Capítulo 2
SU LARGO pelo negro escapaba de la coleta, cubriendo su cara, pero nada hubiera impedido que la reconociese y Matteo vio que se quedaba inmóvil cuando pronunció su nombre.
Se mordía las uñas, notó cuando levantó una mano para apartar el pelo de su cara. Pero antes no lo hacía. Aquella noche, cinco años atrás, tenía las uñas cortas, pero bien cuidadas.
—Levántate —repitió con tono seco porque eso era mejor que ponerse de rodillas y tomarla entre sus brazos.
Esperaba que volviera a disculparse, pero en lugar de eso lo miró a los ojos y, bajo la sábana, la reacción de Matteo no se hizo esperar. Cómo le gustaría que esos ojos verdes lo dejasen frío.
Pero era imposible.
—Mi scusi…
—Deja de disculparte, Bella. Los dos sabemos que no ha sido un accidente.
—Pero lo ha sido —insistió ella—. He llamado a la puerta y me ha parecido escuchar que entrase. Me asusté al ver que la sábana se movía y tropecé… —miró la botella vacía de champán en el suelo—. Siento mucho haber disgustado a tu prometida. ¿El agua estaba muy fría?
—Has conseguido lo que querías —Matteo estaba empezando a perder la paciencia y tiró de su brazo para levantarla.
El agua fría no había servido de nada porque su piel era cálida y su aroma, incluso después de cinco años, le resultaba tan familiar. ¿Pero cómo podía ser si esa noche llevaba un perfume barato?
La había bañado para borrar ese olor, recordó, aunque intentaba no hacerlo.
Posiblemente Bella era la única mujer que podía llevar un uniforme de color verde pálido con un delantal blanco y seguir teniendo un aspecto sexy. Ni siquiera los zapatos planos lograban restarle belleza a sus largas piernas. No debería estar sonriendo después del caos que había creado, pero sus labios seguían haciendo que se derritiera.
Incluso con Shandy en el baño, el deseo, la necesidad de besarla era imperiosa…
—¿Te ha sorprendido verme?
—No, la verdad es que no —Matteo se encogió de hombros como si encontrarse con ella no lo afectase, como si no hubiera pasado gran parte de la noche soñando con ella—. Anoche me dijeron que trabajabas aquí…
Y entonces recordó por qué nunca podría ser.
—¿Aquí tus clientes son más ricos?
—Lo son —Bella tuvo que hacer un esfuerzo para sonreír—. No sé si ahora podrías pagarme.
—Estoy pensando comprar este hotel, de modo que en un par de meses podría ser tu jefe.
—Nunca —dijo ella, apretando los dientes.
—¿Por qué te enfadas? Si no recuerdo mal, nos despedimos en términos muy amistosos.
Notó que contenía el aliento y cuando bajó la mirada y comprobó que sus pezones se marcaban bajo la tela del uniforme le dijo la verdad:
—Podría tomarte ahora mismo y no tendría que pagarte.
Ella esbozó una sonrisa.
—Claro que no tendrías que pagarme. Lo haría gratis, Matteo —dijo en voz baja—. ¿Quieres que lleve uniforme? Eso es muy soso. ¿Quieres un servicio personal? Tú decides.
Matteo apretó los puños.
—¿Vas a pegarme otra vez?
—No tergiverses lo que pasó esa noche.
—No lo hago —Bella sonrió, irónica—. Pero debes saber que si es considerado, una mujer siempre recuerda a su primer… —entonces sonó un golpecito en la puerta—. ¿Estabas pensando en mí mientras ella te la chupaba? —le preguntó y luego soltó una carcajada—. Claro que sí… imagino que viste la nota en la que te advertía que hoy habría tormenta.
—¿Celosa, Bella? —le preguntó Matteo—. ¿Esa es la razón por la que nos has tirado el cubo de agua?
—No estoy celosa en absoluto. Mi madre solía hacer lo mismo a los perros en la calle.
Matteo, que había soltado su brazo para ponerse un albornoz, se volvió, indignado.
—Shandy y yo no somos perros. Estaba en la cama con mi amante…
Sus palabras hicieron que palideciese. Le dolía en el alma saber eso y estaba empezando a entender el error que había cometido.
Entonces sonó un golpecito en la puerta y Matteo se libró de la sábana….
Enfrentada con la belleza masculina, Bella tuvo que apartar la mirada.
No era tímido; ¿para qué iba a serlo si había visto cada centímetro de su cuerpo esa noche, en Bordo del Cielo?
Pero mientras se ponía el albornoz se sintió tentada por el cuerpo desnudo de Matteo Santini.
Los bíceps marcados, las piernas fuertes, su orgulloso miembro sobresaliendo de entre los muslos.
Pero nunca volvería a ser suyo.
Matteo abrió la puerta de la suite mientras la rubia furiosa salía del baño con el pelo envuelto en una toalla.
—¡Su empleada me ha arruinado la mañana! —le espetó a Alfeo, el gerente.
Matteo miró a Bella. La bruja seductora que había entrado en la habitación de repente parecía contrita. Incluso había conseguido derramar un par de lágrimas.
No quería creer que fueran reales.
—Le he pedido disculpas.
—Demasiado tarde —le espetó Shandy, volviéndose hacia Alfeo, el gerente—. Despídala.
—No hay necesidad de eso —intervino Matteo—. Ha sido un accidente, no ha pasado nada.
—¡Me ha tirado un cubo de agua encima! —gritó Shandy—. No se ha tropezado, lo ha hecho a propósito. Esto va a salir en los periódicos. ¿Usted sabe quién soy?
Al gerente le daba igual que Charlotte Harvershand, o Shandy como era conocida, fuese la hija de un político británico. Lo que le preocupaba era la reacción de Matteo Santini. Alfeo sabía muy bien que él y su socio, Luka Cavaliere, estaban pensando comprar el hotel y tragó saliva mientras sopesaba sus opciones. Santini parecía un hombre razonable, pero no quería arriesgarse y tomó una rápida decisión.
—Estás despedida —le dijo a Bella.
—Alfeo… —empezó a decir ella, con lágrimas en los ojos—. Por favor…
—Ve a mi oficina, bajaré en un momento.
—Llevo cinco años trabajando aquí y nunca he cometido un error…
—¡Fuera! —gritó el gerente. Bella salió de la habitación sin mirar a Matteo.
Debería sentirse aliviado. Debería olvidarse de ella y seguir adelante con la vida que había creado para sí mismo, pero se quedó mirando la puerta mientras el gerente intentaba solucionar la situación.
—Nosotros nos ocuparemos de limpiar la suite, no se preocupen. Por favor, siéntense, les traerán el desayuno enseguida. No sé cómo pedirles disculpas…
—No había necesidad de despedirla —lo interrumpió Matteo, mirando a Shandy—. Le acabas de costar su puesto de trabajo a una persona. ¿Eso no te molesta?
—Lo que me molesta es que tengo que ir a la peluquería cuando pensaba ir de compras esta mañana —Shandy examinó sus perfectas uñas.
Matteo recordó entonces las uñas mordidas de Bella y, a pesar de sus esfuerzos, el pasado lo invadió del todo. No podía seguir viviendo una mentira.
Cuando llegó el nuevo desayuno le pidió a la camarera y Alfeo que salieran de la habitación. Sirvió el café con mano firme y, mientras lo hacía, ya estaba borrando de su vida a su última amante.
Shandy no se fue sin protestar, pero él estaba acostumbrado.
Rogó, gritó, pataleó y la habitación quedó ligeramente destrozada una vez más, pero por fin Shandy estaba en el jet de la empresa, de vuelta a Londres, y él en el hotel en el que Bella había trabajado durante cinco años.
Cinco años.
Eso significaba que se había ido de Bordo del Cielo casi al mismo tiempo que él.
No tenía sentido, pensó, mientras llamaba al gerente para discutir lo que había pasado esa mañana.
—Nunca nos había ocurrido —empezó a decir Alfeo—. En las plantas superiores trabajan nuestros mejores empleados…
—¿Y Bella es uno de los mejores?
—Hace bien su trabajo.
—¿Nunca había tenido ningún problema con ella?
—Ninguno —Alfeo apartó la mirada y Matteo se preguntó si su aparente preocupación tendría algo que ver con las actividades de Bella fuera del horario de trabajo—. Habíamos preparado su visita con sumo cuidado, pero hubo un problema con los turnos. Bella no suele trabajar en las plantas superiores.
—No quiero que la despida —dijo Matteo entonces—. Adviértale que no puede volver a ocurrir, pero dígale que tiene una segunda oportunidad… a partir del lunes.
—Sí, claro. Puede decirle a su prometida que no volverá a verla.
Matteo decidió no darle explicaciones. Shandy no era el problema. Con Bella tan cerca, el problema era si él podría apartarse.
Pero no sería fácil evitarla, pensó al recibir una llamada de Luka.
—Parece que tenías razón —su amigo suspiró—. Sophie le ha dicho a su padre que nos casaremos en Bordo del Cielo este fin de semana.
—¿Y tú has aceptado?
—No creo que su padre aguante hasta el domingo, la verdad. Todo será una farsa, no voy a casarme con ella solo para contentar a Paulo.
—Por fin dices algo sensato.
—¿Irás a Bordo del Cielo? —le preguntó Luka—. Podría ser un problema porque Bella será la dama de honor.
Matteo recordó aquella mañana en el aeropuerto, con Luka esperándolo para irse de Bordo del Cielo. Recordó la tensión mientras buscaba a Bella y a su madre, dispuesto a explicarle a su amigo la situación. Pero no habían aparecido, de modo que no le contó que había pensado llevarse a Bella con él a Londres.
Luka, sin embargo, había oído algo sobre su última noche loca en el hotel.
—Solo quería advertirte para que tu novia no se sienta incómoda.
—No creo que eso sea un problema —Matteo no quería contarle a su amigo que había roto con Shandy—. Iré solo, pero solo puedo quedarme hasta el domingo por la noche. Tengo que ir a Dubái.
—¿No puedes cambiar la reunión? La boda no se celebrará e imagino que se armará un buen jaleo. Me vendría bien tenerte a mi lado…
—Lo siento, no puedo.
Matteo cortó la comunicación unos minutos después. Podría haber cambiado la reunión, pero era mejor no hacerlo.
Mejor no ver a Bella más de lo estrictamente necesario. Antes de la boda estarían muy ocupados, pero el domingo por la noche…
Quería una vez más con Bella.
Aunque sabía que era un error.