Capítulo 16

Mientras corría por el bosque, Joy sintió el ruido de una bala que le pasó muy cerca y acabó en el tronco de un árbol muy cercano. El terror le bloqueaba la garganta y le impedía pensar. Tropezó con algo, pero se agarró a unas ramas para no caerse.
Se pinchó un dedo con una espina y el dolor sirvió para aplacarle los nervios. De pronto podía sentir la hierba húmeda y resbaladiza bajo los pies descalzos y el aire saldo del mar en la boca y en los pulmones. Tenía los sentidos alerta. Todo a su alrededor se volvió más real que la pesadilla que estaba dejando atrás.
En sus labios se dibujó una sonrisa. No importaba lo que sucediera esa noche, lo peor había quedado atrás por fin. Iría hasta el acantilado y saltaría antes de que pudiesen detenerla.
Oyó gritos a su espalda; Tallack les ordenaba a sus hombres que atraparan a Jack.
Otro disparo.
La voz de Tallack se oía cada vez más cerca.
Si podía, se llevaría consigo al contrabandista cuando se tirara del acantilado y así acabaría con él, con lo que alcanzaría la libertad y la venganza al mismo tiempo. En cualquier caso, su huida habría dado tiempo a Jack para escapar. Si había conseguido llegar al suelo, seguro que podría conseguirlo.
Por un instante sintió rabia al pensar que nunca sabría qué le había ocurrido a aquel hombre. Lo imaginó enfrentándose a los contrabandistas y huyendo a lomos del magnífico caballo en el que lo había visto llegar a la posada. Después de haberlo visto en acción, le resultaba imposible creer que fuera a morir.
Mientras corría siguió imaginando. Que su vida fuera tal y como la había soñado cuando él la había visto en la ventana. Tal y como había sido en otro tiempo…
Jack la habría conocido en un baile o en una casa solariega. La habría elegido entre muchas otras chicas y la habría tratado con la misma amabilidad y caballerosidad que había mostrado esa noche. La habría elogiado hasta hacerla ruborizar y la habría acompañado durante la temporada londinense hasta ganarse su corazón.
¿Sería buen bailarín? Jamás lo sabría. Pero imaginaba que sí, de otro modo jamás podría enamorarla. Era su fantasía hecha realidad.
Por supuesto sus sueños eran muy inocentes para incluir besos…
Volvió bruscamente a la realidad. Estaba inmersa en el bosque, pero seguía oyendo a Tallack persiguiéndola. Se había cortado los pies y le dolía el costado de correr. Ya no podía quedar mucho. O encontraba el acantilado o Tallack la encontraría a ella.
Joy luchó contra el miedo que crecía en su interior y, al mismo tiempo, buscó a tientas el cuchillo que llevaba en el bolsillo.