Capítulo 9
Joy no dijo nada, solo
apretó la mandíbula en un gesto que parecía dar a entender que lo
que estaba ocurriendo le importaba bastante poco.
–Vamos, demuéstrale que te gusta –el posadero fue hasta Joy y la
sacó de detrás de la barra para lanzarla hacia Jack. Ella tropezó y
cayó contra él.
Jack la agarró antes de que acabara en el suelo, la apretó contra
sí y le dio un abrazo que provocó las risas malévolas de los demás
hombres.
Joy se apartó de Jack y se estiró el vestido. Al mirarlo
desapareció de pronto la moza de taberna porque la postura de la
mujer que tenía delante era tan elegante como la de cualquier dama
de Londres y en su expresión había malicia y frialdad. Lo miró con
el desprecio que correspondía al modo en que Jack estaba
insultándola, después volvió a la barra, le quitó la botella de
coñac de la mano al posadero y miró de nuevo a Jack como retándolo
a repetir la oferta.
Él la miró con esperanza, como si no la hubiese visto
reaccionar.
Esa sonrisa bastó para que Joy se derrumbara. Dejó caer la cabeza y
los hombros. Era obvio que lo último que deseaba en el mundo era
pasar la noche con él, pero asintió.
Jack se volvió al posadero y sonrió de nuevo.
–Trato hecho, entonces –bostezó de manera exagerada, casi teatral–.
Ahora creo que estoy listo para retirarme. De repente me siento
tremendamente cansado.
El salón se llenó otra vez de carcajadas burlonas.
–Vuestra habitación es la última de la derecha.
Joy habló por primera vez.
–Esa es mi habitación.
–Es la que está más limpia.
Hubo una pausa durante la que Jack vio la rabia y la indignación en
sus ojos, pero después hizo una reverencia y esbozó una triste
sonrisa.
–Muy bien. Milord necesita sábanas limpias.
El gesto del posadero se ensombreció, como si deseara castigarla
por su descaro, pero no quisiera hacerlo delante de testigos. Pero
recuperó la sonrisa con la misma rapidez.
–La muchacha se reunirá allí con vos en cuanto termine de trabajar
–le dijo a Jack.
Jack dijo adiós a todos los presentes y se dirigió hacia la
escalera, mientras subía los escalones podía sentir muchas miradas
clavadas en su espalda. No era sensato dar la espalda al
enemigo.
Pero tenía la impresión de que algunos de los hombres pondrían
objeciones a presenciar un asesinato. Seguramente la presencia de
aquellos testigos era lo único que lo había mantenido con vida
hasta ahora, sin embargo no creía que les importara lo que le
ocurriera a un viajero solitario una vez que estuviese arriba. Pero
estaba dispuesto a correr el riesgo a cambio de estar a solas con
Joy.