tan sólida presencia.

A Ada Echetebu, Binyavanga Wainaina, Arinze Ufoeze, Austin Nwosu, Ikechukwu Okorie, Carolyn DeChristopher, Nnake Nweke, Amaechi Awurum, Ebele Nwala, por anunciarme a bombo y platillo.

A Antonia Fusco, por editar con tanta lucidez y afecto, por aquella llamada telefónica que me hizo dar saltos de alegría.

A Djana Pearson Morris, mi agente, por creer en mi proyecto.

A la gente y al espíritu de la Stonecoast Writers’ Conference, verano de 2001, por aquella gran ovación acompañada de silbidos.

A todos los amigos, por hacerme creer que me entendían cuando no les devolvía las llamadas.

Gracias. Dalu nu.