Capítulo 5
BELLA se alejó después.
No podría mantener una conversación normal después de esa revelación. Solo quería estar sola, de modo que se alejó sin decir una palabra.
Y Matteo la dejó ir.
El resto del día fue interminable. No podía dejar de pensar en él, así que decidió escapar de sus pensamientos de la mejor manera posible.
Aún no podía creer que Sophie y Luka fueran a casarse el domingo en Bordo del Cielo.
Si era verdad, su amiga se lo contaría. Y si era así, podía hacer algo aparte de pasear por el salón del diminuto apartamento, intentando no pensar en una noche que había tenido lugar cinco años antes.
Decidida, se arrodilló frente a la mesa de la cocina y metió la mano entre dos ladrillos de la pared.
Había hecho lo posible por no tocar el dinero que guardaba para la lápida de su madre, pero a veces había que cuidar de los vivos y quería ayudar a su amiga.
Luego se dirigió a su puesto favorito en el mercado para examinar telas y cajitas llenas de pedrería.
—Esta es preciosa —comentó, pasando la mano por un tul de color marfil. Solo intentaba convencerse a sí misma porque no dejaba de mirar hacia las telas que costaban cuatro veces más—. Enséñeme esa otra vez.
La textura era similar al vestido de compromiso que había hecho para Sophie, aunque aquel era de seda de algodón y lo que tenía en la mano era seda salvaje.
—No es fácil trabajar con esta tela —murmuró, intentando disuadirse para no gastar tanto dinero— y no tengo mucho tiempo.
No habría tiempo para adornarlo con pedrería, pero sus mejores trabajos siempre habían sido los cortes sencillos. Y el reto de trabajar con una tela tan exquisita, crear algo maravilloso por un precio relativamente bajo comparado con lo que costaría en la tienda hacía que su corazón latiese a toda velocidad.
Si hacía un vestido de novia para su amiga cumpliría una promesa hecha tiempo atrás. Bella pensaba que para entonces sería una rica y famosa diseñadora buscada por todos y rio al recordarlo. Ella sería rica y famosa y Sophie recorrería el mundo trabajando en una línea de cruceros.
La vida entonces parecía más sencilla.
Pero lo haría por su amiga, decidió. Aunque fuese una boda falsa, ella sabía que Sophie amaba a Luka con todo su corazón.
Además, aquella podría ser su única creación de lujo, el primer vestido original que iba a hacer en mucho tiempo. Compró hilo de seda y agujas y luego corrió a trabajar en su dormitorio, cortando el patrón de memoria. Sophie era voluptuosa, con más busto y caderas que ella.
Estaba deseando cortar la tela, pero se obligó a ser paciente para no cometer ningún error. Comprobó las medidas una y otra vez hasta que por fin esa noche, mientras las tijeras se deslizaban por la fina seda, nació el principio de un vestido. La tela, como los pétalos de un tulipán, seguía pegada al papel, pero empezaba a tomar forma cuando oyó el ruido de la verja de seguridad y la voz de Sophie.
Bella salió del dormitorio y abrazó a su amiga en cuanto entró en el apartamento.
—Luka dice que desearía no haberme amado nunca —Sophie empezó a llorar—. Va a dejarme plantada en el altar.
Aunque a Bella le habría encantado contarle sus problemas, decidió que podían esperar.
Sophie se iría al día siguiente a Bordo del Cielo para ser plantada en la iglesia delante de todo el pueblo. Y, además, su padre estaba muriéndose.
—Mi padre quiere que me ponga el vestido de novia de mi madre, pero yo no quiero un matrimonio como el suyo.
—Ya estoy haciendo tu vestido —se alegró de haber gastado todos sus ahorros al verla sonreír y le dijo que estaría trabajando toda la noche—. Voy a estar a tu lado, no te preocupes.
Sophie negó con la cabeza.
—No, tú tienes que trabajar y además… Matteo estará allí.
—Sé que tiene novia y que es muy guapa, pero me encantaría ser tu dama de honor. Y no te preocupes por el trabajo, estoy suspendida de empleo y sueldo desde esta mañana.
—¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
—Derramé un cubo de hielo sobre un cliente cuando llevaba el desayuno a su habitación.
—¿Y eso?
—Tropecé, pero su novia se puso furiosa y llamó a Recepción. Fue un accidente, la habitación estaba a oscuras y no lo vi… o ellos no me oyeron entrar con el desayuno porque estaban ocupados haciendo otras cosas.
Sophie notó el tono sarcástico y la miró, incrédula.
—¿Le tiraste un cubo de hielo a Matteo?
—Eso es —Bella sonrió—. Así que ya ves, estoy libre para ir a tu boda y terminar tu vestido. Vas a ser una novia preciosa.
Y lo sería.
Bella tomaba medidas mientras hablaban. La casa de Paulo había pasado a ser propiedad de Malvolio y, tras su muerte, de Luka.
—Se la ha devuelto a mi padre —le contó Sophie—. Bueno, al menos eso es lo que le ha dicho, no sé si es verdad. Pero al menos cree que tiene un sitio al que volver.
—Quiero ver mi antigua casa —dijo Bella—. Imagino que habrá otras personas viviendo allí ahora, pero podría pedirles que me dejasen entrar o al menos llevarme algunos esquejes del jardín. A mi madre le gustaban tanto sus flores. Bueno, eso da igual. Vete a dormir —le aconsejó al ver que intentaba disimular un bostezo.
—El avión sale a las siete. Es un jet privado.
—Así que volveremos a Bordo del Cielo como dos estrellas. Venga, intenta descansar. No queremos que unas ojeras arruinen mi precioso vestido de novia.
Sophie esbozó una sonrisa.
—¿Estás nerviosa por volver a ver a Matteo?
—No —mintió Bella—. Ya hemos hablado esta mañana… y sigue pensando que soy una fulana.
—¡Espero que le hayas contado la verdad!
—No te preocupes por mí. Hemos pasado por cosas peores.
—Pero Matteo y tú…
—No hay futuro para nosotros.
Ni siquiera le había contado a su amiga toda la verdad.
—Pero…
—A dormir —insistió Bella—. No quiero hablar de Matteo.
Y tampoco quería pensar en él. No quería recordar el pasado.
Y Matteo tampoco.
Mientras Bella cosía, no muy lejos Matteo hablaba por teléfono con su ayudante para reorganizar su agenda. Al día siguiente iría en helicóptero a Bordo del Cielo y se iría a Dubái el lunes por la mañana.
—¿Volverás al hotel el domingo por la noche?
—Sí, volveré el domingo.
Podría quedarse en Bordo del Cielo hasta el lunes, pero necesitaba distanciarse de Bella. Aunque ella estaría muy ocupada enjugando las lágrimas de Sophie después de la boda que no tendría lugar.
Cortó la comunicación diciéndose a sí mismo que Bella le daba igual. Ella había elegido su vida. Esa noche, además de vaciar su cartera, también le había entregado su corazón y había prometido cuidar de ella. Pero Bella se lo había tirado a la cara.
Sí, había aceptado que su madre enfermó y que esa era la razón por la que no apareció en el aeropuerto. Pero después… ¿era por orgullo por lo que no había vuelto a ponerse en contacto con ella?
No era amor lo que había encontrado esa noche sino sexo. Nada más, intentó decirse a sí mismo.
Buen sexo.
¿Pero qué había pasado esa noche que había quedado grabado para siempre en su corazón? Estaba tan presente como una nube oscura sobre su cabeza, impidiendo que pudiese disfrutar de otras relaciones.
Bella seguía siendo preciosa, esbelta y excitante.
La deseaba.
Y no solo una vez más. Quería a Bella en su vida. Los otros hombres daban igual.
Pero no era solo su orgullo lo que evitaba que estuviese con ella. Matteo sabía que la prensa la haría pedazos.
La prensa británica sentía una extraña fascinación por el moreno y apuesto italiano que salía con las mujeres más bellas de Londres. No les gustaba y hacían lo posible para destapar su pasado siempre que tenían oportunidad.
Destaparían el pasado de Bella también. La avergonzarían, hablarían de la profesión de su madre y él no podría hacer nada.
Tenía que olvidarla, pero esa noche parecía alargarse durante toda una vida. Una noche con tantos fragmentos, tantas piezas como estrellas fugaces que caían sobre sus pensamientos y sus sueños.
Sí, había soñado con esa noche muchas veces.
Despierto, por fin se permitió a sí mismo recordar en detalle un momento que, aunque escondido, se negaba a ser enterrado.
Lo que no podía saber era que la noche antes de volver al pueblo en el que habían crecido, Bella dejaba de coser el vestido de novia de su amiga y miraba la pared, recordando también ese momento.