Capítulo 21

 

¡Raúl!

La única ventaja de aparecer en medio de una crisis familiar fue que nadie notó la tensión de las facciones de Estelle cuando apareció un Raúl limpio y recién afeitado.

—Siento no haber podido llegar antes —le estrechó la mano a Andrew.

—No, te agradecemos que hayas hecho todo lo posible para que estuviera Estelle con nosotros —respondió Andrew—. Y siento mucho lo de tu padre.

—¿Cecilia está ya en quirófano?

Raúl se sentó al lado de Estelle y le pasó el brazo por los hombros. Sintió al momento cómo se tensaba.

—Desde hace una hora —contestó Estelle con voz forzada—. Y le quedan varias horas todavía.

Los minutos pasaban lentamente.

Raúl leyó todos los carteles y folletos de la sala de espera. Estelle le oía girar las páginas y eso solo servía para irritarla. ¿Por qué demonios habría ido? ¿Para que no pudiera intentar olvidarle?

—¿Por qué nadie nos informa de lo que están haciendo? —preguntó la madre de Amanda—. Es ridículo que no nos digan lo que está pasando.

—No tardarán en decirnos algo —respondió Andrew.

Raúl le vio pasar el brazo por los hombros a su esposa para consolarla, y vio cómo ella se apoyaba contra él, vio lo mucho que le necesitaba a pesar de todo. O, precisamente, quizá por ese todo, comprendió Raúl.

—¿Por qué no esperas en el hotel? —sugirió Estelle cuando ya no fue capaz de seguir a su lado.

—Quiero estar contigo.

Se dirigió hacia una de las máquinas expendedoras y ella le siguió.

—Necesito cambio —dijo Raúl—. No tengo libras.

—¿Por qué me estás poniendo las cosas tan difíciles? —le interpeló Estelle.

—No estoy intentando ponerte las cosas difíciles, pero quiero que sepas que lo único que he hecho esta noche con una mujer ha sido pedirle que me diera un beso y me rociara de perfume —la miró a los ojos—. Quería que te fueras.

—Pues ha funcionado.

—Me equivoqué —continuó diciendo Raúl—. Ha sido uno de los errores más estúpidos de mi vida. No quería que tuvieras que pasar por todo lo que me esperaba.

—¿Y eso no debería haberlo decidido yo? —le miró.

—Sí —se limitó a responder—. Y yo también tengo algo que decidir.

Estelle no comprendió su respuesta. En aquel momento, no estaba de humor para juegos de palabras y sacudió la cabeza frustrada. Quería que Raúl se fuera, y quería también que estuviera allí. Quería perdonarle, creerle.

—Ahora no puedo seguir con esto —le dijo—. Ahora mismo tengo que concentrarme en mi sobrina.

Por mucho que Raúl deseara estar a su lado, también la comprendía.

—¿Prefieres que te espere en el hotel o que me quede aquí contigo?

—Prefiero que me esperes en el hotel —contestó Estelle.

Porque, cuando Raúl estaba cerca, ella no era capaz de pensar con propiedad. Lo único que quería era sentir sus brazos a su alrededor, disfrutar del consuelo que podía darle.

—¿Puedes sacarme un café? —Andrew se acercó en aquel momento con la silla.

—Por supuesto —contestó Raúl mientras Estelle le tendía unas monedas.

—Estelle, ¿puedes acompañar a Amanda a dar un paseo? Intenta sacarla de la sala de espera. Sus padres la están volviendo loca preguntándole continuamente que cuándo acabará la operación.

—Por supuesto.

Miró brevemente a Raúl, advirtiéndole con la mirada que quería que estuviera fuera cuando ella regresara. Después, le sugirió a Amanda que salieran a dar un paseo. Raúl las observó alejarse, apoyándose la una en la otra, y miró después a Andrew.

—Tienes la mejor hermana del mundo.

—Lo sé —contestó Andrew—. Haría cualquier cosa por ella.

Y Estelle por él, pensó Raúl. Estelle había vendido su alma al diablo por su familia y, en ese momento, Raúl comprendía por qué.

—Voy a esperar en el hotel —le dijo Raúl—. Ayer por la noche no dormí nada.

—Lo sé. Estoy seguro de que Estelle te mantendrá al tanto de todo.

—¿En qué hotel se aloja?

—En el que está cruzando la carretera —contestó Andrew—. Te deseo suerte. Estoy seguro de que no es la clase de hotel al que estás acostumbrado.

—Estaré perfectamente.

—Pero te harán esperar. Yo he tenido que esperar quince minutos a que me pusieran la rampa.

Estuvieron charlando durante un buen rato. Andrew intentando olvidarse de la operación, Raúl, simplemente, porque Andrew quería hablar.

—Confieso que al principio tenía ciertas reservas sobre vuestra relación —admitió Andrew—. Erais demasiado diferentes.

Y entonces Raúl se enteró de lo mucho que Estelle odiaba la vida nocturna, y descubrió exactamente hasta dónde había llegado para ayudar a su familia.

Caminó junto a Andrew a lo largo del pasillo, pasaron por delante de los quirófanos, de las unidades de cuidados intensivos y repitieron varias veces el recorrido hasta que Estelle regresó y Raúl comprendió que para ella era mejor que se marchara.

 

 

Raúl paseaba nervioso por la habitación del hotel esperando noticias. Eran las nueve de la noche y tenía el estómago en un puño por una niña a la que no conocía.

—Ha superado la operación.

Raúl percibió el alivio y la tensión en la voz de Estelle cuando esta abrió la puerta.

—¿Cuándo ha salido del quirófano?

—Alrededor de las seis. ¿Se supone que debería haberte llamado para informarte?

—Tenía la sensación de que la operación se estaba alargando demasiado. Pensaba que...

—Lo siento —Estelle se arrepintió de su sarcástica respuesta. Sabía que la preocupación de Raúl era sincera—. Han tardado mucho en dejar que Amanda y Andrew la vieran.

—¿Y cómo está?

—Todavía está allí —Estelle comenzó a desnudarse—. He perdido el cargador del móvil. Le he pedido a Andrew que llame a tu teléfono si ocurre algo.

Era, aunque jamás lo admitiría, un alivio tenerle allí, saber que, si el teléfono sonaba durante la noche, sería él el primero en contestar. Y fue un alivio también poder tumbarse en la cama y cerrar los ojos, aunque había algo de lo que tenía que ocuparse antes de entregarse al sueño.

—No voy a decírselo todavía —comenzó a decir—, porque sería una preocupación más para ellos, pero, después de que vayamos a verlos mañana por la mañana, puedes marcharte.

—Yo quiero estar aquí.

—Pero yo no quiero que estés aquí y, teniendo en cuenta lo que ha pasado, ya no hay nada entre nosotros. Tenía que ser una relación exclusiva, ¿recuerdas?

—Ya te lo he dicho, no pasó nada. Y eso significa que todavía está vigente nuestro acuerdo.

—No, ya no tenemos ningún acuerdo. He decidido que no quiero tu dinero. Me cuesta demasiado.

—Entonces, devuélvemelo.

—Lo haré... —comenzó a decir, pero, por supuesto, había gastado ya una cantidad considerable—. Pretendo devolvértelo todo.

—Eso es cosa tuya, pero, de momento, eso no cambia nada, Estelle...

Alargó el brazo hacia ella, pero Estelle le rechazó y se volvió hacia su lado.

—Me gustaría tener la noche libre.

—Por supuesto.

A la mañana siguiente, Estelle se despertó en sus brazos y comenzó a retorcerse para alejarse de él, pero, justo en ese momento, llamó su hermano. Raúl la observó salir de la cama, advirtió la gravidez de sus pechos y cómo se había oscurecido su aureola. Y la quiso más por no haberle dicho nada, por haber preservado a su hijo del contrato que los había unido.

—¿Te irás después de que vayamos a verlos? —quiso asegurarse Estelle después de colgar.

—¿Por qué voy a dejar a mi esposa en un momento como este? No voy a ir a ninguna parte.

—No quiero que estés aquí.

—No te creo —respondió Raúl—. Lo que creo es que me quieres tanto como yo.

—¡Quererte! Tendría que estar loca para quererte —sacudió la cabeza—. Es posible que me hayas vuelto loca en otro momento de mi vida, Raúl, pero, si en algún momento te amé, ese sentimiento ha desaparecido. Mi amor también tiene condiciones, Raúl, y tú no las has cumplido. Me importan muy poco los tecnicismos. Aunque no te acostaras con nadie, lo que hiciste estuvo mal.

—Pero eso significa que el contrato está todavía vigente —la agarró por la muñeca—. Y que soy yo el que dicta los términos de la relación.

—Tu padre está muerto, ¿recuerdas? Eso significa que todo ha terminado.

—Estuvimos de acuerdo en que podríamos pasar algún tiempo separados. Deberías leer detenidamente las cosas antes de firmarlas. Pero estoy de acuerdo en que la situación ha resultado ser más complicada de lo que ninguno de nosotros esperaba. Por esa razón, estoy de acuerdo en que el contrato expire mañana.

—¿Mañana? ¿Y por qué no ahora?

—Solo quiero una noche más. Y, si para ello tengo que recurrir al contrato, te aseguro que lo haré.