Capítulo 6

 

Cinco años antes

 

La abarrotada sala del Tribunal olía a aceite de linaza, anticipación y miedo.

El juicio había terminado y el juez estaba a punto de emitir los veredictos. Bella miró su mano, que apretaba la de Sophie. Por fin le habían crecido las uñas; no eran largas, pero parecían como pequeñas medias lunas al final de sus dedos y eso, no sabía por qué, le hizo albergar esperanzas.

Con Malvolio entre rejas, Matteo estaba a cargo del hotel y bajo su dirección todo había mejorado.

Seguía trabajando muchas horas, pero tenía dos descansos y comida gratis. Chocolate caliente con bollos para el desayuno y pasta para el almuerzo o la cena, dependiendo del turno. Louanna, la chef, le guardaba otro plato para que se lo llevase a su madre.

De modo que en lugar de volver a casa agotada y hambrienta, Bella volvía cansada, pero con el estómago lleno y la cena preparada para su madre. Y aún tenía tiempo de coser un rato.

Matteo había dicho que las camareras podían quedarse con las propinas y por eso trabajaban más que nunca.

Bella podía comprar telas, nuevas tijeras, hilos de mejor calidad. Estaba empezando a ver una salida a su vida, pero sabía que todo aquello podía terminar ese día.

—Todo va a ir bien —le dijo a su amiga cuando Luka subió al estrado para escuchar el veredicto.

Tenía que ir bien. Luka solo había vuelto a Bordo del Cielo para romper su compromiso con Sophie, la mujer con la que había estado comprometido desde su infancia. Pero tras una redada policial seis meses antes, tanto Luka como Malvolio y Paulo habían sido detenidos y estaban a punto de ser sentenciados por los pecados del padre de Luka.

Aunque estaba nerviosa por el resultado, su mirada fue hacia el inexpresivo Matteo Santini. Como siempre, y a pesar del calor que hacía en la sala, llevaba un traje de chaqueta inmaculado y ni siquiera había desabrochado el primer botón de su camisa.

Parecía tan relajado y vagamente aburrido como si estuviera en el cine. Nadie adivinaría que esperaba el veredicto de inocencia o culpabilidad de su mejor amigo. Claro que no sabía si de verdad Matteo sentía algo por alguien.

Sus ojos se movieron por la sala hasta terminar clavados en Sophie y luego, durante un segundo, sus miradas se encontraron.

Bella se puso colorada, como siempre que Matteo estaba cerca o cuando en alguna rara ocasión se dirigía a ella en el trabajo. Pero él dejó de mirarla enseguida para escuchar el veredicto del juez.

—Luka Romano Cavaliere… inocente.

Matteo dejó escapar el aliento al escuchar el veredicto.

«Gracias a Dios».

Luka era más un hermano para él que Dino. Su padre había muerto muy joven. De hecho, morir a una edad avanzada era algo raro en Bordo del Cielo. Era un buen hombre, pero su madre no había elegido bien en la segunda ocasión.

Luka nunca había cuestionado los cardenales provocados por su padre, como él no cuestionaba los suyos. La vida era dura en Bordo del Cielo y, años después, Matteo era quien llevaba a cabo las órdenes de Malvolio.

Miró a Sophie para ver su reacción, pero ella seguía con la mirada baja. Luka la había avergonzado durante el juicio diciendo que, a pesar de haber roto con ella, Sophie lo había seducido.

Luego miró a la joven que estaba con ella, Bella Gatti. Sabía quién era y no solo por las veces que había ido a su casa a recaudar el dinero de María. La había visto en el hotel y sabía que era amiga de Sophie desde siempre, como él de Luka.

Parecía asustada, más pálida de lo normal, y no dejaba de apartar el pelo de su cara en un gesto nervioso. Tal vez estaba inquieta por su madre. Matteo sabía que María ya no trabajaba, que tenía muchas deudas y que bebía por culpa del hombre que estaba a punto de escuchar el veredicto del juez.

Si Malvolio salía de la cárcel se cobraría muchas deudas, pensó. Todo el mundo se quedó en silencio cuando Malvolio se levantó. Gordo y sudoroso, se pasó un pañuelo por la frente. Y aunque Matteo rezaba para que fuese condenado a cadena perpetua, ni siquiera esa sentencia podría compensar todas las vidas que había destrozado.

Cómo odiaba a aquel hombre, pensó, disimulando la sonrisa que amenazaba con asomar a sus labios… hasta que escuchó el veredicto.

—Malvolio Cavaliere… inocente.

La sala se quedó en silencio, pero un segundo después, como si todos se dieran cuenta de que Malvolio volvía para subyugar Bordo del Cielo, de repente, empezaron a aplaudir.

Matteo hizo una mueca al ver la desagradable sonrisa de Malvolio.

Había vuelto.

Siguió la dirección de su lasciva mirada y entonces entendió el miedo de Bella, que se había quedado petrificada. Malvolio sería puesto en libertad de inmediato y el terror empezaría de nuevo.

Había borrado su nombre de la lista de «chicas del bar» cuando se hizo cargo del puesto de gerente en el hotel para colocarla en los turnos de camarera, pero ya no podría hacer eso. Malvolio era libre y él no podía hacer nada más que ver las lágrimas que rodaban por el rostro de Bella.

Y entonces Paulo se levantó. El padre de Sophie era un hombre débil, frágil. Su mujer, Rosa, había muerto cuando Sophie era pequeña. A manos de Malvolio, estaba seguro.

Matteo había trabajado con él y se había hecho cargo de las órdenes que Paulo no era capaz de cumplir.

Pero, aunque muchos pensaban que era otro de los matones de Malvolio, él hacía las cosas a su manera.

Recordó entonces una noche, muchos años atrás. Paulo había recibido la orden de incendiar una casa donde dormía una familia. Matteo, que había sido enviado por Malvolio para comprobar que lo hacía, encontró a Paulo con una botella de combustible acelerante y la cabeza entre las manos.

—Talia era amiga de Rosa —murmuró—. No puedo hacerle esto.

—Entonces mañana estarás muerto —le advirtió Matteo.

—¡Maldito sea Malvolio! Hay niños en esa casa. Prefiero estar muerto que hacer eso.

—¿Y qué será de Sophie si tú no estás aquí para protegerla? Tal vez Malvolio encuentre trabajo para ella. ¿Cuántos años tiene?

El hombre palideció.

—Dámelo a mí – Matteo tomó la botella. —Yo me encargaré de esto, tú vete a casa.

—No puedo pedirte que hagas mi trabajo por mí.

—Vete a casa —repitió Matteo—. Yo no tengo que cuidar de nadie. Nadie se preocupa por mí y al revés, así que no tengo nada que perder.

Y esa noche fue una bendición.

Cuando Paulo se marchó, Matteo se acercó a la casita de pescadores. Por la ventana abierta podía oír a un niño llorando y a su madre acunándolo para que durmiera.

El golpe en la puerta asustó a Talia.

—¿Qué ocurre? —gritó.

—Calla… o harás que nos maten a los dos. ¿Ves esto? —Matteo le mostró la botella—. En cinco minutos el fuego destruirá tu casa, así que saca a tus hijos y márchate ahora mismo.

Un milagro, decían los vecinos. Talia era una heroína porque había conseguido sacar a sus hijos a tiempo.

Malvolio se había encogido de hombros. El incendio de la casa había servido como aviso para los demás, que era lo que quería. Que Talia y sus hijos estuvieran vivos o muertos era irrelevante para él.

Talia estaba en la sala, pero no lo miró ni una sola vez. Nadie debía saber lo que había pasado esa noche. Especialmente cuando Malvolio iba a salir de prisión.

Cuando el juez emitió el veredicto de Paulo, la sala volvió a conmocionarse.

—Paulo Durante… culpable.

Paulo cumpliría su sentencia en Roma, añadió el juez. Luego tuvo que pedir calma al público, que gritaba y levantaba el puño ante aquel hombre frágil y vencido.

No mostraban alegría porque les pareciese justo sino por miedo a Malvolio.

Cuando Matteo salió del Juzgado, a pesar del sol que brillaba en el cielo le pareció el día más negro.

—Matteo, voy a hablar con Sophie —fue lo primero que dijo su amigo—. Ahora que su padre ha sido condenado, su nombre también será arrastrado por el barro. Voy a llevármela conmigo a Londres y tú tienes que venir con nosotros.

—¿Yo? —Matteo sabía que Malvolio no lo permitiría. Había intentado irse una vez y, eternamente desconfiado, no sabía si Luka estaba poniéndolo a prueba como había hecho su hermanastro—. ¿Por qué iba a ir contigo? Nada ha cambiado para mí.

—Todo ha cambiado —dijo Luka—. Yo me voy y Paulo está a punto de cumplir su sentencia, así que tú serás el principal matón de mi padre.

—Tiene a Dino —replicó Matteo, pero su amigo negó con la cabeza.

—Quiere vengarse y lo hará.

Matteo sabía que Malvolio querría vengarse de todos los que habían hablado contra él durante el juicio.

—Nos vamos mañana a las nueve y tienes que venir con nosotros —siguió Luka—. Esta noche celébralo con mi padre como si te alegrases de su puesta en libertad… estará vigilándote, te lo aseguro. No cree que seas leal del todo y esta noche tienes que demostrarle que lo eres. Debes convencerlo de que quieres esta vida depravada o tú y tus personas queridas seréis los primeros en sufrir.

—Entonces es una suerte que no tenga personas queridas —respondió Matteo, irónico.

—¿Esa es la vida que quieres? —le preguntó Luka—. Si es así, te deseo suerte.

—Y yo a ti.

—Aunque no vengas con nosotros, ¿puedes hacer una última cosa por mí?

—Sí, claro.

—Haz que se emborrache para que duerma como un oso hasta mañana.

—Hecho.

Luka se alejó y Matteo supo que iba a convencer a Sophie para que se fuera con él a Londres.

Cuando Malvolio salió del Juzgado unas horas después, descubrió que Luka tenía razón. Estaba claro que pensaba convertirlo en su mano derecha porque todo el mundo le hacía preguntas, todos contaban con él para saber lo que debían hacer.

Y Matteo solo quería alejarlo del bar y de Bella.

Aparcó el coche en la puerta del Juzgado y estrechó la mano de su jefe cuando por fin logró zafarse de los reporteros.

—¿Qué va a pasar esta noche? —le preguntó Malvolio.

—Haremos una fiesta en la calle —respondió Matteo—. Todo el pueblo quiere darte la bienvenida.

—¿Tengo diez años? —replicó Malvolio, irritado—. Pensé que se te ocurriría algo mejor. Quiero una fiesta exclusiva, pero parece que tendré que organizarla yo mismo.

—No hace falta, yo me encargaré. ¿Quieres ir a casa antes?

—Sí, luego iré directamente al hotel. Llevo mucho tiempo esperando… para un momento —Malvolio llamó a Pino, el joven que solía hacer los recados, y salió del coche para hablar un momento con él—. Ahora sí será una buena fiesta —añadió, satisfecho, una vez de vuelta.

Matteo hizo una mueca. Que hubiera salido del coche para hablar con Pino a solas no auguraba nada bueno.

Cuando llegaron a su casa, Angela, el ama de llaves, lo saludó con gesto nervioso.

Matteo llamó al hotel para organizar la fiesta mientras Malvolio se duchaba. Pero cuando salió de su habitación, con un traje de chaqueta, seguía sudando. Era repulsivo.

—Pareces nervioso —comentó.

—¿Por qué iba a estar nervioso? —respondió Matteo.

En realidad estaba haciéndose esa misma pregunta. ¿Por qué estaba nervioso? A él no le importaba Bella Gatti.

Luego recordó cómo se ruborizaba cuando la miraba, y un día, un par de años antes, cuando Dino se había pasado con ella y él tuvo que intervenir.

Sí, se fijaba en ella más de lo que le gustaría admitir y no podía soportar lo que la esperaba esa noche, pero por el momento tenía que pensar en Malvolio.

—Pensé que sería un honor para ti convertirte en mi mano derecha.

Matteo sabía que su vida dependía de la respuesta.

—Ahora que lo has dejado claro ya no tengo que preocuparme. Es un honor, Malvolio. Pensé que elegirías a Luka.

—Tu amigo solo piensa en el sexo, pero pronto vendrá a suplicarme. Por ahora está intentando hacer las paces con Sophie. Se parece mucho a su madre, Rosa. Habla demasiado en lugar de meterse en sus asuntos. Luka se cansará de ella. Además… —Malvolio se encogió de hombros— todos sabemos lo que le pasó a Rosa.

Matteo tomó un trago antes de hablar:

—La verdad es que me preocupaba que eligieses a Dino.

—Dino habla demasiado, tú no.

Que a Matteo no le importase nadie podía ser una bendición o una condena. Sería una bendición si le fuese leal, una condena si intentaba darle la espalda. Pero, por el momento, Malvolio decidió concentrarse en lo que era importante.

—Esta noche no es momento para hacer preguntas. Muchos de mis hombres fueron obligados a testificar, tuvieron que decir cosas que no querían decir. Esta noche les haré saber que entiendo que estaban bajo presión y sé por qué hicieron lo que hicieron.

Matteo dejó escapar un disimulado suspiro, pero el alivio duró poco.

—Esta noche les haremos creer que están perdonados, pero pagarán mañana. Todos ellos —anunció Malvolio.

También se refería a Luka y Matteo lo sabía. Malvolio querría dar ejemplo con su propio hijo. Afortunadamente, Luka iba a marcharse de Bordo del Cielo.

Estaba atardeciendo y el sol se escondía en el horizonte, convirtiendo el mar en lava derretida. Mientras aparcaba el coche y entraban en el hotel, Matteo sentía como si estuviera atravesando las puertas del infierno.